"Cazad las pequeñas raposas que destruyen la viña" (Cant 2, 15)
El dato es aterrador para cualquier católico que aún se defina y mantenga como tal, y sienta con la Iglesia: 341 casas de vida religiosa se han cerrado en año y medio en España ¡Qué desolación!
La mayoría de rama famenina; pero eso es “normal” por dos motivos principales: el primero, porque hay también muchas más; el segundo, porque han tenido unos “pastores” que las han llevado al huerto. Por contra, los de la rama masculina se han ido al huerto ellos solos, a pulso: lo de los dominicos, por ejemplo, es icónico a más no poder. Pues “si en el árbol verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?” (Lc 23, 31).
¿Hay que asombrarse de estas cosas como si no supiésemos ni por qué han pasado, ni por dónde nos han venido? Esta catástrofe, ¿era previsible? ¿Estábamos tan ocupados con “los signos de los tiempos", y tan deslumbrados por ellos, que nos hemos quedado ciegos -voluntariamente ciegos: los peores, los que ni han querido ni quieren ver- para los signos de lo nuestro?
¿Se derrumba un edificio así por las buenas, sin señal alguna de haber empezado a echarse a perder, a resquebrajarse o a ladearse? ¿Ha habido en la Iglesia Católica un terremoto que ademas de repentino e imprevisible-, ha roto todas las escalas, y nos hemos encontrado de la noche a la mañana con un erial, con la “abominación de la desolación (…), erigida en el Lugar Santo” (Mt 24, 15), como denuncia Jesús mismo -con sumo dolor de su Corazón- citando al profeta Daniel?
Hoy he leído la noticia de que el cardenal Braz de Aviz, el jefe supremo de los religiosos en toda la Iglesia Católica, “ha llamado a capítulo” a las hermanas de Loreto (USA) “por su ambigüedad": eufemismo vaticano para significar que, desde hace mucho, se han hechado al monte y no parecen que estén dispuestas a rectificar, antes al contrario. ¿Había que esperar años y años para hacerlo? ¿Había que dejar que se cocieran -o se pudrieran- en su propia salsa para hacer una cosa así? Aparte el mal que objetivamente han hecho a tantas buenas gentes. Porque el único fruto visible que han traido al cabo de los años ha sido convertirse en unas viejecitas: por la foto de presentación, sonrientes y simpáticas, tan incapaces de romper un plato como de aceptar la doctrina católica.
En el seno de la Iglesia, ¿no ha hecho esto -y cosas como estas, que las ha habido y las hay a montones- mucho más daño objetivo que todas las pederastias o los escándalos sexuales juntos? Pienso que sí. Creo que practicamente nadie pierde la conciencia porque un cura -o un religioso- se comporte como un salido, y más en un tema en el que las salidas están al orden del día; lo que corrompe las conciencias es la falta de confesión, es la ambigüedad doctrinal y pastoral, cuando no el enseñar como doctrina católica lo que es su tergiversación y su necesaria falsificación.
La descristianización de países enteros, de larguísima tradición católica, no la han traído los escándalos sexuales de algunos de sus miembros, por muy dolorosos e infames que sean. La descristianización ha venido, en primerísimo lugar, por la falta de calidad espiritual de los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. A partir de ahí, ¿qué frutos se pensaban encontrar en los demás?
El vaciamiento material de los seminarios y de las casas de religión ha venido como consecuencia del vaciamiento interior de las personas que estaban dentro -empezando por los rectores, formadores, o como se les quiera llamar-, que arruinaron no ya la formación de sus pupilos, que por supuesto; sino que los incapacitaron para encontrarse personalmente con Jesús, que es la esencia de la vocación y de la vida cristiana, como nos ha escrito el papa Benedicto XVI. Personal, por cierto, que ponen a dedo los obispos o los superiores.
Las iglesias -las parroquias- se han vaciado porque en ellas se dejó de hablar de Dios: se dejó de acercar a la gente a Dios, se empezó a tergiversar el Evangelio, a corromper la Liturgia, a sustituir y falsear la doctrina, a abandonar las prácticas de piedad -con el párroco a la cabeza-, a administrar los Sacramentos como se administran bebidas y tapas en un bar: hasta sin higiene… Y, oyes, para eso me voy a un bar directamente.
El fracaso de las catequesis, con la supresión de los Catecismos y su sustitución por tonterías supuestamente más pedagógicas y más de hoy, es tan llamativo como patente. Y con esa base -el fracaso en la transmisión de la Fe y las Costumbres-, ¿qué pastoral juvenil, y qué pastoral vocacional se puede montar? ¿Cantar y cogerse de la manita? Los resultados son también visibles: no los hay: seminarios vacíos -más de uno, de dos y de tres-, reagrupamientos de casas de formación, etc.
¿Esto tiene remedio? Por supuesto. Naturalmente. Pero lo dejamos para la próxima cita. Y hasta entonces: A REZAR, para que el Señor se digne acortar estos tiempos.