6.04.10

Newman y Russell

El 27 de febrero de 1841, en plena ebullición del Movimiento de Oxford, se publicó el célebre “Tracto 90”, que intentaba una lectura católica – aunque todavía no romana- de los 39 Artículos Anglicanos, en armonía con la tradición de la Iglesia. No era el primer intento en este sentido que había tenido lugar en Inglaterra, porque ya en 1646, el capellán católico de la esposa de Carlos I Estuardo había llevado a cabo una tarea similar. Aunque lo más habitual es que fuesen interpretados en sentido luterano o calvinista.

Para Newman, autor del “Tracto 90”, los Artículos Anglicanos censuraban las corrupciones populares del catolicismo romano, pero admitían las doctrinas católicas. Newman, aún anglicano, distinguía así entre la tolerancia de las autoridades romanas con respecto a las exageraciones populares y las formulaciones solemnes de la Iglesia Romana respecto a la doctrina.

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5.04.10

Una propuesta para el Mes de Mayo

Hace dos años, en 2008, escribí en el blog una serie que había titulado “Mayo virtual". Los posts sirvieron de base a un libro que ha sido recientemente publicado: “Treinta y un días de Mayo", Ed. CCS, Madrid, 2010.

Por sugerencia de una lectora asidua del blog, he pensado que sería una buena iniciativa convocar a los lectores habituales y comentaristas a escribir, en una extensión máxima de un folio, una reflexión sobre la Virgen María y sobre el papel que juega en la vida cristiana.

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4.04.10

La belleza de la Pascua

A mí me gustan y me emocionan todos los momentos del tiempo litúrgico. Porque el año litúrgico es la celebración del Misterio de Cristo, que es el Señor del tiempo, que abarca y resume en sí mismo todos los tiempos.

Si tuviese que expresar una preferencia, muy personal, me inclinaría por el llamado “tiempo ordinario”. No está focalizado en un acontecimiento peculiar, sino en la base y en el fundamento de todos ellos. Cristo es el Verbo encarnado, el Emmanuel, el Dios con nosotros, que redime lo que ha asumido: el hambre y la sed, el cansancio y el descanso, la vida y la muerte.

La divina humanidad de la Liturgia nos seduce. Nos seduce el Nacimiento del Salvador, el trasunto histórico del misterio de la Encarnación. Dios hecho hombre. Dios hecho niño. Dios inerme, como inermes somos nosotros. Necesitado de cuidados, de protección, hasta de mimos.

El Padre quiere a su Hijo y, en la economía de la Trinidad, permite, si así podemos decirlo, su envío al mundo. Pero encomienda la recepción de su Hijo a la Persona que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo. Y crea, “ex novo”, como prototipo de toda criatura, a María Santísima, a la dulcísima Madre del Verbo encarnado. Dios sabe cómo somos los hombres y nos ha facilitado el camino de reconocer nuestro origen dándonos a una Madre.

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3.04.10

Dios nos lo hizo ver

Dios nos lo hizo ver

(Homilía para el Domingo de Pascua, ciclo C)

El domingo de Pascua es el último día del Triduo Pascual. Resuena, en este día, el “kerigma”, el solemne anuncio de la resurrección de Cristo hecho por Pedro el día de Pentecostés: “Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de la resurrección” (Hch 10,40-41).

“Dios lo resucitó al tercer día”. La Resurrección, enseña el Catecismo, “es una intervención trascendente de Dios mismo en la creación y en la historia” (n. 648). Se realiza por el poder del Padre, que “ha resucitado” a su Hijo, introduciendo de manera perfecta su humanidad – con su cuerpo – en la Trinidad. Dios lo ha resucitado, no para que vuelva a morir, sino para que viva para siempre, para que entre en una vida que ya no tendrá fin.

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Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron

Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron

(Homilía para la Vigilia Pascual. Ciclo C)

La Resurrección de Jesús es la “verdad culminante” de nuestra fe en Cristo, la verdad central y fundamental (cf Catecismo 638). San Lucas relata que las mujeres fueron las primeras que, de madrugada, acudieron al sepulcro (cf Lc 24,1). ¿Por qué esa premura? Beda comenta esa diligencia diciendo: “Si vinieron muy de mañana las mujeres al sepulcro, fue porque habían de enseñar a buscarlo y encontrarlo con el fervor de la caridad”. Es el amor el que mueve a buscar y a creer. Es el amor lo que conduce a Cristo.

Son las mujeres las últimas que lo dejan la tarde de su muerte. Habían seguido a José de Arimatea y habían visto el sepulcro y cómo había sido colocado allí el cuerpo de Jesús. Buscaban a Jesús muerto, para tributarle un último homenaje, llevando aromas y ungüentos. No era la primera vez que las mujeres ungían con perfume, en un gesto de generoso derroche, el cuerpo del Señor. Así, en Betania, María, la hermana de Lázaro, “tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (Jn 12,3).

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