La dimensión religiosa y la sana laicidad, por Monseñor García-Gasco
La Iglesia Católica defiende la sana laicidad, que nada tiene que ver con la confesionalidad del Estado ni tampoco con el laicismo radical y excluyente que, de forma diáfana o con ciertos camuflajes, se presenta actualmente en España, y también en otros países de tradición y mayoría cristiana.
No hay contraposición entre una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa y un orden social respetuoso con la dignidad y los derechos de la persona. Así lo ha recordado Benedicto XVI ante las Naciones Unidas, en su reciente viaje pastoral a los Estados Unidos. Las personas y las sociedades tenemos libertad para hacer un buen o un mal uso de nuestra religiosidad, pero una recta comprensión de lo que Dios pide al creyente ayuda a construir una sociedad digna del hombre y de sus derechos.
El Santo Padre ha manifestado con claridad que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y de toda mujer favorece la conversión del corazón, lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. La verdadera conversión, además, proporciona el contexto apropiado para el diálogo interreligioso, que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que fomentan el diálogo en otros campos de la actividad humana.

Con el nombre de Educación para la Ciudadanía estableció la Ley Orgánica de Educación del año 2006 una nueva asignatura obligatoria para todos los alumnos de educación primaria, secundaria y bachillerato. En el Preámbulo de dicha Ley se concede a esta enseñanza un lugar muy destacado en el conjunto de las actividades educativas y se le asigna la finalidad de ofrecer a todos los alumnos un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los Tratados internacionales sobre derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática.
Queridos diocesanos:
El pasado viernes celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús y, seguidamente, nos hemos introducido en el mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Cristo. Para algunos puede resultar sorprendente que en plena expansión de la cultura de la secularización, se estén difundiendo con tanta profusión esas imágenes de Jesús Misericordia, o que -por señalar un ejemplo inmediato- el próximo viernes 6 de junio, las tres Diócesis de Madrid hayan convocado a los jóvenes de la capital en el Santuario del Cerro de los Ángeles, para realizar un acto de Consagración de la juventud de Madrid al Corazón de Jesús, como clausura de la llamada Misión Joven. ¿No resulta todo ello un tanto extemporáneo en plena posmodernidad?