Respuesta al Padre Pablo Fontaine ss cc
Estimado Padre Fontaine
Antes que nada, permítame agradecerle por su sacerdocio, labor santa que hace presente a Cristo cada día en medio de nosotros los laicos.
Me he encontrado con su “carta a mis hermanos católicos” en el sitio web territorio abierto, también publicada en Religión Digital, y me he animado a responderle, porque los puntos que aborda son tremendamente relevantes, y me han interpelado en varios aspectos.
Disculpe que me sirva de las herramientas de internet para “trozar” su carta, pero espero que sea más claro para los lectores. Hay partes que no reproduzco, porque nada tengo que agrega a lo que escribe.
Dice Ud.:
El descenso de credibilidad de la Iglesia y su pérdida de prestigio no provienen de una persecución mal intencionada. Si así fuera, podríamos vanagloriarnos de ser perseguidos por la causa de Jesús. Pero no es así.
Nunca es vana la gloria que proviene de ser perseguido por la causa de Jesús.
Es cierto que no hay una campaña específicamente orquestada para destruir a la Iglesia chilena, como ocurre en otras partes del mundo, pero eso no quita que debamos olvidar la muerte del padre Gazziero, o ignorar que muchas personas, sin odiar Cristo, consideran que la Iglesia y su mensaje son un enemigo a vencer y desterrar de nuestras tierras.
La misma Iglesia Católica que ayer era valorada por su firmeza frente a la dictadura y su servicio a las víctimas, en un breve tiempo se ha hecho harto menos creíble y hasta despierta animosidad en muchas personas.
La defensa de las víctimas de la dictadura por parte de la Iglesia es una joya en la corona de la Virgen del Carmen, patrona de Chile, pero en su momento también fue causa de persecución y descrédito ante las autoridades. Cuando el signo del gobierno y de los tiempos cambia, no es de sorprender que la Iglesia siga siendo impopular por su defensa de la dignidad humana, aunque ahora por la de las personas que molestan a la izquierda.