Que no se queje sor Forcades
Que no se queje sor Forcades. En realidad, se le hace un gran favor.
Todos estos, cuando pueden exhibir la “amonestación” ya se creen mártires, o por lo menos, confesores. Ascienden unos cuantos peldaños en el escalafon del prestigio progre. Ese tipo de aplausos mundanos, respaldados por una persecucuón de carcas y fundamentalistas, es un timbre de honor en su mundo.
Ha ganado mucho de lo que más le importa a ella: ha ganado puntos a ojos de sus fans; incluso ha ganado nuevos fans; puede exhibir un “certificado de persecucuión de la jerarquía instigada por los fundamentalistas".
Pero al final, nada: no la queman en la hoguera, no la torturan en los siniestros calabozos de la Inquisición, ni siquiera la silencian o le censuran sus librillos (conste que no quiero que quemen a esta señora ni a nadieeeee, ¿queda claro?)… Por el contrario, venderá más librillos, saldrá en más teles, será la monja guay y mediática más molona del cristianismo new age.
Es que ser hereje en el siglo XVI tenía sus riesgos. Eran valientes aquellos herejes, herejes pero valientes. Los de ahora, por más que diga Carmen Bernabé que Forcades es valiente… pues mire, no.