Las víctimas del franquismo no son iguales a las victimas del terrorismo etarra
De aquellos polvos, llegan estos lodos, reza el refrán castellano. Hubo un hombre al frente de los destinos políticos de España. Tenía cuatro abuelos. Solamente recordaba a uno fusilado durante una guerra incivil como son todas las guerras. Perseguido por el fantasma del abuelo, aquel hombre suministró su manía persecutoria, su afán de desenterrar muertos, su guerracivilismo, a todos los ciudadanos legislando una desmemoriada ley de la memoria histórica.
Con dinero abundante, 25 millones de euros en cinco años, surgieron herederos similares al del abuelo fusilado, se crearon comités, gabinetes, colectivos, asociaciones de la recuperación de la memoria histórica, quienes mamaron de esos dineros para conseguir sus fines, en algunos casos inconfesables o inexistentes.
Al cambio de gobierno por medio de las urnas, los amamantados de aquellas ubres ubérrimas piden más dinero, igualándose a las victimas del terrorismo etarra, conocedores de los tiempos de recortes de gabelas que estamos y estaremos durante el tiempo que ha de menester.
La equiparación, que hacen los engordados con la economía generosa de la memoria histórica, con las victimas del terrorismo es absolutamente inmoral porque aquellos proceden de una guerra civil, en tercera o cuarta generación después de 75 años, y éstos vienen de haber perdido hace pocos años a sus familiares más queridos a manos de unos asesinos en la actual generación.




