Que todos los pueblos lo adoren

Nosotros vivíamos en medio de la oscuridad del pecado. Y la luz de una estrella brilló en el cielo para conducirnos a adorar a Cristo. Es la Caridad la única estrella que nos lleva hasta Jesús. Dios nos sacó de la oscuridad en que vivíamos y nos llevó al Reino de su Hijo Amado, quien por su muerte nos salvó y perdonó nuestros pecados.

Jesús Sacramentado es la imagen del Dios que no podemos ver. Por medio de Él, Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que puede verse y lo que no se puede ver, y también los espíritus poderosos que tienen dominio y autoridad. En pocas palabras: Dios creó todo por medio de Cristo y para Cristo.

Cristo es el Cordero degollado que, con su sangre ha comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación.

Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición.

Y todas las criaturas que existen en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra, y en el mar, y en todo cuanto hay en ellos, oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.

Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Póstrense ante Él todos los reyes de la tierra; sírvanle todas las naciones.

Y los reyes de todos los pueblos llegaron al portal de Belén y adoraron al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y reconocieron la realeza y la divinidad de Cristo.

«Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado».

Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios estará con ellos y enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado.

Cristo es el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le dará gratis de la fuente de agua de vida. Cristo es el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre.

Adorad al Rey de la Gloria. Postraos de rodillas ante el Sagrario.

Y postrándose, le rindieron homenaje…

¡Viva Cristo Rey!


Algunos recordatorios:

Lo primero: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Lo más importante no el «amor», así sin más. Lo importante es El Amor de los Amores: Cristo. Y quien ama a Cristo cumple sus mandamientos.

La Santa Misa es el sacramento de la caridad. Se recibe el amor de Dios para vivir amando a todos.

Confesémosnos a menudo y vivamos en gracia de Dios.

No se puede comulgar en pecado mortal.

El pecado no se debe bendecir. El pecado es ofensa a Dios: ¿cómo Dios va a bendecir las ofensas que recibe? Se ama al pecador pero se abomina el pecado.

«El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente…»: No forma parte de la sabia voluntad divina el pluralismo y la diversidad de religiones. No hay más Salvador que Jesucristo. No hay salvación fuera de la Iglesia. Nadie va al Padre sino es por el Hijo. Quien crea y se bautice se salvará. Quien no crea se condenará. Sólo hay un Dios verdadero: la Santísima Trinidad, tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

Podría seguir… Pero, ¿Para qué?

Los comentarios están cerrados para esta publicación.