27.12.18

La virginidad de María, un misterio que resuena en el silencio de Dios

Cada año nuevo comienza bajo la protección maternal de la Santísima Virgen: “concédenos – le pedimos a Dios en la Santa Misa – experimentar la intercesión de aquélla de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida”.

Dios da a todo bien principio y cumplimiento, en la historia de la salvación y en nuestra propia historia personal. Y un reflejo de ese principio y de ese cumplimiento lo tenemos en Santa María, la Inmaculada, la Madre de Dios, la Asunta en cuerpo y alma a los cielos.

San Pablo sintetiza en una frase la relación que vincula a María con Jesús: “nacido de una mujer” (Ga 4,4). El Hijo de Dios ha venido a la tierra en una humanidad como la nuestra; una humanidad que recibió de Dios a través de la Virgen. De Ella asumió el cuerpo sagrado dotado de un alma racional que, en la Encarnación, se unió perfectamente a la Persona divina de Cristo. Jesucristo es, a la vez, verdadero Dios y verdadero hombre.

La concepción virginal de Jesús es indicio de su identidad, de su condición divina y humana. Él es el Hijo de Dios hecho hombre. Fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, sin intervención de varón. Sólo en la fe podemos adentrarnos en la comprensión de este misterio, que va más allá de las posibilidades humanas, pero no de las posibilidades de Dios.

San Ignacio de Antioquía acusaba al “príncipe de este mundo”, el Demonio, de querer ignorar tres misterios esenciales de la vida de Cristo: la virginidad de María, el nacimiento de Cristo como verdadero hombre y la realidad de su muerte en la Cruz, “tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios”.

La Iglesia no se cansa de alabar a Dios en la solemnidad de Santa María, siempre virgen, “porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo, y, sin perder la gloria de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro”.

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Cristo, Imagen y síntesis

Cristo es “imagen de Dios invisible” (Col1,15). No solo es “el Verbo” (Jn 1,1), sino también “la Imagen”. Él, centro de la revelación, reconcilia  por su Cruz todos los opuestos (cf Ef  2,13-18): “Es él, perfecta Imagen de Dios invisible, quien conduce a la fe a la humanidad creada a imagen y semejanza de Dios” (N. Steeves).

Para von Balthasar, Cristo es “imagen de todas las imágenes”, que afecta y ordena en torno a él por su presencia todas las imágenes del mundo. A través de las imágenes se ofrece a la visión de todo el mundo, y no solo de unos pocos: siendo Dios, el Cristo-imagen crea el mundo y lo salva; siendo Hombre, es formado a su vez por el mundo en su carne y en ella deviene visible como imagen.

Cristo, imagen de todas las imágenes, invita al fiel a intentar, por medio de la imaginación, encontrarlo en toda criatura visible del cosmos que significa la presencia real de Dios. Encontramos así una razón cristológica profunda para la comprensión sacramental del mundo; para ver en todo lo creado un signo que remite a Dios.

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26.12.18

Fe e imaginación: “Sin confusión ni separación”

Siguiendo la lógica, la articulación formal ya mencionada, del concilio de Calcedonia, “fe e imaginación pueden y deben enlazarse sin confusión ni separación”.

Sin confusión, porque la fe – la respuesta del hombre a la revelación divina - no es la imaginación. Pero sin separación, porque la fe se despliega como visión y puesta en imágenes del mundo. La imaginación hace a la fe más real, en el sentido newmaniano de más vinculada con la experiencia concreta y personal, y la fe hace a la imaginación más realista, más fiel a la realidad de las cosas.

La imaginación puede paliar tres debilidades estructurales de la fe, fortaleciendo así su credibilidad, su aptitud para ser creída por el hombre de un modo libre y socialmente responsable.

La imaginación puede paliar una falta de persuasión de la fe en lo que concierne a su objeto, reforzando su credibilidad interna, al imaginar de modo persuasivo su contenido.

La imaginación puede también reforzar la credibilidad del testigo de la fe, percibiéndolo como más convincente.

Igualmente, la imaginación puede ayudar a la fe a descubrir lo real, a profundizar en la realidad para alcanzar su verdad, para vincular la fe con cosas y no meramente con nociones.

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25.12.18

La revelación que toca la imaginación y la hace “Real”

La finalidad de la revelación es la salvación del hombre y, para alcanzar esa meta, ha de salvar la imaginación cognitiva y la imaginación ética: “lo que debe ser salvado en el corazón del ser humano, es la imaginación misma, tanto para el actuar como para el saber” (N. Steeves); para evitar, en definitiva, imaginar lo falso en el plano del conocimiento y lo malo en el plano ético.

J.H. Newman destaca en sus escritos el carácter “realizante” (To realize) de la imaginación. El conocimiento de índole personal, concreto y vinculado a la experiencia, está asociado a la aprehensión real; es decir, a la interpretación de los términos de una proposición – de un enunciado - como referidos a realidades y no meramente a nociones.

Cuando digo: “Mi amigo Arturo ha salido del hospital de Vigo” los términos de esta frase son concretos y se refieren a realidades conocidas por mí, asociadas a mi experiencia y a mi memoria. Si digo: “Un triángulo es un polígono de tres ángulos y tres lados”, no hay nada personal en los términos que conforman la proposición, sino que se trata de una expresión pública, anónima, nocional.

La aprehensión real – unida a lo concreto - es más fuerte que la nocional y abstracta “porque las cosas, que constituyen su objeto, son más impresionantes y estimulantes que las ideas que son objeto de la nocional. Nuestras experiencias y nuestras imágenes llaman la atención y ocupan nuestra mente, pero las abstracciones y sus combinaciones no” (J.H. Newman).

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22.12.18

Imaginación y Teología

Se ha dicho que la cuestión teológica de la imagen “marca el paso” a la teología (P. Sequeri). Pero ¿qué significa imaginación? El Diccionario de la Lengua Española indica cuatro acepciones del término:

1) Facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales.

2) Aprensión falsa o juicio de algo que no hay en realidad o no tiene fundamento.

3) Imagen formada por la fantasía.

Y 4) facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos, etc.

Estas diversas acepciones ayudan a comprender que, a la hora de abordar el valor cognoscitivo de la imaginación, no siempre haya habido acuerdo entre los filósofos y entre los teólogos.

¿La imaginación ha de ser rechazada como una fuente de engaños o, por el contrario, estimada como una ayuda para pensar la realidad y forjar nuevos proyectos?

Según Aristóteles, la imaginación “es una representación que media entre el espíritu y el cuerpo y lleva a actuar”. Este papel mediador entre el espíritu y el cuerpo se orienta a conocer lo real y a actuar concretamente. Sin imagen, no hay pensamiento. La imaginación lleva a cabo esta función mediadora y reconciliadora.

Al hablar de la sacramentalidad de la fe, de su carácter personal, concreto, encarnado, no se puede pasar por alto la imaginación.

Es habitual, en los tratados de Teología fundamental, cuando se intenta analizar en qué consiste la fe, abordar la relación entre fe y razón, lo cual es necesario, porque no se puede dejar de lado la razón. Pero la razón no puede quedar reducida a un esquema racionalista, sino que ha de abrirse a la totalidad de lo humano, sin menospreciar la imaginación a fin de no privar al logos  - a la razón - de la carne.

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