Diario de María: 19 de diciembre

“Hoy ingresamos en tierra de samaritanos. Como cada año y cada vez que tuve que ir a Judea, me volvió a impactar la hostilidad de estos hacia nosotros, pero menos que la de nuestro pueblo hacia ellos.

Nos detuvimos en el Pozo de Jacob. ¡Cuánto duele pensar que todos descendemos de Abraham, Isaac y Jacob, y que hoy no podemos ni mirarnos a la cara ni dirigirnos una sola palabra amable! Me senté por un momento junto al ancestral pozo, y me pareció descubrir allí, casi “dentro” del mismo, ecos de toda nuestra historia… Desde la partida de José, los largos siglos en Egipto, el retorno a la Tierra, el establecimiento de David y su dinastía… hasta llegar a esa ruptura nefasta, que no sólo nos separó de nuestros hermanos, sino que nos debilitó como Nación.

¡Quién no anhela, entre nosotros, que vuelva a surgir un David, capaz de gobernar nuevamente a las Tribus! ¿Será mi niño el encargado de hacerlo? Así lo dio a entender el Ángel: “El Señor le dará el trono de David su padre…”.

Pero aún no comprendo bien. Si mi hijo debe reinar, ¿por qué Yahvé fue a buscar precisamente a José? ¿No había acaso alguno más preparado, con más poder, con mayor prestigio?

“Reinará sobre la casa de Jacob para siempre… y su reino no tendrá fin”. Las promesas del Ángel resonaron esta tarde en mi interior, con una gran fuerza, sentada junto al pozo.

¿Sería acaso su reinado como los de los reyes de la Tierra? En verdad, no puedo ni imaginarlo empuñando armas, dominando con violencia. No lo imagino con sus manos teñidas en sangre… ¿Existe acaso alguna otra forma de reinar además de las que conocemos?


José me llamó, ofreciéndome un poco de agua fresca, y sacándome de esta especie de ensueño. Es que cada vez que pienso en el Niño, es como que el horizonte se ensancha sin fronteras, hasta el infinito. Es a la vez tan cercano y pequeño –siento sus pataditas y movimientos más minúsculos- y tan inmenso e inefable.

Llevarlo en mi interior casi no me pesa: es más, a veces siento que es Él quien me lleva a mí.

Gracias, Adonai, una vez más, gracias… que venga el reinado de tu Mesías, el Hijo de David y de Jacob”

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