Por supuesto que vale la pena
Nos colocamos rápido en la altura de quienes todo lo saben y se relacionan con los que consideran inferiores con una suficiencia que se mueve entre la conmiseración y el desprecio. Los curas tenemos una gran tendencia.
Nosotros somos los leídos, los escribidos, los que saben aunque no sepamos de la misa la media y los que, en consecuencia, hacemos, deshacemos, organizamos, programamos y de nuestra capa un sayo, ya saben. La gente no sabe, no entiende, no valora, no acude, no viene, es igual lo que hagas, total es lo mismo y, además, a Dios qué le importa. El caso es que desde nuestra altanería nos situamos por encima de la fe, la tradición y la historia simplemente porque nos es más fácil aposentarnos en la comodidad y así justificar la falta de fe y de celo apostólico.