18.02.19

María ensalzó la dignidad de la mujer

La devoción a la Santísima Virgen, como vía para llegar a Nuestro Señor, ha tenido una influencia decisiva en la Historia hasta tal punto que no se puede entender el mundo sin la profundísima huella, benéfica y amorosa, de María en el devenir de los tiempos.

Gracias a nuestra Madre del Cielo la figura de la mujer, tan maltratada en lo largo de la Historia, ha recobrado toda la dignidad y esplendor que merece. Nadie ha hecho más que María y la Iglesia por dignificar la figura de la mujer.

En esta entrevistael historiador D. Rafael María Molina Sánchez repasa el penoso papel que tuvo la mujer en las civilizaciones antiguas. Y analiza como la colosal figura de María y su culto marcó un punto de inflexión para dignificar a la mujer y mejorar radicalmente sus condiciones de vida.

¿Hasta que punto ha sido importante la devoción a la Santísima Virgen para ensalzar la dignidad de la mujer en la sociedad?

La devoción a María supuso una auténtica revolución en cuanto a la consideración legal y social de la mujer. Es un hecho que tristemente ha pasado por alto a muchos historiadores, pero que es una realidad absolutamente innegable.

En la Antigüedad la situación de la mujer era durísima y su dignidad era continuamente ultrajada en casi todas las civilizaciones. La poligamia y el repudio (únicamente del hombre hacia la mujer) se hallaban ampliamente extendidos, siendo singularmente frecuentes ambos fenómenos en Persia o el antiguo Egipto, por ejemplo. Lo mismo ocurría en la mayor parte de Asia y en China.

¿Cuál era la situación de la mujer en el mundo clásico?

Era bien triste, pues en realidad, la forma más frecuente de matrimonio en la Antigüedad era por compra, como ocurría en la Antigua Grecia. Según Herodoto éste era también el sistema habitual en Asia. En Galia y Germania la mujer estaba obligada a sacrificarse en la tumba de su esposo, incluyendo muchas veces la muerte en la hoguera.

Aristóteles explica que en los pueblos bárbaros las mujeres eran iguales a los esclavos, confinados a los trabajos más penosos y compradas como ellos. Incluso en la culta Atenas era legal el adulterio únicamente masculino.

En la antigua Roma, considerada la gloria del mundo Antiguo, la condición femenina no era mucho mejor. Sempronio repudió a su mujer por haber ido a los Juegos sin su consentimiento. El historiador Flavio Josefo cuenta que repudió a su mujer, madre de sus tres hijos, porque no le gustaban sus modales. Plutarco explica que la pérdida de la belleza física de las mujeres a causa de la edad o por un aumento súbito de peso era causa para el repudio en multitud de casos.

En la antigua Grecia el célebre dramaturgo Esquilo llama a las mujeres “criaturas insoportables”. Y el célebre médico Hipócrates decía que la mujer “es perversa por naturaleza a la vez que incapaz e imbécil”.

Explíquenos cómo el cristianismo transformó por completo este tristísimo panorama…

Las mujeres estaban presentes acompañando a Jesús y cuidaban de su sustento. Jesús siempre fue muy amable con las mujeres. Voy a citar algunos pocos ejemplos: se compadece de la adúltera y evita su lapidación, secó las lágrimas de la viuda de Naim resucitando a su hijo, conversa amistosamente con la Samaritana y restituye la dignidad a María Magdalena.

Los Evangelios narran como mientras los apóstoles huían del Calvario, las mujeres permanecían al pie de la cruz. Fueron al sepulcro a honrar su cuerpo. Fueron las primeras en recibir la excelsa noticia de la Resurrección.

El ejemplo excelso de humildad, fe y amor de la Santísima Virgen inspiró profundamente a las mujeres de los primeros tiempos del Cristianismo, que aceptaron con resignación en muchas ocasiones el martirio y también aceptaron morir antes que sufrir ataques contra su virginidad o su virtud.

Los hechos de los Apóstoles nos hablan de mujeres célebres por sus limosnas y obras de caridad como Tabita, Fabiola, Domitila o Eustaquia. Estas mujeres restauraron la auténtica dignidad de la mujer y contrarrestaron el mal ejemplo de emperatrices y grandes damas derrochadoras, frívolas y crueles.

Ilustres Padres de la Iglesia como San Agustín, San Juan Crisóstomo o San Basilio fueron convertidos por la influencia y la oración de mujeres, como Mónica o Emilia.

Concretamente, ¿Cómo la Santísima Virgen ennobleció a todas las mujeres que quisieron imitarla?

Lo hizo con las coronas del pudor, de la virtud y de la humildad. La Santísima Virgen fue elevada al rango de Madre de Dios y Madre nuestra. Fue coronada como Reina y Señora de todo lo creado. Todo ello precisamente por su humildad. La figura de la Virgen siempre ha conmovido profundamente a la humanidad y ha otorgado a la mujer la dignidad que merece.

En el matrimonio cristiano la mujer recobró toda su dignidad como ser humano al mismo nivel que el varón y fue reconocida como el pilar de la familia.

Es triste y lamentable que esta evidencia histórica hoy sea negada o menospreciada por muchos en el mundo contemporáneo. Pero sigue siendo la verdad histórica. Autores piadosos del pasado siglo como Joaquín Pérez Sanjulián y otros muchos lo tenían muy presente.

Si se salva la mujer se salva la familia y si se salva la familia se salva la sociedad”.

Javier Navascués Pérez

1 comentario

  
María de las Nieves
Todos los seres humanos llevamos a una mujer en nuestro interior y es tan cierto para cada uno de nosotros tanto varones como mujeres que nos hemos asomado al mundo a través del seno materno de una mujer ,nuestra madre.
En una ocasión en una conferencia el ponente se interrogaba pero que es ser mujer, quién es una mujer.
Ella ,lo primero es su ser de mujer,ser hija ,ser esposa ,compañera ,ser madre y cuidadora hogar ser una excelente profesional.
Si todo ello describe a la mujer La pregunta intencionada es ¿Quién es una mujer.? Y siendo mujer no alcanzo del todo mi ser ontologico.
Modelo real y prototipo es La Virgen María ,la pregunta es María tan explicita .? Quién es ella? La respuesta desde nuestro interior .
18/02/19 11:56 PM

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14.02.19

Apasionante experiencia en un Seminario santo

Hace años mi director espiritual me aconsejó probar una temporada en el Seminario para discernir si el Señor me llamaba a la vida religiosa. Tras la prueba, los Superiores me aseguraron que no era esa la voluntad de Dios y lo acepté con paz y conformidad. Además fue una experiencia maravillosa que marcó mi vida y quiero compartir con ustedes.

Un día inesperado el beneplácito divino, murmullo de suave brisa, susurró un mensaje diáfano. Reverberó en la roca del Sinaí una voz penetrante y amorosa, proveniente de la eternidad. En la esfera terrenal lo revelaba el sereno timbre de voz del Superior, que con suma clemencia y solemne sosiego clausuró mi ciclo de prueba como religioso. Ratificó con convicción los patentes renglones de la voluntad de Dios sobre mí. Afirmó, para confortarme en el desconsuelo, que mi noble actitud en la tentativa no era acreedora de la más leve amonestación.

Fue un período muy bendecido, pero de sabor agridulce, a la sazón regocijado en el lumínico palacio interior, pero también confinado en las tétricas ergástulas de la noche oscura. Para condensar el jugo de estas vivencias, a modo de gota en el océano, voy a relatar, como transcurría una jornada en el Seminario en los días dichosos del primer amor.

Tras la conversión varios sacerdotes timonearon la hermosa galera de mi vida espiritual, con el rostro de Cristo por bandera. Llegó la tormenta y fui herido por el rayo de la gracia. Dejé que el Señor quemase el fastuoso navío de mi seguridad y me llamó a la orilla pronunciando mi nombre. Las cenizas de mi yo fueron arrojadas al mar, como ofrenda expiatoria del que moría al mundo. Arranqué de cuajo, sin anestesia, las raíces de mi querida Zaragoza, familia y amigos. Todo mi mundo fue sepultado en la fosa del pasado. Partí en dirección a Trujillo, Extremadura.

Me sobrecogió la incomparable perspectiva nocturna de la pulcrísima Turgalium romana. Villa de abolengo, pintoresca, pingorotuda y altiva sobre la planicie. Allí sobreviven a la historia y a la tristeza iglesias sobrias, parcos baluartes y palacetes sin alardes, aglutinados en un portentoso conjunto monumental, coronado por la cámara de la Reina, la Plaza Mayor, renacentista, grandiosa, amparada por preciosos pórticos. En su centro emerge la estatua ecuestre de Francisco Pizarro. Nos predica conquistas y heroísmos audaces, como el que iba a emprender.

Despidiendo con respeto y cortesía esta cita con la histórica me adentré en la escuálida estrada, último reducto que unía la civilización con el Seminario, desierto de soledades místicas. La modesta carretera secundaria entre Trujillo y Monroy serpentea venenosa entre los latifundios solitarios, con rasantes toboganes traicioneros, por los despoblados parajes extremeños, un océano monótono de perpetuas encinas, el finis terrae de la melancolía.

Tras consumir media hora de inquietante trayecto un raquítico letrero gobernó el desvío. Y allí irrumpe un precario vallado que da el parabién a una de las mayores fincas de Extremadura. No se podía abarcar con una panorámica de ojo mortal. Incluso un río considerable atravesaba la hacienda. Y dentro de este imponente cortijo de los mimbrales, a modo de palomar teresiano, se hallaba el Seminario, sementera de núbiles menestrales para la abundante mies del Reino.

Recuerdo como hoy la primera impresión cuando rebasé la arcaica recepción. La oscuridad y el silencio amordazaban la noche con sus fauces abiertas. Y en medio del ejido insociable, en el centro de la austera alquería, destellaba el voltaje de la capilla. Solemnemente expuesto el Santísimo Sacramento latía en la noche. Varios seminaristas jóvenes ayunos, enjutos de penitencia, con sotanas de azabache, permanecían hieráticos y extáticos, majestuosos, como querubines ante tan abrasadora presencia.

Entré en la capilla sigilosamente sin provocar el menor ruido y me arrodillé con decoro ante el Rey de esta humilde morada y del Universo. Una breve visita de rigor y encaminé mis pasos en dirección al aposento, pues avanzaban las tinieblas de la noche. El Padre Superior, cual dócil lacayo, portaba gentilmente mi maleta. Antes de despedirse paralizó con firmeza su mirada y disparó a quemarropa una pregunta tan sencilla como profunda: ¿Viene usted a ser santo?

Asentí y sonreí ante la escrutadora penumbra del candil. Fascinado y encandilado acuné la noche bajo estos elevados pensamientos durmiendo a ras de suelo húmedo. La celda, otrora cuadra de caballerizas, se pavoneaba de austeridad. Cuatro paredes harapientas, mal vestidas de pobre cal descorchada, un desgastado y avejentado colchón, un armario raído y menesteroso, una infortunada mesita, pobre de solemnidad, sobre un cemento andrajoso, paupérrimo. Y presidiendo todo mi mundo un crucifijo de madera tan modesto como interpelante.

Los capitanes de Viriato

Me costó un imperio levantarme a las seis, hora intempestiva, extemporánea, antinatural, que combatía arduamente en las trincheras de una vida burguesa. Quise hacerlo para seguir el ritmo de los gladiadores de la oración, los seminaristas. Estos aguerridos Capitanes de Viriato, serían meses más tarde hermanos en religión.

Amanecía en Extremadura, un círculo flamígero gigantesco desperezaba la campiña extremeña y otorgaba tímidas rúbricas de calor al relente nocturno. Algunas avecillas insomnes sobrevolaban tiritando entre los sotos belloteros. Un estridente concierto de grillos desvelados en la lejanía y poco más. Busqué la capilla con santa codicia. Me sentía radiante.

Tres horas de oración ante el Santísimo. Rezo de Laudes comunitarios seguidos de meditación y lectura espiritual. Tenía en mi pupitre enfilados grandes clásicos de la espiritualidad jesuita y un libro de Santa Bernardita. Un universo espiritual apasionante, aislando por completo todo vestigio mundano. Santos manuales de ascética que tabicaban dos mundos, separando dos realidades, tapiando un muro infranqueable.

Después la reposición de fuerzas, el desayuno sencillo y compacto, orquestado por una deliciosa lectura espiritual. Desfilaron la gravedad inconfundible del Kempis, documentos eclesiásticos y la apasionante historia de dos mil años de Iglesia, narrada magistralmente por los jesuitas. Seguían quince minutos raquíticos de limpieza dentífrica y enfundarse a la carrera el mono de trabajo para los menesteres de limpieza. Zafarrancho de combate. Unos al fogón cálido, otros a los escusados repelentes y al resto de dependencias conventuales. En el Seminario aprendes a amar la pobreza y los trabajos serviles.

Después resucitamos el latín y el griego, la oratoria, la preceptiva literaria clásica…. Había un gran interés de los noveles seminaristas por las lenguas muertas, más vivas que nunca. Y mucho más por la filosofía clásica, siendo la teología la asignatura príncipe.

Una mañana intensa de sucesión trepidante de clases y cocción de estudio en disciplina pretoriana sin tregua a la molicie. Como premio el momento especial del Rosario comunitario. Era a las cuatro de la tarde y todavía en pie de guerra sin regalar nada sólido al cuerpo. Aunque merecía la pena ese esfuerzo corporal que aligeraba de mente y el corazón y les daba alas. El Santo Rosario se empezaba en la capilla y se podía continuar en ella o bien salir a rezarlo paseando por la bucólica finca. Un servidor elegía esta segunda opción para darle al rezo mariano un toque contemplativo con la creación, un maridaje muy especial.

La finca era rústica, bien parecida en cualquier época del año. Uno se perdía en el laberinto campestre de miles de pequeños caminitos, alfombrados de verde en épocas húmedas y laminados de oro en las secas y se adentraba en los misterios del Rosario y su Misterio. Sentía en cada paso el aliento de la Madre.

Y por fin una apetitosa campana anunciaba la comida. Una pitanza sobria, recia, contundente, castrense. Dieta simple y comida tradicional humeante, sin más adobo que el fruto licuado del olivo. Todo ello era aderezado por una lectura espiritual apasionante, la Biblia comentada de Straubinger, perenne Magisterio de la Iglesia, meditaciones escogidas, hagiografía selecta y en radical contraste noticias de actualidad sobre el caos de nuestro mundo. Como colofón el venerable martirologio, salpicado de sangre, simiente egregia de nuevos cristianos.

Después volaba el tiempo de la convivencia, el único en que podíamos hablar distendidamente con los hermanos. Íbamos en ternas. Unos al fregadero. Los más afortunados tenían la suerte de pasear por la finca. Siempre conversaciones alegres, fluidas y edificantes. O se hable de Dios o no se hable. Racionamientos lógicos, lenguaje escolástico, hilando fino, todo milimétricamente medido. Momentos de gran felicidad estar los hermanos unidos bajo la gigante sombra de un gran ideal, con un vínculo superior al de la sangre y la alcurnia.

Después aseo para prepararse con respeto para la Santa Misa, epicentro del día. Una Misa pausada con calma, devota y una espaciosa acción de gracias. La razón de ser del seminarista, la identificación con ese Cristo glorioso que baja del cielo al altar en un encuentro amoroso.

Posteriormente una hora de estudio, evaporada raudamente y  a la capilla para coronar el día con las completas. Tras la oración nocturna y sus sugerentes himnos que se adentraban en el misterio de la noche se presentaba fatigado el tiempo de descanso. Algunos hermanos aún se inmolaban un poquito más ayudando en la cocina, leyendo o adorando en la capilla. Otros se ofrecían incluso para hacer servicios manuales a los hermanos, como el forrado de libros por ejemplo. Se vivía un gran desprendimiento fraternal y un olvido radical de lo propio.

Y a las once me acostaba rendido, exhausto, pero con la felicidad rebosante en la alcuza de la conciencia, con el regusto del deber cumplido para que la Virgen velase nuestro casto sueño y reparase las fuerzas del guerrero. Añoro los días cautivadores del Seminario donde creía volar en las cumbres de la santidad. Ahora con los pies en el suelo acepto mi pequeñez, pero sigo teniendo por objeto de mi vida el mismo Amor. Hágase tu voluntad, loado mi Señor.

Javier Navascués Pérez

11 comentarios

  
Rosa de Jesus
Hermoso articulo, tendria que ser la aspiracion de todos los catolicos consagrados o no a la vida religiosa llevar una vida penitente, austera y de oracion. Desde ya los que vivimos en el mundo no todos tenemos el tiempo y la capacidad de estudiar y ejercitar las devociones como la liturgia de las horas o la comunion diaria como los monjes o sacerdotes, pero todos podemos rezar los tres rosarios diarios de la corona a Santisima Virgen, todos podemos mortificarnos y hacer penitencias y ayunos, el problema que veo en la gente mundana dentro de nuestra religion es que dicen que la penitencia y el ayuno es cosa de misticos y monjes, no digo hacer un ayuno absoluto si uno trabaja pero siempre puede cuidar de moderar y mortificar la sensualidad de la comida por ejemplo huir de la sensacion de saciedad o evitar gustos o vicios como el cigarrillo o el alcohol, no digo hacer una vigilia de una noche completa pero si desvelarse una hora para rezar el santo rosario en medio del sueño, porque no?, no digo ahislarte a todas las noticias del mundo pero tirar la tv y dejar solo internet como informativo, tomarnos en serio la cruzada por la modestia cristiana sobretodo cuando vamos a la santa misa, tambien la pureza dentro y fuera del matrimonio que no es un juego la vida de intimidad sino solo un medio para servir a la iglesia trayendo hijos de Dios al mundo, vivir en ese preferir siempre la incomodidad, con discrecion y madurez, una sencilla soledad a las noches de salidas con amigos que a veces solo quieren usarnos para sentirse acompañados y que nada ayudan a nuestro progreso espiritual, ni hablar de las discotecas, buscar tener como mejor amigo a nuestro Jesus Crucificado y su Mater dolorosa.

Rezo mucho por esta intencion, y me alegran mucho leer portadas como estas porque demuestra que cada vez mas cristianos estan buscando obedecer a la Virgen y no solo eso, sino ayudar a sus hermanos a desear este fin. En un tiempo en donde la vida monastica se esta extinguiendo necesitamos con urgencia que los pocos fieles, o mejor dicho amigos de Jesus crucificado, aunque esten en el mundo ayuden a ocupar estos sitios que antes guardaban los monjes ayunando, rezando y haciendo penitencia porque hay mucho vacio y necesidad de esto.

El santo Padre Pio de Pietrelcina se convirtio en el monje, sacerdote y estigmatizado mas grande de toda la historia de la Iglesia catolica con la sencilla devocion del santo Rosario, el que llegaba a rezar hasta 50 veces al día, que consuelo y testimonio mas alentador para la gente que vive en el mundo saber que este santo llego a tan altisimo grado de santidad y union con Dios y Maria Santisima solo rezando muchos rosarios, y lo mismo se puede decir de los pastorcillos de Fatima, niños sin estudio ni disiplina monastica.

14/02/19 2:00 PM
  
Martinna
No es fácil entender por qué recetaron que no tenía vocación. Más parece que la tiene usted que muchos clérigos funcionarios que se ven por las iglesias...
14/02/19 2:59 PM
  
Un sacerdote
Precioso testimonio, Javier
Muchas gracias por compartirlo
14/02/19 8:23 PM
  
Miguel Ángel
Javier, muy lindo el relato.
Tengo la impresión, por lo que narras, que sé, y conozco por terceros, el seminario del cual se trata.
En fin, e independiente de eso, lo que narras para mí tiene un tanto de bondadosa ingenuidad, pues el seminario -cualquiera sea-, al igual que cualquier comunidad humana, tiene muchos problemas y grandes cruces. No existe lugar en la tierra donde el "pecado original" no haga sus estragos, pensar lo contrario es ingenuidad.
Por lo que tu relato me parece muy lindo, pero falto de muchos matices y realismo.

Javier: Si lo lee en profundidad y entre líneas, verá que no omito del todo las cruces ni las asperezas de la renuncia, desgarradoras (pero si omito los roces y detalles desedificantes)...pero lo hago de manera consciente y elegante pues me interesa destacar e idealizar poéticamente los buenos recuerdos con objeto de dar gracias a Dios por esa etapa de mi vida.

14/02/19 9:21 PM
  
Juan Pablo Lizcano
Dios mío cuán grande eres .
14/02/19 9:22 PM
  
alma
Pocas veces, un artículo escrito, tiene aroma
14/02/19 10:19 PM
  
moises ben Aram
Sí. Podría decir proque le dijeron que no?
Tengo la sensación, que salvo algún gran escándalo, a todos les dicen que sí.

Javier: Simplemente, tras unos meses de prueba, por considerar que no estaba llamado a la vida religiosa. No todo el mundo está llamado. Escándalos gracias a Dios no vi ninguno.
15/02/19 12:24 AM
  
Miguel Ángel
Muchas gracias Javier por tu respuesta.

Pues estamos de acuerdo entonces, porque como dices: "... (pero si omito los roces y detalles desedificantes)...pero lo hago de manera consciente y elegante pues me interesa destacar e idealizar poéticamente los buenos recuerdos con objeto de dar gracias a Dios por esa etapa de mi vida".
Pues si el objetivo era idealizar poéticamente ese período de tu vida en el seminario lo has logrado, y de buena forma.
Solo quería aportar que la realidad cotidiana de un seminario no es ideal poético, sino una realidad humana marcada por roces y detalles desedificantes.
Saludos.


Javier: De nada Miguel Ángel, la vida tiene mucho más de prosaico que de poético, por eso opto aquí por rescatar esa segunda faceta
15/02/19 6:00 PM
  
María de las Nieves
Un bello escrito y desde la roca del Sinaí la voz eterna no se equivoca y a leer ese llamado a la santidad y vida sobrenatural y sino es a la vida religiosa y es Seminario diocesano de servicio al Señor en favor de su Santa Iglesia y estudiar la carrera de Teologia en seminario o Facultad de Teologis y ser sacerdote ? Aqui estoy Señor para hacer tu Voluntad ,el Señor sigue llamando y ampliándo la conciencia. Orare al Señor en su Divina luz por Ti Javier.
Tú relato vivencial penetra ,así que a seguir y siempre el Señor nos muestra algo nuevo .Gracias.
15/02/19 7:44 PM
  
M.Rosa
No pasa nada,Dios tiene un plan para cada uno,y para ti el del periodista fiel a Él con tus testimonios,entrevistas a personas,que merece la pena escuchar y que defienden las verdades de nuestra fe,haces prestancia a la Iglesia de unos valores incalculables.Sigue la senda y que Dios te bendiga.
16/02/19 1:52 AM
  
Alberto el retrogrado reaccionario y rígido
Maravilloso escrito.

Bueno, en cambio es usted un periodista incansable, que está en todas partes, siempre la servicio de la verdadera Fe y libre para hacerlo sin ataduras.

Me puedo imaginar por qué le dijeron que no. Corren tiempos recios en los que el voto de obediencia puede provocar a uno un conflicto muy grave entra la obediencia y la Verdad. Y sospecho que, al contrario de lo que se puede pensar, hablando poéticamente la obediencia ahora es la "virtud" que prima sobre todo lo demás.Cualquier sospecha de que no se va a ser totalmente obediente es algo que no se valora muy bien hoy en día.

Por eso yo no quise ni oír hablar de ello cuando un buen cura amigo mio me sugirió esa vocación. En tiempos pasados no me hubiera negado a pedirlo a Dios y a intentarlo, por la escasez de vocaciones. Pero ahora se que sería un infierno para mi, dado el estado de la Iglesia y de la Jerarquía. No duraría ni un año. Porque soy retrógrado, rígido y reaccionario. Creo que se me entiende.
17/02/19 7:22 PM

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11.02.19

Carlos III. El primer gobierno antirreligioso de la historia de España

El reinado de Carlos III (1759-1788) ha sido uno de los más decisivos períodos de la historia de España. Su reinado se caracterizó por estar imbuido del espíritu de la “Ilustración”. Se llevaron a cabo reformas de todo tipo, económicas, administrativas, políticas, militares… Pero por desgracia también se llevó a cabo una política que chocaba de frente con la mentalidad católica tan tradicional y consubstancial a la historia y la naturaleza del pueblo español. Y esto es un factor sobre el que no se suele insistir lo suficiente. Y cuando se hace, es para alabar, incluso desde ámbitos católicos, acríticamente una época que marcó el inicio histórico del descenso a los abismos morales en los que estamos en la España de hoy. El historiador Rafael María Molina nos acerca a su figura.

¿El reinado de Carlos III supuso una ruptura con la historia de España en el ámbito religioso?

Así es. La época de Carlos III marca un auténtico punto de inflexión o de ruptura si se prefiere con la historia de España en el plano religioso. Hasta entonces, todos los reyes españoles, desde el tiempo de la conversión de los visigodos al catolicismo, en mayor o menor medida, habían promovido la Religión Católica o luchado por ella, como en la Reconquista. Este fenómeno llegó a su apogeo en los tiempos del Siglo de Oro en los que la Monarquía Hispánica llegó a simbolizar la propia defensa y expansión de la Fe en todos los continentes. En una sociedad que aún era teocéntrica, los españoles de a pie se identificaban totalmente con esa visión y se puede decir que lo dieron todo, empezando por literalmente su sangre y sus bienes para sostener una política cuya base era la defensa de la Fe Católica en primer lugar, en todas partes y contra todos sus enemigos.

Pero todo esto empieza a cambiar drásticamente durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Es el primer reinado de la historia de España que mira a la Iglesia con desconfianza, casi como a un enemigo potencial. El primer reinado que trata de inculcar a los españoles una nueva “ideología”, el culto al racionalismo y al conocimiento entendidos como algo distinto y casi ya en oposición a la Religión. El primer reinado donde la influencia masónica sobre el Gobierno será fuerte.

¿Cómo se materializa todo esto?

Por varias vías. En primer lugar Carlos III y sus ministros acentuaron al máximo la política regalista, esto es, intentar situar a la Iglesia bajo el control del Estado. Los gobiernos de Carlos III desarrollarán hasta las últimas consecuencias las posibilidades que les ofrecía el Concordato firmado con el Vaticano por su antecesor Fernando VI en 1753 para controlar el nombramiento de cargos eclesiásticos en España y en su todavía inmenso imperio americano (lo que se conocía como el “Patronato Universal”). La idea era que, si el monarca lo era por derecho divino, supuestamente tenía derecho a situar la Iglesia bajo control a través de sus “regalías” o sea, los derechos absolutos del rey sobre todas las cuestiones referidas a la Iglesia.

¿Cómo se originó la persecucución total durante este reinado a la Compañia de Jesús?

Fue una consecuencia del regalismo y también de la influencia del singular odio ilustrado y masónico (muy visible en los ideólogos franceses de la “Ilustración” como Voltaire o Diderot entre otros) por los jesuitas. En primer lugar, dado que los jesuitas eran la Orden más influyente y la que poseía una mayor riqueza material, la idea de apropiarse de sus bienes, rentas y tierras, era muy atractiva para Carlos III y sus ministros. En segundo lugar, los jesuitas estaban considerados entonces como el principal bastión de la ortodoxia intelectual católica y ponían su fidelidad al Papa por encima de la lealtad a cualquier rey. (Por eso eran tan odiados por los “ilustrados”). Los jesuitas fueron expulsados en la década de 1760 tanto de España, como de Francia y Portugal (países todos donde la influencia “ilustrada” sobre los gobiernos era fuerte). Carlos III, además les culpaba de estar supuestamente implicados en el “motín de Esquilache”, la revuelta popular en Madrid y otras ciudades que en 1766 llegó a poner en peligro la Corona. 1 año más tarde , en 1767 fueron expulsados de España y de su imperio. Pero da la medida del odio real hacia los jesuitas el hecho de que Carlos III no paró hasta conseguir que en 1773 el Papa Clemente XIV, sometido a todo tipo de presiones y amenazas (incluída la de un desembarco español en Italia) disolviera la Orden en todo el mundo. El embajador español en Roma que había logrado este “éxito”, don José Moñino, fue nombrado por Carlos III, conde de Floridablanca, como premio y pronto sería nombrado Primer Ministro por Carlos III.

En el proceso de la expulsión de los jesuitas tuvo también un papel destacado el Conde de Aranda, político aragonés que ejercía en ese momento el puesto de presidente del Consejo de Castilla, lo que le convertía casi en el virtual primer ministro de España. Aranda fue un político muy influenciado por la masonería. Se discute aún si llegó a ser masón pero en cualquier caso llevó a cabo una política promasónica. Era amigo de Voltaire (que le dedicó unos horribles versos calificándolo de heroico vencedor de la “hidra” jesuita). La Corona incautó todos los bienes de los jesuitas. En definitiva, fue una gran victoria masónica.

¿Carlos III era católico?

Hay que dejar claro que Carlos III fue católico. De hecho era católico practicante y desde luego, no fue personalmente masón (de hecho murió en 1788 con los Sacramentos) Pero no fue un católico tradicional sino más bien fue lo que en nuestra época se ha llamado un católico “progresista”. Como ha señalado el experto hispanista John Lynch, el gobierno de Carlos III fue antipapal desde el principio. Ya en sus primeros años de reinado Carlos III defendió públicamente las tesis del abad francés Mesenguy que negaban la infabilidad papal y que estaban condenadas por la Iglesia. Y ya a partir de 1761 un decreto de Carlos III prohibió la publicación de cualquier documento papal en España a menos que contara con el visto bueno previo de la Corona.

El Gobierno prohibió los sínodos eclesiásticos provinciales para impedir que la Iglesia pudiera pactar estrategias de actuación y medidas propias sin el control estatal y estableció la censura previa sobre las pastorales de los obispos. E incluso sobre las homilías de muchos sacerdotes. Hizo un gran intento por secularizar la enseñanza, hasta entonces dominada por los religiosos, regulando los métodos de acceso de los maestros, con el objetivo de limitar al máximo el número de maestros religiosos y crear un cuerpo de maestros laicos, subordinados al Gobierno. Es verdad que hubo alguna medida positiva en el ámbito religioso, básicamente la proclamación de la Inmaculada Concepción como Patrona de España y de las Indias en 1760. (Y se podría añadir que Carlos III ha sido uno de los pocos reyes españoles Borbones que no fue motivo de escándalo por cuestiones relacionadas con la lujuria y la infidelidad conyugal) pero el peso de su política anticlerical fue, por desgracia, enorme.

¿Qué otras medidas laicistas llevó a cabo el gobierno de Carlos III?

Se reformaron las materias para dar más importancia a los contenidos científicos lo cual en parte era saludable pero el auténtico objetivo del Gobierno era secularizar la enseñanza en todos los tramos, incluído el universitario. El gobierno de Carlos III llevó a cabo también numerosas medidas para prohibir o limitar muchas devociones populares y actos religiosos masivos con el argumento de que determinadas devociones, sobretodo las marianas, eran casi idólatras y muchos actos de piedad no eran más que superstición, que hacían perder muchas horas de trabajo a la gente.

También se limitó el número monasterios contemplativos con el argumento de que eran improductivos. Es llamativo que en todo ello destacaron los ministros más abiertamente másonicos o “librepensadores” como Roda o Campomanes. La Inquisición no fue suprimida pero se limitó estrechamente su actividad. Es cierto que, como es sabido, la Inquisición todavía pudo lograr la condena del famoso intendente Pablo de Olavide, íntimo amigo de Voltaire y Diderot y mano derecha del Conde de Aranda, por sus escritos notoriamente antirreligiosos pero la Institución fue severamente limitada en su actividad por los ministros del rey. Campomanes llegó a preparar una gran “desamortización” o incautación general de los bienes de la Iglesia aunque finalmente el propio rey no se atrevió a ejecutarla, ante los síntomas de una resistencia eclesiástica muy intensa. (Pero sí lo haría parcialmente su hijo Carlos IV y al final se llevaría a cabo totalmente en tiempos de Isabel II)

¿El pueblo seguia siendo masivamente católico o empezaba a ya resultar contaminado de anticlericalismo?

El pueblo español en esta época seguia siendo abrumadoramente católico, como reconocen los historiadores. La asistencia a Misa y la recepción de sacramentos seguía siendo masiva y, como han señalado algunos historiadores, al pueblo , desde luego, le emocionaban mucho más las prédicas de grandes predicadores como Fray Diego de Cádiz que el anticlericalismo del Gobierno. Por eso fue tan importante vista en perspectiva la ofensiva anticlerical de los ministros de Carlos III. Sembraron para las generaciones futuras. Los futuros liberales antirreligiosos de principios del siglo XIX seran hijos intelectuales de la “Ilustración” y de la Revolución Francesa (preparada ideológicamente por la “Ilustración”)

¿Por último que balance haría de este reinado, sobretodo desde el punto de vista religioso?

El reinado de Carlos III se caracterizó por una serie de amplias reformas, algunas de las cuales en los ámbitos económico, administrativo , militar o urbanístico fueron positivas en aquel momento. También se caracterizó por las guerras contra Inglaterra, la última de las cuales, la de 1778-1783 tuvo un balance positivo pues, aunque no se logró reconquistar Gibraltar, si se recuperó la isla de Menorca y algunos territorios en Norteamérica. De hecho, en este reinado el imperio Español de América llegó a su máxima extensión con la conquista o adquisición de California, Luisiana y la pacificación de amplios territorios del sudoeste norteamericano tras duras luchas contra los pueblos indios. Fue el último reinado en el que España, con una gran flota de guerra, tuvo todavía autentico rango de gran potencia internacional.

Todo ello ha hecho que de Carlos III se haya dicho que es una de las pocas figuras de la historia de España que gusta tanto a la derecha (por el relativo esplendor militar y colonial) como a la izquierda (precisamente por sus medidas anticlericales). Y es que el peso, trágico, de la política antirreligiosa es una responsabilidad muy gravosa con la que este reinado carga ante la Historia.

A este respecto, fue muy llamativo lo ocurrido en 1988 cuando el entonces gobierno socialista español presidido por Felipe Gónzalez, conmemoró por todo lo alto el bicentenario de la muerte de Carlos III con cientos de actos, exposiciones, conferencias, libros y actos de todo tipo, incluyendo una serie de televisión sobre el reinado y una película sobre el motín de Esquilache, de la directora Josefina Molina, donde Carlos III y su ministro, el reformista radical Esquilache (de origen italiano) aparecían como unos héroes reformadores. También en esa época se colocó la estatua ecuestre de Carlos III que preside la Puerta del Sol, en el centro geográfico de Madrid y de España.

El gobierno socialista insistió entonces en que ellos, en su decidida política de “modernizar España” (o sea, en la práctica, descristianizarla) eran los sucesores naturales de una figura como Carlos III cuyo empeño de modernización del país en su época, fue idéntico.

Fue, en definitiva el reinado en que, tristemente, el anticlericalismo impulsado desde el poder, hizo su aparición en la historia de España.

 

Javier Navascués Pérez

21 comentarios

  
blaloma
Muy interesante
11/02/19 10:45 AM
  
Javidaba
D. Marcelino Menendez y Pelayo describe la religiosidad de Carlos III, con notas de ridiculez tremenda.
11/02/19 10:48 AM
  
Pedro Amate
También fue el Rey que inauguró el Palacio Real de Madrid. Lo peor fue que su hijo Carlos IV ,y su nieto y bisnieta ,los reyes Fernando VII e Isabel II ,significaron para España la independencia de los Virreinatos Americanos ,y nos quedamos tan sólo con Cuba y Filipinas ; después su tataranieto Alfonso XII ,y la Regencia de su esposa la Reina Maria Cristina de Absburgo - Lorena ,supuso el desastre total para España en ultramar.

Aun así ,en lo religioso nos mantuvimos más o menos estables,y superamos la Primera Guerra Mundial ,que supuso el final del Milenio Preliminar de la Historia de la Iglesia y de la era cristiana ; hasta la II república de 1.931.

En 1.936 ,llegaron los descendientes políticos del Liberal radical ,y masón; el ministro de la Reina Cristina , autodenominado
"Mendizabal ; a completar la obra de muerte y destrucción empezada por el expoliador de la Iglesia y asesino de cientos de curas y frailes en 1.836.

La Guerra Civil : El mayor error de la Historia de España ; error de unos y de otros ,ya que la Guerra,empezó realmente en ,1.934 ,con el golpe de estado de socialistas,anarquistas y separatistas catalanes.

La dictadura franquista, una consecuencia del mayor y gran error de la Historia de España. Y después de la muerte de Franco ,supuso para España en lo religioso y en lo político ,lo que para el resto de la humanidad supuso la Primera y Segunda Guerra Mundial : El final del Milenio Preliminar ,y la Liberación de Satanás por un corto espacio de tiempo, que nos podrá llevar hasta finales del presente siglo.





11/02/19 2:41 PM
  
Sor Lucía
...y el primer buen rey de España.
¡Caramba, que coincidencia!
11/02/19 2:46 PM
  
José Díaz
D. Javier, gracias por reproducir esta entrevista. El reinado de Carlos III está sobrevalorado, también en el campo de sus reformas administrativas y políticas y en el referente a la política exterior.
La entrevista menciona a John Lynch, autor de una historia de "Las revoluciones hispanoamericanas". Según este clásico de la historiografia, durante el reinado de Carlos III las reformas emprendidas en la América española significaron lo que el propio autor ha dado en llamar una "segunda conquista de América", proceso consistente en la implementación de principios inspirados en la política colonial británica y francesa, en virtud de los cuales los virreinatos americanos debían pasar a ser colonias, si no jurídicamente, al menos sí en la práctica. El autor trae a colación citas de personalidades próximas al monarca que se quejaban de que los virreinatos americanos no hubiesen reportado a España los beneficios que otras naciones europeas habían obtenido de sus 'colonias'. Esas mismas personalidades abogaban por transformar la relación de España con sus territorios del Nuevo Mundo para hacerla plantearla en términos de metrópolis colonias, algo completa y radicalmente contrario a la tradición política española. Una de las tesis de Lynch consiste en limitar el impacto de las ideas ilustradas procedentes de Francia y de las potencias anglosajonas y enfatizar, en cambio, el descontento suscitado por las reformas administrativas de Carlos III.
En cuanto a la política exterior, el tópico suele repetir que Carlos III reincorporó a España al gran escenario de las relaciones internacionales de la época, especialmente mediante la participación en algunas contiendas contra Inglaterra, pero siempre del lado de Francia. Pero con ello no se hizo otra cosa que acentuar el seguidismo respecto de los intereses franceses y, además, a un coste altísimo que comprometió fatalmente el reinado de su sucesor. La España heredada por Carlos IV se hallaba bajo una hacienda maltrecha, esquilmada por una política exterior tan costosa como inútil. La política de Floridablanca y Aranda, que asumieron sucesivamente la secretaría del Despacho de Estado después de la muerte de Carlos III, revela la imposibilidad de una política desprovista de recursos, pero también el despropósito de una política exterior que nos había privado de independencia y de lo que los ilustrados y liberales pomposamente llaman 'soberanía'. España quedó a merced de Gran Bretaña y Francia, aliada primero de los Ios ingleses y después de la Francia revolucionaria, con nuestra flota destruída en Trafalgar y nuestra libertad aniquilada por la Grande Armeé del corso anticrístico. La irresuelta y por entonces ya endémica situación de la hacienda real -habló de la primera década del siglo XIX- inspiró las primeras acciones desamortizadoras y expropiatorias contra los bienes de la Iglesia. Así, con la nación entregada a sus enemigos -interiores y exteriores- pudo ser posible que unas Cortes de dudosa legitimidad perpetrasen un golpe de Estado contra nuestra constitución histórica, la conformada por siglos de tradición.
Así, pues, tenemos que algunos o muchos de los grandes males que se cernieron sobre España en los dos últimos siglos responden a procesos que se habían iniciado bajo el reinado de Carlos III. No es casual, por tanto, que un reinado caracterizado por la quiebra de la identificación de la Corona con la Iglesia tuviera, a corto, medio y largo plazo, tales y nefastas consecuencias. Carlos III comprometió seria y gravemente el futuro de España, pero un programa de reformas y una indudable prosperidad económica han cegado y continúan cegando los ojos de historiadores e intelectuales. Gracias, de nuevo, D. Javier, por traer esta entrevista al blog. El Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
11/02/19 3:17 PM
  
Chico
Muy triste.
11/02/19 4:54 PM
  
JK
Dice que los jesuitas eran el bastión de la ortodoxia, pero todos sabemos sin embargo que desde hace medio siglo se han convertido en el bastión de la heterodoxia en la Iglesia; esto explica el porqué de la crisis padecida por la Iglesia desde que los jesuitas dieron ese giro radical. Rescatar a la Iglesia tendría que pasar primero por regresar a la ortodoxia a la orden jesuita.
11/02/19 5:21 PM
  
Templario
El seguidismo papista de España siempre ha obtenido la misma respuesta: desprecio, ignominia y agresividad contra España. En ese sentido, España poco debe agradecer a Roma (en el más sentido estricto de la palabra).
11/02/19 6:34 PM
  
Hermenegildo
Vista la deriva que ha tomó la Compañía de Jesús en el siglo XX, igual Carlos III fue un visionario y un adelantado a su tiempo.
11/02/19 7:16 PM
  
Jordi
Religiosamente, fue un rey nefasto, pues limitó la libertad de la Iglesia.

La Ilustración fue una idolatría del Dios relojero, de la masonería esotérica, del magnetismo animal de Mesmer, de los utopistas del enciclopedismo, y del racionalismo mecanicista propio de los autómatas... el siglo XVIII fue una época de mucho quimerista e iluminado ilustrado, todo muy rígido, frío, ortopédico y metálico... no es raro que diera en contrapartida, la masonería esotérica y revolucionaria, para tener algo de vida y calor...
11/02/19 9:33 PM
  
Palas Atenea
El reinado de Carlos III coincide con la Evangelización de la Alta California por los franciscanos y ya se acusan una serie de malos entendidos entre los misioneros y los poderes civiles y militares.
11/02/19 11:06 PM
  
yomismo
"(Y se podría añadir que Carlos III ha sido uno de los pocos reyes españoles Borbones que no fue motivo de escándalo por cuestiones relacionadas con la lujuria y la infidelidad conyugal)"

En realidad, esto era lo normal en los primeros borbones españoles. Es a partir de los sucesores de Carlos III cuando el comportamiento de los reyes en relación con el matrimonio empieza a dejar bastante que desear.
11/02/19 11:12 PM
  
lindor covas
Templario...

Que ingrato y desagradecido , pues ninguna nación recibio tanto de Roma , como la Española .
11/02/19 11:45 PM
  
Hermenegildo
"Pero no fue un católico tradicional sino más bien fue lo que en nuestra época se ha llamado un católico “progresista”."

Es la primera vez que oigo algo así. Precisamente, Carlos III fue un rey muy devoto en el sentido más tradicional, de Misa y rezo diario. Confesaba y comulgaba en todas las Pascuas (entonces no existía la comunión diaria). Nunca fue infiel a su mujer y cuando enviudó no volvió a casarse ni se le conoció otra relación amorosa.

El Catedrático Roberto Fernández Díaz lo resume muy bien: "Carlos fue un rey muy devoto, con un sentido providencialista de la vida ciertamente acusado. Su pensamiento, su lenguaje y sus actos estuvieron siempre impregnados por la religión católica. Aunque no puede decirse que fuera un beato, resultó desde luego un creyente fervoroso, con gran devoción por la Inmaculada Concepción y por San Jenaro (patrón de Nápoles). De misa y rezo diarios, era un hombre preocupado por actuar según los dictados de la Iglesia para conseguir así la eterna salvación de su alma, asunto que consideraba de prioritario interés en su vida. Esta profunda religiosidad, sin embargo, no fue obstáculo para dejar bien sentado que, en el concierto temporal, el soberano era el único al que todos los súbditos debían obedecer, incluidos los eclesiásticos."
12/02/19 12:42 AM
  
Joaquín
Hermenegildo: comprendo que te sorprenda que se califique a Carlos III de "cristiano progresista", pero la verdad es la verdad. Con Carlos III, por primera vez en la historia de España, aparecieron ministros ateos o casi ateos (Campomanes es el ejemplo más claro, pero hay otros muchos), y que fue con su reinado cuando se inició la destrucción de la España católica. Si los cristianos progresistas de hoy dicen "personalmente me opongo al aborto pero no creo que deba estar prohibido por ley", el cristiano progresista del siglo XVIII (Carlos III) diría "personalmente me opongo a la impiedad religiosa pero no creo que se deba perseguir y creo que la religión católica es verdadera pero no creo que las leyes deban reflejar eso". Por sus frutos los conoceréis, dijo el Señor, y en el caso de Carlos III los frutos son clarísimos, por muy devoto que aparentara ser.
12/02/19 2:34 PM
  
Hermenegildo
Joaquín: estáis pintando la España de Carlos III como si fuera la de la II República. La España de Carlos III siguió siendo tan católica como siempre y se evangelizaron amplios territorios de América, sólo que el rey quiso tener a la Iglesia más sujeta a su autoridad temporal, pero nada comparado con lo que ocurría entonces en el resto de Europa.

Calificar a los personajes de la época como "progresistas" o "conservadores" es un gran anacronismo.
12/02/19 11:54 PM
  
Chico
Santo Tomás en filosofía había dejado de ser tenido en cuenta. El de siempre quiero decir. Y se metió un tomismos agua Chi nado. Y la ilustración se adueñó de los guías en EspañA . Y así vino el desastre que fue en aumento hasta nuestros días.
13/02/19 2:31 PM
  
lindor covas
Hermenegildo...

Exacto. Y creo que el más apretó a la Iglesia , fue el Emperador de Austria José II.
13/02/19 2:36 PM
  
Chico
Los Clérigos de aquel tiempo no estaban a la altura que se requería para ser Guías de los cristianos. Y entonces.... vino poco a poco la debacle. ! Ay, si hubiera existido InfoCatólica en aquel tiempo! . Otros gallos nos cantarían ahora.
13/02/19 9:13 PM
  
Chico
Los Borbones han sido nefastos para el cristianismo español
13/02/19 9:46 PM
  
Sócrates
"...monarca lo era por derecho divino..."
¿ Cuándo, dónde y cómo le dío dios ese "derecho"?
14/02/19 1:48 AM

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7.02.19

Entrevista a José Antonio Gallego, uno de los mayores expertos en el Cura Merino

Tras el artículo publicado en Infocatólica sobre el Cura Merino varias personas, fascinadas por su figura, me sugirieron profundizar más en este personaje entrevistando a un experto. Gracias a Dios he podido contactar con José Antonio Gallego, considerado uno de los mayores especialistas en este insigne personaje y autor del libro: ‘El Cura Merino; el vendaval de Castilla’

Presentación del entrevistado

José Antonio Gallego (Madrid, 1954), es funcionario de carrera e historiador vocacional, dedicado desde hace casi cuarenta años al estudio del Carlismo, dentro del cual, con el paso del tiempo, se especializó en la Primera Guerra Carlista y su desarrollo en Castilla la Vieja. Sus primeras publicaciones en la prestigiosa revista de historia contemporánea Aportes, comenzaron en su núm. 20 con el trabajo: “Un nombre para la historia: Carlos Luis O’Donnell Joris” (1992), al que siguieron “D. Antonio Tallada, su última expedición y los sargentos de Tabarca” (núm. 33, 1197); “El fuerte de Cañete y la batalla de Carboneras” (núm. 34, 1997); “La acción de Los Arcos. Navarra (13/XI/1833) (núm. 37, 1998); “La batalla de Villafranca de Montes de Oca. Burgos (13/XI/1833)” (núm. 58, 2005); “Los primeros años del infante don Sebastián Gabriel de Borbón y de Braganza: entre la política y la pintura” (núm. 71, 2009), y “La expedición Sanz (14 a 24 de septiembre de 1834)” (núm. 87, 2015).

Ha publicado también, entre otros artículos, en la revista Verbo: “El espíritu de la Guerra de la Independencia” (núm. 465-466, 2008), trabajo en el que adelantaba su idea sobre el libro que hoy nos ocupa. Además, entre otros libros ha publicado: El levantamiento carlista de Castilla la Vieja (Actas. Madrid, 2002) y D. José Álvarez de Toledo y Dubois. Apuntes biográficos de un aventurero decimonónico (Ciudadela. Madrid, 2012) y colaboró en el libro A los 175 años del carlismo. Una revisión de la Tradición Política Hispánica (Itinerarios. Madrid, 2011) con la ponencia “El carlismo en Castilla la Vieja". En la actualidad es miembro del Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, y se le puede considerar uno de los mayores expertos en carlismo castellano.

José Antonio Gallego, ha estudiado a fondo la vida del Cura Merino.

El Cura Merino, un bravo sacerdote en defensa de España en la Guerra de la Independencia…

En la guerra contra el francés, no solo combatió Jerónimo Merino, la participación del clero fue extraordinariamente alta, hasta el punto de que la Junta Central firmaría el Sevilla el 26 de abril de 1809 el decreto por el que sancionaba la creación de las <<Partidas de Cruzada>>, que se uniformaron con una gran cruz roja en el pecho al estilo de las cruzadas medievales. Estas partidas, a veces solo formadas por frailes que habían tenido que huir de sus conventos, sufrieron varias transformaciones debidas a su regulación que terminaron por hacerlas desaparecer, pero hemos de decir que normalmente las mandaron sacerdotes o frailes y desde luego Merino fue durante los primeros años de la guerra <<Comandante de Partida de Cruzada>> y la acabaría como brigadier de Caballería al frente de un regimiento de infantería y otro de caballería creados por él y como comandante militar de la provincia de Burgos. Pero además Jerónimo Merino y Cob, <<el Cura Merino>> o <<el Cura de Villoviado>>, combatió en la Campaña Realista de 1821 y 1823 y la Primera Guerra Carlista, llegando a ser mariscal de campo del ejército de D. Carlos, comandante general de Castilla la Vieja condecorado con tres cruces de San Fernando (la primera recibida durante la Guerra de la Independencia), pero también llegando a morir en el exilio.

¿Fueron guerras justas?

No podemos por falta de espacio ni tan siquiera intentar esbozar la doctrina de la <<guerra justa>>, pero sí podemos apuntar que fue San Agustín uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que, en gran parte, era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de unos bárbaros paganos y sanguinarios. En el siglo XIX no se combatía a bárbaros paganos, el combate era todavía de mayor calado. El Orden Político Cristiano se veía atacado por los defensores de una nueva forma de concebir el mundo, una forma en la que Dios ya no tendría cabida. En el Orden Político Cristiano, los Gobiernos, cualquiera que sea su forma, detentan la <<potestas>> y reconocen a la Iglesia la <<auctoritas>>. Las ideas que entonces atacaban ese Orden y que hoy han vencido, entendían y entienden que ambas corresponden al Estado, moderno en esencia, es decir, revolucionario y anticristiano, que niega a Dios cualquier influencia moral en la vida de la comunidad de los hombres. Merino, como muchos otros, siempre entendió que luchaba por la causa de Dios y estaba legitimado a usar la fuerza. Por eso podemos recordar ahora unas palabras de San Agustín en La Ciudad de Dios: <<no mata quien presta su ministerio obedeciendo al que manda, así como la espada es instrumento del que la usa; por consiguiente, no violan este precepto, “no matarás”, los que por orden de Dios declararon guerras o representando la potestad pública y obrando según el imperio de la justicia castigaron a los facinerosos, y perversos quitándoles la vida>>.

¿Fueron las guerrillas españolas las que causaron la mayor parte de bajas sufridas por el ejército de Napoleón en España?


Siempre ha sido objeto de debate entre los especialistas la importancia que tuvieron las guerrillas en la guerra contra Napoleón. Desde luego sería absurdo sostener que el peso principal de la guerra recayó sobre las guerrillas, olvidándose del ejército regular, del ejército inglés e incluso de sus auxiliares portugueses. Eso no quiere decir que las guerrillas no contribuyeran eficazmente a su derrota, cortando vías de suministros, rompiendo sus comunicaciones, aislando guarniciones y de vez en cuando, causándoles alguna derrota de cierta importancia. Y Merino, no cabe duda alguna, fue uno de los tres más importantes guerrilleros de aquella contienda, convirtiendo lo que inicialmente fueron una simple amalgama de voluntarios sin instrucción ni uniforme y mal armados con escopetas, hachas y palos, en unidades perfectamente instruidas y uniformadas que podían competir sin complejo con la mejor del ejército regular, a cuyas filas fueron incorporadas al final de la guerra.

¿Qué motivó su salida a campaña?

Ciertamente, al final de la guerra Merino se había convertido en una celebridad, una celebridad que no tardó demasiado, nada más definirse doctrinalmente en la Campaña Realista, en ser el objeto del odio más furibundo, por lo que era y representaba. Se escribieron crueles libelos contra él, pero como no se sostenían, sus enemigos más hábiles empezaron a construir un personaje novelesco, al que sutilmente despojaron de toda motivación altruista, religiosa o patriótica, y justificar todos sus esfuerzos en el odio y la venganza. Haber salido al campo de batalla por venganza contra unos franceses que le hicieron cargar con fardo de pasada carga, ya fuese de instrumentos musicales o armas o por la violación de su hermana Bernarda, no se sostienen documentalmente. Combatió a los franceses por lo mismo que la mayoría de los españoles, por que eran además de invasores, furibundos jacobinos.

¿Entonces todo lo que se nos ha contado de Merino es mentira?

Naturalmente en ese personaje más novelesco que histórico, se reseñaban algunas verdades, como lo magnifico jinete y tirador que era, su generosidad y frugalidad, pero también muchas mentiras como su crueldad o su amistad con <<el Empecinado>>, algo totalmente falso, de hecho nunca se cayeron bien ni colaboraron. Vamos a relatar, aunque sea muy sucintamente, una de sus más importantes victorias que nos servirá de ejemplo para retratar su severidad, no crueldad, sus dotes como guerrillero y su humanidad cuando ya la severidad era innecesaria. Para ello primero tenemos que referir que, el día 21 de mayo de 1812, un destacamento francés guiado por el comisario afrancesado José Moreno, apresó en Grado del Pico a gran parte de los miembros de la Junta Superior Gubernativa de Burgos y Soria y su escolta, de los cuales tres vocales y un empleado fueron conducidos a Soria donde fueron ejecutados. Merino, consciente de la gravedad de que tal acción quedara sin castigo, por el peligro en el que entonces pondría a todos los pueblos que quedarían inermes ante las represalias francesas, decidió actuar en consecuencia.

El 16 de abril, tuvo noticia de que, 700 polacos de infantería y 40 caballos de Húsares españoles y Lanceros polacos de la guarnición de Aranda de Duero habían salido a recoger provisiones por los pueblos del contorno, y decidió atacarles, lo que hizo en las cercanías de Hontoria de Valdearados, al frente de 600 infantes y 300 caballos, tropas que eran las únicas de las que entonces pudo disponer por ser las que se encontraban en Araúzo de Miel. Merino hizo a los imperiales <<sesenta y tres muertos, 97 heridos, 509 prisioneros, entre ellos un teniente coronel y 11 oficiales”. De los 509 hombres apresados, Merino mandó, según sus propias palabras, <<pasar por las armas 110 prisioneros, detallados en esta forma: 20 por cada vocal de la superior junta, 10 por cada dependiente y soldados que me asesinaron en Aranda, e igual número por el cura de Hontoria de Valdearados, al que habiéndole preso en su casa, mataron en la refriega>>. Reservándose los 12 oficiales, mejor dicho, el jefe y los 11 oficiales, para canjearlos por el comisario Moreno. Dicho canje no se pudo conseguir, respetando entonces, a pesar de sus amenazas, la vida de aquellos 12 hombres. Como decíamos en este relato se resume su valía y forma de actuar. Pero, tal vez, la mayor manipulación sea el haberle reducido a esa etapa de su vida, olvidándose de los 12 años en los que fue sacerdote en Villoviado, manipulando los cuatro años que fue canónigo en la catedral de Valencia e ignorando su lucha en la Campaña Realista o Primera Guerra Carlista.

¿Por qué murió en el exilio y precisamente en Francia?

Como antes decía, una de las mayores tergiversaciones que se ha hecho con Merino, no por los historiadores más importantes claro está, pero sí en el sinfín de pequeñas reseñas biográficas que de él se hicieron, ha sido ignorar su lucha en la Campaña de 1821-23 y la Primera Guerra Carlista. Recordemos que la fractura de España, aunque naturalmente la lucha doctrinal era anterior, se produce con la proclamación de la Constitución de 1812, en la que, en su artículo 3º, se establecía que la <<soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales>>. Ese exclusivamente arrebataba a la Corona su función histórica y lo que es más grave, a la Iglesia su <<auctoritas>>.

El regreso de Fernando VII convirtió en 1814 en papel mojado aquella profunda trasformación, pero los revolucionarios no descansaron y consiguieron, entre otras cosas, gracias a la debilidad del rey, el triunfo de los sublevados en Cabezas de San Juan y la imposición, por la fuerza, de la Constitución de Cádiz en 1820. Muchos fueron los que se sublevaron contra esta situación, entre ellos Jerónimo Merino y a partir de 1821 sostuvieron una nueva guerra, guerra que empezó a decidirse en 1823 con la entrada en España de los llamados <<Cien Miguel Hijos de San Luis>> que combinados con los <<realistas>> españoles, unos 40.000 que formaron el llamado <<Ejército de la Fe>>, consiguiendo derrotar a los revolucionarios.

Merino colaboró entonces con los franceses, porque lo que importaba no era su nacionalidad sino que defendían, y su brigada formó parte de su avance por la derecha, tomando posesión de ciudades como Palencia, Valladolid y Cáceres y obteniendo importantes victorias, como la obtenida precisamente contra los hombres de <<el Empecinado>> en Moraleja el día 9 de junio de 1823. Los revolucionarios más radicales fueron derrotados, pero los <<moderados>> capitalizaron un triunfo que no había sido suyo, consiguiendo sin luchar, a base de conspiraciones e intrigas palaciegas lo que no habían conseguido con las armas.

A la muerte de Fernando VII un nuevo enfrentamiento civil era inevitable. Porque la cuestión carlista era mucho más que una cuestión dinástica, que lo fue, sino también un nuevo enfrentamiento entre esas dos formas de ver el mundo. En torno a D. Carlos se reunirían los defensores de ese Orden Político Cristiano que se resistía a perecer. Y Merino, por supuesto, estuvo entre ellos. Combatió siempre en condiciones especialmente duras en sus sierras y bosques habituales con centro en la comarca de Pinares, pues el grueso del ejército carlista combatía en otros frentes.

Aún así, obtuvo algunas victorias importantes, como la obtenida en Torregalindo el día 25 de julio de 1835 y la conseguida en Tierra Estella el 9 de febrero de 1838, permitiéndose también colaborar al frente de su brigada, en la defensa de Morella junto a Ramón Cabrera, entre el 23 de julio y el 31 de agosto de 1838. La traición de Vergara le llevó al exilio con más de 70 años, pero no olvidemos que en Francia como en España, Merino tenía correligionarios y admiradores, legitimistas franceses y exiliados españoles, de los cuales, un puñado, fueron internados con él en Alençon. Además, siempre tuvo el consuelo de la Religión, pues oía Misa diariamente y el cariño de D. Carlos, pero al fin y al cabo era el exilio para un anciano y la tristeza terminaría por llevarle a la tumba. Hoy en día descansa en España, en Lerma, tras que un grupo de buenos burgaleses encabezados por el carlista José María Codón, consiguiera la repatriación de su cadáver en los años sesenta del siglo pasado.

 

Javier Navascués Pérez

2 comentarios

  
Paciano
"pero sí podemos apuntar que fue San Agustín uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que, en gran parte, era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de unos bárbaros paganos y sanguinarios. "

No he podido leer más y eso que la cosa apuntaba muy interesante.

San Agustín, en "La ciudad de Dios", lo que refuta es que la caida de Roma en el 410 por Alarico se deba al abandono de la religión pagana y a la falta de protección del Dios cristiano. Los paganos estaban, y en abundancia, dentro y fuera del imperio. Pero también había cristianos fuera y dentro del imperio. Además, y precisamente San Agustín, usa como uno de los argumentos principales contra los PAGANOS ROMANOS, que los godos usaron de una misericordia inaudita por ser precisamente CRISTIANOS (arrianos, pero cristianos), y respetaron a todos aquellos que se acogieron a sagrado en las basilicas y templos cristianos.

Para más inri, Alarico aunque de ascendencia goda, era ciudadano romano, educado desde su infancia en el imperio romano y además cristiano. Alarico tendría bastante más de romano que de godo, pero supo establecer alianzas con los godos - muchos de los cuales también estarían medio romanizados - para conseguir lo que le interesaba, un territorio para ellos solitos.

El rollo de que la caida de Roma se debe a una invasión militar de culturas paganas totalmente ajenas a ella es una falacia y un error de bulto.
07/02/19 1:52 PM
  
gringo
Fusilar prisioneros desarmados por lo que han hecho otros, es un crimen por más que quieran disfrazarlo con otros nombres.
12/02/19 9:47 AM

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4.02.19

Roma eterna de mártires y santos

Quería compartir con ustedes un texto de homenaje a la Ciudad Eterna, la cuna de la Iglesia y del Derecho. Espero que les sirva para meditar todo lo que representa esta ciudad para los que somos católicos, apostólicos y romanos.

Oh, Roma eterna, de mártires y santos, Oh, Roma eterna, acoge nuestros cantos….Salve, salve Roma, es eterna tu historia, te canten tu gloria, monumentos y altares…

Soñé despierto a Roma y atónito de gozo, in situ, descubrí que existía. La gran capital del grandioso imperio romano amamanta su legendaria fundación en las ubres de la loba Luperca. Hoy los senos lobunos no aguantan el rigor de la historiografía, que osa desmentir la leyenda. Poco importa que la realidad devore a la ficción, ya que bajo el criterio de la ensoñación el mito pervive fogoso y deshiela el frío severo de la historia.

Roma mil veces trovada y mil “siempres” fantaseada. Roma es la gran urbe imperial por antonomasia, la ciudad pluscuamperfecta, ideal e idealizada, solemne, elegante, ora sobria y parca, siempre pulcra, ora espléndida y exuberante, avejentada, pero siempre majestuosa, rapsódica, patria fiel de Virgilio, misteriosa per se, cautivadora. Irradia con magnanimidad visos de fascinación a toda pupila que se deje seducir. La vetusta polis es un cíclope portentoso, que a modo de hercúleo Atlas, descansa el peso de la historia sobre sus fornidos omoplatos marmóreos y pétreos.

Desde los ya lejanos años amartelados de la niñez, bulliciosos en la memoria melancólica, deseé visitar Roma. Y hasta ahora, misterios de la vida, frisando ya los cuarenta no he tenido la dicha de hacer acto de presencia en tan fascinado lugar. Como aperitivo y antesala del gran banquete nupcial asomé mi mirada inquieta por Florencia, donde el arte florece por doquier, en el magistral Duomo, en sus galanes palacios y primorosas galerías y morí de gozo en la romántica Venecia, que, custodiada por las aristocráticas playas del Lido, confecciona su leyenda al vaivén de sus góndolas.

Arribé somnoliento de incómodo traqueteo en la mítica Estación Termini que diera nombre y cobijo a uno de los grandes clásicos del cine clásico. La desolada historia de un amor frustrado e imposible, recreada en melancólico blanco y negro de inmortal celuloide. Me recibió en la aurora una Roma destemplada y empapada en agua, pero bellísima, relajada en el albornoz neoclásico de sus distinguidos edificios y con el misterioso sabor decadente del húmedo desgaste de la antigüedad.

La fina llovizna de septiembre acariciaba la bienvenida como rocío celeste y abrillantaba el empedrado de sus calles de solera, supervivientes de épocas célebres, más entrañables y preclaras que la actual. En todo el extenso casco antiguo no había un edificio desventurado, un patito feo de hormigón, eran todos majestuosos cisnes de piedra, inertes en un lago adoquinado, que se concatenaban ordenados en armónica belleza, el valls corría a cuenta de la imaginación.

Nos salieron al encuentro las antiguas cafeterías del centro, cuya sola visión nos desayunaba el apetito y despejaba el sueño. Barras de centelleo elegante, camareros vestidos a la antigua usanza y ese café de tronío de Roma, con croissants exquisitos, bulímicos de sobrepeso por sobreabundancia de crema ambarina.

Por la connivencia de la ignorancia y los caprichos de la fantasía esperaba encontrar un gran secarral desértico, una gran parrilla de San Lorenzo en llamas y salió a mi encuentro una ciudad fresca y húmeda, con sus sietes colinas aterciopeladas de frondosa vegetación y un frescor salvaje, efluvio traído en volandas por las galeras del marenostrum. Me pareció una ciudad norteña, con su encanto inherente, aún sin serlo. Era un plus, un plus ultra.

Lo primero que hice fue vencer la tentación algodonada del tálamo del hotel y doblar la cerviz para encaminar los pasos de la fe a la Plaza de San Pedro, pues es un lugar referencial para un católico, único, con un único mensaje trascendente, con una única promesa de vida eterna y de victoria definitiva sobre el reino de las tinieblas. O Dios o la nada. Y Dios funda su Iglesia en San Pedro y ahí muere la piedra y ahí sigue la nave de la Iglesia surcando victoriosa el turbulento océano de la historia. Impresiona saludar desde los ventanales del alma a la monumental plaza petrina, tan sólida, proporcionada, majestuosa, tan perfecta, grave y solemne. Y ahí está, testigo de la Historia, viendo pasar el tiempo, desde la noche de los tiempos, desde la plenitud de los tiempos.

Todo ese mausoleo monumental erigido con el fasto y pompa que merece en honor y gloria al príncipe de los apóstoles, a la primera piedra noble sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Y milagrosamente de la piedra estrujada en la cruz manó sangre crucificada, a imitación de su Divino Maestro y sobre su tumba, salpicada de grana, el grano germinó en un fruto deslumbrante, cuyo esplendor fulgura hoy para gloria de Dios y de la Iglesia y delectación del amante del arte y la sacralidad. Y allí en la ciudad eterna inmolaron su vida ingentes seguidores de Cristo y la Iglesia, nutrida cual pelícano hambriento de la sangre martirial, creció vigorosa hasta el confín de la tierra.

Por la tarde mientras la lluvia se sosegaba en las alturas nos regalamos una visita guiada por los Museos Vaticanos. Una guía, pródiga en simpatía, con meliflua tonalidad latina nos adentró suavemente en la historia vaticana, con paz y solaz. Patrimonio de incalculable valor que hay que ver, al menos una vez en la vida. Siete kilómetros de museos espléndidos, soberbios, imponderables. Lástima que sólo se pueda contemplar una muestra raquítica de los mismos, la punta que sobresale de un gigantesco iceberg de nácar, pero “ricamente suficiente” para vislumbrar el esplendor y dimensión del total.

Allí, sumisas a los cánones clásicos, relumbran las estatuas de los grandes hombres de la Historia, según Dios y según el mundo. Las pinturas, mosaicos, tapices y demás ornamentos bañan de dorada perfección y colorido las techumbres de sus pasillos inacabables. Auténtica filigrana para el paladar visual, maravilla tras maravilla superpuesta que nunca se acaba. Toda esa perfección artística fue donada gentilmente por grandes bienhechores, artistas, reyes, emperadores…almas dadivosas que rinden pleitesía, como párvulos a su madre, a la verdadera y única Iglesia de Cristo.

Como colofón nos esperaba desde hace siglos la Capilla Sixtina, obra magna de Miguel Ángel, un gran genio dionisiaco que tradujo para siempre en pinceladas de Arte con mayúsculas y colorido juvenil el supremo acto creativo del Eterno Genio de los Genios y los pasajes más representativos de la Historia Sagrada. La Palabra de Dios se hizo pintura.

Con el regusto sin parangón de la Sixtina sin digerir ascendimos lentamente por el caracol de piedra a la cúpula petrina, minarete augusto de contemplación extática de esas maravillas al atardecer. El cielo bajaba el telón gradualmente y permanecimos allí, con calma dilatada, disfrutando del imponderable avistamiento de águila, en el mismo techo de la Iglesia Universal, muy cerca de las gigantescas efigies en honor a los apóstoles, los doce elegidos, llamados por su nombre.

Y allí se distinguía apacible la vía della Conciliazione, la arteria que a modo de cordón umbilical une la ciudad con la plaza, el cielo con la tierra. Conciliazione, un nombre precioso y sugerente, ahora que la humanidad, doliente de egoísmo, se desangra esparciendo municiones de terror y vientos de muerte en un sinfín de conflictos.

Y desde arriba contemplamos la nueva Jerusalén celeste silentes, oteamos admirados los hermosísimos jardines vaticanos, remansos de paz para la meditación de tantos santos pontífices, que después del ajetreo apostólico, como el Maestro, se retiraban allí a descansar y a meditar. Que paseos deliciosos entre sus jardines pulidos de árboles acicalados y florestas como un pincel. El misterioso bosquecillo a escala velaba el contenido de sus sendas a modo de jardín secreto.

Con las fauces de la noche abiertas a la oscuridad agasajamos al vetusto Coliseo, otro de los emblemas de la ciudad y el centro neurálgico de las ruinas de la polis imperial. Circos máximos, teatros, anfiteatros, arcos, columnas, termas… todo ese mundo grandioso hecho añicos, devastado, rehén silencioso de lo que fue un otro ahora de esplendor efímero y eterno a la vez. En Roma y en su maridaje con Grecia se hunden las raíces profundas de la civilización occidental, un incalculable legado a la humanidad que se contempla con sumo respeto. Era un esperanzador viaje al pasado precisamente ahora que es tan incierto el futuro.

Es motivo de grave meditación contemplar esas piedras desnudas como huesos devorados en sus sepulcros por la carcoma del tiempo. Todo el esplendor del imperio ha sido demolido por la decadencia de costumbres y la fugacidad de la existencia, que nos devora también a nosotros sin percibirlo. Tempus fugit, aeternitas manet. Esa es la esperanza del cristiano: la resurrección, no somos seres para la muerte, no se esfumará para siempre nuestra vida lozana como pasto pútrido del gusano hambriento, en el polvo inerte, en la nada más absoluta.

El resto de los días nos perdimos mansamente en Roma al abrazo de miríadas de monumentos históricos, descomunales y variados, iglesias y basílicas imponentes y parques deliciosos, frondosos, relamidos, bellamente italianos, hechos a medida de costurero para las hechuras del recreo. Mención especial caminar a orillas del Tíber de noche, contemplando la piedra regada, en semipenumbra, en silencio, ante el incesante concierto acuífero. El sonido del agua monótona era delicioso cuál sinfonía de los juguetes de Leopold Mozart.

Roma se fue, pero se quedó impresa en la memoria del corazón. Si Dios quiere volveré, pues es ya desde hoy una de mis ciudades fetiches, que me reencuentra con la historia de la humanidad y más aún con la verdadera Historia, la que desemboca en el puerto de la eternidad. Afirmo con Santa Teresa que quiero morir como fiel hijo de la Iglesia, fiel a Cristo, la verdadera Roca.

Javier Navascués Pérez

2 comentarios

  
Marina
Que bonitamente ha descrito a Roma. A mis 64 años inesperadamente, me ofrecieron la posibilidad, de visitarla.
Nunca habia viajado en avión, me encantó, en el aeropuerto hablé con un recien ordenado sacerdote navarro, su conversación fue un anticipo, de las maravillosas esperiencias que iba experimentar
Recorrimos Roma por los cuatro costados y cuando pensaba que no iriamos a ver La Basilica de San Pablo Extramuros, me montaron en un tren para ver el poblado de Ostia Antica," digno de ver por cierto" y a la vuelta me paran para mi sorpresa en la misma Basilica. Siempre le agraderé a mis hijos, que me hicieran gozar tanto,
Aunque no vuelva, se ha quedado impresa en mi corazón, me hizo sentir tantas emociones que tengo para recrearme mientras viva.
Reitero todo su escrito, si supiera escribir como Vd, de bién, añadiria bastantes cosas más.
Gracias por su bello relato.
04/02/19 9:47 AM
  
José Díaz
Texto hermoso, sin duda. Tiene poesía. Sólo una precisión, don Javier: Roma no es la cuna de la Iglesia. Es el corazón de la Iglesia, pero no su cuna.
Un saludo, el Señor y Santa María Inmaculada le bendigan
04/02/19 11:52 AM

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