12.11.10

Cuando el diálogo es (casi) imposible

Dialogar no es fácil. El diálogo es una “discusión o trato en busca de avenencia”. Pero a veces la avenencia no se consigue. Puede tratarse de un diálogo de besugos o hasta de sordos. De besugos, cuando falta la coherencia lógica, y de sordos, cuando los interlocutores no se prestan atención.

De ambos modelos de diálogo no logrado tenemos ejemplos más que de sobra. Se debe dialogar, sí, pero con quien esté dispuesto a ello. Lo demás, es perder el tiempo. Con un fanático el diálogo es imposible. Da igual lo que se diga o cómo se diga. El fanático – religioso o político – va a lo suyo. Sólo a lo suyo.

Yo creo que, visto lo visto, cuando el diálogo es imposible, no hay que retroceder. Hay que esforzarse por mantener las propias posiciones, con respeto y con firmeza. ¿Por qué una persona, sin llegar a demostrar nada, logra imponerse por encima del parecer de muchas otras personas? ¿Por qué unos padres a quienes el Crucifijo les molesta – no se sabe por qué motivo – han de obligar a los demás padres – que son mayoría – a retirarlo de un aula?

No vale el diálogo. A la minoría muy minoritaria – uno o dos – no le van a convencer las razones. Da igual lo que se les diga. No quieren el Crucifijo y basta. Se les podría decir que la imagen del Crucificado es un símbolo de nuestra civilización, un símbolo de paz, una imagen de la alianza de Dios con los hombres. Les da lo mismo. Ellos, a lo suyo.

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11.11.10

El Papa en la Sagrada Familia: 8 ideas

1. Una tierra de santos: “Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos”.
2. El simbolismo de un templo: “Ella [la materia] es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma”.
3. Los tres libros: “En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia”.
4. Jesucristo, Dios con los hombres: “El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad”.
5. Afirmación de Dios, afirmación del hombre: “Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios”.
6. El valor de la familia: “Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad”.
7. El gran servicio de la Iglesia: “ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29)”.

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10.11.10

La visita del Papa y sus críticos

Oyendo algunas críticas a la visita del Papa uno se pregunta si merece la pena escuchar y, sobre todo, si merece la pena responder. Es evidente que determinadas personas van a lo que van, a la carga contra todo lo que suene a “católico”. Son, en este propósito, incansables. Cualquier pretexto les basta y si no hay pretexto se lo inventan.

Algunos críticos obvian un dato fundamental: El Papa ha venido a Santiago de Compostela y a Barcelona porque ha sido invitado. Y no una ni dos veces, sino muchas veces. Y esa invitación no ha sido revocada. Invitado por las autoridades de la Iglesia y por las del Estado. Que yo sepa, el embajador del Reino de España ante la Santa Sede no se ha dirigido al Papa diciéndole: “Lo siento, Santidad, España está tan pobre que no podemos hacer frente a los gastos que ocasionará su viaje”. Si le hubiesen dicho esto, el Papa no vendría. Es más, es muy probable que se organizase una colecta en San Pedro para socorrer nuestra miseria.

Algunos críticos obvian una evidencia: Los católicos – que también somos ciudadanos – pagamos impuestos. Exactamente igual que los no católicos y que los anticatólicos. Pagamos el IRPF, el IVA y las demás tasas establecidas. No nos hacen ni una rebaja. Bueno, pues parece que sólo valemos para pagar. ¿Que viene el Papa a España y que hay que hacer frente a unos gastos a cargo del erario público? ¿Y? ¿De dónde sale el dinero público sino del bolsillo de los ciudadanos, también de los ciudadanos católicos? Todos los contribuyentes nos rascamos el bolsillo hasta para pagar lo que no nos gustaría en absoluto pagar, pero que nos obligan a hacerlo: la limpieza de los residuos que siguen a cada botellón; las subvenciones al cine, a los sindicatos, a los partidos; el coste de determinadas acciones presuntamente sanitarias que nos repugnan profundamente – abortos incluidos -. Pero, en la estricta aplicación de una misteriosa ley del embudo, no tenemos derecho a nada. Nosotros, a pagar y a callar como si fuésemos ciudadanos de segunda.

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9.11.10

Homilía en el Obradoiro: 10 frases y una conclusión

1. “En el punto de partida de todo lo que el cristianismo ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios”.
2. A nosotros “nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio”.
3. “Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser”.
4. “Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria”.
5. La aportación de la Iglesia a Europa “se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida”.
6. “Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad”.

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8.11.10

Sentimientos encontrados

Si he de hacer un primer balance de lo que para mí ha supuesto esta visita del Papa debo hablar de sentimientos encontrados, de una especie de amalgama de alegría y decepción. Alegría por la presencia entre nosotros del Sucesor de Pedro, por su magisterio claro y profundo, por la sintonía evidente de los fieles sencillos con el Pastor de la Iglesia universal. Pero he experimentado, también, tristeza al constatar que una parte – no sé si numerosa, pero sí influyente – de la población es cada vez más hostil al mensaje cristiano y a quien lo proclama de modo autorizado.

Los debates mercantilistas centrados en la relación coste-beneficio a propósito del viaje del Papa me han causado un profundo disgusto. Parecería que no se justificase la presencia del Papa si los hosteleros no llenan sus hoteles, si los dueños de los restaurantes no sirven más comidas o si los vendedores de souvenirs no hacen más caja. Me niego a seguir este argumento, incluso a sabiendas de que es falso. Mucho más dinero se gasta en otras cosas, sin que nadie alce en contra una sola palabra de protesta. Y, por si alguien lo olvida, también los católicos pagamos impuestos. También los católicos, que somos más de dos o de tres, tenemos derechos.

Unas palabras del Papa en el avión, antes de aterrizar en Santiago de Compostela, han levantado polémica. Benedicto XVI se refería a la aportación de España al catolicismo moderno, pero también a la existencia en nuestro país de un pensamiento laicista y anticlerical, de un “secularismo fuerte y agresivo”. Es decir, en nuestra historia está presente la fe, pero también lo está la laicidad y entre un paradigma y otro debe haber – y este es el reto de cara al futuro - no desencuentro, sino encuentro.

Que hoy en España se da un desencuentro entre fe y modernidad es una constatación evidente. Pero también existe un secularismo agresivo. Algunos medios de comunicación se han encargado de corroborarlo, proporcionando crónicas o informaciones marcadas por un laicismo inmisericorde; por no decir, simplemente, por la falta de respeto y hasta de educación. Uno se pregunta si un país así tiene futuro y si hay espacio en él para la convivencia. Sin duda, los españoles tenemos que trabajar mucho apostando por una cultura cívica que permita que, pensando de modo diferente, todos podamos respirar.

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