Etiqueta y protocolo en la Iglesia

Vivimos en una época de informalidad. Se ha perdido el sentido de la jerarquía y de las conveniencias, se han olvidado las maneras y las reglas elementales de trato social, que han contribuido a lo largo de la Historia a fomentar el respeto y la deferencia en las relaciones humanas. Hoy en día es común, por ejemplo, comprobar cómo se va extendiendo la costumbre de tutear los jóvenes a los ancianos, y no en un contexto familiar o amical, sino por la calle, en el ámbito comercial e incluso en el de la administración pública. Pero lo que es deplorable en el mundo civil lo es con mayor razón en el eclesiástico, que está basado precisamente en un orden jerárquico que viene de Dios. Máxime cuando el olvido de la reverencia que se debe a lo sagrado es propiciado por aquellos mismos que deberían fomentarla, es decir los propios clérigos, que son acreedores a un trato deferente por ser personas sagradas, es decir no por ser quienes son sino por ser lo que son, a saber: representantes y ministros de Dios, a quien se debe todo acatamiento en Sí mismo y en todo cuanto pertenece a su culto. ¡Cuántas veces no hemos sido testigos de cómo sacerdotes y monjas se hacían tutear por los feligreses y llamar por el nombre de pila sin el apelativo de Don, Padre o Sor!

Incluso a nivel de la Curia Romana, escuela que fue de exquisita urbanidad, se ha ido perdiendo la antigua cortesía. Fórmulas consagradas por un uso inmemorial han caído en lamentable desuso y las comunicaciones curiales, tanto verbales como escritas, adolecen en muchos casos de falta de la debida deferencia al destinatario. No se diga de las cancillerías episcopales, donde reina a veces un espíritu de auténtica ramplonería. Pero cabe preguntarse: ¿qué puede esperarse, después de todo, si en la Sagrada Liturgia, que es el lugar de nuestro trato con Dios como Iglesia, hemos olvidado el sentido de reverencia y de homenaje? Bajo el pretexto de que Dios es Amor y Jesucristo nuestro hermano, con quien debemos tener confianza, se ha olvidado que un abismo separa a la criatura de su Creador y que no puede franquearse sino con una disposición de reconocimiento de nuestra contingencia y de humilde acatamiento a Aquel que nos ha creado, nos ha redimido y nos ha elevado al orden sobrenatural, que es en lo que consiste el santo temor de Dios, don del Espíritu Santo, que no es un temor servil sino filial y reverencial.

Las conexiones de la Sagrada Liturgia con la cortesía eclesiástica son íntimas. Y ello es porque la Iglesia Católica está basada en el culto. Como decía Bossuet, Aquélla es «Jésus-Christ répandu et communiqué» (Jesucristo extendido y comunicado). Su misión es llevar a Cristo a todas las gentes de todos los tiempos y lugares y darles la vida sobrenatural, lo que realiza a través de la Misa, que actualiza aquí y ahora el sacrificio de la Cruz, y de los Sacramentos, que son los canales por donde nos viene la gracia santificante, la que nos justifica y nos hace gratos a Dios. El sacerdocio católico con toda su jerarquía está apoyado en el sacrificio de la Misa, como lo admitió hasta el mismísimo Lutero (aunque con otra connotación). Y es en relación con este gran misterio (el magnum sacramentum) como adquiere el clero su sacralidad, una sacralidad que lo hace participar de alguna manera del honor de Dios y acreedor del obsequio de nuestra reverencia, no por razón de las personas, sino por razón de aquello que representan. Esta es la justificación última y profunda de la etiqueta y el protocolo eclesiásticos. Pasemos ahora a la cuestión práctica de los títulos y tratamientos que deberían usarse en ámbito eclesiástico. Nos ceñimos a dos fuentes principales: la Instrucción sobre vestiduras, títulos y blasones de cardenales, obispos y prelados menores dada por el papa Pablo VI, el 28 de marzo de 1969, y el protocolo eclesiástico español.

El Papa tiene el tratamiento de “Santidad”, abreviado en S.S. (Su Santidad) y V.S. (Vuestra Santidad). Al dirigirse a él por carta se ha de consignar como destinatario: “A Su Santidad el Papa” sin añadir el nombre. El vocativo es “Beatísimo Padre”. En el cuerpo epistolar debe uno dirigírsele siempre en tercera persona: “V.S.” preferentemente a “S.S.” (esta última forma se utiliza propiamente al referirse al Papa tratando con otra persona). Nunca se ha de emplear el “Usted”, toda vez que sería una disminución de tratamiento, ya que esta forma no es sino una corrupción de “Vuestra Merced” (lo mismo vale para todos los demás dignatarios y prelados de la Iglesia, pero no para los simples sacerdotes, a los que se le puede dar tal tratamiento, como se verá más adelante). La despedida suele ser en estos términos: “Postrado a los pies de Vuestra Santidad, tengo el honor de subscribirme, con el más profundo respeto, como Su humilde y fidelísimo servidor, que implora Su Bendición Apostólica”.

Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana son considerados como príncipes de la Iglesia. De hecho, en ellos reside la soberanía de la Santa Sede en tiempo de interregno papal y por este título están asimilados a los príncipes de casas soberanas (por eso aparecen consignados en la primera parte del célebre Almanaque Gotha). Desde el decreto de Urbano VIII de 1630, tienen el tratamiento de “Eminencia Reverendísima”, abreviado en Su Emcia. Revma. y V. Emcia. Revma. (que también fue concedido a los tres príncipes electores eclesiásticos del Sacro Imperio, los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris). Hasta entonces habían sido “Ilustrísimos y Reverendísimos”. Como destinatario de una carta, un cardenal es designado de la siguiente manera: “Eminentísimo y Reverendísimo Sr. Cardenal, Dr. D. …” seguido de su cargo en la Curia Romana o su título episcopal (incluso si es emérito). El vocativo de un cardenal es “Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal” (nunca “Eminentísimo y Reverendísimo Monseñor”). Como en el caso del Papa, a un cardenal debe dirigirse uno en tercera persona: V. Emcia. Revma.). El tenor de la despedida es el siguiente: “De V. Emcia. Revma. fiel servidor, que besa Su sagrada púrpura”. Las últimas palabras pueden abreviarse mediante el acróstico Q.B.S.S.P. (siempre en mayúsculas).

La designación oficial de un cardenal incluye el tratamiento cardenalicio, su nombre, el orden cardenalicio (cardenal-obispo, cardenal-presbítero o cardenal-diácono) y su correspondiente iglesia (sede suburbicaria, título o diaconía) y el cargo de Curia o título episcopal. Ejemplo en latín: “Eminentissimus ac Reverendissimus D.D. Ferdinandus, tituli S. Augustini S.R.E. presbyter Cardinalis Quiroga y Palacios, Archiepiscopus Compostellanus”. En español se puede abreviar en “Su Eminencia Reverendísima Dr. D. Fernando Cardenal Quiroga y Palacios, Arzobispo de Santiago de Compostela”. Ya se ha dicho que nunca se le da a un cardenal el título de “Monseñor”, pues es inferior a la dignidad cardenalicia.

Un caso peculiar es el del Gran Maestre de la Soberana Orden Militar de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta (Orden de Malta), asimilado al rango cardenalicio y cuyo tratamiento es, en virtud del ya mencionado decreto de Urbano VIII, el de “Alteza Eminentísima”, abreviado en S.A.E. (Su Alteza Eminentísima) y V.A.E. (Vuestra Alteza Eminentísima). Su título oficial es “Su Alteza Eminentísima, el Príncipe y Gran Maestre Frey…” (“Frey” se usa en España por “Fra” y se refiere al carácter monacal del Gran Maestre, que siempre es un caballero profeso). El vocativo que le corresponde es el de “Eminentísimo Señor”.

Los Patriarcas de las Iglesias Orientales reciben el tratamiento de “Beatitud”, abreviado en S.B. (Su Beatitud) y V.B. (Vuestra Beatitud). Sin embargo, el título de “Beatísimo Padre” es privativo del Papa por lo que algunos proponen como vocativo el de “Beatísimo Señor”. En realidad, hasta Pablo VI fue cosa discutida el tratamiento al que son acreedores los Patriarcas. Éstos acostumbraron a usar desde antiguo el de “Beatitud” y siguieron usándolo a pesar de un decreto de la Sagrada Congregación Ceremonial de 3 de junio de 1893, que les reconocía sólo el de “Excelencia”. Desde Pablo VI, que quiso enaltecer la dignidad patriarcal, se ha generalizado el uso del primer tratamiento, incluso por parte del Romano Pontífice.

En cuanto a los Arzobispos (sean o no metropolitanos), Obispos (residenciales y titulares) y Nuncios Apostólicos, su tratamiento es el de “Excelencia Reverendísima”, abreviado en Su Excia. Revma. y V. Excia. Revma. A ellos sí se les debe dar el título de “Monseñor” con el adjetivo “Reverendísimo” si se usa como vocativo. También vale aquí la regla de dirigirse a cada uno de estos prelados en el cuerpo epistolar en tercera persona: V. Excia. Revma., reservando Su Excia. Revma. cuando uno se refiere a él tratando con otra persona. La forma de terminar una carta es en este caso la siguiente: “De V. Excia. Revma. fiel servidor, que besa Su pastoral anillo”. Las últimas palabras pueden abreviarse mediante el acróstico Q.B.S.P.A. (siempre en mayúsculas). Antiguamente en España se daba a los Obispos el tratamiento de “Ilustrísima Reverendísima”, que hoy se reserva a los abades mitrados, vicarios episcopales, priores de las órdenes militares, presidentes de tribunales eclesiásticos, administradores apostólicos sin rango episcopal y al defensor del vínculo, todos los cuales son, en consecuencia, “Ilustrísimos y Reverendísimos”.

El tratamiento de “Excelencia” sin ninguna adición es propio del decano de la Sacra Rota Romana y del secretario de la Signatura Apostólica. El título de “Reverendísimo Monseñor” corresponde a: los prelados superiores de los dicasterios de la Curia Romana que no tengan rango episcopal, a los Auditores de la Sacra Rota Romana, al Promotor General de Justicia y al Defensor del Vínculo de la Signatura Apostólica, a los Protonotarios Apostólicos numerarios y a los cuatro Clérigos de Cámara. Los Protonotarios Apostólicos supernumerarios, los Prelados de Honor y los Capellanes de Su Santidad tienen derecho al título de “Reverendo Monseñor”. A los abades no mitrados y superiores generales de órdenes y congregaciones religiosas les corresponde el de “Reverendísimo Padre” con el tratamiento de (Vuestra o Su) “Paternidad Reverendísima”. Los canónigos de capítulos catedralicios y colegiatas y los beneficiados en general son “Muy Ilustres Señores”, con tratamiento de “Señoría Ilustrísima”. En fin, los sacerdotes y diáconos (transitorios o permanentes) son acreedores del título de “Reverendo Señor” con tratamiento de (Vuestra o Su) “Reverencia”. Si los sacerdotes son religiosos, el título que les corresponde es el de “Reverendo Padre” seguido del apelativo “Dom” (si es monje de regla benedictina) o “Fray” (si es de religión mendicante) y con tratamiento de (Vuestra o Su) “Paternidad”. Las cartas dirigidas a todos estos miembros del clero pueden terminar genéricamente así: “De V. … atento y seguro servidor, que besa su [sacerdotal] mano”. Las últimas palabras pueden abreviarse mediante el acróstico Q.B.S.[S.]M. (siempre en mayúsculas).

Las fórmulas “osculatorias” de final de carta que hemos consignado se pueden omitir de acuerdo con la Instrucción de 1969, aunque sería lamentable que se perdieran definitivamente (de hecho, su uso es rarísimo en las cancillerías y se las considera prácticamente caídas en obsolescencia). Esperamos que estas nociones de cortesía eclesiástica sean útiles de alguna manera a nuestros lectores en un mundo en el que cada vez más se eliminan las sanas costumbres de la correspondencia epistolar y de la comunicación con propiedad y decoro.

24 comentarios

  
María Lourdes
¡Muchísimas gracias! Presenta información muy útil de una forma muy clara y completa. Se lo agradezco.
21/08/09 5:21 AM
  
David
Buenos días.

Antes de nada felicitarle por el artículo.

Actualmente estoy moderando un foro en el que intentamos ayudar a las personas a comunicarse con los superiores para denunciar abusos litúrgicos, catequesis anti-fe, textos de teólogos, sacerdotes, etc. que vayan en contra de las verdades de fe, etc. Quería preguntarle si le importaría que publicara allí este u otros textos suyos, siempre haciendo la referencia a su blog.
Este tema en concreto va a servir mucho a la hora de elaborar las cartas de denuncia.

Por cierto, conocí de este texto a través de Roma Aeterna.

Un abrazo en Cristo y María.
21/08/09 11:04 AM
  
.
Por principio estoy en contra de la nueva moda según la cual se apea del tratamiento debido a cualquier persona. Tengo un establecimeinto abierto al público y así como tengo que soportar que cualquier persona que entra en la tienda, niños, adolescetne mayores me tuteen, tengo por costumbre dirigirme a ellos con el tratamiento de VD.

Sin embargo cuando hablamos de nuestros sacerdotes, siempre me ha parecido que el tratamiento más adecuado es el de Padre. Padre con mayúscula puesto que son como un padre en lo espiritual. Me resulta un tratamiento entrañable, respetuoso y tradicional.

Respecto de otros tratamientos, supongo que los nuevos usos diplomáticos tambien afectan a los miembros de la Iglesia.

No obstante si revisamos los evangelios podemos ver que cuando Jesús invocaba a Dios lo hacia con el título más grande ABBA, y que sus discipulos al dirigirse a Él lo hacian con el título no menos importante MAESTRO.
21/08/09 11:08 AM
  
Luis Fernando
Muy interesante y digno de ser tenido en cuenta.

Gracias por este post.
21/08/09 11:35 AM
  
Nova et Vetera
Muchas gracias, amigos, por sus comentarios. David: puede reproducir este artículo y los que crea convenientes de este blog. Con mucho gusto. Saludos cordiales en Dios, que efectivamente es "papá" (ABBA) y Jesucristo, que es RABBI (maestro). A veces nos olvidamos de lo esencial, pero no está demás recordar las fórmulas que, sin ser esenciales, suavizan nuestra naturaleza díscola.
21/08/09 11:35 AM
  
Maricruz
Utilísimo, oportuno, muchísimas gracias.
21/08/09 1:02 PM
  
luis
Gracias. Lástima que muchos que ostentan esas dignidades no son dignos de ellas, y en consecuencia, los tratamientos y títulos más parecen burla que respeto. Si tratan en la Liturgia al Señor como una sirvienta, ¿qué derecho tienen a ser tratados como Príncipes?
Por otra parte, el fenómeno de la "inflación" en materia de tratamiento eclesiástico es eficazmente tratado en Louis Bouyer, "La descomposición del catolicismo". El título de "Monseñor" es una usurpación de un tratamiento que solo recibían los seis obispos pares de Francia, y eso sólo en fecha tardía.
Toto corde
21/08/09 3:25 PM
  
Hermenegildo
Un artículo muy ilustrativo.
Hoy día, sobre todo al hablar de viva voz, son los propios obispos los que hablan al Papa de Vd.: "Usted, Santo Padre". Inaudito.
También el Papa habla a los obispos de Vd.: "Usted, Señor Obispo".
¡Qué forma de descuidar el protocolo!
21/08/09 7:22 PM
  
Juan-ba
Un artículo realmente interesante, muchas gracias por compartir esta información.
21/08/09 8:09 PM
  
David
Muchas gracias por permitir la reproducción del artículo.

Lo acabo de poner en la siguiente dirección:
http://www.es.catholic.net/foros/viewtopic.php?f=138&t=1333&p=24849#p24849
24/08/09 1:46 AM
  
Matatías
Oportuno, interesante y muy bien escrito. Mis felicitaciones.

¡Muchas gracias!

Saludos cordiales.
24/08/09 5:34 PM
  
rastri
A veces me he preguntado qué hago yo aquí; Qué me va a mi ante tanta racalle. Pues, conociendo el tiempo avenir; Y sabiendo de dónde vengo; dónde estoy y a dónde voy. ¿Porqué no esperar hasta que todo sea cumplido como está escrito?
Y otras me digo: -¿No será que el Demonio así, de esta forma me tienta y me provoca. Para ver si ante el insulto gratuito, revelándome, responda para así sentirme humillado y vencido?


-Pobre Jesús el Cristo. Allí Él desnudo. De un madero colgado y desagrando. Insultado, escupido y vituperado.
Y todo esto por empeñarse en querer hacer ver a estos adormecidos terrícolas que hay "Luz más Luz; y Vida más Vida" fuera de este mundo.

Él que en mágnifico ejemplo de PROTOCOLO, antes de partir. Se puso a lavar los pies a sus amigos.

¡Hay que ver: Qué insultante ejemplo de sacrificio y humildad cristiana has creado Señor!

Magnífico spots. NOVA ET VÉTERA. Magnífico el cuadro de la bitácora. A partir de aquí. Y dado que una imagen habla por mi palabras: Por lo visto y comprendido me haré eremita de las ocultas luces del atardecer.

¡Qué ejemplarizante PROTOCOLO de la vida espiritual; Qué impertérrita columna de la autoridad moral de la Iglesia de Cristo.

¡Arrodillense ignorantes pleveyos! Que pasan los exsegetas de Dios. ¿O acaso no notaís cuán desnudos van; Y cuán vestidos vosotros los véis?


No es de extrañar que ante tales embarrados polvos de antaño vengan tamañas figuras de PROTOCOLO de hoy

¡Raza de víboras! Que sólo vivis de lo que el carbono hace brillar. Y no os dáis cuenta que cuando a éste se le quema, ni el nombre de él queda.

Y qué peloteo el de estos adalides comentaristas,.. del resurgir de una Vida Nueva.

¿Y esta vez: qué nazareno me váis a colgar?
25/08/09 5:07 PM
  
LUIS ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO
He leído el texto; puede que ustedes tengan razón, pero a mí en esta ocasión me cuesta creer mucho, muchísimo, que así sea. Y me cuesta creerlo porque el fundador de la Iglesia, Jesús de Nazaret, el Cristo, el Mesías, precisamente no iba así por la vida, en su trato con las gentes sencillas, humildes trabajadoras... Una cosa es el debido respeto a DIOS, el solo SANTO, y otra cosa es la parafernalia de la Iglesia.

Por otra parte, ya ahora me doy cuenta de la verdadera orientación de una página como esta, a saber, el servicio a los sectores más conservadores e integristas o fundamentalistas de la fe católica. Porque cierto que una cosa es denunciar la "ignominia" de la progresía cristiana disidente y contestaria, y otra muy distinta es la reivindicación de la antigua pompa y boato de la Iglesia, tan antievangélica, tan radicalmente contraria a la sencillez con que han de vivir los hijos e hijas de DIOS.
Puedo presumir de una considerable experiencia pastoral con grupos cristianos y movimientos sociales de solidaridad, en los que nunca jamás se ha hecho presente un cura perteneciente a los movimientos neoconservadores o integristas. Y por cierto, D. Ramón Echarren, obispo dimisionario de Canarias, prefería siempre que lo tuteáramos (sacerdotes, religiosos y religiosas, seglares), , y le parecía casi mal que no lo hiciéramos. Por ello no creo que sea peor obispo que otros; al contrario, creo que la labor episcopal de nuestro querido Ramón siempre se caracterizó por su decidida apuesta por las capas más desfavorecidas de la sociedad,completamente al revés de las movidas y los curas y los colegios del Opus Dei, por ejemplo, siempre próximos a los ricos y como por sistema alejado de los pobres.
En fin, un abrazo: desde la igualdad radical a que nos invita Jesucristo es que me parece hasta una grosería estar reivindicando títulos de honor y pompas en la Iglesia. ¡Pero si es que Jesús murió entre dos ladrones, por DIOS, y lo llamaban comelón y bebedor porque andaba con pecadores y prostitutas y publicanos...!
Saludos.
25/08/09 6:47 PM
  
Flavia
Muy válido e interesante. Muchas gracias.
26/08/09 12:03 AM
  
asun
Afortunadamente tenemos a San Lefebvre para orientarnos.
29/08/09 12:47 PM
  
Nova et Vetera
Pues fíjese Vd., Asun, que Monseñor Lefebvre, a quien tuve el honor de conocer personalmente, era en lo personal muy humilde y rehuía títulos y tratamientos cuando podía. Para orientarnos en este tema está Pablo VI, que fue el que fijó el protocolo vigente. San Pío X y el beato Juan XXIII, papas humildes donde los haya, lo aceptaron porque sabían distinguir entre la persona y la dignidad que ostentaban. Y no se les ocurrió abolir la corte pontificia ni la etiqueta vaticana. Pero cada uno puede pensar como le dé la gana en este asunto, que no es esencial. Tampoco es esencial ser persona educada y fina en esta sociedad tan zafia, pero se agradece, ¿no cree?
29/08/09 4:25 PM
  
rastri
Nova et Vetera:

Indepencientemente de que en religión todo aquello que no es esencial es ocioso. Y por lo tanto contrario a lo necesario de la misma.

Prefiero un Papa implorando a Dios de cenizas cubierto, que de oro y brillantes lleno.

Tu excusa no me vale. Y no me vale porque cruficar al inocente y repartirse sus vestiduras con educación; Pues no me vale.

Vamos, que no me vale eso de lucir brillantinas, y decir: -Que Dios te ampare.
29/08/09 6:34 PM
  
LUIS ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO
Insisto: una Iglesia decidida a continuar con tratamientos de dignidad pomposos y solemnes, no es creíble: me temo que la mayoría de las personas, creyentes y no creyentes, aborrecería una vuelta a esas viejas fórmulas de antaño.

Por lo demás, aunque discrepo de algunos de sus planteamientos "progresistas", estoy completamente más en consonancia con todos los eclesíasticos partidarios de la sencillez en los tratamientos (el defenestrado por aquí Pedro Casaldàliga, Ramón Echarren, Nicolás Castellanos, Samuel Ruiz, Tomás Balduino, todos opispos, y con tantos y tantos más, yo diría que la mayoría de los pastores actuales).
Asimismo ¿qué es la dignidad en la Iglesia cuando consideramos que los cristianos somos seguidores de una persona que vivió como vivió, comió con los comió y murió como murió, rodeado de dos ladrones, o puede que subversivos sociales?

No creo que a Jesucristo le gustaran esos tratamientos pomposos, solemnes y horíficos; y si resultara que estoy en un error con esto que planteo, confío siempre en que él me quiera perdonar.

Saludos.
31/08/09 2:48 PM
  
Pancho
Muy bueno el artículo. Gracias.

Al que se queja de que el Santo Padre trata de Ud. a los obispos, quisiera aclararle que la situación que propone es distinta.

El Papa no le dice Eminencia al Cardenal sino Señor Cardenal; ni Excelencia al Obispo sino Monseñor y añade el Ud., como tampoco besa la S Púrpura del Cardenal sino que le imparte la Bendición Apostólica.
08/09/09 2:02 AM
  
antonio grande
Hombre, ni tanto ni tan calvo. El tratamiento a los eclesiàsticos depende de: Situaciones, de la virtud de la prudencia. Porque los Sacerdotes son Padres. Y los hijos tratan a sus padres de tù pues con nadie hay tanta confianza como la de un hijo con su padre. En algunas ocasiones se deberà guardar elprotocolo y en otras, no. De lo contrario haremos un cristianismo, engolado, falso, comediante.
17/09/09 8:14 AM
  
jmgufrancap
¿Es posible que a veces seamos en protocolos, tratamientos y figureos más que Jesucristo? Presiento que, hoy, los creyentes católicos somos herencia de un pasado del derecho romano en la iglesia. ¿Dónde se hace presente el Espíritu Santo en medio de la Iglesia: en el protocolo, tratamiento y figura eclesial jerárquica?
Que nuestra único protocolo sea la santidad de los creyentes por la fidelidad y seguimiento de nuestro Dios, Uno y Trino.
PAZ Y BIEN
18/11/09 9:52 PM
  
navegador
Las personas que escriben un tanto contrariadas por el artículo, no deben de saber que la Iglesia es una sociedad perfecta, y como tal, le es necesaria la etiqueta y el protocolo.

21/11/09 8:52 PM
  
JackSilevrss
Hack again?!
03/02/10 5:24 PM
  
fernanda
Excelente articulo,que bueno que los formadores de seminaristas,futuros sacerdotes lo enseñaran a sus alumnos.La cortesia y el respeto es la primera norma del tratamiento entre hermanos,Siempre he pensado que si en el cielo existen las jerarquias deben ser las mas perfectas,y hay angeles arcangeles y querubines?Gracias y felicitaciones.
18/07/11 6:03 PM

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