Evangelii gaudium: No a la guerra entre nosotros
A mí no me gusta, en el blog – ni fuera de él - , descender a la casuística. Más que nada porque la casuística, la aplicación de los principios a los casos particulares, es tan variada como variados son estos casos. Mejor resolverlos según surjan, sin prisas, sin generalizaciones, sin exposición pública innecesaria.
En la vida pastoral existe una gradación muy sabia: Se predica, en principio, para todos. Se atiende a cada persona en singular en la dirección espiritual y en el confesonario. Y, sin negar los principios, lo adecuado para una persona no tiene por qué ser, de modo inmediato, adecuado para otra. Un buen médico no cuelga a la puerta de su consulta una especie de cartel en el que diga: para quien tiene fiebre, tal pastilla; para el que no duerme, tal otra. No, no hace eso. Verá caso por caso, paciente por paciente.
¡Cuántos esfuerzos, cuántos enfados nos ahorraríamos en la Iglesia – y en las concreciones próximas de la Iglesia – si observásemos esa elemental norma de prudencia!
Estoy leyendo con enorme interés la enseñanza y la exhortación – si es exhortación, es también enseñanza – del papa Francisco “Evangelii gaudium”. En los números 98-101 de este texto advierte: “No a la guerra entre nosotros”.
Hay muchas guerras entre nosotros, entre los cristianos. A veces, más que guerras, “batallitas”. En mi día a día, perdonen si me contradigo y soy casuista, el fuego que más quema, que más harta, que más desanima, no es el “fuego enemigo”, sino el “fuego cercano”, supuestamente “amigo”. La actitud de quien nunca quiere sumar, sino restar. La crítica despiadada, sistemática y, encima, escasamente razonable.