Serenidad, testimonio, paciencia

Homilía para el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Textos: Ml 3,19-20; Sal 97; 2 Ts 3,7-12; Lc 21,5-19.

El Señor instruye a sus discípulos sobre la destrucción del Templo, sobre las persecuciones que acompañarían el nacimiento de la Iglesia y sobre el final de los tiempos. Sus palabras constituyen una llamada a la serenidad, al testimonio y a la perseverancia en medio de las pruebas.

No sólo en los comienzos de la Iglesia, sino a lo largo de su historia, también en el presente, nunca han faltado las persecuciones: Las persecuciones crueles y sangrientas, el acoso del mundo que busca la condescendencia de los cristianos con el pecado y con el mal, o el engaño de los falsos mesías que prometen una salvación que no pueden dar. Todo, de algún modo, está previsto y todo cumple un papel en los caminos admirables de la Providencia de Dios.

¿Cómo comportarse en los momentos de prueba? La primera actitud que nos pide el Señor es la serenidad, que ha de excluir el pánico y que debe ir acompañada de la claridad de la mente para poder discernir lo verdadero de lo falso y lo bueno de lo malo. Sin dejarnos turbar por lo inmediato, debemos concentrar nuestra mirada en Jesucristo: El Señor es el templo definitivo, indestructible, edificado por Dios para morar entre nosotros y para hacernos posible el encuentro con Él. Mirando a Cristo descubriremos el criterio que nos permita separar lo que es conforme con el proyecto de Dios para nuestras vidas de lo que es disconforme y, en consecuencia, contrario a nuestro verdadero fin.

Con ánimo sereno debemos disponernos al martirio, al testimonio – ésta es la segunda actitud - , basados no en la elocuencia de nuestras palabras, sino en la asistencia del Señor: “yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro” (Lc 21,15). Comenta San Gregorio que es como si el Señor dijera a sus discípulos: “No os atemoricéis: Vosotros vais a la pelea, pero yo soy quien peleo. Vosotros sois los que pronunciáis palabras, pero yo soy el que hablo". Sin la certeza de esta compañía no tendríamos fuerzas para afrontar el juicio de los hombres, la traición de los amigos, el odio de los adversarios o, incluso, la amenaza de la muerte. Él no nos deja solos, permanece con nosotros todos los días y nos da el vigor que procede de su palabra y de sus sacramentos. El testimonio, el martirio, es el sostenido esfuerzo de vivir lo que creemos sin callar la razón de nuestra esperanza.

La tercera actitud es la perseverancia: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). La perseverancia nos pide ser constantes en el seguimiento del Señor. San Gregorio relaciona esta actitud perseverante con la paciencia: “la posesión del alma consiste en la virtud de la paciencia, porque ésta es la raíz y la defensa de todas las virtudes. La paciencia consiste en tolerar los males ajenos con ánimo tranquilo, y en no tener ningún resentimiento con el que nos lo causa”. A imagen de Cristo, que jamás pierde el dominio de sí mismo, debemos mantener la dignidad que nos confiere el ser hijos de Dios por la gracia.

La perspectiva del final de los tiempos y del último Juicio abre nuestros corazones a la esperanza de encontrarnos con Jesucristo, en quien convergen la justicia y la gracia: “La encarnación de Dios en Cristo ha unido uno con otra –juicio y gracia– de tal modo que la justicia se establece con firmeza: todos nosotros esperamos nuestra salvación «con temor y temblor» (Fil 2,12). No obstante, la gracia nos permite a todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro con el Juez, que conocemos como nuestro «abogado», parakletos (cf. 1 Jn 2,1)” (Benedicto XVI, Spe salvi, 47).

Guillermo Juan Morado.

18 comentarios

  
Fredense
Buenísima homilía, Páter, de lo mejor que le he leído.

Con ánimo sereno debemos disponernos al martirio, al testimonio, basados no en la elocuencia de nuestras palabras, sino en la asistencia del Señor.

Me ha gustado mucho esta equiparación entre martirio y testimonio.

Un saludo muy cordial.
13/11/10 1:59 PM
  
Guillermo Juan Morado
Danke, Fredense.

13/11/10 2:07 PM
  
Yolanda
Me ha gustado mucho esta equiparación entre martirio y testimonio.
_______________-

Bueno, Fredense, seguramente no hace falta decirlo, pero por si alguien no lo sabe, el término mártir viene de μάρτυς (martys), “testigo”.
13/11/10 2:33 PM
  
Maricruz Tasies
Puedo resaltar algunos detalles?

Me gusta que mencione lo de la serenidad porque ésta implica colocarse ante los hechos que nos zahieren antes que con la emoción con la razón y no una razón fría, sino una razón imbuida de sentimientos, de buenos sentimientos más exenta de emoción. A eso me refiero. La emoción tendría que quedar fuera de la forma en que nos enfrentamos a la realidad. Eso primero.

Lo segundo, es sobre el disponernos a Su compañía. Sin la convicción o certeza de que Jesús, nuestro amado es contemporáneo nuestro, persona más no idea; sin la relación íntima que es lo natural entre dos seres que se aman, imposible que nos llegásemos a saber acompañados ni mucho menos que nuestra flaca naturaleza genere frutos de santidad.

Lo de la perseverancia unida a la paciencia está genial, hasta ahora no me había caído en la cuenta de cuán cierto es que sin ellas dos precediendo nuestros actos imposible presentarnos dignamente.

Ha dicho usted cosas muy valiosas hoy, padre; bueno, como es habitual en usted, muchas gracias.
13/11/10 2:38 PM
  
Guillermo Juan Morado
Efectivamente, testimonio es "martiría".

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Gracias, Maricruz.
13/11/10 3:32 PM
  
Norberto
...La primera actitud que nos pide el Señor es la serenidad...

Si se puede D. Guille, parafraseando a S. Camilo de Lelis "estad serenos...si podéis", porque los momentos de prueba, en los que el alma está dura y seca, ¿cómo se puede estar sereno?, los ayes de los profetas son reveladores; ellos, por ser portavoces de Dios son despreciados, desgraciados, ora por los cercano, ora por esposa y familiares.

Si, se da la serenidad de la fe confiada, porque pase lo que pase Dios no abandona,nunca, jamás.

La perseverancia en la prueba, pasando por el fuego del crisol, es signo de elección, pero no se perseverará sin la acción de la gracia santificante.
13/11/10 3:41 PM
  
Guillermo Juan Morado
Claro, la serenidad no es fácil. Nada cristiano es fácil. Pero debe buscarse esa serenidad, y hay que pedírsela a Dios. Jesús dice: "no tengáis pánico".
13/11/10 3:51 PM
  
Carlo
Jesus crucificado, Jerusalen en llamas, el Templo de Dios destruido, el sacerdocio abolido, el sanedrín disuelto, la Nacion judia dispersa y perseguida (el judio errante) y sin embargo… Israel siguió esperando.

El “templo” no construido por manos humanas es el hombre.

¿Qué es el hombre? (Concilio Vaticano II)

13/11/10 3:53 PM
  
Amfortas
Pocas cosas impresionan más que esa identificación de los mártires con Cristo. La pasada semana estuve viendo una exposición con cuadros de varios mártires, en los que aparecían éstos recibiendo de un ángel la corona del martirio, a la vez que se reflejaban las torturas a las que habían sido sometidos. Procedían (los cuadros y los mártires) de un colegio-seminario que está al lado de donde vivo y donde me he criado, lo cual hace que impresione doblemente.

Lo podéis ver aquí. A Marcos le gustará ;)

http://www.youtube.com/watch?v=rzp1SQ9Cezo

Gracias por la homilía, D. Guillermo.
13/11/10 5:13 PM
  
Marcos
Certera homilía, pater, sobre todo tras las últimas semanas.

Como cristianos, no se nos promete la exención del dolor al vivir en el mundo, pero sí sabemos que no vivimos solos, que no somos abandonados en tiempos de tribulación y que nuestro destino eterno es el cielo, donde no habrá muerte, ni llanto, ni persecución, ni dolor.

Paciencia, serenidad y perseverancia, si, pero también firmeza. La que emana al saberse acompañado por nuestro Señor.

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Es cierto, Amfortas, pocas cosas conmueven más a un cristiano que el testimonio de fe de un mártir. No sabía que vivías al lado del seminario inglés de Robert Persons. Su compañero, el Santo Edmund Campion, es ejemplo de ese martirio.
13/11/10 8:31 PM
  
Guillermo Juan Morado
también firmeza

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También, también.
13/11/10 8:35 PM
  
pablo
Que comentarios más interesantes, aprendo de todos vosotros.

Padre tiene Vd. razón cuanto antes nos preparemos para la batalla menos nos sorprenderá y podremos responder según la voluntad del Señor.

El discernir los tiempos, los acontecimientos, nos ayudará a dar una respuesta adecuada. Aquí me parece importante la unidad de la Iglesia, quiero decir que donde yo no me doy cuenta otro si se dará. Lo malo será que el enemigo intentará crear confusión desde dentro y de este modo romper la unidad. Si la Iglesia actúa unida tiene mucha fuerza.

Pero Dios lo tiene todo bajo control.



14/11/10 12:20 AM
  
Guillermo Juan Morado
El discernir los tiempos, los acontecimientos, nos ayudará a dar una respuesta adecuada. Aquí me parece importante la unidad de la Iglesia, quiero decir que donde yo no me doy cuenta otro si se dará. Lo malo será que el enemigo intentará crear confusión desde dentro y de este modo romper la unidad. Si la Iglesia actúa unida tiene mucha fuerza.

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Pablo, garante de la unidad es el Papa. Por eso lo atacan tanto. Por eso debemos hacer piña en torno a él. Y hacérselo saber.
14/11/10 12:30 AM
  
Winston Smith
La última trilogía del páter desemboca en estas preguntas:

¿Cuál ha de ser la actitud del cristiano en una sociedad democrática, en la que la mayoría no quiere saber nada de Dios? ¿En una sociedad que convierte en derechos el adulterio, la mentira, la violencia y la codicia? ¿Qué debemos hacer?¿Cómo nos debemos comportar?

En el artículo del otro día el padre Guillermo planteaba el diálogo con el laicismo excluyente como una discusión en busca de avenencia y concluía que no vale. Un ejemplo de ese laicismo beligerante e impositivo también lo descartó en los comentarios.

Y, ciertamente, entre la ética religiosa y la atea hay un margen muy estrecho para el diálogo, porque se corresponden con concepciones del mundo totalmente antagónicas. La Ley de Dios establece para los cristianos lo que está bien y lo que está mal. Es algo objetivo y externo a nuestra voluntad humana. Podemos transgredirla con el pecado, pero no podemos cambiarla. No es negociable ni podemos establecer acuerdos sobre divorcios, plazos para abortar, nivel de codicia exento de condena moral o tamaño de las maledicencias moralmente reprobables. Para el cristiano, el adulterio, el homicidio, la codicia de los bienes ajenos y el falso testimonio son siempre pecado.

Por lo tanto, algo que no siempre tenemos claro, es que para los católicosla moral cristiana está por encima de la ley humana, porque hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. Por muy democrática que sea esa ley.

De forma que toda ley gravemente inmoral contra la Ley de Dios debe ser inaceptable para el cristiano, ley con la que no debiera colaborar de ningún modo, al igual que con el gobierno y el parlamento que la promulgue. Y al hablar del cristiano, hablo de la Iglesia.

Y el modo específicamente cristiano para enfrentar leyes inmorales es el testimonio, personal y comunitario.

Pero ese testimonio de fe, hoy, no pasa por la persecución física y el martirio, sino por nuestra propia y personal disposición a señalarnos, a perder o entregar por causa de esa fe, cosas, dinero, posición, estabilidad, comodidad, futuro, etc, nuestra disposición a arriesgarnos por Aquél que se entregó a sí mismo por nosotros. Es el testimonio del médico que se niega a practicar abortos, del juez que se niega a entregar niños en adopción a uniones homosexuales, del profesor que se niega a promover una sexualidad precoz y desvinculada del amor para toda la vida, etc.

Citaba yo el otro día, como ejemplo del laicismo beligerante, la prohibición gubernamental de celebrar Misa en la basílica benedictina del V. de los Caídos. Los monjes y los feligreses la celebraron en el exterior, en la calle, y ya anunciaban su celebración del mismo modo este fin de semana, con la previsión de una mayor asistencia testimonial. Ese mismo día, según recoge InfoCatólica, la delegación de gobierno iniciaba conversaciones para autorizarla nuevamente en el interior del recinto. ¿Engaño o verdad? Ya se verá, pero es el testimonio de los cristianos.

¿Que quitan el crucifijo del aula? Mañana 25 crucifijos, uno colgando del cuello de cada niño católico del aula.

Y así con todo...

Saludos.
14/11/10 2:15 AM
  
Nerea
Me estoy leyendo la Homilía despacito... Gracias Don Guillermo
14/11/10 2:16 AM
  
Yolanda
¿Que quitan el crucifijo del aula? Mañana 25 crucifijos, uno colgando del cuello de cada niño católico del aula.
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Sí, Winston.

Pero ya que pones ese ejemplo (ya sé que sólo es un ejemplo), te diré que precisamente la controversia de ls crucifijos es una polémica artificial, mediáticamente dirigida: no hay crucifijos en las aulas.

En centros religiosos, habrá, quizá, no sé y, me temo, que en sus instalaciones más modernas, tampoco. En centros públicos muy antiguos, quizá quede alguno.

Pero en veintitantos años jamás he visto un crucifijo en un centro público. No los hay, no forman parte del equipamiento. Nunca han formado parte del equipamiento desde los años ochenta. Como además, no hay aulas-materia de religión (no porque no las haya para religión, sino que no las hay para ninguna materia, salvo música, informática, cosas así que requieran un equipamiento muy específico) pues no hay razón ni ocasión de colgar cricifijos en ningún sitio. No hay nada que retirar.

Vamos,que el problema es artifcial.

El crucifijo en el cuello, los pocos que somos, ya lo llevamos a diario.
14/11/10 8:33 AM
  
Winston Smith
Buenos días Yolanda.

Sí, por supuesto. Lo del crucifijo lo empleé como ejemplo para esa interpelación sobre cómo debemos reaccionar los católicos, ya que el páter citó su retirada como muestra de una imposición laicista excluyente. No es mi pretensión que se instalen crucifijos en las aulas como parte del mobiliario, con un sentido simbólico del hecho cultural diferenciador europeo.

Saludos.
14/11/10 9:46 AM
  
Nerea
Lucas 21,14-15
Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios

La homilía de hoy titulada: Serenidad, testimonio, paciencia y el comentario de San Gregorio que es como si el Señor dijera a sus discípulos: “No os atemoricéis: Vosotros vais a la pelea, pero yo soy quien peleo. Vosotros sois los que pronunciáis palabras, pero yo soy el que hablo"

Me toca el corazón de una manera muy especial, ya que cuando una causa que se defiende es justa, y la persona a la que defiendes es honrada, honesta, si se entrega la causa a Dios de corazón, el Señor actúa de una manera sorprendente dejando sin habla al adversario.

Solo es cuestión de paciencia y fe, ¡Si el Señor esta con nosotros quién contra nosotros!
No podrá el enemigo arrebatarnos la justicia destinada a los inocentes.

En el ejercicio de la profesión he palpado esto, los que se encuentran en situaciones de calumnias, difamación siendo inocentes….Entonces como creyente oras intensamente, pidiendo al Señor ayuda para la defensa de esa causa, sientes una fuerza tan grande que no es tuya.

Particularmente invoco a María, Nuestra Señora Defensora y Abogada y ella no se hace esperar.

Gracias Don Guillermo que Homilía es estupenda,que clarificadora.
14/11/10 10:33 PM

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