Francisco y las claves de su papado
Quienes esperen del nuevo Papa Francisco un calco de Juan XXIII, se equivocan completamente; los que lo asemejan con la empatía y el atraimiento popular de Juan Pablo II, yerran; y, los que esperan de él una imagen incólume de su antecesor Benedicto XVI, fracasarán igualmente. Francisco es Francisco, un papa nuevo, que aunque guarde semejanzas con los anteriores, se desenvuelve con total independencia y posee sus propias señas de identidad.
El nuevo Papa suscita cierta suspicacia entre algunos católicos y ahora mismo es el blanco de panegíricos y vítores por los sectores tradicionalmente anticatólicos, que ven en el nuevo Papa, la fotografía de un clérigo atípico y progresista que revolucionará la Iglesia bajo la espada de la Teología de la Liberación; estos ditirambos nada fiables ni inquebrantables, seguramente se tornen en exabruptos y censuras cuando se pronuncie sobre temas socialmente dogmatizados, algo que ya sufrió como Obispo en Argentina a propósito de cuestiones como el matrimonio homosexual. De otro lado, su pasado jesuita no es más que eso, pasado. El nuevo Papa desde siempre se erigió como adalid de la ortodoxia y la verdad en la Compañía de Jesús, y en especial, en defensor de la Iglesia que cimienta en la roca de Pedro, que no es otra que la que hoy conocemos. Posiblemente ello le granjeó el desapego y la animadversión de muchos de sus coetáneos jesuitas. Ha sido sin lugar a dudas, uno de los teólogos sudamericanos que más lúcidamente presentó oposición a la Teología de la Liberación. “La Iglesia no es una ONG”, afirmaba hace poco; concebir a la Iglesia como una mera ONG desvirtuaría el mismo sentido de ésta, así como tampoco es admisible que el criterio marxista se convierta en un instrumento científico para el teólogo; y que ni mucho menos sea disociable un “Jesús histórico” de un “Jesús de la Fe”. La Iglesia como madre y garante del Evangelio, no puede hacer suya una teoría clasista apoyada en una especie de inmanentismo historicista que identifica el Reino de Dios y su consiguiente devenir, con el ejercicio de la libertad humana. Y es ello, lo que el actual Papa defiende. No obstante, no puede olvidarse que la Compañía de Jesús ha sido una de las congregaciones que más bien ha hecho a la Iglesia; pero no es menos cierto tampoco que los continuos distanciamientos de ésta con la doctrina católica, infieran cierta dubitación en el orbe católico. No se puede vacilar con este Papa, no puede dudarse del Espíritu Santo.