InfoCatólica / Blog de nuestros lectores / Archivos para: Septiembre 2012

19.09.12

¿Qué pasa con Unicef?

UNICEF predica la defensa y promoción de los derechos de la infancia y de la juventud. Su lema: “UNICEF protege a los más débiles. Colabora con nuestra labor”, propone que cualquier ley o política no debe contradecir el bien del niño, por ejemplo, su derecho a la vida. De ahí mi perplejidad al comprobar como esta organización invierte parte de las donaciones de los que de buena fe contribuimos con su causa, en comprar y distribuir máquinas de succión para realizar abortos, en apoyar el aborto terapéutico en Nicaragua y Méjico, o en la promoción de preservativos entre adolescentes.

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14.09.12

Aún nos queda la esperanza

Hoy también para los cristianos –y tal vez con muchos más motivos– el Señor podría repetirnos a cada uno la tremenda pregunta de los Improperios, de la liturgia de cada Viernes Santo: ¡Oh, pueblo mío, ¿qué mal yo te he hecho, en qué te he ofendido?! No es fácil la respuesta, ni muchísimo menos. Al menos, para nadie que sea sincero. Lo que pasa es que somos como la pared de un frontón: lo devolvemos todo.

Parece mentira que pueda más, que tenga más valor para muchos el relativismo que el evangelio; nuestro egoísmo que la muerte de Cristo en la cruz.

Recordemos que él abrió el mar Rojo para que pasara el pueblo perseguido; que durante 40 años una columna de fuego los guiaba en la noche; que en pleno desierto les regaló el maná y las codornices; que de la peña hizo brotar agua para que apagasen la sed; que hirió a los reyes cananeos; que dio al pueblo un cetro real, y que con gran poder lo llevó a la tierra prometida.
En cambio nosotros, como torpe respuesta a sus muestras de amor, lo llevamos acusado ante Pilatos; le escupimos, lo abofeteamos y lo azotamos; lo coronamos con una corona de espinas; cuando nos pidió agua porque tenía sed le dimos vinagre y hiel; le abrimos el costado con una lanza y, por si era poco, lo colgamos del patíbulo de la cruz.

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3.09.12

Ya sé por qué no hay vocaciones al sacerdocio

Ya sé por qué no hay vocaciones al sacerdocio. La causa está allá donde no es fácil verla. A veces nos dejamos llevar por tópicos y tendemos a culpar de la falta de vocaciones a la secularización reinante, a la relajación de las costumbres, a Zapatero y sus secuaces si se tercia, a quien sea, sobre todo de fuera de la Iglesia.

Pero no. He ido comprobando que si no hay vocaciones es porque no puede haberlas, al menos no sin una intervención sobrenatural de esas que rompen espectacularmente con todo lo esperable. Porque, ¿de dónde esperaríamos que surgiera cada vocación al sacerdocio?, ¿de ambientes ateos?, ¿de niños empapados de “valores” de concursante de Gran Hermano? No, ¿verdad? Nosotros confiamos en que los sacerdotes surjan del seno de familias muy católicas, ¡pero…!

Pero si en las familias católicas se habla de los curas con el desprecio y prepotencia con la que, en público, se oye y se lee expresarse a los católicos pretendidamente más auténticos, lo normal es que sus niños crezcan despreciando y temiendo a esos seres tan caraduras, vagos, iletrados, hipócritas, soberbios e inmorales que parecen ser los sacerdotes.

Porque no hablo de los ataques que vienen de parte de lobbies ideológicamente anticlericales, y de cuyas filas no es razonable esperar que surja un sacerdote. Hablo de los católicos de pata negra que menudean por las sacristías, los actos de piedad y las manifas profamilia, los que alimentan los sitios virtuales más íntegros y ponen la X en la declaración de la renta. Es decir: me refiero a los que verdaderamente más destrozan la estima del clero. Y lo hacen con esa seguridad que concede el convencimiento de que “quien paga manda”, sólo porque ponen la X y sueltan –y no todos ni siempre- en la colecta semanal un billetito en vez de las monedas que se caen entre los cojines del sofá. O porque colaboran tanto en alguna tarea parroquial que están tentados de anunciarse así en su tarjeta de visita: Fulano de Tal, Laico comprometido.

Y como, ciertamente, la situación de la Iglesia hoy no parece ser la más lustrosa de su historia, los profetas surgen por doquier. Pero si creíamos que los curas setenteros, los teólogos heterodoxos y las monjas asilvestradas habían agotado el cupo de profetismo tosco para varias generaciones, nos equivocamos. Entre los buenos prolifera. Veamos.

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