11.06.25

Josep Masabeu hablará en Montalegre de la visitas de San Josemaría Escrivá a Cataluña

Este jueves imparte una conferencia en la iglesia de Montalegre de Barcelona sobre las visitas del fundador del Opus Dei a Cataluña (19:30)

Josep Masabeu Tierno (Sabadell, 1952) es doctor en pedagogía por la Universidad de Barcelona (1988). Ha orientado su actividad profesional en el mundo educativo, en el área de la administración local, en el ámbito del ocio de la juventud y en el de la solidaridad.

Es el presidente de Braval, una iniciativa de desarrollo y promoción humana y social del Opus Dei en el Raval de Barcelona, ​​que se propone -mediante el voluntariado- promover la cohesión social, luchar contra la marginación, prevenir la exclusión social de los jóvenes y facilitar la incorporación de los inmigrantes a nuestra sociedad.

¿Por qué decidió escribir un libro sobre los viajes de San Josemaría a Cataluña?

El libro, publicado en 2015 por la Abadía de Montserrat, recorre las 37 estancias de san Josemaría en Cataluña de las que hay constancia, entre 1913 y 1974. Sitúa los 130 lugares documentados donde estuvo san Josemaría. Desde la primera estancia, el año 1913 para examinarse de bachillerato en Lérida, los 41 días que pasó en Barcelona antes de atravesar los Pirineos, y los viajes que realizó a Barcelona y otros lugares catalanes, y que son los inicios del Opus Dei en Cataluña. El libro plantea la relación de Cataluña con un santo que vivió momentos muy destacados de su vida en estas tierras.

¿Cómo le influenció venir en su época de estudiante?

Estuvo pocos días, en 1913, 1914 y 1915, con sus compañeros del colegio de los escolapios de Barbastro para examinarse de bachillerato en el instituto de Lleida. Se alojaban en el colegio de los mercedarios.

¿Hasta qué punto le afectó la guerra y el paso por los Pirineos?

Cuando empezó la guerra civil tuvo que esconderse en diversos refugios de Madrid, con peligro de su vida. Finalmente decidió pasar a la otra zona de España donde tendría libertad para ejercer su ministerio. Para ello se organizó la huida a través de los Pirineos, Andorra, Francia y entrada en España por Fuenterrabía. En esta ocasión pasó 41 días en Barcelona hasta emprender la marcha: es su más larga estancia en Barcelona. En el Paso de los Pirineos encontró la Rosa de Rialb, que siempre consideró como un detalle de la Virgen, que le confirmó en el acierto de la decisión tomada. Conservó esta Rosa toda la vida, y ahora está expuesta en Roma, la iglesia prelaticia del Opus Dei.

¿Cómo fue creando y consolidando sus apostolados en Cataluña?

Después de la guerra, ya en diciembre de 1939, san Josemaría volvió a Barcelona para entrevistarse con estudiantes que ya conocía y empezar la labor del Opus Dei. En los años siguientes acudió otras veces para animar la acción apostólica: ya en 1940 se puso el Palau, el primer centro del Opus Dei.

¿En qué medida se pueden ver hoy el fruto de esas visitas?

En los años siguientes la labor se fue desarrollando, y en los distintos viajes conocía y animaba a las personas que se acercaban a los medios de formación. Y así hasta la última vez que estuvo en Cataluña, en 1974, un año antes de su muerte.

¿Qué supuso para él las visitas al Santuario de Montserrat y a la Basílica de la Merced?

Montserrat, y concretamente el abad Escarré, fue un apoyo para san Josemaría en los momentos de las graves contradicciones de los años 40. También tiene relación con la curación instantánea e inexplicable de la diabetes que padecía, el 27 de abril de 1954, fiesta de la Virgen de Montserrat. Y con la invocación a la Virgen como “Stella Orientis” encomendando el desarrollo apostólico del Opus Dei en los países del este de Europa y Asia. Esta invocación solo se encuentra en el Virolai de Montserrat.

A la Virgen de la Merced encomendó la labor en Barcelona y especialmente su viaje a Roma en 1946 para conseguir la aprobación pontificia de la Obra. Cuando pasaba por Barcelona visitaba a la Virgen de la Merced en su basílica, donde ahora hay colocado en la escalera de acceso al camarín un bajorrelieve de San Josemaría rezando en la Merced.

¿Qué otros lugares emblemáticos visitó?

Muchos. La Sagrada Familia, Montjuic, el Tibidabo, Monasterio de Pedralbes, Girona…sin olvidar las tertulias multitudinarias que tuvo en la Escuela Deportiva Brafa en 1972, al final de los dos meses de catequesis en la península ibérica.

¿Qué supuso para él ser nombrado hijo adoptivo de Barcelona?

A nivel personal no le dio ninguna importancia. Pero agradeció la deferencia por lo que significaba de enraizamiento de la labor del Opus Dei en una ciudad donde había habido muchas contradicciones. Dilató más de dos años la recepción del título y dispuso las cosas para que el solemne protocolo de la ceremonia fuera lo más discreto posible. Solo estaba el alcalde con la corporación municipal y unas pocas personas más; y se realizó en el despacho del alcalde, no en el Saló de Cent como era habitual. Tampoco se realizó la comida oficial en el Palacete Albéniz, sino que san Josemaría invitó al alcalde y dos concejales a comer en Castelldaura.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
David de Germà
¿Ha escrito Lerida en lugar de Lleida? Pensaba comprar el libro, pero si pretende humillarne cambiando nombres de mi tierra, mejor me ahorro enfados.
14/06/25 9:48 PM

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10.06.25

Pedro Gómez Carrizo analiza cómo lo razonable de la religión católica le llevó a abrazar la fe

Pedro Gómez Carrizo (Barcelona, 1966) es editor, profesor, traductor, analista político y experto en comunicación. Durante sus treinta años de vinculación al mundo editorial ha colaborado —como editor, prologuista, traductor o redactor— en cerca de trescientas obras de las temáticas más diversas: historia, filosofía, literatura, economía, arte, sociología, política, ciencia y religión.

¿Por qué se alejó de la práctica de la religión católica tras la primera comunión?

Realmente no puedo hablar de alejamiento en sentido estricto, pues alejarse de algo implica haber estado antes cerca, y yo nunca lo estuve. Es bastante común: hice la comunión en 1973 y en esa época poca gente se planteaba no hacerla. Solo en el caso de que existiese un rechazo explícito hacia la religión, y no era el caso de mi familia.

Supongo que esa etiqueta de “católico no practicante” estaba bastante consolidada. El problema es que esa etiqueta, en la mayoría de los casos, no era sino un eufemismo. Una forma de acallar la conciencia, de tranquilizarla con el espejismo de una filiación nominal que apenas implicaba nada. En la práctica, el modo de vida del llamado católico no practicante era indistinguible del de un agnóstico o incluso de un ateo respetuoso. Sin misa dominical, sin confesiones ni sacramentos, sin oración, sin conversión: una identidad vacía. Vivir como si Dios no existiera, pero sin declararlo.

Sin embargo, ¿por qué nunca dejó de buscar el sentido trascendente de la vida?

La dimensión trascendente es consustancial al ser humano. El hombre siempre ha buscado a Dios de una u otra forma. En todo tiempo y lugar ha existido esa frontera entre lo profano y lo sagrado de la que habló Mircea Eliade. Esa condición intermedia del ser humano que vive en tensión constante entre el mundo sensible y el mundo espiritual, entre la finitud y la trascendencia, entre el devenir y el Ser, es lo que Platón llamaba metaxy, y es precisamente lo que nos hace humanos. Goethe redime a su Fausto por esa aspiración constante hacia lo mejor.

Lo excepcional es el mundo en que vivimos. Esa eliminación de lo sagrado que hoy en día nos venden como lo normal es, por el contrario, una absoluta anomalía en la historia de la humanidad. La modernidad trajo consigo una crisis existencial: la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, el desencanto del mundo de Max Weber, el triunfo del reino de la cantidad… E incluso a pesar de estos anuncios, la ruptura con lo trascendente no comenzó a extenderse hasta los años sesenta del siglo XX, y solo ha alcanzado su hegemonía plena en el siglo XXI. En mi caso, esa constatación de una humanidad cada vez más huérfana, rota, deprimida, sin sentido, fue lo que me orientó hacia el cristianismo. Hoy sé que esa inquietud ya era una gracia. Era Dios que salía a mi encuentro. La semilla del bautismo que empezaba a fructificar.

Leyó e investigó mucho y conoció diferentes religiones, pero, ¿se podría decir que estaba cada vez más confundido?

No, más confundido no, porque yo no partía de ninguna claridad. Partía de la confusión. Perseveraba en la búsqueda sin quedar nunca satisfecho. Podía apreciar, y mucho, fragmentos de verdad en algunas de ellas, pero la magia desaparecía cuando las contemplaba en conjunto, siempre había algo que me generaba rechazo. Podía, por ejemplo, prendarme del Bhagavad Gītā y huir como de la peste del hinduismo que lo enmarcaba; reconocer el valor sapiencial de ciertos sutras budistas y, al mismo tiempo, abominar de la cobardía y el sinsentido que supone su renuncia al mundo, o incluso apreciar suras coránicas sin dejar de advertir la temible teocracia que alimentaban. Como se dice ahora, aunque sea un término manido, ninguna de esas religiones me “resonaba” por completo. Había siempre una voz interior que me advertía que anidaba en ellas el error, o el terror… Por sus frutos los conoceréis.

En el fondo buscaba conocer la verdad con el mero entendimiento, pero, ¿por qué sin la ayuda de la gracia era imposible alcanzarla?

Bueno, lo cierto es más bien que una de las razones que me llevaron al catolicismo fue descubrir que era la religión más razonable. No me cabe duda. Antes de haber leído los Evangelios, ya había leído a Chesterton. La fe no es solo cuestión de fe. Eso sería fideísmo… Mi rechazo hacia ciertas religiones nacía, precisamente, de su desprecio por el entendimiento. Me incomodaba esa exhortación a «vaciar la mente» o «trascender la razón» para alcanzar la iluminación y conectar con el Dios que somos… No somos dioses, somos criaturas, pero criaturas dotadas de razón para comprender su Creación y llegar al Creador. A mí, cuando me piden que renuncie al entendimiento, me echo las manos a la cartera… Porque la razón es lo que nos hace humanos. Y porque la existencia de Dios no es, en sí misma, un acto de fe: es una conclusión racional. No creer en Dios, a mi juicio, no es falta de fe: es falta de inteligencia. Otra cosa muy distinta es creer en el Dios personal, en el Dios que se ha revelado en Jesucristo, en el misterio trinitario… Para esa fe sí es precisa la gracia. Pero incluso en ese caso, la razón no queda abolida, sino iluminada. Existe un camino que no es irracional, sino sobre-racional. Como decía Benedicto XVI, la fe es «razón ampliada» por la gracia; va más allá de la razón sin contradecirla.

¿Se podría decir que cayó en una especie de escepticismo gnóstico?

No exactamente. El gnosticismo, al menos el trascendente, no es escéptico. Todo lo contrario: es una certeza altiva, una supuesta gnosis que solo los elegidos pueden alcanzar. Tertuliano se pasó de frenada con su Credo quia absurdum precisamente para ridiculizar el racionalismo gnóstico. También existe un gnosticismo inmanente, secularizado. Ese es el que da origen a las ideologías modernas: la creencia de que el hombre puede crear el paraíso en la tierra mediante la razón, la ciencia o la técnica. Kant puso los cimientos de esa soteriología laica. Y el transhumanismo actual es su heredero más reciente: un nuevo gnosticismo que ya ni siquiera necesita de lo sagrado, sino que convierte al hombre en su propio dios.

¿Le remordía en su conciencia la intuición de que no estaba en el camino correcto?

Buscaba y no encontraba. No podía sentirme culpable por no hallar las respuestas a mis preguntas. Pero sí me faltaba paz. La conversión te da mucha paz. La paz que solo puede dar Cristo, porque como dijo san Agustín, “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

¿Cómo fue su reencuentro con la fe católica?

Fue más bien un encuentro. Un hallazgo providencial, como el que relata Poe en La carta robada: lo buscado estaba ante mis ojos desde el principio, o como en aquellas historias donde el tesoro no está al final del viaje, sino enterrado en el propio jardín. En mi caso particular para ese descubrimiento ayudó mucho un retiro de Emaús. Allí caí en la cuenta de que la puerta a la que Cristo llama solo puede abrirse desde dentro. El picaporte estaba de mi lado. Así que era necesario un acto de la voluntad: la decisión de abrir. La gracia te mueve a dar ese paso.

¿Tuvo la sensación de volver a casa?

Sí, podría decirse que tuve la sensación de llegar a una casa donde se me estaba esperando. La religión tiene esa dimensión importantísima de cobijo, de amparo, de refugio, de acogida… Pero la metáfora de la casa quizá sea más útil emplearla en otro sentido. Me gusta la imagen de que uno es la casa donde Cristo desea entrar. Como en poema de Lope de Vega: «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? …» Es una imagen poderosísima que aparece ya en el Apocalipsis: «Estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él». Es una epifanía entender que esa morada que es nuestra alma ha sido preparada desde la eternidad para albergar a su Señor.

¿En qué medida le parecieron muy lógicas y racionales las verdades de nuestra fe?

Totalmente. Como ya anticipé, la razonabilidad del catolicismo fue lo primero que me atrajo. No se trataba de cerrar los ojos y dar un salto al vacío, sino de abrirlos del todo y contemplar un orden que respondía a las preguntas más profundas del alma y de la inteligencia. A diferencia de otras religiones o filosofías que parecían prescindir del logos o incluso combatirlo, el catolicismo lo abrazaba, lo ordenaba, lo transfiguraba.

¿Cómo fue el proceso de formación y asimilación de la doctrina católica?

Deslumbrante. Más que «fue», lo está siendo. Es descubrir un tesoro de sabiduría acumulada durante siglos, un universo ordenado, coherente, luminoso. Supone acceder a infinidad de textos de espiritualidad cristiana que son un precioso alimento para el alma.

Chesterton admiraba de la Iglesia la capacidad de perdonar pecados, algo que deja una tranquilidad de conciencia. ¿Lo pudo experimentar usted?

Sí, y en los términos exactos en los que lo anunciaba Chesterton, que me ha servido a menudo de guía. Admiro esa grandeza del cristianismo que responde «sí y sí» cuando existen disyuntivas a las que otras religiones o ideologías presentan como excluyentes. «Sí, el hombre es profundamente culpable, pero sí, también es infinitamente valioso». Así describe Chesterton la visión católica. Frente a la candidez —o quizá vileza— de Rousseau y su compañía ilustrada, la constatación de que el hombre no es bueno por naturaleza, sino que nace herido por el pecado original. Me encantó una reflexión de Chesterton que decía algo así como que basta ver a un niño despellejar a un gato para no tener duda acerca de ello. Y frente al error —o quizá vileza— de los maniqueísmos varios o de los Lutero y compañía, la seguridad de que ese pecado no corrompió totalmente al hombre, sino que mediante la gracia recibida en el bautismo y los sacramentos, el alma puede ser realmente sanada y transformada.

Una vez usted conoce la verdadera religión, ¿cómo se esfuerza en perseverar?

Adorando al Santísimo, rezando, leyendo los Evangelios, tratando de vivir conforme a ellos, leyendo también textos de espiritualidad cristiana… San Pablo al final de sus días reconoció como su mayor triunfo haber perseverado en la fe. Sé que no es fácil y por eso procuro ir alimentando la llama. Otra imagen que me resultó muy útil es esta: es irremediable que en algún momento llegue un vendaval… Pues bien, ese mismo viento que apaga la llama, si es débil, la aviva cuando ya es una llama poderosa.

¿Cuáles son las mayores dificultades que tiene en el camino?

Una de las dificultades más persistentes en mi vida espiritual es la falta de orden. Me cuesta incorporar rutinas en mi día a día. Lo confieso. Y es algo que confieso con regularidad a mi director espiritual. Decía san Josemaría «¿Virtud sin orden? — ¡Rara virtud!». Y cuánta razón tenía. Estoy en proceso de incorporar el orden de la práctica religiosa en mi vida de horarios bastante caóticos. No es fácil.

¿Por qué los malos ejemplos no deben alejarnos de la fe?

Porque si así fuera, al día siguiente de convertirnos, deberíamos desconvertirnos. La Iglesia está formada por seres humanos, y ya sabemos lo que somos los seres humanos. Por eso el asidero firme, el vínculo fundamental, es Jesús. Jesús es la esencia del cristianismo y él es el único que no decepciona. Sólo a él debemos adorar. Los demás miembros de la Iglesia, desde el Papa al más recién llegado somos todos peregrinos todos necesitados de misericordia. Caemos, erramos, escandalizamos incluso. Pero la Cruz permanece. El canal de mi querido amigo y mentor, el padre Antonio Gómez Mir, se llama Stat Crux: la Cruz permanece firme. Esa es la clave. La Cruz no depende de nuestras virtudes ni se tambalea por nuestras miserias. El que escandalizado se aleja, olvida que fue precisamente para redimir nuestras caídas por lo que vino el Redentor.

¿Cómo la razón iluminada por la gracia puede llegar a un grado de comprensión mucho más profundo de la realidad?

La razón sin gracia ve el mundo, la razón con gracia ve la creación. Y eso cambia todo, porque la gracia no niega la razón: la transfigura. Benedicto XVI explicó que la fe no es un salto en el vacío, sino la razón ampliada, purificada, ensanchada. La razón humana, por sí sola, puede alcanzar ciertas verdades, como intuir el orden del mundo, su diseño inteligente, la existencia de un principio primero, el anhelo de justicia, la necesidad del bien… Pero sin la gracia, esos destellos permanecen fragmentarios, inconexos. La gracia actúa como una lámpara interior que permite ver la realidad con una profundidad nueva. Cuando vives en la vertical, buscando «lo de arriba», la vida cotidiana, los gestos simples, las realidades ordinarias cobran nueva luz

¿Por qué una vez que se conoce la verdad, es difícil volver al error?

Bien, en esto los clásicos tenían gran parte de razón. El error es ignorancia. Así que conocer la verdad y caer en el error sería una contradicción en sus términos. A ese «error» los católicos lo llamamos «pecado». Resulta muy revelador descubrir que la etimología de la palabra «pecado», en su raíz bíblica proviene del hebreo y tiene un sentido muy expresivo y concreto:atá’, que significa curiosamente «errar», «desviarse del camino», «no alcanzar el objetivo». Es un término tomado del mundo del tiro con arco, donde jatá implica que una flecha no da en el blanco,es decir,no alcanza el fin para el que fue disparada. Pecar significa no alcanzar aquello para lo cual uno fue creado. Por eso Jesús, al mismo tiempo que Verdad, es Camino y Vida. Si vas de su mano es imposible desviarte. Errar es dejarlo a un lado, soltarse de du mano, y eso no es fácil, además de una equivocación es una traición.

Sin embargo, hay que evitar la presunción y pedir con humildad no alejarse nunca del buen camino…

Eso lo pedimos cada mañana y cada noche con la oración que Jesús nos enseñó. «No nos dejes caer en la tentación». Y no se trata solo de la tentación de pecar, sino también de la tentación de creerse inmune. La humildad es el escudo del alma.

Por Javier Navascués

 

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2 comentarios

  
Emilio

Fantástica entrevista para no perderse:
"Es descubrir un tesoro de sabiduría acumulada durante siglos, un universo ordenado, coherente, luminoso" (Re-Conversión).
10/06/25 6:56 PM
  
Fulgencio
Muy buena entrevista. Me han encantado las respuestas por lo bien argumentadas desde la fe y la razón.
10/06/25 10:34 PM

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9.06.25

Iconograma, folioscopio católico para difundir lo propio de Dios: lo bello, lo bueno y lo verdadero

Alejandro Vidal, uno de los impulsores, nos explica de forma sencilla el proyecto.

¿Cómo nace la idea de Iconograma?

La idea nace del afán por acercar a los católicos de nuestros días lo que le es propio a Dios: lo bello, lo bueno y lo verdadero; bajo estos preceptos acudimos a las artes gráficas y el diseño.

Hemos comenzado con la originalidad propia de un folioscopio, que es un pequeño librillo interactivo que al pasar una hoja tras otra por el efecto visual que produce al avanzar cada fotograma podemos observar una imagen en movimiento que se comporta como un vídeo.

¿Cuál es su fin apostólico?

Llevar a los fieles mediante la imagen, lo estético, lo sensitivo y lo tangible -de la mejor manera que podamos- aquello que verdaderamente conmueve al espíritu humano, el sentido de trascendencia tan necesario para desarrollar una vida en plenitud. Queremos hacer que incluso los regalos que haga o reciba alguien por un cumpleaños, una boda o un bautismo estén marcados por Cristo, la Virgen María o los Santos con cariz del buen gusto de antaño que se caracteriza por evocar lo divino.

¿Por qué es importante difundir lo bello, lo bueno y lo verdadero?

Somos testigos de un mundo que hace de lo feo, lo nocivo y lo falso una forma de vida por eso es que debemos redoblar esfuerzos por dar alternativas en todos los medios posibles a nuestro alcance con el ímpetu de elevarnos y mirar hacia el cielo siempre. Nuestra labor y la de otros en el ámbito creativo con perspectivas parecidas a la nuestra demuestran que hay quienes se niegan a desfallecer ante los estándares actuales y queremos dedicarnos en cuerpo y alma a llevar las cosas de Dios a la gente de manera personal y cotidiana sin descuidar la seriedad y reverencia que se merece.

¿Por qué se han inspirado en pintores como Claudio Coello?

Tenemos varias referencias estéticas, una de ellas es este caso del folioscopio “Jesús entra en Jerusalén"; utilizamos de inspiración la obra del pintor barroco español y madrileño no tan conocido Coello quien fue el último pintor de los Austrias, esta referencia también forma parte del enfoque general que elegimos en donde la inquieta búsqueda que tenemos por recuperar referentes del catolicismo del pasado y traerlos a nuestro tiempo es firme. Nos inspira el arte sacro, la obra dedicada a Dios y sobre todo la de aquellos tiempos en que se vivía la fe en profundidad. Es así que el fin de lo que hacemos siempre tiene y tendrá reminiscencias de elementos culturales pretéritos -que injustamente hemos abandonado- y que queremos desempolvar de las postrimerías de lo que un día fue la Cristiandad.

¿Qué otros autores difunden?

Preferimos no dar detalles para que quienes nos conozcan se queden con la intriga. Pero en general seguiremos tomando del barroco y de autores católicos que estudiamos con admiración.

¿Cómo pueden ayudar a vivir la fe?

Nuestra obra en la creación de objetos religiosos es un recordatorio de la presencia de Dios aunque no sea de la manera en que estamos acostumbrados como puede ser con un crucifijo, un Rosario, una estampa, etc. Nos propondremos utilizar medios atípicos para la manera en que se ha concebido el catolicismo en los últimos 50 años, además de producir folioscopios o imágenes religiosas ancladas en la tradición también tenemos pensado acercar al común de los cristianos algunos elementos que creemos deberían volver como por ejemplo el uso de mantilla o velo por parte de las damas y el uso del reclinatorio para comulgar en misa o rezar en casa. Entendemos que la devoción se expresa y aprehende también en esta suma de elementos que lamentablemente las generaciones contemporáneas de muchos de los practicantes de nuestra fe han despreciado por cualquiera sean los motivos.

¿Cómo se pueden adquirir?

Nos podéis encontrar en Instagram (www.instagram.com/iconogramas) como “Iconogramas” (en plural) pero próximamente tendremos página de internet.

Por Javier Navascués

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7.06.25

El profesor Alberto Bárcena analiza la persecución religiosa y secularización del Trienio Liberal

CONFERENCIA MAGISTRAL de D. Alberto Bárcena sobre la descristianización de España. Detestan la cruz de Cristo y a quienes derribaron la bandera roja de nuestra de patria (Comunismo, Masonería y Liberalismo). ¿Quieres, tú, seguir siendo un peón más de la Masonería, aunque no te des cuenta que sigues su juego, o vas a ponerte en marcha, renunciar a todo pecado y a vivir una vida santa y verdaderamente católica?

1 comentario

  
,,,
El ciclo de la historia, para España, ha llegado a su fin.
Gracias a Dios , los que guarden la Palabra de nuestro Señor Jesucristo no morirán para siempre.
Un abrazo.
08/06/25 4:57 PM

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6.06.25

García-Luengo: “La cruz sigue siendo una referencia para todos, un icono que une el cielo con la tierra”

Javier García-Luengo Manchado. Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, habiendo obtenido Premio Extraordinario. Es miembro de número de la Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras de México, correspondiente de la Academia Andaluza de la Historia, consejero de número del Instituto de Estudios Manchegos, de la Academia de la Hispanidad y miembro del Patronato de la Fundación Gregorio Prieto. Es profesor de la Escuela Universitaria de Artes TAI (U. Rey Juan Carlos) y de la Internacional de Valencia, habiendo desarrollado estancias de docencia e investigación en la Universidad Anáhuac de México, Cergy-Pontoise de París, La Sapienza de Roma, etc.Es colaborador del semanario Alfa y Omega (ABC).

¿Por qué decidió escribir un libro titulado La iconografía cristiana en el Arte español y mexicano de los siglos XX y XXI?

Más que una decisión, ha sido una consecuencia. Desde el año 2010, vengo abordando diferentes aspectos de la iconografía cristiana en la vanguardia de los siglos XX y XXI. De hecho, este libro no deja de ser un compendio de distintos artículos, capítulos y colaboraciones realizadas para múltiples publicaciones y actas de congresos. En muchas casos, el acceso a tales referencias es complicado, razón por la cual, al compendiar en la presente monografía estas aportaciones, se pretende, asimismo, mostrar y evidenciar una línea de trabajo y una temática bien articulada y justificada en cuanto al tema que nos ocupa.

¿Qué entendemos exactamente por iconografía?

Centrándonos estrictamente en este término, desde un punto de vista metodológico y en concreto por lo que implica en cuanto a los epígrafes que el presente libro aborda, la iconografía bien la podemos entender como un conjunto de imágenes que, amén de su significación eminentemente artística y formal, también asume unos paradigmas simbólicos, etnográficos, antropológicos, culturales e históricos, imprescindibles para comprender el fenómeno estético e icónico acuñado en este contexto, dentro de una tesitura determinada.

Por lo que a nosotros respecta, dentro de la tradición cristiana. Es por ello que esta monografía no se centre en el arte sacro o devocional, sino en aquellas manifestaciones que, desde el arte de vanguardia, han asumido y reinterpretado los principales iconos cristianos cual símbolos antropológicos, humanos, culturales, cultuales, y, sí, también religiosos, en el contexto de los discursos paradójicamente, rupturistas e iconoclastas en cuanto a la fenomenología cristiana en cualquiera de sus aspectos.

¿Por qué busca similitudes y paralelismos en el Arte de estos 2 países?

De alguna manera, abordar la iconografía cristiana en el arte mexicano y español responde, por una parte, a mi propia trayectoria. He tenido la suerte de vivir, trabajar e investigar el arte contemporáneo a un lado y otro del Atlántico. Lo cual no obsta, antes al contrario, para descubrir en sendos casos un camino paralelo, unas referencias comunes, pues México y España han vivido de forma semejante acontecimientos históricos como la exclaustración, la Guerra Civil, la Revolución, la persecución religiosa…

Todo ello se ha patentizado, de un modo u otro, con intención o no, en las principales manifestaciones artísticas de los creadores más destacados de la vanguardia en uno u otro país. Tales convergencias invitan, sin duda, a la confrontación, al diálogo y a la reflexión.

Lógicamente no podía faltar la cruz, que es el signo cristiano por antonomasia…

En efecto, a día de hoy, la cruz sigue siendo una referencia desde todos los puntos de vista. Allí donde la vemos la asociamos con la ayuda, con la salvación: la cruz roja, una farmacia… Los creadores mexicanos y españoles de la pasada centuria no fueron ajenos a tales connotaciones. Incluso entre aquellos más críticos con la religión o la Iglesia, no dejaron de mirar a un icono que en sí mismo une el cielo con la tierra, el abrazo del perdón… Como se evidencia en este libro, los muralistas mexicanos o el informalismo español, dan buena cuenta de ello.

¿Por qué las vírgenes dolorosas son tan dramáticas y cómo se vive este dramatismo en España y en México?

La Dolorosa, en definitiva, es un tema de plena actualidad. No deja de ser la madre que llora la ausencia de su hijo, es María que se desgarra por el Redentor. En ella, tantos creadores, creyentes o no, descubrieron y aprecian a tantas madres que a lo largo del siglo XX y XXI siguen sufriendo por los suyos, por su gente, por su familia. En definitiva, la interpretación que de esta advocación han hecho múltiples pintores o escultores de la centuria pasada, nos sigue poniendo ante la dimensión religiosa, pero también antropológica, de la Dolorosa, ante la agonía de los puñales, frente a los puñales que como a María, hoy, como en el Calvario, atraviesan el corazón de tantas madres.

Igualmente la Piedad es una gran metáfora del dolor divino y humano, está muy presente en el Arte de ambas naciones…

¿Hay dolor más grande que el de una madre ante un hijo muerto? Desgraciadamente ese es el día a día, es nuestro día a día, frente a tantas guerras, genocidios…. Por ello no es extraño que en la tradicional imagen de la Piedad múltiples creadores del siglo XX, incluso los más vanguardistas, han seguido encontrando el paradigma de tantas tragedias: Picasso, Rodríguez Lozano, Peña Echeveste, hasta llegar a la fotografía actual –Manu Bravo, Samuel Aranda–. Su reinterpretación de la Piedad actualizan el dolor de nuestro aquí y nuestro ahora.

¿Por qué aborda el tema de la devoción mariana desde la miradas de la generación del 98 y del 27?

Desde mi punto de vista, es importante reclamar y reconocer el papel que las generaciones del 98 y 27 tuvieron a la hora de reclamar la religiosidad popular como referencia iconográfica y estética. Al margen de la espiritualidad aquellos poetas y pintores, desde diferentes estéticas y paradigmas, tuvieron la capacidad de reconocer y proyectar en su arte una serie de devociones, una serie de tradiciones, que reclamaron desde la modernidad aquella tradición, entendiéndola consustancial al acervo cultural español.

¿Por qué acaba abordando el tema de la misericordia que alcanza su culmen en la parada del hijo pródigo?

En este libro la misericordia es, en cierto modo, el culmen de los diferentes pasajes que se abordan en otros capítulos, los cuales, en su mayoría, se centran en la Pasión de Cristo. El hijo pródigo que tantos pintores y escultores contemporáneos han recreado –De Chirico, Chagall, A. Martini, Pérez Villalta–, no son sino la plenitud de ese Cristo que desde la cruz consuma el sacrificio redentor por amor, esperando, como el padre pródigo, con sus brazos abiertos y escarnecidos, con su costado atravesado, nuestro retorno, nuestra llegada, nuestro silencio… que en su silencio se convierte en la anhelada esperanza de los hombres y las mueres de nuestra época, de todos quienes en estos siglos de guerra añoran la casa del Padre, su abrazo y ofrecimiento de su mejor Cordero.

Por Javier Navascués

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