Cruzar de vereda

Casi cada mañana durante los últimos dos años -siempre que yo estoy en la parroquia- lo veo acercarse, lentamente, sin apuro, precedido por sus perros… El horario va variando de acuerdo a la estación y la intensidad del sol y del calor, pero la recorrida es esencial: sus mascotas no pueden vivir encerradas, y el baldío frente a la parroquia les ofrece el sitio ideal para esparcirse.

Pero creo yo que no viene solo para «pasear» sus canes. Casi siempre se pone de frente al templo, y especialmente desde que podemos mantenerlo abierto algunos días, se ubica directamente ante la puerta, pudiendo contemplar desde allí el ícono que preside la iglesia. Y lo vi, muchas veces, hacerse la señal de la Cruz.

El domingo pasado la escena fue aún más evidente para mí: yo estaba consagrando, y cuando elevé el Cuerpo sacrosanto, borroso, vi a nuestro habitual visitante, en la vereda de enfrente…

Yo sé que ustedes pensarán: «cura, ¿y lo invitaste alguna vez a entrar? ¿y le dijiste los horarios de Misa, e intentaste hacerte su amigo?» ¡Claro que sí! Pero su respuesta es siempre la misma: «ya algún día de estos voy a ir…»

El domingo, cuando hice la genuflexión, lo vi, clarito, en el espacio visual que se formaba entre el cáliz y el copón… como si el Mismo Señor Sacramentado me dijera: «Leandro, celebrá para los que vienen, y cuidalos, y nutrilos… pero no te olvides de los que están aún ´en la vereda de enfrente´… Ofrecé el Sacrificio también por ellos, y abriles las puertas, y buscalos si es posible, y esperalos siempre…»

En nombre de él y de ellos adoré a Mi Señor…

Y te cuento esta historia porque tal vez vos sos como él, tal vez aún estás «en la vereda de enfrente», y te da -quizá- temor cruzar la calle, y traspasar ese umbral, y caer de rodillas, y adorar al Dios hecho hombre no solo desde lejos, sino siendo uno con Él.

A vos te digo: hay mucha Vida en Jesús, en su Iglesia, en la Eucaristía… Hay mucho amor en María, hay mucha luz en la Palabra, hay una Eternidad que te espera.

Dale, cruzá de vereda, cruzá la calle… y entrá.

Y habrá fiesta en el Cielo.

 

P. Leandro Bonnin

4 comentarios

  
claudio
Estimado Leandro, lo tuyo es un acto de Fe, tú y el que está enfrente se conocen bastante, por lo que leo, de alguna manera también se puede participar y de hecho lo hace, desde enfrente, si alguna vez va a entrar es porque sabe lo que hay dentro.
En estos momentos tan duros para los católicos es imprescindible diferenciar claramente estar enfrente a estar enfrentados, mira lo que sucede en alemania.
Frente a Cristo no enfrentado a Cristo.
30/11/22 3:28 PM
  
Lucía Victoria
Buscarlos, esperarlos, abrirles. Siempre. Son tantos los que están en la vereda de enfrente...
Qué bonito, padre: ¿quién, sino el mismo Jesús, podría estar diciéndole tal cosa?
30/11/22 5:25 PM
  
Lucía Victoria
"Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!" (Rom. 10, 14-15)
30/11/22 6:27 PM
  
Raúl
Ese hombre que está "en la vereda de enfrente" tiene una oportunidad única, muy valiosa... Consiste en que enfrente tiene un buen sacerdote, que reza por él y que puede ayudarlo como manda la Iglesia, con los sacramentos y recta doctrina. El drama de nuestro tiempo es que cuando logramos que algunos crucen y entren, encuentran un sociólogo más, o algo así, es decir, un mundano que ahuyenta al que buscaba el amparo sólido y la "Verdad que hace libres". Pero en fin, Dios no se deja ganar en recursos para atraer las almas, así que hay que confiar en lo que El Señor dijo: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, y quien busca hallará y a quien llama se le abrirá."
24/01/23 4:02 PM

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