Muertes, mentiras, grabaciones y Providencia

Todos los días mueren personas. En las camas de los hospitales es normal ver morir a gente de todas las edades y de diferentes enfermedades. La jefatura de Tráfico nos da las cifras de muertos y heridos en las carreteras, cada fin de semana, puente o periodo vacacional.

Siempre se piensa que esas muertes son fruto de muchos motivos. Pero cuando se asiste a la muerte de un joven deportista, y, además de muerte súbita, entonces la situación se complica, porque los medios de comunicación social se hacen eco de un hecho que parece imposible en una persona que practica un deporte.

La muerte, en el lenguaje franciscano es nuestra hermana. La muerte nos acompaña desde el primer minuto de nacer. La muerte no la podemos eliminar de nuestra presencia.

La sociedad actual es enemiga de reconocer que la muerte es consustancial con todos los seres vivos, desde los más elementales hasta los más complicados como somos las personas, creadas a imagen y semejanza de Dios.

Aquí radica una de las hipocresias más fuertes de este momento histórico: mientras no se desea la presencia de la muerte de nadie; mientras no se quiere hablar sobre la muerte; se legisla lenta e inexorablemente sobre la muerte de los seres vivos concebidos en el seno de una mujer; se esconden los muertos por sobredosis de droga; se tapan los muertos por
determinadas enfermedades para no generar alarma social…..

Esta forma hipócrita de existir en este momento histórico lleva a no renocer ni siquiera el pasado biográfico de nuestros propios padres, llegando a sesgar la historia, haciendo fuerza en un aspecto y escondiendo el otro. Creyendo que los demás son tontos y que se puede tapar el sol con el dedo. Si esta situación la protagoniza un personaje público el efecto es más evidente e impactante.

Dentro de esa hipocresia se esconden, también, las jugadas y los dimes y diretes de las varias escuchas telefónicas, probadas o sin probar, anunciadas pero sin verificación, que propician una sensación de desarme y de sospechas infundadas tanto con quien hablas personalmente, como con quien lo haces a través de un teléfono.

Mientras tano, los cristianos ofrecemos una razón de vida a la muerte, de verdad a la mentira, de valentía a la cobardía, y de coherencia a la ausencia de ella. Los cristianos seguimos al Maestro Jesús de Nazaret, quien no dice que no temamos a nada ni nadie y que confiemos en la Providencia divina que da de comer a los pájaros del campo, porque son obra suya, y las personas somos hijos salidos de su mano de alfarero de arcilla, quien nos modeló, nos exhaló el aliento de la vida, hasta que un día dejemos este mundo en paz, sin saber ni el día, ni la hora, ni la forma de nuestra partida a la casa del Padre. Lo que supone que debemos estar con las maletas preparadas siempre.

Tomás de la Torre Lendínez

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