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18.07.20

Lecturas estivales (III). Para los del medio (8 a 12 años)

                         «Ruta patagónica». Obra de Julia Sanmartin Sesmero (2006-).  

 

 

  

«En las flores silvestres de verano
Se estremece aún
El sueño de gloria de los guerreros».


Basho

 

«Lentos veranos de niñez
Con monte y mar, con horas tersas».


Jorge Guillén

  

 

   

Las vacaciones son para los niños sinónimo de libertad y tiempo de juegos. Especialmente las que transcurren en la época estival dejarán en su memoria algo intemporal y mágico; recuerdos nostálgicos y casi nebulosos a través del aire brillante y luminoso de un caluroso día de verano. 

Por esta razón mi selección veraniega de lectura para niños entre los 8 y los 12 años, se inclina por lo lúdico y lo, aparentemente, insustancial. Niños revoltosos y juguetones e historias de fantasía serán sus protagonistas. Y sin más preámbulos empiezo:

  

Charlie Moon, de Shirley Hughes


                                                       Los dos títulos de Charlie Moon.

De la británica Shirley Hughes ya les he hablado. Ilustradora de talento, también fue una escritora prolífica y afortunada. Aquí les presento a una de sus criaturas, el deliciosamente lioso Charlie Moon, un tipo a lo Guillermo Brown que a veces se deja enredar en asuntos misteriosos. El personaje protagoniza dos historias. En la primera, Aquí viene Charlie Moon (1980), se nos presenta a Charlie. Son las vacaciones de verano y su madre decide que por su propio bien y por el de su inquieto hijo lo mejor para los dos será que el niño pase algún tiempo con su tía Jean en Penwyn, la localidad costera de veraneo donde esta vive y donde regenta una tienda de objetos de broma y disfraces. ¿Quién no amaría a una tía que tiene una tienda de objetos de broma en la playa? Desde luego que no Charlie, incluso si tiene que sufrir a su prima Ariadna, una sabelotodo. Sin embargo, cuando nuestro protagonista se topa con un misterio relacionado con una joyería, toda ayuda es bien recibida y hasta su prima podría llegar a ser una útil aliada. Historia divertida y sin pretensiones que hará sonreír a los jóvenes lectores. Las maravillosas ilustraciones en blanco y negro de Shirley Hughes aderezan convenientemente el relato.

En la secuela, Charlie Moon monta una gran feria (1986) (nunca segundas partes fueron buenas), vemos de nuevo a Charlie y a su prima Ariadne, esta vez frustrando los planes de una banda de patéticos ladrones. Curiosamente, la historia se desarrolla entre la biblioteca pública y la feria del libro local. Aún siendo entretenido y gozando nuevamente de las buenas ilustraciones de Hughes, la historia pierde algo de la originalidad que poseía el primer libro y, para colmo, a alguno de los personajes más entretenidos y conseguidos en aquella primera novela de la serie, como la tía Jean y la señora Cadwallader. En todo caso, entretenida y divertida lectura de verano.

De 8 a 10 años.

 

El trasto de mi hermanita, de Dorothy Edwards


                                                 Los dos títulos editados por Alfaguara.

En la tradición de los chicos traviesos, pero trasladada al universo femenino, en los años 80 se publicaron en España dos libros de una serie humorística protagonizada por un terremoto de niña de unos cinco o seis años, titulados El trasto de mi hermanita (1952) y El trasto de mi hermanita se porta bien (1968), escritos ambos por la británica Dorothy Edwards. Los libros contienen una serie de divertidos episodios cortos protagonizados por, como señala gráficamente el título, la traviesísima hermanita de la narradora. Estos breves relatos fueron concebidos por Dorothy Edwards para mantener apaciguada a su hija Jane durante unas vacaciones familiares. Al parecer la autora se inspiró en su hermana pequeña Phyllis Mary para construir las historias, y a ella se los dedicó. Edwards publicó cinco libros con estos relatos y todos fueron ilustrados por Shirley Hughes. Como he dicho es España se ha publicado solo dos de los cinco libros de la serie por Alfaguara, conteniendo las ilustraciones de Hughes.

De 7 a 8 años.

  

Henry y Ramona, de Beverly Cleary

 

 

                Los cinco títulos de la serie de Henry Huggins publicados por Bruguera

Al otro lado del charco, en los Estados Unidos, y allá por los años 50, una prolífica y hoy muy conocida, autora de literatura infantil, comenzó a escribir una serie de libros protagonizados por un chico de unos once o doce años llamado Henry Huggins. Beverly Cleary era bibliotecaria y escribió el primer libro de la serie en 1950, en respuesta a las demandas de los niños de su ciudad que acudían en tropel a su biblioteca en busca de libros sobre «chicos como nosotros». Pocos años después, Cleary puso en marcha una nueva serie protagonizada por uno de los personajes secundarios de las historias de Henry Huggins, Ramona Quimby. Esta serie fue todo un éxito y superó con creces a su predecesora en popularidad. Henry apareció solo en raras ocasiones en la serie Ramona y como un personaje secundario. Ambas series se desarrollan en el vecindario de Grant Park, en el noreste de Portland, Oregón, donde fue criada la autora.

Henry es el típico chiquillo de una decena de años de clase media que vive en un barrio de casas unifamiliares rodeadas de por un pequeño jardín. Como muchos chicos de su edad y condición en Estados Unidos, Henry gana algo de dinero repartiendo periódicos, actividad que realiza en bicicleta y acompañado de su inseparable perro “Pelanas” (originalmente, “Ribsy”).  

Ramona es una niña muy despierta de seis años que convive con sus padres, con una hermana cuatro años mayor llamada Bea (Beezus) ––que es amiga de Henry Huggins–– y con un gato. Las historias relatan la vida cotidiana de esta familia, centrada sobre todo en Ramona, pero implicando a todos los demás miembros de la misma. 

Las dos series contienen divertidos y sencillos relatos sobre la vida cotidiana de chicos normales y corrientes, los mismos que pedían a la Beverly Cleary bibliotecaria historias cotidianas protagonizadas por niños como ellos. 


                            Los seis títulos de la serie de Ramona publicados en España.

Aquí en España fueron publicados casi todos los libros de ambas series. La de Henry, en los años 70 por la mítica editorial Bruguera, en su colección «héroes juveniles», comprendiendo los títulos de Henry HugginsHenry repartidor de periódicosHenry y BisisHenry y el casino y Henry y “Pelanas”. Respecto a la serie de Ramona, la edición corrió a cargo de Espasa, Austral y Planeta Agostini y se publicaron los títulos de El mundo de RamonaRamona empieza el cursoRamona la valienteRamona y su madreRamona y su padre (medalla Newbery de 1978) y ¡Viva Ramona!. 

De 10 a 12 años.

 

El pequeño Nicolás (1959-1965), por René Goscinny

 


                                    Ilustración de Jean-Jacques Sempé (1932-).

El año pasado se cumplieron 60 años del nacimiento del pequeño Nicolás, l´enfant terrible imaginado por René Goscinny y dibujado por Jean-Jacques Sempé. Goscinny escribió el primer libro de la serie en 1959, el mismo año en que también publicó el primero de los cómics de Asterix que le harían mundialmente famoso.

En la senda de Tom Sawyer, Penrod o Guillermo Brown, se trata de una serie de breves relatos protagonizados y narrados en primera persona por Nicolás, un inquieto chico de unos siete u ocho años de una familia francesa de clase media en el París de los años 60. Las historias recogen retazos de vida cotidiana de protagonistas infantiles alborotadores y revoltosos pero encantadores y tremendamente divertidos, en una atmósfera «retro», como se dice ahora. Los relatos parecen ideales para leer en voz alta a un auditorio, con toda seguridad, entregado a las risas causadas por este escolar inocentemente transgresor y sus amigos.

                                     Los originales cinco primeros títulos de la serie. 

Una de las cosas que me gusta de estas historias es su falta de «corrección política», es decir, en palabras llanas, su falta de acomodo a la modernidad y sus cursilerías. Es un pequeño viaje en el tiempo a un mundo (el de la Francia de los años 60 del pasado siglo) que no es tan diferente del que vivimos en nuestra infancia muchos de nosotros. Al situar Goscinny al narrador en la persona del protagonista, Nicolás, deja traslucir el punto de vista infantil, con sencillez pero mucha maestría, en acomodo perfecto con las ingenuas y afables ilustraciones de Sempé. Además, el humor del bueno es intemporal, como comprobarán ustedes y sus hijos si deciden acercarse a esta serie.

En España el pequeño Nicolás se ha editado con profusión por Alfaguara, Círculo de Lectores, y recientemente Loqueleo (proyecto de literatura infantil y juvenil de Santillana), por lo que no resulta dificultoso hacerse con los libros. 

 De 10 a 12 años.

 

Las hadas de Villaviciosa de Odón (1953), de María Luisa Gefaell


  Cubierta de «Las hadas de Villaviciosa de Odón». Benjamín Palencia (1894-1980). 

Las hadas no son patrimonio de nadie. Cierto es que la mayor parte de las historias que hemos leído y leemos a nuestros hijos proceden de tradiciones literarias y populares alejadas de esta piel de toro que habitamos. Pero también aquí ha habido y hay fermento y abono de misterio y fantasía como para que estos delicados y evasivos personajes se aparezcan. Una escritora española fue de la misma opinión y nos ha dejado dos volúmenes de cuentos feéricos y maravillosos, muy, muy españoles. Me refiero a María Luisa Gefaell, premio Nacional de Literatura 1952 con La princesita que tenía los dedos mágicos (1951), colección de seis poéticos cuentos en los que se mezcla la realidad con la fantasía, deliciosamente narrados en un estilo sencillo. El que da título al libro nos habla de una princesa que, por culpa de una maldición, solo puede ver la fealdad y el dolor en lo que le rodea, hasta que descubre que con solo rozar las cosas con sus dedos las transforma, convirtiendo todo en alegría y belleza. El volumen está ilustrado con los dibujos de Juan Palet, en línea muy moderna y colores vivos.  

   Láminas de J. Palet (1911-1996) para «La princesita que tenía los dedos mágicos».

Pocos años después, la autora, nos regaló otro delicioso libro de cuentos, Las hadas de Villaviciosa de Odón (1953), donde, los personajes fantásticos que dan título a la obra, van y vienen, danzando y jugando en un lugar muy cercano a Madrid. Cada uno de los relatos trata de diferentes protagonistas como «las hadas del mar», «las hadas de la tierra»«las hadas de la sierra» «las hadas de la Luna». Así, entre sus páginas encontramos hadas marinas que aparecen perdidas en el río, hadas que convierten áridos paisajes en campos de flores, hadas que se enamoran de simples mortales y se equivocan de tiempo, y también, hadas musicales que transforman a zapateros remendones en cantaores de seguidillas. La obra se encuentra iluminada por las ilustraciones de Benjamín Palencia, fundador de la denominada Escuela de Vallecas. 

Ambos libros reúnen los cuentos que la autora creó para sus hijas, con la intención de despertar y ensanchar su imaginación; como señaló una de ellas, su madre quería «que cada cuento fuese lo más completo posible, que fuese entretenido, que tuviera su misterio, que acercara a los niños a todo lo que pudiera ampliar más su mundo y su capacidad de ilusión». En el prólogo al segundo de los libros, María Luisa Gefaell dejó escrito: «Siempre quedará un niño o un algún poeta, para encontrar tesoros, milagros o hadas en esta tierra dura, por este cielo anchísimo». Ustedes y sus hijos pensarán, seguro, que ella lo logró con estos libros. 

De 8 a 12 años.

 

Y para acabar, un poema. Este pequeño fragmento de Los poemas sin nombre, de Dulce María Loynaz, puede ser oportuno. Disfrútenlo.

 

De todo cuanto han hecho los hombres, nada amo más que los caminos.

Ellos son la lección de humildad útil, de mansedumbre cristiana que nos encarecen los libros de piedad.

Los caminos sirven como Marta y están quietos como María: nada tan noble, tan sereno como este tenderse en paz, y largamente…, largamente.