16.01.16

Ya no se respeta nada: asalto a pequeñas capillas aisladas

Ayer me comunicaban dos nuevos “robos”, más que “robos”, yo diría “asaltos”. Robar, lo que se dice “robar”, no van a robar nada. Mucha gente parece no saberlo, pero en las iglesias y capillas no hay dinero; podrán encontrar unos pocos euros, en el mejor de los casos. Pero, el dinero, está en otros sitios; no en las iglesias y capillas.

En la Galicia rural, y en otras zonas de España, las pequeñas iglesitas y capillas, que no son la sede de la Parroquia a la que pertenecen, se sostienen casi de milagro. Quizá, a lo largo del año, se celebrará en estos lugares sagrados una novena y la fiesta. Y poco más.

Es absurdo pensar que en estos recintos sagrados, testimonios de la fe de quienes nos han precedido, se puedan encontrar ingentes cantidades de dinero. En realidad, no solo en las capillas, sino también en las iglesias parroquiales, no hay dinero. Es bueno que se sepa: no hay dinero.

Todo lo que se ingresa en una iglesia parroquial se lleva al banco, y no se ingresa mucho. Más bien, mucho menos de lo que algunos creen. Más bien, muy poco. Que en las parroquias se haga lo posible por ayudar a las personas necesitadas, no quiere decir, en modo alguno, que las parroquias cuenten con un fondo inagotable de financiación. No es así, en absoluto.

El ideal proclamado por el Papa Francisco: “Una Iglesia pobre y para los pobres”, no es un ideal. Es una realidad. Las parroquias dan, muchas veces, lo que no tienen. Y, aunque se quisiese, una parroquia no es un cajero automático. Se da lo que se puede, y normalmente, más de lo que se puede. Pero no se puede dar lo que no se tiene.

Las parroquias no nadan en el dinero. Sería emitir un mensaje muy equivocado confundir la capacidad de misericordia con la idea de un pozo sin fondo. Sería un error que los fieles cristianos, tratando de ahorrarse una limosna, remitieran a los que piden a la Parroquia. No. Si no puede usted dar una limosna, no la dé. Pero no remita a la Parroquia, que tampoco puede darla.

Normalmente, en las parroquias, se ayuda con alimentos. Para quienes los necesiten. Pero es una ayuda subsidiaria. No por nada, sino porque no llega para más. La ayuda de las parroquias ni puede, ni pretende, sustituir al Estado, a las Comunidades Autónomas o a los Ayuntamientos.

Damos lo que podemos – y hasta un poco más de lo que podemos - , pero no tenemos una fábrica de dinero. Es muy peligroso, y muy falso, que cualquiera remita a alguien con necesidad – real o ficticia – a la parroquia de turno. Si usted, lector, puede ayudar, ayude, pero no crea que la parroquia es una fuente inagotable.

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14.01.16

Jesús Casás Otero, “Tota pulchra. María, esplendor de la belleza divina”

En esta reseña deseo presentar un libro, escrito por Jesús Casás Otero, dedicado a la Virgen María: “Tota pulchra. María, esplendor de la belleza divina”, Secretariado Trinitario (Colección “Ágape”, 51), Salamanca 2015, ISBN 978-84-96488-74-8, 406 páginas, 21 euros.

Jesús Casás Otero (Cangas do Morrazo, 1934) es coronel capellán del Ejército y canónigo del Cabildo de Tui-Vigo. En su formación y actividad intelectual, confluyen dos pasiones: la Historia del Arte (materia en la que se especializó en la Universidad Complutense de Madrid) y la Teología (es Doctor por la Facultad de Teología de Cataluña).

Son dos pasiones, dos campos de interés, que han fraguado en una síntesis fructífera: el tratamiento de las cuestiones teológicas desde la perspectiva de la belleza, del pulchrum, uno de los trascendentales del ser, olvidado quizá en la historia teológica más reciente – no así en la Patrística o en la Edad Media - , pero que ha ido recobrando espacio, gracias, entre otros, a la teología de H.U. von Balthasar. Esta obra que ahora comento está precedida de otras dos, muy significativas: Estética y culto iconográfico (BAC, Madrid 2003) y Belleza y vida de fe (San Pablo, Madrid 2009).

El prólogo, escrito por el Prof. Gonzalo Tejerina Arias, de la Universidad Pontificia de Salamanca, proporciona unas claves muy oportunas para adentrarse en la lectura de este libro: “el lector halla en estas páginas [nos dice con relación al texto de Jesús Casás] un tratado de mariología completo elaborado sub specie pulchritudinis” (p. 9).

Y eso es, en verdad. María es el esplendor de la belleza de Dios. En Ella, en María, la belleza está íntimamente relacionada con la encarnación y con la salvación; en definitiva, con la Trinidad, con Jesucristo, con la Iglesia y con la humanidad.

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13.01.16

Un bebé en el Congreso de los Diputados

Me ha encantado la imagen. Es muy loable que una madre lleve a su hijo, muy pequeño, a donde pueda llevarlo. Ni nodrizas, ni guarderías, ni nada por el estilo. Un niño necesita a su madre. A su padre también, obviamente. Pero quizá más, al menos a esa edad, sobre todo, a su madre.

Privar a un niño de padre es injustísimo; privarlo de madre, no tiene perdón. Yo siempre observo la relación de las madres con sus hijos pequeños. Es de absoluta dedicación, de total dependencia mutua: de la madre hacia el niño, sin duda, pero también del niño hacia la madre.

En este mundo inhóspito, al que venimos, la patria es la madre. Privar de patria, de madre, es condenar a un bebé a la condición de alguien que no sabe ni cómo ni por qué ha venido al mundo.

Yo no soportaría haber nacido sin el amor de mi madre. Como soy el hijo mayor, también he sido “príncipe destronado”. Pero, esa seguridad básica, la del amor de mi madre, no me ha abandonado en la vida. Gracias a Dios.

Un bebé en el Congreso de los Diputados es, casi, como un bebé en la iglesia parroquial. Es, casi, algo anómalo, pero es una presencia que infunde esperanza. Esa presencia viene a decir que la vida merece la pena, que no es un castigo, sino un don de Dios.

¡Y en el Congreso de los Diputados! Donde, por desgracia, se han aprobado leyes que no favorecen, precisamente, que nazcan niños. Un bebé de 5 o 6 meses es un regalo del Cielo, pero también lo es con cinco o seis meses – o con un minuto - de gestación, antes de nacer. Un bebé siempre es un regalo.

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2.01.16

¿Quiénes serían hoy los Magos – o las Magas -?

Me parece admirable el relato evangélico de la Adoración de los Magos (cf Mt 2,1-12). El texto nos habla de “unos magos de Oriente”, quizá astrónomos babilonios, muy pendientes de escudriñar los fenómenos naturales. En cualquier caso, se trata de personas íntimamente abiertas a la verdad y que no tienen empacho en reconocerla, una vez encontrada.

Benedicto XVI, además de lo que ha escrito sobre la infancia del Señor en su trilogía sobre Jesús de Nazaret, ha dedicado varios discursos y homilías a hablar de los Magos. Hay que recordar que, en Colonia, se veneran – desde el siglo XII, pues fueron trasladadas desde Milán – las reliquias de estos sabios de Oriente.

¿Quiénes serían hoy los Magos?, se pregunta el papa Benedicto. Y apunta a tres categorías de personas: los gobernantes, los hombres del pensamiento y de la ciencia, y los líderes espirituales de las grandes religiones no cristianas.

Estas tres categorías de personas prefiguran “tres dimensiones constitutivas del humanismo moderno: la dimensión política, la científica y la religiosa” (Benedicto XVI, “Homilía”, 6-1-2007).

¿Qué sería lo común de estas tres categorías? La búsqueda de la justicia, la búsqueda de la verdad y la búsqueda del bien. Los Magos se diferencian de Herodes. Este último simboliza el poder prepotente y estridente de este mundo. Los Magos reconocen, en Jesús, un poder diverso: el poder inerme del amor. Conjugan una gran esperanza y una gran valentía. No se conforman con poco ni con lo de siempre.

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31.12.15

Un prólogo amable, de Mons. Alberto Cuevas

En la visita que hizo a san Felipe Neri un ministro del gobierno italiano de la época, le impresionó ver con qué alegría y eficacia obedecían al santo sus frailes. Bastaba un gesto, una mirada, una insinuación o sugerencia, para que inmediatamente ejecutasen lo que se les había indicado. Intrigado y admirado preguntó a san Felipe cómo se las arreglaba para que sus frailes le obedeciesen así. Y el santo contestó: “Mandando muy poco”. Cuando alguien ha tomado voluntariamente decisiones firmes, por motivos fundados y con ánimo decidido, no hace falta exigir, amenazar o forzarle a que actué de manera coherente; hará lo que tenga que hacer, saliéndole del alma. Y esa actitud rezumará espontáneamente al exterior.

Varias veces a lo largo de la lectura del libro que tienes en tus manos me vino a la memoria tan sencilla como ilustrativa  anécdota. Porque descubre que la confianza, la fe, la obediencia en definitiva   –hacer lo que hay que hacer, llevar a cabo la misión propia, cumplir los deberes- , es una  preciosa virtud de extraordinarias consecuencias en la vida personal y en la convivencia social, que nos hace vivir felices – como los frailes envidiados por el ministro-,  o en perpetuo amargor, si es que no se captó el meollo del “y por qué tengo que hacer eso”… La ignorancia o el desconocimiento voluntario de las razones y porqués, condenan a muchas personas a una rebelde e inmadura adolescencia a perpetuidad. De ahí que sea tan gratificante querer saber, para poder entender y amar; o al menos  para no dejarse engatusar con bisuterías…  La clave en la vida está, por tanto,  en saber por qué entregamos nuestra voluntad al amado o a lo que aspiramos, pues solo entonces la libertad se hará entrega confiada…  Dicho de otro modo, llena de gozo y satisfacción, y rebaja los resquemores, cumplir el deber, conociendo el sentido  y el valor de la aportación personal al objetivo pretendido o al ideal programado. De hecho en los trabajos mecanizados y  “alienantes”, se recomienda, casi como medicina,  “hacer ver  al operario qué lugar ocupa y qué aporta su trabajo personal al conjunto general”.  Dicen los psicólogos que solo así se liberan depresiones, malhumores,  y aparece el optimismo de quien descubrió  por fin que no es un tornillo suelto, alocado y  neutro en un hasta entonces  delirante universo inexplicable…

La obediencia del ser.Reflexiones sobre la vida cristiana es una escalinata suave y entretenida por la que se asciende y accede a montones de respuestas a fundamentales porqués de  la vida cristiana: ¿qué creemos y su sentido, es razonable o más bien cursi e infantiloide creer, es científico…?. ¿Hay  argumentario,  como se dice ahora, para cimentar y explicar la adhesión a la Iglesia y cómo debe ser el compromiso con ella? Y otra que  pudiera ser: eso de creer ¿sirve para algo? o ¿para cambiar el mundo tengo que cambiar también yo…?

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