InfoCatólica / Palabra de Obispo / Categoría: General

26.06.08

La dimensión religiosa y la sana laicidad, por Monseñor García-Gasco

La Iglesia Católica defiende la sana laicidad, que nada tiene que ver con la confesionalidad del Estado ni tampoco con el laicismo radical y excluyente que, de forma diáfana o con ciertos camuflajes, se presenta actualmente en España, y también en otros países de tradición y mayoría cristiana.

No hay contraposición entre una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa y un orden social respetuoso con la dignidad y los derechos de la persona. Así lo ha recordado Benedicto XVI ante las Naciones Unidas, en su reciente viaje pastoral a los Estados Unidos. Las personas y las sociedades tenemos libertad para hacer un buen o un mal uso de nuestra religiosidad, pero una recta comprensión de lo que Dios pide al creyente ayuda a construir una sociedad digna del hombre y de sus derechos.

El Santo Padre ha manifestado con claridad que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y de toda mujer favorece la conversión del corazón, lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. La verdadera conversión, además, proporciona el contexto apropiado para el diálogo interreligioso, que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que fomentan el diálogo en otros campos de la actividad humana.

Leer más... »

23.06.08

EpC y objeción de conciencia, por Mons. López Hernández

Con el nombre de Educación para la Ciudadanía estableció la Ley Orgánica de Educación del año 2006 una nueva asignatura obligatoria para todos los alumnos de educación primaria, secundaria y bachillerato. En el Preámbulo de dicha Ley se concede a esta enseñanza un lugar muy destacado en el conjunto de las actividades educativas y se le asigna la finalidad de ofrecer a todos los alumnos un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los Tratados internacionales sobre derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática.

Una enseñanza así concebida se viene impartiendo de forma pacífica en otros países de la Unión Europea y no suscitaría objeción alguna, pues se podría estimar en principio ajustada a lo establecido en el artículo 27.2 de la Constitución española: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. En orden al cumplimiento de esta finalidad, se reconoce en el art. 27.5 a los poderes públicos la “programación general de la enseñanza, con participación de todos los sectores afectados”. En consecuencia, estimo que no puede negarse razonablemente a la Administración educativa la facultad de establecer, incluso con carácter obligatorio para todos los alumnos, una enseñanza ética acorde con estos principios, pues la dimensión ética está necesariamente implícita en toda educación.

Pero la Constitución delimita un marco normativo en el cual la formación ética no es competencia exclusiva ni preferente del Estado. Sus normas relativas a los derechos fundamentales deben ser interpretadas en conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos, que establece en su art. 26: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. De forma más clara y explicita nuestra Constitución determina en el art. 27. 3. que “los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.”

Leer más... »

10.06.08

Educación para la ciudadanía y Religión por Mons. Sánchez González

Queridos diocesanos:

Con el comienzo del nuevo curso empieza a ser también obligatoria en todos los centros, también en Castilla-La Mancha, la nueva asignatura denominada “Educación para la Ciudadanía”

Es de sobra conocida la actitud de los Obispos españoles, y de otras muchas personas, entre ellas numerosos padres y determinadas organizaciones, frente a la imposición de esta asignatura por parte del Gobierno con carácter obligatorio. Las razones de nuestro desacuerdo no son porque nos molesten, como alguien ha sugerido, ni la educación ni la ciudadanía. Al contrario, porque tarea fundamental de la Iglesia es la educación de honrados ciudadanos y de buenos cristianos.

Tenemos también el máximo interés por determinados contenidos, como los derechos humanos, valores, principios, derechos y obligaciones como la educación en el respeto, la igualdad en dignidad y derechos de las personas, la solidaridad, la educación para la paz, etc. Trabajamos en ello.

Pero estamos en desacuerdo con determinados contenidos de esta Ley y de los decretos que la desarrollan. Entrarán necesariamente en conflicto con las convicciones, la fe y la moral de los católicos, campos en el que no puede entrar el Estado. No estamos de acuerdo con el método ni con determinados objetivos, ni con algunos criterios de evaluación. Menos aún, con su filosofía y la concepción, por ejemplo, de horizonte cerrado a la trascendencia, de relativismo y de ideología de género, que subyacen a esta ley.

Leer más... »

2.06.08

Dios tiene corazón, por monseñor Munilla

El pasado viernes celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús y, seguidamente, nos hemos introducido en el mes de junio, tradicionalmente dedicado a la devoción al Corazón de Cristo. Para algunos puede resultar sorprendente que en plena expansión de la cultura de la secularización, se estén difundiendo con tanta profusión esas imágenes de Jesús Misericordia, o que -por señalar un ejemplo inmediato- el próximo viernes 6 de junio, las tres Diócesis de Madrid hayan convocado a los jóvenes de la capital en el Santuario del Cerro de los Ángeles, para realizar un acto de Consagración de la juventud de Madrid al Corazón de Jesús, como clausura de la llamada Misión Joven. ¿No resulta todo ello un tanto extemporáneo en plena posmodernidad?

El amor de Dios, presupuesto de la autoestima. La imagen del Corazón de Cristo y su mensaje de Misericordia, se presentan en el inicio del Tercer Milenio como auténtica profecía y terapia providencial. En esta cultura laicista en la que algunos afirman no tener más religión que «el hombre», paradójicamente, somos testigos de tantas carencias afectivas, heridas necesitadas de sanación, desequilibrios psicológicos, dramas interiores… Me impresionaron mucho unas palabras pronunciadas por el cardenal de Viena, Mons. Christoph Schönborn, en el contexto del Congreso de la Divina Misericordia realizado en Roma: «Cuando los agnósticos enarbolan al hombre como bandera frente al sentido religioso de la vida, hagámosles ver la radical necesidad que éste tiene de misericordia».

La experiencia nos está demostrando que la línea divisoria entre la presunción y la desesperación es prácticamente inexistente. Cuando más reivindicamos la autonomía del hombre frente al hecho religioso, más fácilmente caemos en el vacío interior, que nos conduce a la inevitable falta de autoestima. El paso de la jactancia y de la soberbia profesada en público, a la desesperación y al autodesprecio confesado en privado, es muy fácil y, de hecho, se da con mucha frecuencia.

En nuestros días, no son pocos los que han aprendido a aceptarse, a valorarse y a amarse a sí mismos, desde la experiencia del amor incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros. ¿Si Dios me quiere, quién soy yo para despreciarme?

Leer más... »

24.05.08

Corpus Christi, el Día del Señor. Por monseñor Sánchez

Queridos diocesanos:

Trasladado del anterior jueves a este domingo, 25 de Mayo, celebramos en nuestra Iglesia la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. Celebramos la Eucaristía en catedrales, parroquias y demás templos, como los demás domingos y grandes fiestas, y salimos a la calle en procesión con Jesucristo Sacramentado para proclamarlo como Señor no sólo de cada uno de sus discípulos y de su Iglesia, sino de la sociedad y de sus ciudades y pueblos…

Confesamos su señorío y su soberanía de amor. Nadie ama tanto a la humanidad y al mundo como el que ha dado la vida por todos y sigue ofreciéndose en alimento para el camino. Esta es nuestra fe, que en este día confesamos y proclamamos, también fuera de los templos, y la ofrecemos y proponemos a cuantos nos ven y quieran escucharnos como camino de salvación para todos.

Proclamar y ofrecer la fe en Jesucristo Sacramentado como el reconocimiento y la aceptación del amor infinito de Dios contiene una exigencia personal previa y lleva consigo un compromiso.

La exigencia previa es que nuestra proclamación y celebración del Misterio de la Eucaristía en calles y plazas han de ir precedidas de la acogida del amor de Dios, manifestado en la entrega incondicional del Señor, y de nuestra respuesta a Dios con el mismo amor. Si proclamamos a Jesucristo en la Eucaristía como el Dios del amor, es porque hemos experimentado ese amor dejándonos amar, perdonar y llenar de su gracia y de sus dones.

Por otra parte, el compromiso que se deriva de la fe, de la proclamación y de la celebración del Misterio de la Eucaristía en la calle es que el mismo amor de Cristo, que hemos acogido, celebrado y proclamado, ha de proyectarse en amor a los demás, con palabras y obras, en nuestra vida y, si es preciso, por nuestra muerte, a la medida del amor de Cristo, que dio su vida por nosotros.

Leer más... »