2.07.17

¡Qué mala suerte: Charlie Gard no era musulmán!

charlie gard

Tengo en mi recuerdo la que se montó, mediáticamente, cuando apareció la foto de un niño -un poco más mayorcito que Charlie- varado y muerto en una playa. La barca en la que “viajaba” había naufragado y el mar lo había posado piadosamente en la arena.

Y se montó lo que no estaba escrito; y se aprovechó para escribir, apresurada y desmesuradamente, todo un recital de lágrimas de cocodrilo o de sentimentalina en vena. No recuerdo si hubo notificación desde el Vaticano, pero quizá sí; es más, me extrañaría si no la hubiese habido.

No cargo las tintas: no tiene sentido hacerlo porque todo el mundo lo recuerda; otra cosa es la valoración que haga cada uno del suceso y de las connotaciones que quiera derivar de él.

El tal niño ahogado tenía dos circunstancias que obraron a su favor, aparte la de ser una criaturita y de morir trágicamente, aunque el mar tiene estas cosas: la primera, que era musulmán y, para más inri, huía de la guerra pretendiendo refugiarse en Europa: esta era la segunda. Las dos obraron un cóctel que la prensa occidental no podía desaprovechar para cargar las tintas y arrimar el ascua a su sardina, aunque fuese de plástico. Por cierto: también la prensa afín a los yijadistas, y la prensa de los países musulmanes de tránsito de refugiados -nada libres en el ejercicio de su profesión-, también arrimaron sus sardinillas a su fuego, faltaría más.

Y entre todos convirtieron al tal niño en un icono, en el que derramar su compasión -tan miserablemente selectiva, por cierto-, y sacar toda la tajada posible, porque “hay que vivir que son dos días".

Y ahora viene lo verdaderamente miserable, cocido todo ello en el ámbito europeo, tan inhumana y cruelmente vomitivo.

Charlie Gard era -o es, porque quizá no haya muerto aún, aunque condenado sí está- un bebé de poquísimos meses, casi recién nacido. Para más señas, inglés de antes del brexit, o sea, europeo total. Y es lo que le ha perdido: a él y a sus amorosos y muy valientes padres. Es europeo, de una Europa tan “cilizada” que mata a sus ciudadanos tengan la edad que tengan y por el motivo que sea; motivos que van acotando los mandamases, ley tras ley, para que todo tenga cobertura “legal", incluso las inmoralidades más crueles; y, “a protestar, al maestro armero".

No es inmigrante o refugiado, sino europeo, se supone que con todos los derechos del estado de bienestar, que es lo que se lleva -dicen- en Europa. Por si no era suficiente tamaña desgracia, nació enfermo, con una enfermedad dura, con un tratamiento que no tiene asegurado el 100 x 100 de éxitos -como pasa con tantísimos otros tratamientos, y no por eso se dejan de aplicar-, y con unos padres-coraje que lucharon por conseguir el dinero para poder llevarlo a EEUU y que se le tratase allí, porque en Inglaterra les decían que no.

Apelaron a los jueces ingleses: les dijeron que no. Apelaron a los tribunales europeos…, y en el de “Derechos Humanos” -que tiene narices el tema, por escribir una palabra qe se pueda leer sin ofender a nadie-, les dijeron que no; y que, además, había que retirarle toda la ayuda médica para que se muriese como un perro: cosa que -todo hay que decirlo- por las leyes inglesas y europeas no se puede hacer con los perros. Para rematar su inhumana crueldad, ni siquiera han permitido a sus padres llevárselo a casa para que muera allí, en su cuna, con sus progenitores.

Destilan tanta hipocresía que los calificativos más gruesos no harían justicia a su postura: lo que no consienten -por ley- con los perros lo imperan con este niño, ciudadano inglés y ciudadano europeo.

Por eso decía que Charlie había tenido muy mala suerte: ni era musulmán, ni refugiado, ni huía de la guerra, ni se había ahogado… Era un niño, y un niño enfermo. Y no ha habido lugar en toda Europa para él. Mucho menos ha habido corazón y misericordia.

Tampoco sé si del Vaticano ha salido alguna nota al respecto… 

29.06.17

"No es el siervo más que su Señor" (Jn 15, 20)

jesus

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mi antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os dije: “No es el siervo más que su señor". Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán. Si guardaron mi Palabra, también guardarán la vuestra. […] Pero debía cumplirse la palabra escrita en su Ley: “Me odiaron sin motivo" (Jn 15, 18-25)

Así se expresa Jesús en la Última Cena, en su íntima, excelsa y pública oración sacerdotal ante su Padre y antes sus Apóstoles. Claramente les advierte que no esperen recibir un trato mejor que el que Él mismo -siendo verdadero Dios y verdadero Hombre- recibió. Es el “peaje” que necesariamente han de pagar “los suyos” por ser precisa y verdaderamente “suyos": “La Cruz es la señal del cristiano” enseña el Catecismo, y es un encuentro que no debemos ni podemos soslayar si queremos serle fieles. Quitar el hombro de la Cruz Salvadora es dejarle solo -abandonarle, como tantos y tantos- y renunciar a nuestra verdadera vida: la imitación de Cristo.

El título y el tema vienen a cuento de los mordiscos, de las pedradas, de los linchamientos públicos que emergen -rabiosos, violentos, descarados- desde los cuatro puntos cardinales, y que sufren, inmediatamente, todos los que pretenden seguir manteniendo -alta y visible- la Palabra de Dios, la Doctrina de la Iglesia y la Salvación de las almas. En especial, si los tales pertenecen a la Jerarquía Católica.

El caso del obispo norteamericano, Thomas Paprocki (Springfield. Illinois) al que han  bombardeado -nada menos que pidiendo su dimisión, dada su indignidad, claro- porque se ha atrevido a declarar públicamente en una carta pastoral -para ser leída en todas las Misas- entre otras cosas que los actos homosexuales son pecado -lo han sido siempre y lo siguen siendo y lo seguirán siendo-, de modo que todo aquel que, muribundo pero impenitente, pide sacramentos, no se le pueden administrar; y todo aquel homosexs del que consta que ha muerto impenitente, no se le puede “honrar” con pompas fúnebres, ni acoger y dar sepultura en camposanto. Todo normal según la tradición de la Iglesia Católica. Pero no para el mundo y los mundanos. Y menos aún para los “orgullosos", en la acepción más inaceptable, moralmente hablando. Y lo mismo pasa contra Munilla, o contra Reig, o contra los 4 cardenales…

Y NUNCA, NUNCA, NUNCA con tantísimos otros que, seguramente, están muy ocupados con los migrantes, con la amazonia, con el cambio climático, con los galápagos, con el independentismo…, y con vete tú a saber, y no tienen tiempo de entrar a los temas que destrozan la misma Iglesia desde dentro. Que seguro que es casualidad: no hay por qué pensar mal de nadie. Pero vamos: con nombres y apellidos. No digamos con los aplaudidos hasta con los pies por cargarse los Sacramentos, el Matrimonio, la dignidad de la persona, etc., etc.

Teniendo presentes las palabras de Jesús, es muy sencillo saber cómo tener criterio para poder discernir con “olfato católico” y, en consecuencia, para saber cómo debemos actuar, también “en católico".

¿Aplauden los mundanos? Ya están descalificados los aplaudidos y todo lo que han aplaudido. ¿Critican los mundanos? Buena señal para los criticados, y también para saber nosotros a quién escuchar y a quién seguir. ¿Odian a los leales? Amarles nosotros, rezar por ellos, arroparles, darles calor y cariño, también públicamente. ¿Persiguen y calumnian? Bienaventurados son ya los así perseguidos -y lo serán aún más después-, y los que así han padecido por el Señor, que es el mejor pagador.

Todos ellos -los perseguidores, los calumniadores, los insultadores, los escupidores- son “odiadores sin motivo": del mismo Señor en primerísimo lugar, y luego de todos los suyos. Pero los Pastores fieles, recibirán mayor premio. Los “perros mudos” -como los califica el mismo Jesús- y los “aplaudidos” ya han recibido aquí su paga. Y no tendrán otra, porque nadie puede pretender cobrar dos veces por lo mismo.

Bueno, excepto si eres político, sindicalista y/o asimilado. O personificas a Hacienda, claro.

23.06.17

Hay que reescribir la historia. ¿Por qué?

Desde que hemos empezado -a bombo y platillo, y desde una parte del mundillo “católico” que se ve que no quiere permanecer como mero espectador- con los 500 años de las proclamas luteranas, estamos asistiendo a toda una orquestación -nada inocente, por cierto, y, menos aún, inocua- de loa y alabanza -desaforada, gratuita, mendaz, antieclesial y antihistórica- del único protagonista por excelencia de todo el evento: el mismísimo Lutero, sin el cual lo de los 500 años ni existiría.

Y no creo que sea una apreciación mía, dadas las reiteradas manifestaciones -también públicas y también a bombo y platillo para no desentonar- que, acerca del tal sujeto, se están desgranando periódicamente con una constancia que, si no es “casual” tendrá que ser, forzosamente, “causal": no queda otra posibilidad.

Desde “medicina para la Iglesia", hasta “místico de la gracia” con una “abrumadora experiencia de la gracia", pasando por “testigo del Evangelio", para acabar poniéndolo al nivel de los grandes santos católicos… La verdad, como recorrido no está nada mal; pero que nada mal. Ni del padre Pío se han dicho semejantes cosas, y eso que estuvo un montón de años con estigmas, y constan además que hizo milagros en vida. Es lo único que todavía no ha dicho nadie de ese mundillo supuestamente “católico": que Lutero ha hecho milagros…; pero no tardará en caer esa breva, tal como vamos.

Lo que más impresiona -al menos a mí- de todo este “asunto” que en sí mismo sería irrelevante si no fi¡uera por las intencionalidades que lo impulsan, es que todos estos inciensos -más falsos que Judas, sin perdón- vienen del mundillo “catolico”: nadie del mundillo luterano se ha atrevido a tanto con Lutero, su padre y fundador. Lo que, en sí mismo, no deja de ser curioso. O sospechoso.

Porque todo esto es claro que no es “casual” sino “causal", como he dicho antes. Y ¿por qué lo digo y en qué me baso?

Los bienintencionados -que los hay: es su problema, no el mío- pueden pensar que detrás de todo este bien montado tinglado está la tan socorrida y anhelada “ansia ecuménica”. Por cierto y como inciso: no sé por qué se insiste en eso si el mayor pecado de los católicos es el “proselitismo"… ¿O será que el ecumenismo no es proselitista? Debe ser eso seguramente, claro. Perdón, porque no había caído. Debe ser que el ecumenismo es darle a la “sinhueso” para justificar unos cuantos sueldos y unos cuantos cargos; no porque nadie pretenda que los herejes se den cuenta de sus herejías y rectifiquen y vuelvan a su verdadera casa que no debían haber abandonado nunca.

Decía que los bienintencionados pueden pensar eso; y que la “unión” con los “hermanos separados” bien merece unas alabanzas -aunque sean mendaces y falsas- al causante de la escisión, ruptura y pérdida de la mitad de la Iglesia Católica en Europa. Y de la pérdida de las raíces cristianas de la misma Europa, a día de hoy; aunque esto último no es solo culpa de los luteranos: hay muchos católicos muy plingaos en tamaño desatino y en la consecución de semejante desastre, eclesiásticos y laicos, pero “católicos".

El ecumenismo bien puede ser un mero trampantojo, y el que se lo crea es su problema. No van por ahí los tiros últimos de toda esta “desmesura"; por decir algo misericordioso, que se lleva mucho ahora en la Iglesia.

¿Hay algo más allá del ecumenismo? Pues, en mi opinión, si. Y se le escapa -o no- al autor de la frasecilla “místico de la gracia” -un auténtico obispo católico, que fue profesor durante bastantes años de un seminario- cuando deja entre interrogantes al Concilio de Trento en una pregunta que puede parecer favorable al mismo…, pero que no lo es, por la pregunta que le precede.

Las preguntas son: “¿Quizás Lutero estaba en lo correcto al expresar su extática experiencia del amor divino de una manera tan distintiva? ¿Quizás el Concilio de Trento tenía derecho a ofrecer un claro correctivo teológico a la forma en que Lutero formulaba la relación entre la fe y las obras y entre la Biblia y la razón?". Y contesta “afirmativas las dos". Cosa que, evidentemente, no puede ser asumido por la fuerza de lo que contienen: si tiene razón Lutero, no puede tenerlo Trento. 

Y este es el quid: hay que entrarle ya a Trento. Hasta ahora, a nadie desde la misma Iglesia se le había ocurrido tal cosa. O quizá ocurrido sí, pero se había cuidado muy mucho de decirlo a los cuatro vientos, pública y visiblemente. Hay que entrarle a Trento: esta es la última “consigna” de ese submundo que está en la Iglesia, y ha salido de la Iglesia, pero que yo no es la Iglesia, como denuncia san Pablo.

¿Por qué? ¿Por qué hay que cargarse Trento? Porque Trento salvó a la mitad de la Iglesia; que siguió siendo CATÓLICA precisamente por el Concilio de Trento. La prueba es que en todos los sitios a donde Trento no pudo llegar se perdió la Fe y desapareció la Iglesia. Por esto molesta Trento. Y hay que darle. Y desprestigiarle. Porque Trento es la Fe y la Doctrina y la Disciplina de la Iglesia Católica.

¿La razón última de todo este desmadre? La razón última es muy fuerte. Y adelanto que es solo mi opinión, que puede estar perfectamente equivocada. Pero yo no pretendo ser el Credo, sino que estudio las cosas, intento comprenderlas y doy una explicación. Y a veces, como ahora, puedo aventurar lo que puede haber detrás.

¿Qué puede haber detrás? Dos cosas, una a corto y otra a largo plazo; y las dos con la Iglesia -la única que existe- como objetivo a batir. 

A corto: Trento impide este “ecumenismo” pret à porter que se quiere imponer deprisa y corriendo. Lo de Lund fue un anticipo,y un aviso a navegantes. De ahí las declaradas “canonizando” a Lutero, por ejemplo.

A largo: la misma Iglesia, que sinTrento se queda sin pilares: no se sostiene; como se ve día sí, día también con las burradas que se están haciendo -y no solo diciendo- públicamente. Y que nadie corrige, al menos públicamente. Y debería saberse, para bien de las almas, si ha sido así.

17.06.17

Lo que no debería ser nunca en la Iglesia... ¡es!

Y no es casualidad. Que podría ser…, pero no lo es. No. La reiteración de casos, uno tras otro, todos con el mismo “corte” y cogeando de la misma patita…: no puede ser casual. Máxime cuando tras la primera, no hubo ningún “aviso” declarando que no era correcto. Y luego vino otra; y tampoco una palabra desautorizando tal “praxis". Y luego otra. Y otra más. Y siempre con el mismo “sllencio” por parte de la “autoridad competente": “silencio administrativo", que parece significar: “muy bien".

Porque -y aquí viene lo “gordo": por usar una palabra coloquial, y no la que se merece el asunto; ya perdonarán-, cuando la situación ha sido a la inversa -que esto también lo ha habido, y públicamente-, es decir, cuando se ha dicho lo contrario a lo anteriormente expuesto, también ha habido “silencio administrativo", pero con un significado bien distinto: “a callar".   

O sea: para una misma cuestión con dos “soluciones” absolutamente contrarias y contradictorias, la “respuesta” de la cúpula ha sido prácticamente la misma: “silencio administrativo"; pero con un significado también contrario y contradictorio: aplauso y confirmación -público y generalizado- y, además, deprisita, para que no enfriara el tema y así lo pillara todo el mundo: es el caso de las propuestas pastorales de los obispos de la región de Buenos Aires, a la que respondió el mismo Papa aplaudiendo y confirmando; o poner en evidencia a los que se manifestaban en contra. No es de extrañar que se reiteren los casos “merecedores” de aplausos. Y empieza a haber ya una auténtica carrera: al parecer, al grito de "tonto el último".

¿A qué me refiero? Al tema de “la comunión a los católicos divorciados -por lo civil, claro- y arrenjutados “en coyunda marital", también por lo civil y, además -no hay que olvidarlo, porque es lo que pasa-, también “por sus pistolas”: lógico y de momento; porque tal como están las cosas, no me extrañaría que más pronto que tarde hubiese “segundas nupcias” por “lo religioso". Y hablo del ámbito católico, que es el único que me interesa, porque es en el que he nacido, vivido y, si Dios me da esa gracia, también morir.

Y no es casualidad. No lo puede ser.

¿Se pronuncian los obispos del area de Buenos Aires a favor del tema? Aplauso vaticano sin faltar ni un segundo.

¿Un obispo argentino monta lo que no está escrito: toda una “Misa solemne” en su catedral para dar la comuión a 30 “parejas” de “católicos divorciados y arrejuntados", tras un camino de acompañamiento y demás -bla, bla, bla-? No se ha oído la más mínima “pega” por parte de quienes deberían. Supongo, claro. Por cierto, la calificación moral de tal “misa", y más especialmente la referida al promotor del “evento", la dejo para los que no tienen miedo a juzgar, y a ser juzgados… Y no pongo la que a mí me merece, para no influenciar en los juicios ajenos.

¿Salen unas praxis pastorales de los obispos de Sicilia en la misma línea…? Silencio administrativo; o sea, “amén", de la misma autoridad.

Y antes los de Malta. Y así toda una cadena, que no es casualidad. No lo puede ser. Ni lo de los promotores, ni lo de la respuesta -o no- de la “autoridad competente", del ámbito y alcance que sea; que en cada caso puede no ser la misma, al menos en su recorrido corto.

Por supuesto que ha habido voces en contra, empezando por las “dubia” de cuatro cardenales: “silencio administrativo", con el significado neto de: “a callar". Los obispos polacos que también se han pronunciado en contra, y a los que nadie les va a entrar estando tan cerca el recuerdo -y la presencia- de Juan Pablo II. Y algún caso, más bien aislado que otra cosa, en la misma línea…

Y todo esto viene de una misma fuente: un “documento papal” -con fecha y firma-, que no ha pretendido nunca ser “magisterial” -lo escribe él mismo ahí explícitamente-, sino más bien como una reflexión personal, animando a plantearse con valentía las cuestiones de actualidad -que están ahí-, pensar soluciones…; y sugiere tmbién posibles planteamientos, dejando “abierto” el tema, pero apuntando una “solución” que es la que ha traído todo este maremagnum… Todo ha empezado aquí, haya escrito el Papa lo que haya escrito.

Y esto es lo que nunca debería haber pasado. Y es lo que nunca deberia haberse dejado que llegara hasta aquí.

Porque no estamos hablando “del uso del agua bendita para ciertas ocasiones". Estamos hablando del Sacramento del Matrimonio, del Sacramento de la Confesión, y sobre todo y por encima de todo: del Sacramento de la Eucaristía, hacia el que “miran", porque de él emanan o a él se dirigen, todos los Sacramentos de la Iglesia.

La Iglesia misma “vive de la Eucaristía” (Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia. Juan Pablo II, 17 de abril de 2003). ¿Cómo puede entonces, desde la misma autoridad de la Iglesia, dejar hacer de un modo no solo divergente sino absolutamente contrario en tema tan profunda y esencialmente cristológico y eclesial? ¿Es que ya da lo mismo?

¿Alguien cree -en su sano juicio- que este tema se puede resolver en la Iglesia con la “tipología rajoy"?

Si la Iglesia se rompe en esto, se rompe del todo y en todo. Por eso he escrito este título: “Lo que no debería ser nunca en la Iglesia [ni debería haber sido nunca]…, ¡es!".

¡Hay que rezar hasta que se nos pelen los labios!

12.06.17

La liturgia interconfesional de Salamanca

Con gran éxito de público y crítica, y con motivo de los 500 años de la Reforma protestante, se ha celebrado en Salamanca (España, todavía y por el momento) por primera vez la liturgia luterano-católica: Common Prayer. “Del conflicto a la comunión", presidida por un buen plantel de figuras de diversas vitolas litúrgico-religiosas.

Por cierto y con ánimo de señalar, estoy convencido de que una cosa así solo podía darse o en la UPSA o en Comillas; y, en este caso, se adelantó Salamanca.

Prosigamos. Tan buen plantel que, en la clausura del evento, en la iglesia de La Clerecía de dicha ciudad, prácticamente había más gente arriba, en la presidencia, que abajo, en los bancos del público, donde raspaban la veintena de asistentes. ¡Todo un logro ecuménico de primer orden! Porque ya se sabe que las cosas siempre empiezan por poco, y las semillas plantadas suelen ser pequeñas en comparación con lo que dan luego de sí. Esperanza es poco…

Allí estaban el secretario del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, Brian Farrell, que presidía el Congreso de Teología, y el secretario general de la Federación Luterana Mundial, Martin Junge; allí no podía faltar -y no faltó, por razones obvias-, nuestro presidente de la CEE, Ricardo Blázquez; y estaba también el pastor de la Iglesia Evangélica Española, Pedro Zamora. Entre otros.

El problema me ha surgido cuando he empezado a leer alguna de las intervenciones de los predicadores y oradores; ya digo, todos ellos de postín, con curriculum y pedigrí, al menos a priori.

Porque claro, ya en la nota de prensa que sacó la UPSA, que tan brillántemente preside su rectora, lees que “la Liturgia es una conmemoración ecuménica, entre luteranos y católicos, que refleja en su estructura litúrgica básica, el tema de la acción de gracias, la confesión y el arrepentimiento, etc., etc.”.

Y ya ahí me he quedado pasmado; porque, en mi ignorancia, no sabía que los luteranos tenían “la confesión”, que en católico significa, sobre todo, el Sacramento de la Confesión, o del Perdón, o de la Penitencia, o de la Reconciliación. Vamos: lo que uno hace y a donde uno acude para confesarse de sus pecados, previo examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de la enmienda, a los que sigue la acusación de todos ellos, para cumplir finalmente la penitencia que te hayan impuesto. Vamos, un clásico de toda la vida de Dios en su Iglesia.

En segundo lugar, significa también la proclamación o defensa de la Fe: confesar la Fe, a veces a costa de la propia vida, como está pasando con los cristianos coptos en Egipto, o como ha pasado y pasa en Irak, Siria, Pakistán, India, Filipinas, Kenia y Nigeria, y en tantos otros sitios; porque la Iglesia es la primera institución que sigue sufriendo persecución a nivel mundial.

Y esto no son ocurrencias mías, ¡líbreme el Señor! Precisamente en la declaración Dominus Iesus, de 6 de agosto de 2000, después de recordar que Jesucristo es el único Salvador -frente a algunas propuestas que sugerían otras salvaciones y redenciones en paralelo-, se hacía también una alusión expresa -siguiendo al CV II- a que, mientras los ortodoxos son verdaderas iglesias locales, las comunidades eclesiales surgidas a partir de la Reforma protestante, debido a los avatares doctrinales e históricos, han perdido algunos elementos de eclesialidad, como son el ministerio y la Eucaristía [se debe sobreentender necesariamente que tampoco tienen Sacramento de la Penitencia]; por lo tanto, concluía, no son verdaderas “iglesias en sentido propio", sino más bien eso: ‘comunidades eclesiales’. Serán “iglesias” -añado yo de mi cosecha-, secundum quid -o sea, “de tercera regional"-, tomándole prestado el término a Santo Tomás de Aquino, uno de mis primeros maestros. Y lo de ‘comunidades eclesiales’ no supera tampoco ese baremo.

Esto, la verdad, les escoció mucho, muchísimo; de ahí sus protestas de entonces y de ahora. Y de ahí sus intentos -acomplejados y salidos de madre- de trasplantar los imperativos de la modernidad y la mundanidad a “su” realidad. Y nos lo quieren contagiar. Y aprovechan estas cosas. Pero es que, además, hay católicos encantados con el contagio, como se puede ver y oir, porque a la vista está.

Puntaliza la Dominus Iesus: “El encuentro entre las religiones no puede darse con una renuncia a la verdad, sino con su profundización. El escepticismo no une, ni tampoco el pragmatismo. Estas dos posiciones lo único que hacen es abrir la puerta a las ideologías que, después, se presentan todavía más seguras de sí mismas. […] La religión [no cristiana]… está siempre bajo el riesgo de perder su propia naturaleza. La religión puede enfermar y convertirse en un fenómeno destructivo.”

Y remata: “El diálogo [del cristianismo con otras religiones; y, por tanto, lo mismo la oración conjunta] no es una diversión sin un fin claro, sino que se dirige a la persuasión, al descubrimiento de la verdad, pues de otro modo carece de valor. […] El diálogo entre las religiones debería convertirse siempre en la escucha del Verbo, que nos señala la unidad en medio de nuestras divisiones y contradicciones.”

Pero claro. Con esto por delante, vas luego a la conferencia del líder alfa del luteranismo -una figura meramente simbólica en su propia realidad luterana, por otro lado-, y cuando llegas a aquello de “son 1.500 años de historia común” -ojo: “común” dice el tal líder, cuando es historia de separación y de segregación; y “por herejía", ni más ni menos-. Y para rematar su tirada de la moto -vamos, que estaba crecido el buen señor- añade: “la historia de las iglesias luteranas no comienza en 1517 sino en los tiempos de los primeros apóstoles (…) esa convicción tan obvia sigue tardando en imponerse en la vida de nuestras respectivas comuniones". ¡Y lo que tardará, chati!

Y aquí me he platado, la verdad. ¿Podría alguien explicarme dónde está el luteranismo -que “nace” en 1517, lo afirma él mismo-, en los tiempos de los apóstoles? ¿En los tiempos de los apóstoles estaba lo de las obispas, lo de los homosexs y las lesbis entre sus miembros y jerarcas? ¿Estaba no tener más sacramento que el bautismo? ¿Y no hacer ni caso de Pedro; es más: abominar de él, precisamente por ser Pedro, y abominar -y marcharse- de la Iglesia de la que es Piedra?

Podría seguir; pero todas estas preguntas son inútiles porque, mientras no se admita que lo que se busca es la verdad de Cristo -lo que dijo e hizo el Señor-, no hay ecumenismo ni digno de ese nombre, ni siquiera posible…; excepto si consideramos el ecumenismo como un mero ejercicio pseudoreligioso que se entretiene en hablar del sexo de los ángeles. O así.

Lo de la UPSA bien podría llamarse “el contubernio de La Clerecía". Lógicamente con las firmas al pie de los del pedigrí.

Siempre con todo el respeto a quienes piensan y creer y esperan distinto, por supuesto. Porque cada uno se apunta a lo que quiere; que esa libertad aún la tenemos. Creo. Y cada uno también se autoengaña con lo que quiere y como quiere.