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27.08.12

Medjugorje, más problemas de lo que parece

Dichosos los que ven, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

 

Los que escuchan a los videntes, a mí me escuchan.

 

“Esto se repitió tres veces… Todavía estaba Pedro  perplejo sobre lo que significaría la visión que había tenido,…” (Hch 10, 16-17)

 

 

            Después de escribir el año pasado los artículos “La cara oculta de Medjugorje” I, II, III, IV, V, VI y VII, pensaba dejar de lado este tema. Pero veo que algunos no paran. Noto cierta intencionalidad de convertir este fenómeno en algo oficial, un modelo a seguir. Si este fenómeno no tuviera elementos problemáticos, y hasta peligrosos, ni me inmutaría; todo lo contrario. Pero los tiene, y muchos. La verdad no es lo mismo que la mentira, ni se puede construir nada bueno sobre una falsedad. Un fin bueno, no puede ser justificado por medios malos.

            Expondré primero, en un único artículo, los motivos y hechos (algunos recordaré de los escritos anteriores procurando explicarlos un poco más, otros añadiré) por los que no creo en la sobrenaturalidad (divina) de las apariciones en Medjugorje, ni tampoco creyó el primer obispo Zanic, ni las dos comisiones constituidas por él, ni la comisión de la Conferencia Episcopal de Yugoslavia de entonces, ni el obispo actual Ratko Peric, ni otras tantas personas realmente competentes para juzgar el fenómeno. Luego abordaré los peligros que pueden resultar de la falta de criterio en la atención a las personas con cierta afición a este fenómeno. Finalmente abordaré la única solución posible que cabe a este fenómeno embarazoso, de acuerdo con las indicaciones actuales competentes.

            La mentira es peligrosa, el mismo padre de la mentira se sirve de ella para todo lo que se proponga. Debemos huir de ella como de la peste, sabiendo que “Más admitida una contradicción, ¿qué habrá que no pueda legitimarse?” (San Pío X, Pascendi).

            Escribo con especial atención a los sacerdotes, encargados de pastorear su grey en la verdad y la seguridad de la doctrina enseñada de la Iglesia, especialmente ciñéndose a lo manifestado por el “fundamento y pilar de la verdad” (1 Tim 3, 15) en cuanto a este fenómeno y criterio general para juzgar estos hechos. No somos una Iglesia de “aparicionistas” donde la verdad se recibe y justifica, se recibe como de una cátedra autorizada por medio de los videntes. El Señor puede intervenir en nuestra historia, las revelaciones privadas tienen su lugar en la Iglesia, pero siempre después de un examen serio y crítico hecho por aquellos a los que Jesús dijo: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha”.

            Paso a los argumentos en contra:

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