El fin de los tiempos históricos.

En su obra: “La ciudad de Dios”, San Agustín nos enseña que tanto la ciudad de Dios como la ciudad de los hombres, tienen fines opuestos. Mientras la ciudad de Dios tiene como fin la paz eterna, la ciudad de los hombres tiene como fin la destrucción. Porque en la medida en que la ciudad terrena busca el fin en sí misma, no puede sostenerse en algo que sea permanente. El error de la ciudad del mundo radica en colocar en el lugar de lo absoluto y de lo inmutable, lo relativo y mudable que conduce a la nada. De modo que mientras la ciudad de Dios se encamina a la paz que trasciende esta vida, la ciudad del mundo tiene su fin aquí. Los ciudadanos de la ciudad de Dios están en el mundo sin ser del mundo. Están en la ciudad temporal, pero sin ser de la ciudad temporal. Por eso para los ciudadanos de la ciudad de Dios, es muy importante reflexionar sobre el tiempo.

El hecho de que los ciudadanos de la ciudad de Dios tengan como fin lo inmutable y lo absoluto, conduce a que caigan en la cuenta de que el tiempo no puede ser otra cosa que la participación de la eternidad. De modo que los ciudadanos de la ciudad de Dios son conscientes de que, en este mundo temporal, el cristiano está inmerso en la eternidad. El pasado y el futuro son momentos de la eternidad porque, aunque el pasado y el futuro ya no son en nuestra percepción terrena. En realidad, el pasado y el futuro siempre han sido y son siempre. Lo que hay es un eterno presente en el que el hombre capta los sucesos de una manera fugaz. El ciudadano de la ciudad de Dios sabe que, el tiempo es como un resquicio por el que el hombre vislumbra la eternidad, y los hechos históricos son como la irrupción de la eternidad en el tiempo que conecta los momentos. El ciudadano de la ciudad de Dios sabe que el presente histórico se encuentra en la eternidad en cuanto la implica. Y es que el presente, en sentido estricto, no es temporal porque lo temporal implica el pasado y el futuro que tienen lugar en el presente. Por eso ni el pasado ni el futuro abren la visión a la eternidad. Sólo el presente es una ranura por la que el homo viator puede ver la eternidad.[1]

De lo anterior se sigue que, aunque los ciudadanos de la ciudad terrena pongan su fin en sí mismos y en el mundo, la historia universal implica la eternidad, de modo que el tiempo histórico supone necesariamente el fin que es la conclusión del tiempo, es decir, lo escatológico. Se trata del fin último después del cual ya no puede haber tiempo histórico, ni historia. El final de la historia en el que se acaba el tiempo histórico.

Pero además, si hay fin de la historia, es que hubo un principio o una creación de la historia que tiende al fin. Y es que no hay devenir si no hay fin que atrae el movimiento hacia él. Y un tiempo sin principio ni fin, en realidad no es tiempo porque sería un círculo que da vueltas sin sentido y sin razón; un eterno retorno de lo mismo como lo concebían los griegos. Por eso es necesario comprender que el tiempo tiene un inicio y un fin absolutos. Hay un inicio de la historia y un fin de la misma, es decir, un último hecho histórico.

Si reflexionamos un poco más, veremos que, sin principio y fin histórico, la Historia deja de ser una ciencia humana y se convierte en una narración de sucesos sin sentido. Pura descripción sin fin, el absurdo que no termina y que, al no tener sentido, se disuelve en la nada. De aquí que el fin de la historia no pueda ser temporal sino estar por encima del tiempo. Y ese fin es el que le da sentido a la historia y está presente en la historia. De modo que el fin ya está presente en cada acontecimiento histórico que nos muestra la eternidad. En conclusión, mientras los ciudadanos de la ciudad del mundo tienen como fin su destrucción, y por lo mismo no ven sentido al tiempo ni a la historia; los ciudadanos de la ciudad de Dios tienen como fin Dios mismo, por eso conciben el tiempo como una participación de la eternidad. Los ciudadanos de la ciudad de Dios son conscientes de que la historia exige un fin que es Dios que, siendo exterior a ella, irrumpe en ella en el misterio de salvación, porque sin Él, la historia no tiene ningún sentido.



[1] Cfr. Caturelli, Alberto. El hombre y la historia. Folia universitaria. 2ª ed. México 2005.

6 comentarios

  
xtm
Gracias. Ésta reflexión anima a vivir el presente en éstos tiempos turbulentos.
29/03/17 11:53 PM
  
Forestier
Es así, y muy bien analizado. Pero hay que matizar cierta influencia platónica en S. Agustín. El mundo puede tener dos acepciones o interpretaciones: La idolatración del mundo temporal convertido en realidad absoluta y por tanto opuesto a Dios, que es el mundo del pecado y la mentira. La otra acepción es el mundo visto como creación divina, mundo que debe ser amado porque es huella de Dios, porque es el único lugar mediante el cual, a través de los acontecimientos de nuestra biografía personal podemos conquistar la vida eterna.
En el artículo se dice: Los ciudadanos de la ciudad de Dios están en el mundo sin ser del mundo, pero no olvidemos que en S. Juan, 17, Cristo ruega al Padre: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Por tanto, somos del mundo, no debemos apartarnos del mundo, pero del mundo, de la materia abierta a Dios y no del mundo cerrado al Espíritu.
29/03/17 11:59 PM
  
Javier Ejías
En fin........eso no va a pasar mañana
30/03/17 9:11 AM
  
chico
Las revelaciones privadas no son dogma. Pero corre una a la que yo me adhiero: "Después de San Juan Pablo II viene el fin de los tiempos, que no es lo mismo que el fin del mundo". Y analizando, veo que eso es verdad, que tiene fundamento. Y el Padre Gobbi dice lo mismo. Y lo admito. La locura humana se ha extendido tanto y seguirá, que este orden actual mundial necesariamente se está viniendo abajo. La vida loca no es fundamento de nada: ni de convivencia, ni de riqueza, ni de de bienestar, ni de seguridad personal ni nacional. Todo este actual estado ya está reventando y reventará cada vez más. Esto es imparable. A no ser que los hombres empiecen a convertirse a Dios y la Iglesia católica. Por eso, el que quiera hacer un mundo mejor adema´s de hacer bien su profesión , que se dedique a rezar cuantos más rosarios pueda. La Oración a La Virgen María mejora al mundo. CREER O REVENTAR.
30/03/17 9:23 AM
  
Antonio
Nuestra Señora tiene 117 títulos y en Fátima se presentó: como la "Señora del Rosario". San Francisco de Sales, ha dicho, que el mejor método para rezar, es el Santo Rosario. Santo Tomás de Aquino predico durante 40 días seguidos en Roma sobre: el Ave María. El Rosario es el látigo contra el demonio (Papa Adrián VI). El Rosario es un tesoro de gracias (Papa Pablo V). El Padre Pío, estigmatizado y Santo manifestó: El Rosario es el arma más precisa contra el mal y para la Salvación. San Luis María Grignón de Montfort: El Rosario es arma potentísima para conmover el Corazón de Jesús, nuestro Redentor, que tanto ama a su Santísima Madre. La oración y el ayuno pueden detener las guerras y suspender las leyes naturales como vencer a cualquier herejía. La palabra sin la oración es como una barca sin remos. El que reza por las almas que no rezan puede facilitar su salvación. Son 15 las Promesas de la Virgen María para los que recen y extiendan la devoción de esta arma espiritual tan poderosa. El Sacerdote que no reza es semilla sin agua ni abono, sus fieles se perderán. Muchas de las secularizaciones son debidas a la falta de oración. Las familias que rezan con constancia, tiene muchísimas menos desgracias naturales, y salvaran a su familia. La Oración es la fuente de Santidad más clara y signo de predestinación al Cielo. El mejor regalo es un humilde Rosario para lograr la Gloria Eterna. ¡¡¡ Enamórate del Rosario, y rézalo a la vez que respiras ¡¡¡.
02/04/17 1:12 PM
  
Salvador Benítez
"un eterno retorno de lo mismo como lo concebían los griegos", con eso hace alusión a la llamada serpiente de Cronos que se muerde la cola? Gracias
06/04/17 7:30 PM

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