Mayo virtual: Madre de los Vivientes
Día 26 de Mayo: Madre de los Vivientes
“El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta: da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece” (1 Samuel 2,6-7).
Al celebrar la solemnidad de la Anunciación, los cristianos celebramos la entrada del Señor en el mundo, confesándolo como Dios y como hombre verdadero. Dios preparó a su Hijo un cuerpo para que, a través, de él, pudiese cumplir su voluntad (cf Hebreos 10,4-10).
María es la Virgen que creyó el anuncio del ángel y llevó a Cristo hecho hombre en sus purísimas entrañas con amor. La salvación de Dios nos llega a través de la concepción en el seno de María del “Dios-con-nosotros”, del Emmanuel, el Hijo de la Virgen, que se hizo hombre por salvar a los hombres.
María es la Madre de los Vivientes, porque es la Madre de Jesús, el Príncipe de la Vida, el Viviente que ha resucitado, el que vive. Por la obediencia de la fe, respondiendo con su fiat a la palabra de Dios, María es la nueva Eva, a través de la cual nos vino la Vida.

La celebración del aniversario de la muerte de un cristiano es un ejercicio de memoria, de recuerdo, de evocación. Recordamos a aquel ser amado que ha dejado este mundo. Recordando, haciendo memoria, intentamos, guiados por un instinto natural, que el que ha muerto no haya muerto del todo. Nuestro recuerdo equivale a una protesta frente a la aniquilación: “Juzga [el hombre] con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte” (Gaudium et spes 18).
Leo
La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo es la fiesta que celebra la presencia real del Señor en el Sacramento. La Eucaristía es acción de gracias, memorial sacrificial de la Pascua de Cristo y sacramento de su presencia real: En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero”, enseña el Concilio de Trento.
Día 25: Nuestra Señora del Santísimo Sacramento












