InfoCatólica / Mar adentro / Archivos para: Marzo 2018

6.03.18

Crónicas africanas III OGP-MCD

Apenas pasadas las 6.30am llegué al Centro Misionero Católico de Bondoukou, donde había quedado en encontrarme con el Padre Ernest y con mí ya entrañable y simpatiquísimo amigo, el sacristán Francois (que también hacía de traductor inglés-francés y viceversa). De allí debíamos ir a la casa de otro sacerdote (de nombre Jean Claude), desde donde partiríamos a una celebración de comunidades católicas que se hace cada primer viernes de mes, sobre una colina ubicada a 15 kilómetros de la ciudad. Parte en auto, parte en moto y 30 minutos andando por empinados senderos es el único modo de llegar allí. Entre que esperamos a Jean Claude y a otro sacerdote que vino con nosotros (Padre Simón) se hicieron las 9 y llegamos al destino final a las 10am (para venir a África uno tiene que venir bien provisto de paciencia… los tiempos para todo aquí son muy lentos. Se trata de algo cultural, sin dudas).

Era un típico día africano: cielo completamente despejado, un sol desplegado en su  esténtor, alta humedad y un calor abrasador que ya trepaba los 36 grados; sin una pizca de viento que atenuara la situación. Para mi, que salvo por mis partidos de fútbol 5 semanales no estoy particularmente entrenado en lo aeróbico, fue un esfuerzo considerable llegar. ¡Ni quiero imaginarme lo que fue aquello para los cientos de mujeres que andaban con sus niños a cuestas! “¡Que devoción la de esta gente! ¡Qué voluntad!”, fue lo primero que pensé entonces.

Al llegar, sobre una superficie llana, había no menos de 1000 personas sentadas en el suelo, tapadas en lo alto por las copas de centenarios árboles que los protegían del omnipresente sol. Todos vestían vivos y alegres colores y conversaban animadamente mientras esperaban el comienzo del evento, que consistiría en animados discursos de predicadores varios, experiencias de personas salvadas por milagros concedidos por Jesucristo y la Virgen María y la presencia del sanador principal del pueblo, un católico africano de nombre Marion (resultó ser primo de Francois, mi amigo), que imponía sus manos sobre los enfermos que iban en su auxilio. Aunque la parte principal y más esperada del evento era la anunciación de la presencia del Espíritu Santo, que ingresaría en ellos y los limpiaría de cualquier demonio o maldición que tuvieran.

Pasaban cosas bastante increíbles en ese momento: varias personas, sobre todo mujeres, gritaban endiabladas y hasta haciendo movimientos epilépticos, como queriendo sacarse demonios de adentro. Cuando esto sucedía, un grupo de voluntarios predicadores llevaban (a veces arrastrando) la persona a un bosque (que tienen como) sagrado ubicado a unos metros y le recitaban varias oraciones. Al cabo de poco tiempo, las personas volvían con una gran tranquilidad y paz en sus ojos y espíritu.

La mayoría de los asistentes eran católicos pero también había algunos paganos en busca de luz, como me dijo alguien por allí. Es importante subrayar que en este evento estuvo también presente el Obispo de Bondoukou y no menos de cinco sacerdotes. Con todos pude intercambiar algunas palabras allí. Fue una experiencia muy linda; todo muy ordenado, bien programado, las personas muy educadas y devotas. Me recibieron espléndidamente: la hospitalidad es sin dudas una marca registrada del africano. Nomás llegar me reservaron un sitio de honor junto al Obispo, al sanador y los sacerdotes; todos sentados en sillas en un improvisado escenario techado de paja y cañas. Ante cada intermedio, me levantaba para llevar y mostrar las imágenes sagradas que tenía (Virgen de Schoanstatt y Jesús Misericordioso) a todos los allí presentes.

Siendo la 1pm nos dispusimos a almorzar con Francois unas sardinas y unos panes que habíamos traído; el calor era realmente insufrible. Ahora era tiempo de ir a recorrer algunas aldeas y conocer a sus habitantes. Cogimos dos motos y fuimos, entre otras aldeas, a Zandan 1 y a Zandan 2. La gente nos recibió con los brazos abiertos; particularmente a la Virgen. Preguntando luego de un rato acerca de sus necesidades materiales elementales, nos dijeron que el problema principal allí es el agua: las pocas bombas que hay son obsoletas o están parcial o totalmente rotas (tampoco hay tanques de agua). Las mujeres (que son quienes hacen casi todo aquí; aún los trabajos más duros) tienen que caminar 40 minutos por caminos complicados para conseguir agua (si tienen suerte). Luego deben volver con bidones que pesan más de 10 kilos… Y aun así, con necesidades tan elementales como esta, no pierden el humor y la esperanza. Pero volveré sobre este asunto de las necesidades temporales de esta gente en una próxima crónica (para ver en que podemos ayudar los lectores y nosotros).

Habré vuelto a mi habitación cerca de las 3 o 4pm. Cuando llegué, tomé un litro de agua y me tiré en la cama por un buen rato. Realmente ¡no daba más! A las 7pm me encontré a tomar un café con mi amigo Francois (mi café instantáneo que a todos lados llevo) para repasar un poco todo lo vivido y hablar de otras cosas (particularmente de la situación de la Iglesia en Costa de Marfil, del peligro del Islam y su expansionismo, del paganismo, de las misiones, etc.).  Lo que pude corroborar allí, como me adelantaran los sacerdotes del lugar, es que la iglesia de Costa de Marfil es muy activa y misionera (particularmente en Bondoukou) y que los Kulango (una de las tribus a visitar) habían escuchado todos el Evangelio al menos una vez.

Al día siguiente me entrevisté con el obispo y fui a saludar a los sacerdotes y las personas que había conocido allí y que tan bien me habían acogido. Ahora tocaba viajar a Bouna; un pueblo ubicado a 4 horas en dirección norte, cerca de Ghana, donde se encontraban nuestras dos próximas tribus: los Lome y los Lobi.

3.03.18

Entre las tribus de Costa de Marfil... OGP-(MCD)

Después de 10 horas de vuelo, parada en Etiopía mediante, aterricé finalmente en mi primer destino misional: Costa de Marfil. Más precisamente llegué  a Abidjan, que es la ciudad más importante de este país (aún más que su capital), ubicada casi sobre las postrimerías del Mar de Guinea y a pocos kilómetros de sus vecinos, Ghana y Liberia. Si algo tienen en común estas naciones costeras del occidente africano es su clima tropical y sus hermosas playas (particularmente cierto, dicen, en el caso de Sierra Leona). Aunque más allá de estas similitudes accidentales existen grandes distancias entre cada una de estas, y no me refiero a lo meramente geográfico. 
Primeramente hay que mencionar que existen en África miles de etnias distintas, más de 1000 lenguas (y dialectos) y cientos de lo que comúnmente se denomina “ethnic religions” (suerte de religiones/creencias paganas locales). Es decir, las diferencias culturales y aún raciales son siderales, generándose no pocas veces enconos viscerales entre éstas, llegando al punto de  vivir de guerra en guerra. Todo lo cual queda de manifiesto, muy especialmente, en los procesos electorales y con los distintos gobiernos, donde lo que prima no es la ideología sino la raza. Sí… como escucharon. En la mayor parte de los casos, la política es considerada (y utilizada) tan solo como un medio para llevar al poder a determinada tribu-clan. Por lo general, la ideología no prende en la mayor parte de este continente; menos aún en estos tiempos, donde no existen, como otrora, potencias occidentales rigiendo los destinos africanos. Cuestión esta que, como sabemos, intentó explotar la izquierda en su momento para hacerse del África (ya vieron como le fue a ese terrorista apellidado Guevara y lo que éste pensaba de los africanos).  
Y en menor o mayor medida, así es África: decenas o cientos de culturas diametralmente opuestas insertas en naciones puramente nominales o ficticias.  Es decir: no existe identidad nacional ni sentimiento patriótico o de pertenencia del africano –medio- a su país de origen por el simple motivo que no existe la más mínima homogeneidad cultural, étnica, racial o religiosa.
Tampoco entre las naciones africanas existen demasiadas similitudes exteriores y sus relaciones –en general, puramente diplomáticas- suelen ser intermitentes. La lengua oficial varía de acuerdo al imperio occidental que los colonizó por más tiempo. Por ejemplo, en Costa de Marfil, Burkina Faso, Togo, Guinea, etc., se habla francés; unos kilómetros más al este es el inglés el idioma principal (Ghana, Nigeria, Camerún; predominando el sajón en el este y el sur del continente). En otros pocos países se habla portugués (Cabo Verde, etc.) y en alguno podrá escucharse algo de alemán o italiano. 
Más allá de esta información, que sirve cual preámbulo al lector, ubicándolo en tiempo y espacio, hay algo que desearía remarcar aquí y ahora y que me parece demasiado claro e importante: la gente es realmente muy buena; pura, amable, honesta (me refiero al África Negra, Subsahariana y no al norte, predominantemente musulmán). Debo confesar que esto es algo que me sorprendió gratamente. Pues, a pesar de estar gobernados hace largas décadas por tiranos y/o corruptos de toda laya (que vale aclarar: son negros y africanos; no occidentales y blancos) y sufrir los interminables males del desempleo, el hambre, la injusticia, las enfermedades y las guerras, esta gente aún conserva la esperanza y el buen espíritu. Y en general, honran y respetan las tradiciones y la familia. ¡Cuánto podría aprender de ellos el Occidente moderno, ateo y relativista; destructivo!
Esta gente tiene el corazón abierto de par en par, recibe con gran alegría al extranjero y cuida de sus pares y familiares. Es por ello que el Cristianismo crece y crecerá cada día más aquí: tarde o temprano, estoy convencido que, indefectiblemente, el África negra será totalmente cristiana. Seguramente, esto es algo que saben bien los musulmanes y por ello su cruda y sangrienta persecución a cristianos y su redoblamiento de esfuerzos para extender sus garras de influencia hacia el sur del continente: la Savannah y la región tropical. Y como está la cosa, sería bueno, tal vez, comenzar a pensar en establecer allí algunas milicias cristianas (como aquellas gloriosas del Medioevo) que puedan defender la Cristiandad y a sus indefensos y piadosos pobladores de los cobardes ataques mahometanos. Indudablemente, este asunto merecería ser tratado aparte en algún otro momento.
 
 
En fin… Se me ha hecho largo esta suerte de proemio. Volvamos a lo que quería contarles en un primer momento. Quedamos en que llegué a Abidjan. 
Mi plan era quedarme allí por al menos dos días a fuer de poder organizar mejor mi viaje hacia el interior del país; donde se encuentran tres de las cuatro tribus que aparentemente no han oído aun el Evangelio y donde no hay cristianos (al menos, esa era nuestra información hasta el momento). Luego de adquirir y estudiar nuevos mapas de las áreas a abordar, averiguar transportes, bendecir las imágenes que entregaría a los paganos y visitar e informar acerca de la misión al párroco de la Catedral principal de la ciudad, me propuse partir.    Debía ir a Bondoukou; un pueblo ubicado a 400km al norte, muy cerca de la frontera con Ghana. Según lo que entonces había calculado, dos de los grupos que debía visitar se encontraban a un radio de 50-70km de allí. 
De acuerdo al “bendito” Google Maps y la guía Michelin (entre otros), el estado de los caminos era bastante aceptable, y en auto no tardaría más de 5 horas en llegar a destino. El único problema a esta ecuación (y que no había calculado: mea culpa) eran los precios exorbitantes de los vehículos en alquiler en este país: hasta cuatro veces más que cualquier nación occidental (¡me llegaron a pedir 150 USD por día!). Naturalmente, mi exiguo presupuesto no daba para tanto… Pero antes de poder desanimarme, buscando y buscando, pude conseguir un colectivo para ese lugar que tardaría 6 horas (según aseguró entonces quien me vendió el boleto). 
Podría hacer una crónica aparte de ese viaje… Resumiendo la cuestión, a los 3 kilómetros de andar el vehículo se averió y quedamos todos en… en algún lugar, esperando al reemplazo. Cuadro de situación: la temperatura rondaba los 38 grados, la humedad era del 92% y no había hueco de sombra donde ocultarse de aquel tremebundo sol. Gracias a Dios, pronto aparecieron unos providenciales vendedores ambulantes de bebidas, lo cual fue suficiente para que nadie muriera deshidratado o insolado. El bus, que como todo aquí se toma su tiempo, tardó una hora y media en llegar. Pero llegó: eso era lo importante y lo que me tenía muy inquieto. El problema es que llegó con más gente adentro y tuvimos que amucharnos como pudimos: en los asientos de tres personas iban cuatro, en los de dos, tres… Los pasillos intransitables por la cantidad de bolsos y bolsas de comida de los distintos pasajeros… 
Indudablemente, no me quedaba otro remedio hacer un estoico esfuerzo y mentalizarme para soportar un largo y tortuoso viaje. Haciendo el cuento corto: lejos de haber llegado a las 6 horas (como prometían en la boletería de Abidjan) tardamos ¡11! Pues tampoco me habían dicho que este bus era de aquellos que en argentina llamamos “lecheros”; es decir, de esos que paran cada 3km (sea para dejar pasajeros, para buscar nuevos o simplemente para que el chofer hable algunos minutos con algún amigo suyo que encontrara en variopintos puestos del camino). Aunque si algo hubo que terminó por impacientarme fue la –insólita- desorganización para las paradas de “urgencia de baño”. En general, en cualquier lugar y transporte terrestre del planeta (si no poseen baño interno, como era el caso aquí) se para una o dos veces en todo el viaje. Aquí no… bastaba un grito de alguno de los 70 u 80 pasajeros para que el chofer parara sin más. Y así fue, y no exagero: debemos haber parado cerca de 20 veces por este asunto… 
 
 
Siendo cerca de las 10.30pm (habíamos salido 10.45am), finalmente llegamos y yo estaba feliz. En la “terminal” del bus (consistía básicamente en un descampado sin luz, donde sólo había algunos vendedores con linternas y chóferes, esperando a los pasajeros) se me acercó un africano muy simpático que conducía una moto-taxi, ofreciendo su servicio. Acepté inmediatamente y le pedí que me dejara en algún alojamiento de la zona. Como todos los africanos que conocí hasta el momento, el chofer cobró lo que dijo que iba a cobrar (repito, no dejo de sorprenderme por la honestidad de este gente). Una vez que llegué al hotel, desempaqué rápidamente parte de mis cosas y me tiré en la cama: mañana sería otro día. 
Temprano a la mañana ya estaba desayunado y listo para hacer lo primero de mi lista en este pueblo, que era visitar las iglesias o comunidades católicas que hubiera. Para mi sorpresa, había bastantes católicos. Fui primero a la Iglesia de Notre Dome, para presentarme ante las autoridades y la comunidad del lugar y solicitar información acerca de las tribus que debía abordar. Lamentablemente, no conté con la barrera idiomática; casi infranqueable aquí (a menos que uno sepa francés, claro). En mi error de cálculo, no barajé la posibilidad de que casi nadie en este país hablara inglés. Necesitaba sí o sí un interprete/traductor que supiera ambos idiomas, y así me lancé por el pequeño pueblo durante las primeras horas del día (hasta aproximadamente las 2pm) en busca de alguno. ¡Nadie! “Je ne comprend”, era todo lo que recibía en respuesta. 
Volví a mi habitación totalmente desmotivado y algo desesperado, pues ¿cómo iba a hacer para conseguir ayuda y predicar el Evangelio si nadie aquí habla inglés? Decidí dejar de pensar y levantarme de la cama. Todavía me quedaba un lugar donde ir: un centro católico misionero de Bondoukou. 
¡Enorme fue mi alegría cuando no sólo encontré al padre Ernest y a un acólito suyo que hablaba inglés y francés a la perfección! ¡Más grande fue mi alegría cuando pude ver la gran disposición y acogida que me dieron! “Deo gratias!”, dije inmediatamente.
El padre Ernest dirige la diócesis de Bondoukou y tiene un gran espíritu misionero. Enseguida me invitó a pasar a su oficina y nos pusimos a hablar por un largo rato. Le conté de mí y del Padre Federico y su misión en el Himalaya, y le expliqué acerca del OGP (Omnes Gentes Project), del MCD (Mission Coundown). En todo momento, tanto el padre como el sacristán (Francua) se mostraron muy receptivos y deseosos de ayudar. Fue una charla muy agradable. Antes de retirarme y ponerme a su disposición, le regalé una imagen de la Virgen de Schoenstatt (con el niño Jesús); la misma que donaremos a cada pueblo que visitemos (son imágenes laminadas en tamaño A3 del Jesucristo Misericordioso y de la Virgen de Schoenstatt). Quedaron muy agradecidos y me invitaron a participar de una misa al día siguiente, luego de la cual me acompañarían a visitar algunas de las tribus (Kulango). Invitación que obviamente acepté muy gustoso. 
Ha sido un buen día. Gracias a Dios, ¡la misión ya comenzó!
 
Saludos a todos
Cristián
DIOS, PATRIA Y HOGAR