Caso Zuheros: el obispo Demetrio tiene toda la razón
He conocido varios ingresos de jóvenes en monasterios de religiosas de vida activa o contemplativa. En todos los casos la alegría de la familia era la atmósfera que todos respiraban cuando llegaba la fecha de entrar en religión, como decían los antiguos modos de hablar de la Iglesia y de los cristianos vecinos de los pueblos.
Por la historia, tengo datos veraces de cómo en tiempos del Antiguo Régimen la entrada de las mujeres en monasterios era tenido por un alto honor de familias de linaje aristocrático, porque el régimen del mayorazgo suponía que los hijos segundos o terceros tenían dos vías: la militar y la clerecía en los varones, y la mujeres tenían un destino señalado: el matrimonio de conveniencias favorables económicamente, o meterse entre cuatro paredes en un cenobio femenino.
Durante los duros años de la posguerra civil, en muchas casas de pueblos agrícolas surgieron vocaciones al sacerdocio, o la vida religiosa, realmente envueltas en hogares católicos donde la formación en la fe era católica era básica para seguir la llamada del Señor. En otros casos era una forma de quitar bocas hambrientas en casas de abundante prole y pocos recursos económicos.
Solamente he conocido un caso similar al ocurrido en Zuheros, localidad de la provincia de Córdoba. Se resolvió con dialogo y paz. Algo que ha faltado ahora, donde han preferido llegar al monumental artificio mental y mediático que ha creado el padre de una de las novicias que han ingresado en las Hermanas de la Cruz de Sevilla.
Una vez más, afirmo que el obispo Demetrio de Córdoba tiene toda la razón.











