1.06.10

Mayo en el Blog: Recensión y recuerdo

Hemos llegado al final de “Mayo en el blog". El texto se lo debemos a Yolanda, que ha tenido la amabilidad de recensionar un libro mío. Pero ese libro - ay, Umbral, Umbral - evoca un recuerdo: El “Mayo virtual” de 2008, en este mismo blog. Agradezco a Yolanda sus palabras y, a todos, su colaboración y su benevolencia.

Treinta y un días de Mayo
(Escrito por Yolanda)

Treinta y Un Días de Mayo, de don Guillermo Juan Morado, es un libro de piedad mariana, concebido para dedicar a nuestra Madre un espacio de oración cada día del mes que la Iglesia le tiene consagrado. Pero es bastante más. Existen otros libros que satisfarían cumplidamente el cometido de ayudar a los fieles en su devoción a María, pero Treinta y Un Días de Mayo añade características, diría que casi urgentes, para los fieles de nuestro tiempo.

Ante todo, que no hay página – particularmente en el apartado de Reflexión- en que no se perciba el delicado y contagioso amor filial del autor hacia Nuestra Señora. Y ese contagio resulta tanto más fácil cuanto que el lenguaje empleado, siendo perfectamente acorde con la sensibilidad actual, reposa en una convicción profunda del autor acerca de este género de libros, de los que es autor profuso: estas expresiones devotas deben responder a la necesidad de que la piedad conduzca a las fuentes de la gracia.

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31.05.10

Mayo en el blog: Plegarias y poemas

Una oración sincera y confiada, la que nos ofrece César para este “Mayo en el blog". En la plegaria, el corazón se expansiona, sabiendo que su súplica va a ser oída, por el Hijo y por la Madre.

Plegaria nocturna y dos poemas.

(Escrito por César)

(Un alma y un cuerpo restaurados)

He regresado al hogar de tu verso
libre de manos y pies, suelto el paso;
presento credenciales del fracaso,
labios vírgenes y pellejo terso:


otra vez.


Resumo en hueras palabras hazañas
que otros alcanzaron por saber pelear,
a mí no me queda sino el deletrear
caída tras caída de vate sin mañas:


otra vez.

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30.05.10

Tardes de domingo

Los demás días son, más o menos, iguales. En el domingo, de algún modo, se interrumpe el tiempo. No es mala cosa esa ruptura, esa pausa. Los días son, todos, para Dios, pero que un día nos recuerde esta primacía de lo divino es un recuerdo pertinente.

Hay domingos y domingos. Domingos de soledad y de compañía. De gozo y de ausencia de gozo. Pero no es, ni siquiera en el aspecto “humano, demasiado humano”, un día triste.

Antes, en esos “antes” que nuestras biografías pueden marcar, no siempre he anhelado los domingos, al menos no sus tardes. Ahora sí. En una búsqueda de lo esencial de la vida, veo que quedan pocas cosas de las que no se pueda prescindir: Mientras dure, la propia familia y, más allá de toda humana “duración”, está el que era, es y será.

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29.05.10

Mayo en el blog: Yo te saludo, María

Un texto difícil el que presento hoy. Difícil no porque su intelección sea complicada, sino porque revela sufrimiento y dolor. Una realidad, plenamente humana, pero de la que tendemos a huir. Una realidad, en todo caso, asumida y redimida por Jesucristo. La vida de fe no se edifica sobre la nada; se construye sobre lo que somos y permite el salto a lo que aún no somos, pero llegaremos a ser, si correspondemos a la gracia. En el texto se relata una historia interior, poblada de fantasmas, como pobladas de fantasmas están nuestras torres más propias. Pero es también una historia liberadora, exorcizadora, que atestigua el poder sanador de la fe. Y la compañía, silente tantas veces, de Nuestra Señora. Debemos el texto a Eduardo.

YO TE SALUDO, MARÍA

(escrito por Eduardo)

Para todo católico la Virgen María es, ante todo, Madre. Y es a través de la experiencia de haber sido amados por la madre de cada uno de nosotros como la Madre Universal se nos aparece con mayor claridad en nuestros corazones. Para mi desgracia, aquella primera vivencia de lo maternal no fue todo lo ejemplar que hubiera deseado. No es lugar para hablar de ello aquí, pero lo que quisiera destacar es que, aun cuando mi experiencia como hijo de mi madre fue demasiado compleja y teñida de claroscuros, siempre tuve la añoranza de una madre inequívocamente buena; en mi corazón estaba inscrito, por así decir, mi necesidad de la Madre Universal, la llena de gracia, María.

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Profesar, conocer, adorar

Homilía para la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Ciclo C)

En la oración colecta de la Misa de la solemnidad de la Santísima Trinidad pedimos a Dios “profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa”.

Profesar la fe verdadera es confesarla, dejando que la palabra externa signifique lo que concibe la mente. En el Bautismo, se invita al que va a ser bautizado, o a sus padres y padrinos, a confesar la fe de la Iglesia. En el centro de esta confesión está el misterio de Dios: “La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad”, decía San Cesáreo de Arles. Y San Gregorio Nacianceno, al instruir a los catecúmenos de Constantinopla, afirmaba, sobre la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo: “Os la doy [esta profesión] como compañera y patrona de toda vuestra vida”.

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