Les presento a un profeta de verdad. Lean, lean...
Raro es el día que no se desayuna uno con alguna profecía de calamidades. O bien de tipo individual, el espabilado de turno que parece ser que tiene más clarividencia que el primaveral papa Francisco, el Sínodo de obispos, el pastor propio e incluso el ajeno. No digo nada de las profecías colectivas, porque también de cuando en cuando salen escritos tan infumables como vacuos pero que pretenden ser el profeta Isaías redivivo.
El caso es que de profético tienen bastante poco, ya que se suelen limitar a repetir cosas tan novedosas como la venta del vaticano, el sacerdocio de la mujer, el celibato opcional y la libertad de expresión, que digo yo que si no existe cómo es que pueden sacar impunemente esos panfletos. Cosas que pasan. He de decir que jamás he visto un proyecto pastoral serio ni un compromiso evaluable en cualquiera de estos escritos. Ni la más mínima autocrítica frente a la vida personal del autor o de las comunidades y parroquias de los firmantes. Eso sí, a los demás, especialmente a los de arriba, palo si bogan, y palo si no bogan, con la perplejidad de que a punto de la JMJ Brasil 2013 todavía no he leído nada sobre que ese dinero se podía dar a los pobres (¿recuerdan lo de Madrid?).