29.12.15

Iglesia y democracia

Yo ya estaba acostumbrado, cuando tenía abierta la sección de comentarios en mi blog, a que algunos lectores me tachasen, como poco, de tibio, que viene a ser algo así como indiferente, como demasiado templado; más o menos, como si uno no tuviese convicciones firmes. Ya había asumido esa cruz. Es inevitable: uno escribe un post – que no es un tratado – y el que lo lee saca sus propias conclusiones, con más o menos razón.

Cuando toca comentar un texto, se suele recomendar hacer un resumen breve del mismo, señalar el esquema lógico que lo articula, comentar los principales conceptos que se exponen y, finalmente, relacionar ese texto con lo que el autor del mismo ha dicho en otros textos, y con la problemática abordada.

Le agradezco mucho al Dr. D. Luis Ignacio Amorós que se haya tomado la molestia, no solo de leer, sino de comentar, un post mío. No creo que, en mi pobre contribución, hubiese motivo para tanto. Pero es un honor que el Dr. Amorós se haya ocupado de hacerlo.

Yo, con D. Luis Fernando, estoy de acuerdo en todo. Y somos muy distintos. Él argumenta a su manera, yo a la mía. Pero, nunca, me he sentido en absoluto desacuerdo con él. Y creo que la razón de este no desacuerdo completo es porque, ambos, cada uno a su modo, defendemos de la mejor forma que está a nuestro alcance lo que cada uno entiende, de buena fe, que es más acorde con el catolicismo y con el bien común.

Fíjense que en mi respuesta a D. Luis Fernando solo me refería a lo que él había comentado sobre el 20 de Diciembre. A nada más. Solo a eso. Y le decía: muchos católicos no han votado a lo que han querido, sino a lo que han podido. Y eso no es una opinión; es una simple constatación. Y, si alguien no se lo cree, que repase, provincia por provincia, quién se presentaba y con qué programas.

Por más que revise ese post mío, no encuentro nada que cambiar. Hoy diría exactamente lo mismo. Yo sé que puedo equivocarme. Sé que puedo ser interpretado mal. Pero, espero, que nadie crea que diría jamás nada en contra de la fe o del magisterio de la Iglesia. Eso no lo he hecho nunca – que yo sepa – y con la ayuda de Dios espero no hacerlo jamás.

El Dr. Amorós le ha dado a ese simple post, muy contextualizado, una dimensión casi universal. Ha pasado de la anécdota a la categoría. Y, con plena justicia – quien escribe algo se expone a ser contestado – , esgrime una serie de disentimientos. Él sabrá.

Yo no he negado jamás que exista un magisterio de la Iglesia sobre la vida social y política. Y ya sé que el Catecismo lo recuerda. Tampoco voy a negar que, en estas cuestiones, a la hora de tomar una decisión tan concreta como el voto, la prudencia es esencial. Y no creo que ser prudente sea ser cobarde, no. Se trata de ser sensato.

La Iglesia, desde el Papa, pasando por las Conferencias Episcopales, y por los Obispos diocesanos, nunca ha dejado de orientar a los católicos. Basta repasar la página web del Vaticano, de la CEE, o de los diferentes Obispados. La Iglesia jerárquica no está muda. Que, justo antes de unas elecciones, diga algo o nada no significa que no haya dicho ya mucho sobre casi todo lo que se puede decir.

Nadie renuncia a la posible influencia social de los creyentes. Es obvio que todos los cristianos tenemos que batallar en favor de la verdad y de los valores. ¿Quién lo niega? ¿Quién podría negarlo?

No es sensato arremeter contra la existencia de las Conferencias Episcopales. Que no sean de derecho divino, no significa que no haya afinidad entre el derecho divino y el derecho eclesiástico. Existe algo así como la colegialidad episcopal, y las Conferencias Episcopales son un signo de esa realidad. Y los Obispos en España se han esforzado, esta última vez será la primera excepción, en hacer una nota ante las elecciones. Notas, muy de agradecer, pero ya no necesarias ( o no imprescindibles).

Los Obispos de España, como el Papa, no resumen su doctrina en notas. Hay un amplísimo magisterio que está, si se quiere, al alcance de todos.

Que el reino de Cristo “no es de este mundo” no lo he dicho yo. Lo ha dicho Cristo, y por algo sería. Las reclamaciones, a Él. ¿Cómo podemos realizar los cristianos el Reino de Cristo? Pues tratando que el mundo, en lo que podamos, responda a lo que Dios quiere.

A ver, yo pienso que la Iglesia – y los católicos – tenemos mucho que hacer. Nada más lejos de mi pensamiento que una especie de “quietismo”. Tenemos que profesar la fe, sin incoherencias. Tenemos que celebrarla. Que vivirla – con una ética plena en el plano personal y social - . Tenemos que orar, por todos; también por nosotros.

La democracia no es un invento del demonio. Vivimos en el mundo, y el mundo es lo que es. A nosotros nos toca, con las demás personas de buena voluntad, mejorarlo. Yo sé que, por poner un ejemplo, EEUU no es la Jerusalén celeste. Pero, si tuviese que optar, preferiría vivir en EEUU antes que en Corea del Norte.

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21.12.15

Para Luis Fernando: “Ya han votado los españoles…”

Querido Luis Fernando:

Cuando digo “querido”, no es una fórmula de cortesía, sino que responde a la verdad. Responde a un aprecio personal y a un acuerdo en muchas cosas. La más básica es que, ambos, tú y yo, nos consideramos católicos.

Las elecciones son lo que son. Responden, en buena medida, a lo que la sociedad es. A sus angustias y a sus penas. También a sus afanes. Y, sí, es verdad, en España hoy se juntan dos deseos: el deseo de aminorar las consecuencias sociales de la crisis y, asimismo, el deseo de algunos, que no son pocos, de poder votar – ellos dicen “decidir” – cómo insertarse o separarse del marco común del Estado.

Lo ideal sería, es verdad, un gobierno estable. Pero mi duda es: ¿Estable hasta cuándo? ¿Hasta dentro de un año? ¿Hasta dentro de dos? Yo no sé hasta dentro de cuándo. Pero, o cambia el discurso, o…. será hasta dentro de muy poco.

Caben las dos opciones que señalas en tu post: O una apuesta por el bipartidismo – que no creo que sea malo en esencia – o la apuesta por no se sabe qué. Lo de menos, casi, serían las nuevas elecciones. Muy caras, y muy poco recomendables en época de crisis económica.

Los animalistas van unidos – son animalistas y punto - . Los “pro-vida” y “pro-familia” no van unidos. Y es irreal pensar que alguien vote solo por las ideas sobre la familia y la vida, si quienes defienden esas causas – tan nobles -, en las demás son como la cara y la cruz. Porque no hay familia ni vida sin un contexto que las haga realmente posibles.

Muchos de los españoles que votan, votan a lo que pueden. Votan, incluidos los católicos, como si tuviesen que elegir entre Tiberio y Nerón. Así estamos. Una cosa es un ideal regulador – basado en los valores no negociables – y, otra, es tirar, sabiéndolo, el voto a la basura. Nadie puede, a la hora de una personal decisión, erigirse en norma. Cabe decir, a lo sumo, “yo haré esto”, comprendiendo que otros puedan resolver de otro modo.

Si un católico vota debe pensar, creo, ¿qué es lo mejor para España? Y debe pensar, asimismo, ¿qué opción respeta mejor los valores no negociables? Pero ha de jugar, también, con la prudencia: ¿Qué es, aquí y ahora, lo que cabe recuperar o no empeorar?

No se trata, a mi modo de ver, de que la CEE diga nada. La Iglesia, hoy, en España, carece de influencia social. Si no se nos combate más, es porque ya no somos, socialmente, relevantes.

¿La salida? Tratar de ser más católicos, más cristianos, más unidos. Y recordar que el reino de Cristo no es el reino de este mundo. Sin duda, habrá que formar a líderes sociales y políticos que tengan presentes, sin enarbolar como único mérito la bandera de ser católicos, los grandes valores que, en el plano socio-político, defiende la fe.

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16.12.15

Nuevo libro: “La obediencia del ser”

Acaba de ser publicado, en la editorial CPL de Barcelona, un nuevo libro, titulado “La obediencia del ser. Reflexiones sobre la vida cristiana”, en castellano y, en la versión catalana: “L’obediència del’ésser. Reflexions sobre la vida cristiana”, (Barcelona 2015, Colección Emaús 127).

Se trata de un pequeño ensayo, en el que recupero algunos de los posts publicados en “Infocatólica” y otros artículos que han salido en revistas de Teología o en periódicos. Tiene nueve partes: La atracción del amor; La fe que se interroga; Creer eclesialmente; La oración y la fe; Fe y testimonio; Lo más esencial: la caridad; El Sol y los astros; Elogio de los grandes hombres y A modo de conclusión.

El título, “La obediencia del ser”, lo he tomado de Romano Guardini. Él decía que la adoración a Dios – comentaba ese gran teólogo la adoración de los Magos – constituye la obediencia del ser. La adoración, decía Guardini, es “verdad realizada”.

El prólogo del libro lo ha escrito Mons. Alberto Cuevas Fernández, sacerdote y periodista. Y, creo, sinceramente, que el prólogo es lo mejor del libro. Muchas gracias, D. Alberto.

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10.12.15

Los católicos y el voto

Reconozcamos lo evidente: los católicos somos, en España, una minoría. Quizá haya, aún, muchos bautizados. Pero hay menos católicos confesantes, que traten de unir profesión de fe, vida moral, práctica de la oración y recepción de los sacramentos. Somos minoría y tenemos que actuar tomando conciencia de lo que somos.

Los católicos tenemos una referencia muy clara en los llamados “valores no negociables”, que decía Benedicto XVI: “el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables” (Sacramentum caritatis, 83).

¿Qué hacer ante un panorama de propuestas partidistas, en la que ninguna, con posibilidades de éxito, pueda defender del todo esos valores? Pues yo creo que lo más importante es intensificar el compromiso cristiano. Tenemos que ser, los que somos cristianos, un poco más cristianos. Si lo somos, con mayor coherencia, iremos poco a poco trazando un modelo de sociedad, una visión de la vida, razonable y, en principio, compartible por muchos otros. Compartible porque es buena; porque es lo mejor.

No basta con el anuncio del kerygma, con el anuncio de que Cristo muerto ha resucitado. Hace falta algo más: una propuesta cultural y también política. Porque la política es la ampliación de la ética, y a la vez su cuna.

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Presentación del libro de Óscar Valado Domínguez, La música como porta fidei en la conversión de Manuel García Morente (1886-1942)

Instituto Teológico Compostelano, 9-XII-2015.

 

1. Es para mí un motivo de alegría poder participar en la presentación de este libro del Dr. D. Óscar Valado. Y lo es por varias razones; entre ellas, y no precisamente la última, porque se trata de la publicación de la tesis de doctorado en Teología de alguien que ha obtenido la Licenciatura especializada en Teología Fundamental en este Instituto Teológico Compostelano. En junio de 2010, D. Óscar defendió aquí su tesis de Licenciatura titulada Música y teología en el Magisterio reciente. La belleza de la música como paradigma de un itinerario de fe. En su día, ya pensé que era una buena tesina y que, sobre todo, abría un camino de investigación que, de hecho, ha conducido a un doctorado y que – estoy seguro de ello – dará origen –es más, ya lo está haciendo -a nuevas reflexiones y publicaciones.

Creo que este libro, La música como “porta fidei” en la conversión de Manuel García Morente (1886-1942), refleja muy bien la personalidad de D. Óscar Valado, que es un sacerdote con gran capacidad de acercarse a la realidad, guiándose por un espíritu de sana curiosidad y por la apertura a múltiples dimensiones del mundo y del saber. No nos encontramos con un “hombre unidimensional”, que diría Marcuse, sino con alguien que sabe manejar diversos registros y llevar a cabo, en primera persona, el diálogo y la síntesis entre fe y cultura; una tarea a la que, sin duda, empuja la Teología Fundamental. Y este acercamiento a la riqueza de lo real – a la música, a la filosofía y a la teología - lo lleva a cabo D. Óscar con una razón sensible, estética, que traza puentes entre la percepción y los conceptos.

La razón positivista puede resultar útil en el campo de la ciencia y de la tecnología, pero resulta insuficiente si deja de lado lo que nos constituye como humanos: “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Mc 8,36). Por otra parte, el ámbito de los sentimientos y de las sensaciones, que configuran nuestro estar en el mundo, no debe desvincularse de la razón, para que la chispa que da alegría, no degenere en una bacanal de locura alienante, sino que se mantenga dentro de la sobria ebriedad, de la cordura, que caracterizan el estilo cristiano y, en general, el humanismo.

2. En la antífona de entrada de la Misa del Domingo de Pentecostés se recogen unas palabras del libro de la Sabiduría: “El Espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido” (Sb 1,7). Ningún murmullo se le escapa a quien está permanentemente atento a los gemidos interiores – de la creación y de nosotros mismos - que manifiestan el ansia de la redención.

El libro de D. Óscar es, como debe ser toda teología, un ejercicio intelectual y espiritual de escucha y de reflexión. El cristianismo es la religión de la Encarnación, en la que lo divino se manifiesta en lo humano, lo invisible en lo visible y lo inefable en ese reino de lo nouménico – permítanme la alusión kantiana – en el que habitan el arte, la belleza, la poesía y la música.

La sacramentalidad de lo cristiano nos debe impulsar a escudriñar cualquier huella, cualquier señal, que pueda servir de medio para el diálogo que Dios ha querido entablar con los hombres. El Espíritu Santo es, por decirlo así, la atmósfera que sostiene el diálogo del Padre con el Hijo en la intimidad de la vida divina y es, asimismo, quien nos introduce a nosotros en ese diálogo.

D. Óscar, con una perspicacia de detective, ha rastreado estas huellas de las que Dios se sirve para comunicarse con los hombres. En definitiva, la revelación es esa autocomunicación divina que suscita y pide, por parte del hombre, la respuesta de la fe. En este centro encuentra su eje esencial la Teología Fundamental.

D. Óscar repasa un itinerario vital, el del filósofo y músico Manuel García Morente, en el que el Misterio que es Dios se hace presente, incluso en su aparente ausencia, cuando humanamente uno puede tener la impresión de haberlo perdido todo, hasta el sentido de la propia vida.

Dios toca el corazón de García Morente valiéndose de una mediación sensible, sonora: la música; en concreto de tres piezas musicales que D. Óscar analiza desde la perspectiva teológica y musical. En varios pasajes de la segunda parte de su libro, el autor alude a la gracia de la fe. La Constitución Dei Verbum hace hincapié, al respecto, en la importancia de “los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del Espíritu y concede a ‘todos gusto en aceptar y creer la verdad’” (DV 5).

Pero D. Óscar no ha escrito una biografía de Manuel García Morente, sino un libro de Teología Fundamental que argumenta una tesis: la música puede ser para muchas personas, como lo ha sido en el caso de García Morente, la puerta de la fe. Más aún, es posible y fecundo contribuir a poner las bases de una teología de la música.

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