La homilía: una aproximación

Me han pedido, para una reunión con sacerdotes, decir algo sobre la homilía; o sea, sobre la predicación en una celebración litúrgica, especialmente en la Santa Misa (cf. Papa Francisco, “Evangelii gaudium, 138).

No es una tarea fácil, y máxime para alguien que, como yo, no me he dedicado a investigar sobre el tema. Y sobre el tema hay un buen libro, “Homilética”, de Francisco Javier Calvo Guinda, BAC, Serie de Manuales de Teología “Sapientia Fidei”, Madrid 2014.

Desde el punto de vista práctico, sí he escrito – y publicado – casi todas las homilías que corresponden a los tres ciclos litúrgicos. Señalo, por si es de interés, los títulos de esos opúsculos: para el ciclo A: “La cercanía de Dios” (Barcelona 2011, CPL, Colección Emaús, 97) y “El camino de la fe” (Barcelona 2013, CPL, Colección Emaús, 107) ; para el ciclo B: “El encuentro con Jesús” (Barcelona 2013, CPL, Colección Emaús, 113); y para el ciclo C: “La humanidad de Dios” (Cobel Ediciones, Alicante 2011) y “El camino del discípulo” (Cobel Ediciones, Alicante 2011).

He dedicado tiempo y esfuerzo a preparar, y hasta escribir, la homilía de cada domingo. Me parece que es un esfuerzo que hay que hacer. D. Santiago Calvo dijo de D. Marcelo González Martín, cardenal-arzobispo de Toledo: “Don Marcelo predicó más de 10.000 sermones. De muchos de ellos, no quedan notas escritas. Pero se conservan 53 carpetas, con discursos íntegros y esquemas, desde que tenía 14 años de edad hasta ocho meses antes de morir”.

Es impresionante. Yo, un par de veces, he oído predicar a D. Marcelo. Era algo digno de atención. Pero me consuela, un poco, saber que él preparaba mucho su tarea. Tenía un don natural absolutamente extraordinario, pero, aún así, preparaba lo que iba a decir. Y es lo que se debe hacer.

Voy ahora, en esta primera entrega, a decir cuatro cosas que me parecen muy importantes cuando se trata de predicar; por ejemplo, una homilía:

1ª Tener fe. Es lo más difícil. Uno se mira a sí mismo. Uno mira a la gente… Lo más difícil es creer que una palabra (semilla) insignificante pueda dar mucho fruto. Claro que dependerá de donde caiga esa semilla, pero hay que pensar que es importante en sí misma.

2ª Tener paciencia. Nada parece garantizar el éxito enseguida. Ni oírse a uno mismo ni observar la aparente indiferencia con la que uno es oído anima gran cosa. Parece que no da fruto, la palabra predicada, pero sí lo da. Hay que asumir esa espera, ese sufrimiento de que lo que es, parece, no obstante, que no es ni va a serlo.

3ª Dar prioridad a recibir y a acoger lo que nos viene de Dios. Y pensar que solo hay algo esencial: Dios mismo. Dios y nada más.

4ª No hay que seguir el relativismo. La religión, y la fe cristiana, nos introduce, con humildad, en el camino de la verdad.

Es solo una primera entrega. Espero en tres páginas -en dos más - solucionar mi compromiso de decir algo sobre la homilía. Siempre será  bueno compartirlo.

 

Gracias.

(Seguiré, espero, con el tema)

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