Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
Mala cosa esa sensación de vivir bajo la ley del embudo, según la cual algunos tienen patente de corso no solo para hacer lo que les venga en gana, sino para cachondearse abiertamente de las cosas más santas de cada uno, eso sí, dejando claro que lo hacen únicamente por pura libertad de expresión y dejando claro que si alguien se burla de tu madre y tú protestas, eso es únicamente por tu falta de talante democrático amén de fruto de tu desfasada ideología fascista que te lleva a la intolerancia.

Esa es mi teoría. Muchos de los que hoy llamamos alejados son personas que aparecen por las iglesias por los motivos más diversos. Difícil es que alguien no tenga que pisar un templo, aunque no sea más que por puro compromiso social en forma de bautizo de un sobrino, boda de la prima Perenganita, la comunión de mi Josemari o el funeral de la abuela de Mengánez. Añádase a esto la procesión de San Roque en el pueblo o la fiesta del pueblo del veraneo. Difícilmente uno puede mantenerse al margen de las celebraciones de la Iglesia católica, aunque solo sea por puro ambiente social. Por tanto, ya ven que venir, vienen.
No solo no es neutro, sino que es la mayor y más terrible fuente de manipulación. Los políticos lo saben muy bien y los eclesiásticos no somos malos discípulos.





