La escatología cristiana ante la ideología transhumanista.
En estos días estoy finalizando el cursado del Primer año de una Licenciatura en Teología dogmática a distancia, en el Ateneo Regina Apostolorum (recomendadísima)
En ese marco a principios de año escribí una trabajo vinculando estas dos temáticas: ideología transhumanista y escatología cristiana.
La escatología cristiana ante la ideología transhumanista
«El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso» (Flp 3,21)
INTRODUCCIÓN: EL HOMBRE, ANIMAL SPERANS
Entre las múltiples cualidades que definen al hombre, una de las esenciales parece ser que es un animal sperans, un viviente que existe esperando en una continua e insoslayable apertura a más.
Su apertura puede ser en dos sentidos: uno ontológico, como deseo de “ser más”, de crecimiento, de plenitud; y otro cronológico, la apertura como tensión y orientación hacia el futuro, esperado e intuido como futuro mejor.
La contracara de esta constitutiva apertura es la insatisfacción. Convivimos con ella, y se nos presenta con carácter ambivalente. Puede degenerar en amargura y angustia crónica; pero su ausencia absoluta podría implicar un desconocimiento o progresivo abandono de la auténtica grandeza y capacidad humana, y un aplanamiento antropológico irreparable.
La insatisfacción es, en última instancia, un locus spei, un lugar de esperanza. Es un recordatorio incómodo pero necesario de la esencial apertura a la trascendencia y al futuro: trascendencia donde el corazón alcanza su desbordamiento interior; futuro en el cual los anhelos aún irrealizados serán colmados. La insatisfacción puede constituirse “motor” del despliegue del ser.
Pero si brota de una idea empobrecida de la naturaleza humana, aliada a un ateísmo practico –no hay Otro que pueda auxiliar mi indigencia–, puede dar lugar a un afán obsesivo de eliminar todo lo que detiene u obstaculiza, aparente o realmente, nuestra realización. Parece lógico el surgir de una imperiosa y urgente necesidad –luego devenida en obligación– de “liberarnos” de todo lo percibido como límite. Se produce un grave e inmediato riesgo al confundir “mal” con “límite” cuando son realidades desiguales. Esta confusión dio lugar en los últimos siglos a un rechazo de la naturaleza humana como tal, con menosprecio explícito de todo rasgo de finitud, fragilidad y vulnerabilidad.
El movimiento transhumanista encuentra terreno propicio de desarrollo en la humana insatisfacción. Aliado de los vertiginosos avances tecnológicos, se presenta como la “solución” a las aporías presentes en la experiencia cotidiana. Se auto propone como capaz de responder al anhelo de más, y de asegurar un futuro perfecto, donde el mal y el límite habrán sido ya definitivamente vencidos. Aparece como capaz de cumplir los sueños que la humanidad siempre ha albergado, y cumplirlos “ya”, sin esperar un “más allá”.
La teología cristiana tiene la capacidad y el deber de iluminar y ayudar a discernir todo cuanto de verdadero, bello y bueno se encuentre en este movimiento, señalando también sus inconsistencias. Como Teología Moral, puede contribuir a dilucidar los incontables dilemas éticos que se plantean a la hora de avanzar –o no– en el mejoramiento de la corporeidad humana. Como Antropología Teológica puede indagar en los presupuestos sobre los cuales el transhumanismo plantea lo que es deseable o no, y especialmente ayudar a discernir –con una sólida visión filosófica– qué elementos constituyen lo esencialmente humano.
Sin embargo, en este trabajo quisiera mostrar cómo la Escatología –como área dentro de la Teología dogmática– puede ofrecer elementos de discernimiento actuales y pertinentes. Como tendremos oportunidad de profundizar, uno de los propósitos de toda ideología es ofrecer remedio a diversos males humanos, orientando la mirada hacia un futuro soñado y libre de las imperfecciones presentes, y dando así una razón para el esfuerzo de hoy y motivos para la esperanza. Bajo ese aspecto, se encuentran en el mismo ámbito que la reflexión escatológica actual, la cual, para Alviar
se detiene en los aspectos de confianza y consuelo, que alentaban a las primeras generaciones de cristianos. Busca recuperar algo esencial a la existencia cristiana, como es la esperanza. Esta intencionalidad configura gran parte de las consideraciones escatológicas del presente: procuran no ser elucubraciones teóricas o representaciones de la imaginación, o meras respuestas a preguntas curiosas sobre el futuro. Tratan más bien de ser reflexiones que puedan incidir seriamente en el planteamiento vital del cristiano, ayudándole a valorar su vida en la tierra y a conducirla adecuadamente.
Nos preguntaremos: ¿Qué anhelos del corazón se manifiestan en las propuestas casi mesiánicas del transhumanismo? ¿Cómo la esperanza cristiana y la promesa de la “vida eterna” pueden ser comprendidas hoy como una auténtica respuesta a los anhelos del corazón humano?
El presente trabajo, en su brevedad, intentará definir el movimiento transhumanista y algunos de sus postulados fundamentales (1), destacando las cuatro liberaciones que pretende llevar a cabo. Sirviéndome del análisis del Dr. Mariano Asla, procuraré luego mostrar que el transhumanismo es una ideología (2), y –en cuanto tal– se presenta como un sustituto secular de la esperanza cristiana. Pasaré luego a comentar el pensamiento de Benedicto XVI en Spe Salvi (3) para fundamentar por qué «sin Dios no hay esperanza». A modo de conclusión intentaré mostrar que las promesas de Cristo y el encuentro definitivo con Él –especialmente en la futura resurrección de la carne– constituirán una auténtica experiencia de la plenitud que el movimiento transhumanista quiere alcanzar a través de la tecnología, sin olvidar que las realidades futuras nos son ya dadas en esperanza. El “ya sí, pero todavía no” de la síntesis cristiana continúa siendo válido (4).