Apóstol, por monseñor Diéguez Reboredo

“APÓSTOL”
Carta Pastoral en el día del Seminario

Llamada, encuentro y misión son palabras que expresan los rasgos que deben configurar la vida de los que van a servir al pueblo de Dios en el Sacerdocio ministerial.

En la fiesta de San José nuestra mirada se detiene especialmente en quienes han iniciado este camino en nuestros Seminarios de Tui (Menor) y de Vigo (Mayor). Sin abandonar a sus familias, viven la mayor parte del año en estos Centros, preparándose para asumir la tarea que han de realizar en servicio de la Iglesia y de la sociedad.

Ellos saben que están allí porque Alguien los ha llamado; como a Simón y a Andrés, también a ellos llegó la voz del Señor: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres". Sin esta llamada carecería de sentido su estancia en el Seminario, preparándose para asumir una responsabilidad que el Señor no les va a encomendar.

El Señor llama, y lo hace generosamente, para que nunca falten sacerdotes que anuncien el Evangelio, celebren los Sacramentos y sirvan a los fieles y las comunidades siguiendo los pasos del Buen Pastor, que no vino “para ser servido sino para servir".

¿Encuentra siempre esta llamada divina una respuesta positiva? El Señor invita, no coacciona: “si quieres venir conmigo…". En nuestra memoria está la respuesta negativa del “joven rico". Ante el “ven y sígueme” del Señor -narra el Evangelio-, “se marchó triste porque tenía muchos bienes". ¡Cuántas llamadas del Señor encontrarán la misma respuesta del “joven rico"!.

La vocación sacerdotal, como cualquier otra, implica diálogo entre el Señor que llama y es el destinatario que responde; implica encuentro entre Dios y el hombre; si el hombre no acepta ese diálogo, la vocación se frustra. Sólo el llamado tiene la última palabra, que ha de pronunciar libremente porque el Señor no quiere esclavos sino amigos.

El entorno familiar y social no siempre ayuda a responder con libertad a la llamada del Señor. Resulta doloroso que haya padres cristianos que manifiesten su disgusto ante la posibilidad de que su hijo quiera ser sacerdote. La fe nos dice que Dios es amor y busca lo mejor para nosotros. Si los padres buscan la felicidad de su hijo –pensar lo contrario sería hacerles una grave ofensa- su gran preocupación no puede ser otra que la de ayudar a su hijo a descubrir la llamada del Señor y dar una respuesta afirmativa.

La vocación sacerdotal ha de encontrar una favorable acogida, tanto en la comunidad familiar como en la parroquial y educativa. Cualquier palabra o gesto que menosprecie esta vocación está reduciendo la posibilidad de que el joven responda libremente a la llamada del Señor. Si esto hacemos, no respetamos uno de los derechos fundamentales de la persona humana: tomar sus decisiones en libertad.

Como fieles cristianos, todos hemos de rezar para que quienes reciben la llamada al sacerdocio, respondan “sí” al Señor. Así nos lo mandó el Señor, al contemplar la inmensidad del campo lleno de mies y con pocos trabajadores: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su campo".

El “Día del Seminario” es una ocasión privilegiada para manifestar nuestra cercanía a los llamados al Sacerdocio. Démosle nuestro apoyo, y roguemos al Señor que les dé valor para seguir adelante.

Cordialmente

José Diéguez Reboredo

Obispo de Tui-Vigo

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