Yo soy Valdeluz
En estos últimos días, desde que saltó a toda la prensa la palabra “Valdeluz”, son ya unas cuantas las personas que me preguntan por el asunto, muy posiblemente con la vana pretensión de obtener de mí alguna revelación secreta o al menos palabras de reproche contra lo que ha sido mi vida durante años. Insisto: vana pretensión.
He sido religioso agustino veintitrés años de mi vida. De ellos, nueve como conventual de Valdeluz, profesor de religión y responsable de pastoral en el colegio, y vicario parroquial de Santa María de la Esperanza, la parroquia “del colegio”. Dejé la orden hace casi veinte años. La razón fundamental es que mi vida ha sido siempre la parroquia y se me hacía difícil compatibilizar la vida de comunidad con la misión parroquial. Que nadie pretenda sacar otra conclusión. Quiero a los agustinos y me sigo refiriendo a ellos siempre como “mis frailes”. Más aún, mantengo una excelente amistad con muchos de ellos.

Hace unos días ha pasado por aquí un grupo de voluntarias de Cáritas de una parroquia vecina para conocer nuestros proyectos, especialmente en el tema de empleo. Buena gente, entregada, solidaria, acompañadas por la trabajadora social de la zona que es quien anda coordinando y animando sus proyectos.
Poca cosa hay más falaz que presentar la disidencia pura y dura con la doctrina de la iglesia bajo capa de mansedumbre, humildad, bonhomía, deseo de autenticidad y vuelta al más puro espíritu del evangelio, en el camino del Vaticano II, y en la confianza de que “volverá a reír la primavera, que por cielo, tierra y mar se espera”. Echo en falta lo de “arriba hermanos a vencer, que en la Iglesia empieza a amanecer”, pero lo dejo como sugerencia por si a alguno le vale.
Hoy se cumple el año de la inauguración de la capilla de adoración perpetua en la parroquia. Escribo este post para contar a los lectores cómo estamos viviendo el aniversario y para animar a sacerdotes y parroquias a abrir nuevas capillas. Los frutos son extraordinarios por pura misericordia de Dios.
Dos cosas que no me resisto a comentar, porque me duelen en el alma y me desgarran por dentro.





