Prensa e Iglesia: el Papa tiene razón

No se puede decir que el Papa dé muchos palos de ciego. Más bien todo lo contrario. Respecto a las últimas declaraciones hechas por Benedicto XVI, hay que decir que tiene razón, porque cada vez más los medios, y especialmente la televisión, han pasado de la información al infotainment, a una concepción comercial de la información en la que se prima lo espectacular, lo escabroso, lo escatológico sobre lo realmente importante.

El Papa nos dice que en las ciudades viven o sobreviven “personas invisibles, que de vez en cuando saltan a las primeras páginas de los diarios y de las televisiones y que son explotadas al máximo, mientras la noticia y la imagen atraigan la atención". Esto me recordaba a una tertulia, en la que participé la semana pasada, en Radio María, en la que el P. Javier Igea relataba un poco su experiencia en Nueva York. Una ciudad donde, más que el estereotipo de personas ariscas, vive gente que está “muy sola". Un modelo de ciudadano que podemos trasponer perfectamente a casi cualquier ciudad de un país desarrollado.

En ese contexto de aislamiento, los medios unen el tejido social, le dan cohesión pero ¿Qué cohesión podemos esperar tras ver un telediario? Cuando sacamos en limpio cosas tan lamentables como que un periodista ha sido ingresado tras sufrir una agresión, nos damos cuenta de lo mal que hacemos nuestro trabajo, ya que somos incapaces de refrenar nuestros más bajos instintos frente a aquél que no piensa como nosotros.

Es casi paradójico que en la era digital estemos más solos que nunca, más bárbaros que en siglos anteriores y, sobre todo, más privados de la Buena Noticia que busca fomentar el Santo Padre. Es una paradoja que podamos saber la vida de Belén Esteban casi mejor que la cotización en Bolsa de Telefónica, y en cambio lo más importante sea relegado a lo marginal.

“Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt”

La luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas la rechazaron. De la misma manera, asistimos impotentes a una luz que brilla con fuerza, pero que no puede brillar si nuestro corazón está tan oscuro como el mundo que nos rodea.

Nuestro reto es que seamos capaces, no ya de transmitir esa buena nueva, sino de conocer realmente a quien queremos transmitírsela para que verdaderamente pueda escuchar la buena nueva. Hace poco leía un comentario “la pica la ponemos en Flandes, no en nuestro terreno", y efectivamente hay que mojarse, pero a sabiendas de lo que ’semos’, sin perder la identidad, en pro de un sincretismo “ecuménico” que no ayuda a transmitir nada, puesto que nos vacía de contenido.

Lo que dice Benedicto XVI es un claro llamamiento a periodistas católicos, pero también al resto de los fieles, a que no debemos quedarnos en lo negativo. Ahí fuera pasan cosas maravillosas, y cada día en cada iglesia Dios viene a estar con nosotros. Ojalá podamos entender algún día la información no por lo “novedoso", sino por lo que realmente es “buena noticia".

Los comentarios están cerrados para esta publicación.