No mezclar las cosas

La Iglesia no es el Estado ni el Estado es la Iglesia. En algunos países democráticos, como en Inglaterra o en Noruega, existe una “Iglesia estatal”, sin menoscabo, en principio, de la libertad religiosa. En otros, como en España, el Estado es oficialmente “aconfesional”, sin que eso signifique o debiera significar, de modo automático, que tenga que ser “laicista”, en el sentido de partidario de reducir la religión a la sola esfera de la conciencia privada.

Creo que tanto en un caso como en otro, pero de un modo más perceptible donde Iglesia y Estado están separados, las leyes de la Iglesia no son las leyes del Estado. Ni viceversa: tampoco las leyes del Estado son, “ipso facto”, las de la Iglesia. La Iglesia, como Iglesia, nada, o muy poco, tiene que legislar sobre el pago de tributos, sobre la ley electoral o sobre el apoyo de los ciudadanos a las Fuerzas Armadas. Podemos comprobarlo, por ejemplo, en los Estados Unidos, donde Iglesia y Estado están bien diferenciados, sin que se prohíba a la Iglesia la libertad para ejercer su misión

Si algo ha de decir la Iglesia en esos campos, o en otros, será en referencia a las obligaciones éticas fundamentales; a obligaciones y a deberes que brotan del respeto a lo que el ser humano es y a lo que un ser humano tiene derecho por ser, precisamente, humano. Lo contrario, la imposibilidad de ejercer una crítica, convertiría al Estado en totalitario; en un Estado que pretende absorber y dirigir toda la vida nacional. En un Estado así no cabría ni imaginarse, pongamos por caso, la posible parte de razón que, en principio, pudiera tener un movimiento como el “15-M”.

El Estado es soberano, pero no es Dios. Su potestad es suprema e independiente, en relación a otros Estados. Pero su potestad no pasa por encima de la potestad divina. Por decirlo en términos más seculares: El Estado no decide, en base solo al poder, lo que es bueno o lo que es malo, lo que es verdadero o lo que es falso. Sin una precedencia de lo que está antes y más allá de las leyes positivas sería imposible, jamás, cuestionar estas leyes y tratar de mejorarlas. Sin un fundamento para el consenso, jamás podría haber consenso.

¿En base a qué criticar una ley estatal que supeditase, para siempre, más allá de coyunturas ocasionales, sustancialmente injustas, el negro al blanco, el fuerte al débil? La misma existencia de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” supone, por así decirlo, un orden anterior y superior a lo vigente en cada momento, a lo interesadamente vigente. Esta apuesta crítica se vería, en gran medida, privada de fundamento si a la base de un orden moral objetivo no se reconociese la primacía de Dios. En efecto, sin Dios, todo, o casi todo, es posible. Y la historia así lo pone de manifiesto.

En lo que no se oponga a esta ley fundamental – a esta ley moral natural – el Estado es muy libre de determinar como considere más oportuno. Y lo mismo la Iglesia. La legislación de la Iglesia tiene también límites. No puede ir en contra de lo razonable, de lo obligatorio, de las exigencias morales básicas de una persona. La Iglesia no puede dispensar del “no matarás” ni tampoco del “no robarás”.

Pero hay esferas que, sin contradecir la ley moral natural, no están sometidas a la legislación del Estado, sino remitidas a la voluntad de Cristo o a la jurisdicción específica de la Iglesia. En muchos asuntos el Estado, simplemente, no tiene competencias. ¿Cuál es la materia de la Eucaristía? ¿Cómo se ha de celebrar la Penitencia? ¿Cuál es la forma del sacramento de la Confirmación? El Estado, si se mantiene en sus límites, nada puede decir al respecto.

Tampoco el Estado puede dictar la ley canónica. Podrá, eso sí, pedir que no contradiga la ley natural, que no se convierta en una amenaza, salvados los principios del derecho internacional, para la seguridad pública, pero muy poco más, si realmente el Estado respeta la libertad religiosa, si no se siente “divino”, como un césar romano enloquecido.

¿En la práctica, qué pasa? Pues que todo debe estar muy clarito: En la Constitución, en el Código Penal y, si los hay, en los Acuerdos Iglesia-Estado. Cuanta mayor claridad, mejor para ambas partes. La Iglesia no tiene por qué penalizar canónicamente con la excomunión a quien roba, pero quien roba no puede escaparse, con el pretexto de ser católico, a la justa represión del Estado.

Me parecería muy absurdo que un Estado soberano llamase al papa a juicio porque en el territorio donde están vigentes las leyes de ese Estado un católico cometiese un robo. Nada en la legislación de la Iglesia ampara el robo. Si alguien roba, católico o no, que pague por ello. Pero que el Estado no le pida a quien no es la policía que cumpla la labor de la policía. O todos los ciudadanos tienen la obligación de denunciar o ninguno la tiene. Y si todos tienen esa obligación, debe estar muy bien especificada en las leyes.

Con lo del “Códice Calixtino” y otros asuntos, en los que se mezclan elementos que no deben ser mezclados, uno ya no sabe a qué atenerse.

Guillermo Juan Morado.

20 comentarios

  
Beatriz
Me parecería muy absurdo que un Estado soberano llamase al papa a juicio porque en el territorio donde están vigentes las leyes de ese Estado un católico cometiese un robo.
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Con el escandalo en Irlanda se pretende culpar al Vaticano.

Un articulo de Martha Meier publicado en el diario El Comercio (el diario con el cual Mario Vargas Llosa ha roto relaciones) en abril del 2010:

Cacería contra la Iglesia Católica
VILES ATAQUES CONTRA EL PAPA BENEDICTO XVI


Para algunos la única manera de sentirse mejor es denigrando al resto. Para otros, resucitar su ideología caduca pasa por desprestigiar a la institución cuyos miembros fueron martirizados en su batalla por la libertad, brindando fe, esperanza y la fuerza espiritual para que el pueblo se rebelara contra las dictaduras que asfixiaron Europa del Este por décadas. De esos sectores es que emana la campaña desatada contra la Iglesia de Roma y el papa Benedicto XVI.

Los actos —infrahumanos y degenerados— de sacerdotes pedófilos tienen que ser castigados con todo el peso de la ley. La cadena perpetua y la castración química deben ser el destino de todos aquellos —sin distinción— que violentan la inocencia de un niño o una niña.

Pero justos no pueden pagar por pecadores e imperdonable sería no pronunciarse sobre el vil ataque dirigido contra el Santo Padre.

Y aquí surge un par de preguntas: ¿Los que se rasgan las vestiduras por los actos abominables de pederastia, están realmente preocupados por la niñez? ¿Quienes derraman cataratas de tinta sobre el tema, buscan la verdad? La respuesta es no. Una mínima y real preocupación por la niñez se reflejaría en mayor información circulando sobre el abuso sexual infantil, más presencia en la agenda pública y en los presupuestos nacionales (en nuestro país, uno de cada tres niñas y niños sufre algún tipo de abuso).

A través de la desinformación o la sobreinformación deleznable, que es lo mismo, se descalifica a la Iglesia Católica, se colectivizan las responsabilidades y se pretende crear sensación de culpa —y equívoco— a los cerca de dos mil millones de católicos.

Que quede claro, aquí no defendemos a los pedófilos, sean curas, tablistas o maestros, pero no está de más recalcar que el abuso sexual a niños preadolescentes por sacerdotes es la excepción y no la norma. Las cifras revelan que es una situación poco común que involucra al 0,3% del clero.

Según datos del periodista Luigi Accatoli, en los últimos 15 años en Alemania —tierra del Papa— se denunciaron 210 mil casos de abuso sexual contra menores, 94 de estos relacionados con sacerdotes católicos (0,04%). ¿Por qué solo esos 94 casos reciben atención? ¿Los otros 209.906 niños alemanes no merecen ser defendidos y sus ofensores castigados?

Es lógico que la indignación sea mayor cuando el abuso proviene de quienes han de promover la virtud y proteger a los más pequeños. No se vio, sin embargo, tal indignación cuando Save the Children denunció que es común el abuso sexual contra menores por parte de trabajadores “humanitarios y fuerzas de paz”, de Naciones Unidas. Las principales acusaciones son por: “intercambio de comida por sexo, sexo forzado, prostitución, pornografía, esclavitud sexual, ataque sexual y tráfico de niños”. ¿Deben desaparecer las fuerzas de paz de la ONU? ¿El actual secretario general Ban Ki-moon y sus antecesores son responsables? Si siguiéramos la lógica de los anticlericales habría que responsabilizarlos pues los hechos continúan, allí donde debe llevarse ayuda a los más necesitados.

Las instituciones —particularmente las que tienen impacto en la conciencia pública, incluidos los medios— deben contar con políticas de supervisión y sanción a sus afiliados pero de allí a desatar una cacería contra la Iglesia hay una distancia enorme. Lo primero es parte de la construcción de la democracia, lo segundo es terrorismo blanco, oportunista y perverso.


26/07/11 6:58 AM
  
Percival
Este post es claro y aleccionador. Y quizás pone en evidencia que se está produciendo una batalla particularmente intensa entre la "religión" política (el Leviatán del Estado y diversas formas de laicismo) y la fe cristiana (que debe vivirse necesariamente de forma pública y social). Sin que eso quite nada a la firmeza con que hay que clarificar y resolver los diversos escándalos que aquí se mencionan.
El dato de Beatriz es también revelador: si realmente interesase la suerte de los niños, se desataría una investigación y persecución judicial global. Pues no: sólo interesa "pegarle" fuego a la Iglesia Católica. Y los medios de comunicación atizan ese fuego.
Cierto que debe haber una purificación intraeclesial. Pero estos nuevos adalides de la moralidad, no parecen muy objetivos ni honestos. Esto también hay que decirlo.
26/07/11 1:16 PM
  
Yolanda
Beatriz:

Aunque es cierto que no es bueno en absoluto defender a la Iglesia con argumentos de "y tú más", sí conviene dejar claro que existe una campaña bien orquestada por quienes tienen un malsano interés en el despretigio de la Iglesia.

Dicho lo cual, cada cosa en su sitio:

- todos los culpables de un delito deben ser castigados por quien corresponda; ni un culpable sin pagar, ni una víctima sin reivindicar

- todos los pecadores deben purgar sus pecados

Y cada cual, lo suyo, sólo lo suyo.
26/07/11 1:27 PM
  
Beatriz
Yolanda, por supuesto que hay una campaña bien orquestada y los culpables deben pagar por su delito, sea quien sea, eso dice el articulo que cite. Pero eso de pretender culpar al Vaticano (incluido el Papa) de la negligencia de obispos irlandeses, es un exceso y hasta terrorismo blanco como dice la autora.

Como dije en el post anterior, el obispo es la cabeza de la diocesis, a el le llegan las denuncias de abuso sexual y debe actuar inmediatamente, a la primera denuncia. Algunos dicen que el obispo no tiene la obligacion de presentar la denuncia a la policia, yo creo que si es una obligacion moral denunciarlo a la policia, me parece hasta vergonzoso esperar una ley que los obligue hacerlo, y no me refiero al secreto de confesion que es inviolable sino a denuncias presentadas formalmente por escrito.

En cuanto a la campaña orquestada, es verdad que la hay, pero la tienen facil, muy facil, solo esperan que el fariseo catolico haga algo para caerle encima con toda su capacidad de propaganda y medios.
26/07/11 3:43 PM
  
Beatriz
A través de la desinformación o la sobreinformación deleznable, que es lo mismo, se descalifica a la Iglesia Católica, se colectivizan las responsabilidades y se pretende crear sensación de culpa —y equívoco— a los cerca de dos mil millones de católicos.
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Y creo que hay mucho de esto: crearnos a los catolicos una sensacion de culpa.

Como dije antes, basta de sentimientos de culpa. Los excesos y errores de otros catolicos, en este tiempo o en otro, no son mis errores y excesos. Juzgame a mi por mis obras, no me juzgues por las obras de otros catolico. Felizmente Dios es justo, nuestro jucio es individual.

26/07/11 3:51 PM
  
Beatriz
Soy de la opinion que los obispos irlandeses que han sido negligentes con los casos de abuso sexual, deberian dimitir por amor a la Iglesia.

[Editado parcialmente]



GJM. El post no trata sobre Irlanda, ya que no tengo el suficiente conocimiento del tema para abordarlo.

Si los obispos han sido negligentes, y si esa negligencia es imputable penalmente, han de recibir la pena que en justicia les corresponda, bien sea en la justicia civil como en la canónica.


El post intenta distinguir esos dos planos, que no se deben mezclar.
26/07/11 4:22 PM
  
Percival
Me preocupa la Iglesia. Me preocupa el sesgo de los medios. Me preocupa la inconsistencia en los valores (o la consistencia ideológica contra los valores cristianos y hasta los elementalmente humanos) de la política y de muchos gobiernos.
Pero me preocupan sobre todo los niños, que son siempre las víctimas.
Y en este mundo insensato se focaliza TODO en ubicar a los "culpables", buscando chivos expiatorios, si es posible, y no resolver efectivamente el problema central: el daño a los niños. Y el otro problema, más profundo e insidioso, de la locura moral de nuestro mundo, aliada con el pansexualismo.
26/07/11 5:38 PM
  
César Fuentes
Pues sí, me preocupa también el impacto de los medios y el poder civil en las masas-lo siento, pero es así como hoy es eso tan deletereo que algunos llaman ciudadanía-, y , desde hace muchas décadas- también en tiempos de san paquito rana,patrón e inagurador de embalses-, que cualquier asunto, por intranscendente que sea, su usa para socavar la fe y la Iglesia. Como lo del Codex, su robo. Un asunto que a mí me importa una higa, por comparación con los uatenticos males que aflijen al muno y a nuestra sociedad, pero que en malas e intencionadas manos puede hacer pupa, y mucha.
26/07/11 9:34 PM
  
César Fuentes
También me aflije lo mal que tecleo. Señor, qué de erratas. Lo siento.
26/07/11 9:48 PM
  
Gaby
Sólo a manera de ejercicio mental (porque ya sé que todos estarán en contra de lo que voy a decir), planteo lo siguiente:

Si la Ley de Dios es superior a cualquier ley humana
¿por qué no podría la Ley Civil estar supeditada a la Ley Divina?

Nada hay en la Ley de Dios que contradiga ninguna ley justa. Cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar completamente seguro que si obedece la Ley de Dios no contraviene ninguna ley justa.

El ejercicio mental (que no es más que eso) tiene por objetivo cuestionarnos nuestra timidez al oponernos a una ley que se opone a la Ley de Dios, especialmente cuando todavía no está promulgada. Y estando promulgada, ninguna razón nos asiste para obedecer una ley injusta, por mucha separación que haya entre Iglesia y Estado. Y si se nos obliga a obedecerla por la fuerza, estamos en nuestro total derecho de resistirnos hasta el límite necesario antes de doblegarnos ante ella.

En cambio, me parece, en virtud de la "maravillosa idea" de la separación de Iglesia y Estado, suponemos que automáticamente debemos obedecer las leyes civiles sin cuestionarlas y hasta por el bien de la convivencia pacífica tenemos que apoyar la promulgación de leyes que van contra la Ley de Dios, sólo porque hay que rendirle tributo a César y que Dios mire para otro lado. ¿No les parece un poco raro, por decir lo menos?
26/07/11 10:08 PM
  
Yolanda
Gaby, te equivocas de medio a medio...

No es cierto que "en virtud de la "maravillosa idea" de la separación de Iglesia y Estado, suponemos que automáticamente debemos obedecer las leyes civiles sin cuestionarlas"

NO.

Las cuestionamos y, llegado el caso, las resistimos.

lo que no se puede es apelar a la Ley de Dios como fundamento de la ley civil en un mundo en el que hay ciudadanos que no creen en Dios.

"Cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar completamente seguro que si obedece la Ley de Dios no contraviene ninguna ley justa."

Eso es falso, hija; a quienes no crean en Dios, ergo tampoco es su ley, no se les puede decir que esa es una garantía de ninguna seguridad.

La separación Iglesia-Estado tiene, incluso para los católicos, mil ventajas. Por ejemplo,que el poder civil no "secuestre" a la Iglesia. Aquí, en España, tenemos expriencia reciente de esa calamidad.




GJM. Habría que matizar un poco esto...
26/07/11 10:22 PM
  
Yolanda
Matiiiiiizo:

Por supuesto que existe la ley moral natural, y está inscrita en nuestros corazones por el hecho de ser criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios. Y ningún ser humano, por no admitirla, deja de comenter grave injusticia si no se guía por ella.

Eso no se duda.

Dicho lo cual, sigo pensando que no es cierto que, por ser así las cosas, ipso facto, "cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar completamente seguro que si obedece la Ley de Dios no contraviene ninguna ley justa." Porque de hecho no es así.

es decir, pasémonos por un blog de arriba y veamos cómo quienes no creen en Dios de ninguna manera aceptarán nuestro argumento de que "cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede estar completamente seguro que si obedece la Ley de Dios no contraviene ninguna ley justa."

Primero, digo yo,habrá que convertirlos. Y, en todo caso, de ello no se sigue que Iglesia y Estado deban renunciar a su separación e independencia y fundirse.
La Iglesia no sale ganando nada si pierde su libertad.

Pero creo que la matización queda clara. me refería a una cuestión de orden práctico: a quien ha perdido esa referencia a Dios no s ele impone sino que se le propone...
26/07/11 10:46 PM
  
Gaby
@Yolanda: Me pregunto quién no cree en la Ley de Dios.

Yo dije que cualquiera que obedezca la Ley de Dios puede estar seguro que no contraviene ninguna ley justa. Independientemente de si cree o no en Dios. Los que creemos (o decimos creer) no podemos tener duda de que eso es cierto para todos y lo podemos afirmar con completa certeza. Que ellos no lo crean no es mi problema, en mi ejercicio mental (en mi mente) la certeza no puede fallar ni por un milésimo.

Por lo tanto, YO, que creo, no necesito justificaciones civiles para obedecer una ley divina. No necesito justificaciones civiles para decir que una ley injusta es injusta. Es más, puedo estar completamente segura que si busco en la Ley de Dios, voy a encontrar la justificación humana (civil) para afirmar con absoluta certeza que tal ley es justa o es injusta. Lo que los demás piensen o justifiquen para desobedecer la Ley de Dios no debería preocuparme.
26/07/11 10:56 PM
  
Beatriz
El post intenta distinguir esos dos planos, que no se deben mezclar.
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Padre Guillermo, el caso de Irlanda es un buen ejemplo de esos dos planos que no se deben mezclar.

Cuando escribio:
"Pero que el Estado no le pida a quien no es la policía que cumpla la labor de la policía."

En serio que lo primero que vino a mi cabeza fue la reciente intencion de violar el secreto de confesion.

No hay problema, no tocare ese tema.





GJM. Es preferible no abordar el tema de Irlanda, que es muy complejo y del que deberíamos tener más información para poder opinar con fundamento.
26/07/11 11:20 PM
  
Beatriz
Padre Guillermo, perdone que insista pero el problema del secreto de confesion en Irlanda esta en las noticias:

http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=34149

La alarma la han lanzado personas que conocen bien el asunto y hay preocupacion. Seria una intromision del Estado sobre la Iglesia, y que otros paises podrian seguir sus pasos.

Tampoco pretendia comentarlo a fondo, simplemente tomarlo como un ejemplo.

No insisto mas.


OK. Esperemos a que la Santa Sede responda de modo oficial a Irlanda. No vaya a ser que liemos más las cosas.
26/07/11 11:36 PM
  
Yolanda
Gaby, ok.

No hablábamos de lo mismo o no desde el mismo "ejercicio mental"
27/07/11 1:24 AM
  
Carolina
En España, el Estado es “aconfesional”, sin que eso signifique o debiera significar , de modo automático, que tenga que ser “laicista” en el sentido partidario de reducir la religión a la sola esfera de la conciencia privada.”--------------------------------------


Un estado aconfesional, es aquél en el que no hay intervención del Estado, donde las confesiones religiosas o ideológicas son opciones libres de los ciudadanos, y nunca imposición de los poderes públicos,
En primer lugar, un Estado aconfesional tiene que tener presente las creencias religiosas de la sociedad por su condición de factor social e histórico, estableciendo por supuesto, condiciones independientes entre Iglesia y Estado. Esto ha sido manipulado, pasándose de un Estado aconfesional a un Estado laicista: imposición de de Educación para la ciudadanía, reducción mínima de la objeción de conciencia, planteados como una exigencia del laicismo del Estado.
Desde el Estado se ha manipulado que la libertad religiosa es un privilegio sólo de los católicos; pero, se trata no de un privilegio, sino de un derecho civil. Una gran manipulación ha alentado a ciertas actitudes violentas: cierre de capillas, programas televisivos donde se veja a Cristo, a la Virgen y al Papa,etc.
El Estado desprecia el derecho de los padres a educar a sus hijos como ellos quieran, porque al marcarse un modelo de enseñanza, se convierten en educadores y adoctrinadores. Un Estado laicista considera que la Educación le corresponde a los poderes públicos. Este planteamiento escasamente respetuoso con la libertad de los ciudadanos católicos pone al descubierto la gravedad de una situación en la que el Estado pretende imponer sus convicciones.
Tras la profanación hecha recientemente en una capilla por un grupo de personas, en un ataque directo a los católicos, a la moral y a la honestidad, el debate ha acabado en capillas sí o capillas no, dentro de los recintos universitarios, olvidándose de la verdadera realidad; ese laicismo agresivo, esa agresión sacrílega, de los estudiantes de algún modo está respaldado por otras instancias.
Según el Código Penal “incurrirán en pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias.” La ley es una cosa y su aplicación e interpretación por parte de las autoridades competentes y de los jueces es otra. El Estado puede llevar a la bancarrota moral, disfrazado de un afán de modernidad. Debemos negarnos rotundamente a aceptar “ciertas formas de progreso, como el aborto y la eutanasia. Los católicos deberíamos tener en cuenta la forma de actuar nuestros políticos, su coherencia. Uno tiene el derecho a pensar como le dé la gana, pero nunca a engañar. Si uno dice ser y presume de ser católico, no puede colaborar en la aprobación de ciertas leyes que atentan contra la doctrina católica.
Por otra parte, todo el mundo tiene derecho a preservar su vida privada, pero hay conductas que son inapropiadas en una persona que representa al Estado y que tienen una gran responsabilidad en la representabilidad del mismo y de todos sus ciudadanos.
Benedicto XVI criticó la “fuerte corriente laicista que pretende eliminar a Dios de la vida de las personas y de la sociedad, tratando de crear un paraíso sin Él(…) Todos los valores sobre los que se basa la sociedad vienen del Evangelio.”Dios es indispensable para el mantenimiento de un orden moral en el mundo. Es obvio el creciente laicismo de la sociedad europea en la que los jóvenes son cada vez más ignorantes del cristianismo, porque la religión no forma parte de la moda, pero también es evidente y edificante saber que hay una “minoría creativa” muy activa, comprometida, a través de la cual las cosas deben cambiar.”Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.”(Hechos de los Apóstoles)
Los católicos no debemos responder a esta agresión y odio con las mismas armas; debemos dejar claro, que la libertad religiosa no es un privilegio nuestro, sino que es una libertad inviolable y responder ante cualquier poder que pretenda invadir el ámbito donde cada uno decide su relación con Dios. No debemos dejarnos pisar, y activar todos los resortes del sistema jurídico, exigiendo a los poderes correspondientes el cumplimiento de sus deberes con los derechos incluido el de la libertad religiosa.Y para que el sistema jurídico funcione adecuadamente, debemos activar todos los resortes mediáticos y sociales al alcance de la Iglesia, puesto que nosotros también pagamos impuestos.
27/07/11 12:17 PM
  
Yolanda
Desalentador panorama, Carolina. Sobre todo la ignorancia de la juventud de todo lo relacionado con la religión. Por eso al Nueva Evangelización supone empezar de cero como en el pagano Imperio Romano. Y luchar casi contra los mismos prejuicios de las masas iletradas y contra la misma soberbia del poderoso de turno, “divino”, como un césar romano enloquecido.
27/07/11 4:26 PM
  
Percival
Estoy de acuerdo con una evangelización que parta del supuesto (real) de que hay que hacerlo desde cero. el erial de la secularización ya ha hecho estragos, a impulsos del Estado y de sus gobiernos de turno (en lo que, en términos prácticos, coinciden los diversos partidos.).
Asentado, esto, opino y veo cada vez más claro que, ante un Estado como el que tenemos, sólo hay dos opciones para los valores cristianos: inocularlos en el mundo político con diversos tipos y modalidades de presencia cristiana beligerante (espiritual y moralmente beligerante); o testimoniarlos desde la debilidad de la fe, siendo perseguidos jurídica y penalmente, en la medida en que van surgiendo leyes anticristianas. Estamos de nuevo en la Roma pagana...
27/07/11 5:32 PM
  
César Fuentes
Buen análisis, Carolina.
28/07/11 8:18 AM

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