Homilía de monseñor Osoro en la misa con motivo de la asamblea de la Acción Católica General

Queridos hermanos Obispos, queridos militantes de A.C., hermanos y hermanas:

Damos gracias al Señor por esta convocatoria que nos ha hecho a la Iglesia que camina en España y que os ha reunido en Valencia, con un lema que es, ciertamente, una realidad: “Abriendo caminos de esperanza”. Os habéis reunido porque deseáis hacer verdad lo que el Apóstol San Pablo en la Carta primera a los Corintios nos dice: “Hacedlo todo para gloria de Dios”. Vuestra estancia aquí estos días en Valencia y en esta Asamblea es para esto: buscar siempre la gloria de Dios. Gracias por vuestro trabajo y por todo vuestro esfuerzo.

La Acción Católica en España está viviendo un momento privilegiado del Espíritu, en el que es necesario vivir con intensidad el salmo que todos juntos hemos recitado: “Bendigo al Señor en todo momento…su alabanza está siempre en mi boca…mi alma se gloría en el Señor…proclamad conmigo la grandeza del Señor…gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él".

Es cierto. La nueva realidad de la Acción Católica, a través de la Asamblea que estamos celebrando, “Asamblea de Constitución de Acción Católica General", está abriendo caminos de esperanza en la Iglesia. ¡Cómo no bendecir en todo momento al Señor! Habéis sido convocados militantes del movimiento de jóvenes de A.C. y del movimiento A.C de Adultos, así como los niños y educadores del Movimiento Junior. El objetivo principal de esta Asamblea es la constitución del movimiento Acción Católica General. Sois conscientes de que vais a asumir los Estatutos aprobados por la Conferencia Episcopal Española en su XCIII Asamblea Plenaria del pasado mes de abril. Y que un nuevo reto y una nueva novedad tiene la A.C. en España. Estáis reflexionando sobre los retos que, como Movimiento de A.C. Española, plantea la Iglesia desde la Pastoral General, para así aprobar las líneas de actuación de los próximos años.

Acabamos de escuchar en el Evangelio unas palabras que nos llenan de gozo, pues entran de lleno en todo lo que en estos días estamos celebrando. Somos como aquellos que acompañaban a Jesús. Y somos como aquellos a los que Jesús volviéndose hacia ellos, les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo no puede ser discípulo mío”. Es decir, si no estáis dispuestos a seguir al Señor con absoluta novedad, si no estáis dispuestos a romper con lo viejo y a vivir la novedad del momento con nuevo ardor, nuevo método y nueva expresión, no podéis ser verdaderos militantes, es decir, hombres y mujeres, jóvenes y niños con capacidad para dar una expresión creíble del Evangelio.

Recordad aquel documento que estudiasteis, “Puesta en marcha”, donde aprobasteis tres objetivos principales que os han traído a esta celebración de la Asamblea de Constitución: 1) crecer como militantes cristianos para ser fieles a la tarea evangelizadora; 2) implicarnos en la vida parroquial y diocesana para que la A.C.General tenga una verdadera presencia en la vida de las parroquias y diócesis, dando así respuesta a la llamada de ser el laicado habitual de la diócesis; 3) dar pasos en la implantación del movimiento A.C.G con sus tres sectores en los tres niveles, parroquial, diocesano, general.

¿Por qué esta nueva estructura, por qué todo esto, por qué esta Asamblea? Porque la Iglesia tiene que evangelizar y tiene que impulsar un laicado maduro y consciente, evangelizador, misionero y militante. Porque tiene que impulsar la evangelización de los ámbitos en los que está inmersa la parroquia. Porque ha de contribuir a la unidad de la comunidad parroquial en la misión y corresponsabilidad de todos los miembros. Y la A. C., consciente de esta realidad, sabe como está nuestro mundo y sabe leer la realidad y experimenta en su propia carne lo que nos ha dicho el Evangelio qué hemos proclamado: “¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?”; “O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que el ataca con veinte mil?”. Quiere salir a anunciar el Evangelio, quiere hacerse presente en medio de este mundo, quiere ser sal de la tierra y luz del mundo, quiere vivir con y cómo el Señor, por eso acepta el reto: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”.

Os lo aseguro, servir a Cristo es una cuestión de amor. Celebráis la Asamblea de la A.C. General en Valencia. Habéis venido a esta Catedral. No puedo por menos haceros hacer una especie de peregrinación ante la vida y la historia de San Vicente Mártir, que vivió tan cerca de aquí el dar su vida por ser testigo de Jesucristo. Creo que así os rindo un homenaje a quienes habéis venido a esta Asamblea y estáis marcando una página nueva en la vida de la A.C. en España. Quiero recoger aquí junto a las calles que vieron el martirio de San Vicente un mensaje significativo para vosotros militantes de A.C. y para toda la Iglesia. Este mensaje nos viene del encuentro entre la Palabra de Dios y la experiencia personal de este santo mártir valenciano. El Evangelio nos ha presentado a Cristo, que se volvió a la gente y nos dijo cosas tan importantes con las que el Él llevó a cabo toda la obra de la Redención.

Pues bien, San Vicente Mártir fijó su mirada en este misterio y en él encontró la Verdad que tanto buscaba: Jesucristo, el Verbo encarnado, el Cordero inmolado y resucitado, es la revelación del rostro de Dios Amor a todo ser humano en camino por las sendas del tiempo hacia la eternidad. En su vida se da cita esta realidad: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”(1Jn 4, 10). Aquí radica el corazón del Evangelio, el núcleo central del cristianismo. La luz de este amor abrió los ojos de San Vicente Mártir, le hizo encontrar la belleza antigua y siempre nueva, en la cual únicamente encuentra paz el corazón del hombre. Él fue un enamorado del amor de Dios, lo cantó, lo meditó, lo predicó y dio su vida por Él.

Convencido de que los hombres de nuestro tiempo necesitan este mensaje esencial encarnado en Cristo, os invito a que en esta Asamblea todas las decisiones que toméis para vivir como militantes de A.C. General, lo hagáis desde el encuentro con Jesucristo como lo hizo este santo y como lo estamos realizando nosotros en esta celebración de la Eucaristía: Cristo, presente realmente entre nosotros, nos alienta a que seamos sus testigos en estos momentos de la historia y que nos dejemos dar la mano por su Madre Santísima, que aquí en Valencia invocamos como la Mare de Deu dels Desamparats.

Amén,

+ Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Valencia

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