2.06.23

Cynthia García Egea dejó un gran puesto de trabajo en el banco para dedicarse a la evangelización

Cynthia García Egea. Nacida en Cartagena. Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Máster en Gestión Bancaria. Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Idiomas. Máster en Ciencias del Matrimonio y Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia. Ha trabajado veinte años en banca y desde el año 2016 se encuentra al servicio de la Nueva Evangelización. Es conocida por su apostolado en redes sociales y por su labor como voluntaria en Radio María España, donde dirige el programa mensual: Amaos.

Autora de la novela testimonial: “El Escultor de almas” que va ya por su tercera edición. Una novela única que saca a la luz evidencias eucarísticas reales y recientes nunca dadas a conocer hasta ahora. La historia comienza en la ciudad de Murcia. Una joven adoradora, asidua a la Capilla de la Adoración Eucarística Perpetua, se siente seducida por los testimonios que diversos adoradores han dejado allí sin que nadie les preste atención. Comienza un viaje de búsqueda que la conduce más allá de nuestras fronteras, a Polonia. Irá descubriendo importantes hechos que aumentan en intensidad conforme avanza la novela. Incluye el propio testimonio de la autora. Una novela que emprende el más ambicioso de los viajes posibles: el viaje hacia el encuentro con Dios.

Desde el año 2021 ha coordinado el Ciclo “Literatura y Fe” de la Semana Internacional de las Letras de la Región de Murcia.

¿Cómo fue naciendo en su corazón su deseo de conversión?

Mi deseo auténtico de conversión está plenamente relacionado con la Eucaristía. Si la Eucaristía no hubiese existido, creo que ninguna idea, por muy buena que fuera, por sí sola, hubiese bastado para transformarme. Mi deseo de Comulgar a Jesús Eucaristía y ahora, mi relación con Él, es el motor de un cambio profundo. Me sorprende cada día.

Le iba muy bien en el mundo, pero el trabajo le agobiaba, nada le llenaba del todo… Buscaba una respuesta transcendente a todos esos profundos anhelos, pero no sabía dónde. ¿Cómo fue buscando hacer la voluntad de Dios?

El trabajo nunca me ha agobiado como tal; creo me acompañan muchos años de estudio y trabajo exigente con buenos resultados. Lo que se produjo en mí fue un cambio de enfoque. Tras mi encuentro con Jesús, mi deseo era pasar más tiempo con Él, conocerle cada día más, y servirle. A Él, no al dinero.

Y, en efecto, desde una mirada mundana me iba bastante bien. Era feliz con las pequeñas cosas; una cría muy sonriente. Muy curiosa en el saber, tenía metas personales y luchaba por lo que quería. Además, si no de una manera, de otra, normalmente lo conseguía. Era resiliente, y también de las situaciones adversas buscaba el sentido, la oportunidad. Ahora sé que esas fuerzas no eran solo mías. Cuando miro hacia atrás, compruebo que Dios siempre estuvo ahí. Y lo sé por muchos detalles que proceden de Él, como por ejemplo: mi capacidad para perdonar, levantarme y mirar siempre con esperanza. Tengo un recuerdo especial. Un día me encontraba en una idílica isla balear; el atardecer era de ensueño, la compañía perfecta, gozaba de buena salud, y muchos logros conseguidos. Miraba alrededor y ¡no me podía creer que fuese posible tanta felicidad! ¡No me faltaba nada!

“Y, ¿ahora qué? ¿Qué más puedo desear en la vida que esto?”, dije en mi interior. Inmediatamente recibí una respuesta. No escuché ninguna voz, pero me asaltó un entendimiento que no era mío.“Todo esto es efímero. Se va a pasar”. Y, ¡me asusté! Tuve un sobresalto. Yo quería retener la felicidad. Sentí una tremenda e inevitable pena. Y, desde el fondo de mi alma, ¡contesté! mirando la extensión de aquel paraíso. “Lo único que puedo desear por encima de esto, ¡es que Tú existas! Porque solo Tú puedes garantizar que permanezca”. Os aseguro que recuerdo ese momento como uno de los momentos más importantes de oración de toda mi vida. Y fue así, sencillo, en la naturaleza. Mi acompañante no se enteró de nada, porque la Vida interior es eso, una vida íntima y personal que nos habita dentro. Uno no habla solo consigo mismo. ¡Puede hablar con Dios!

El Señor le fue guiando y le puso en el camino a personas providenciales…

Sí. El deseo de hacer la voluntad de Dios no es fruto de la casualidad. Nadie quiere perder su libertad. Más, cuando la libertad es un regalo de Dios. El cambio, cuando decides entregarle a Él tu voluntad, es algo que procede del amor y la confianza. Sentirte amado por Dios es una experiencia absolutamente liberadora y maravillosa. Entonces, el miedo que tienes es otro; ya no es el de perder tu libertad, sino ¡el de perderle a Él! Te das cuenta de que esa libertad sin Dios, es una falacia. Y, así como se abrió el Mar Rojo para que cruzase Moisés con el pueblo elegido, librándose de sus enemigos, nosotros tenemos hoy el Corazón de Jesús abierto de par en par, por la lanzada en la Cruz, para que crucemos hacia el refugio seguro que nos conduce a la Tierra Prometida. Ha hecho una Alianza con quien la quiera aceptar. Y yo, ¡sí quiero!

Él es el Camino, la Verdad y la Vida… y en este Camino, que es Jesús, todos nosotros somos dones los unos para los otros. Encontré a personas providenciales que me ayudaron, sí. Y las sigo encontrando. Ahora espero ser también una de ellas. Le diría al Señor con alegría: “Pero, ¿cómo has metido a tantos dones por la puerta estrecha!”.

¿Por qué tomó la decisión de dejar su buen puesto de trabajo en el banco?

El Martes Santo del año 2014 tuve un encuentro muy grande con el Señor. “Me llamó portentosamente”, como dice el salmo. Una experiencia que, junto a las de otras personas, narro en la novela testimonial: “El Escultor de almas”. Habían sido veinte años en la banca, y le dedicaba demasiadas horas, casi no tenía tiempo ni para ir a Misa durante la semana. Mi corazón se ahogaba, y me escapaba frecuentemente a orar, porque mi espíritu sufría mucho. La Palabra de Dios dice: “No se puede servir a Dios y al dinero”, y yo lo tenía muy claro: ¡quería servirle a Él!

Una decisión que francamente el mundo no entiende y es una locura humanamente hablando…

El trabajo es parte de la condición humana, y debe ser empleado para elevar la Creación a Dios. No trabajamos para cumplir, sino para amar sirviendo. A Dios sobre todas las cosas, y al prójimo con el Corazón de Cristo. Dios existe. Me ha llamado. Es mi Padre, mi Esposo, mi Maestro, mi Mejor Amigo…ahora, ¡también mi Jefe! Yo sigo trabajando, pero ahora solo para Él. Y me deja tiempo para que estemos juntos.

No es la única locura que he hecho por Él, ¡y espero que no sea la última! Ja, ja, ja… Jesucristo es un loco de Amor, no se merece menos.

¿Nunca se ha arrepentido de hacerlo?

Nunca.

¿Merece la pena dejarlo todo por Dios? ¿Percibe el ciento por uno?

Sin duda. Aunque existen las pruebas que nos hacen crecer. Y, además, el Espíritu Santo que debe guiarnos, “nadie sabe de dónde viene ni a dónde va”, dice la Escritura. ¡Esto es así! La Palabra de Dios es Verdad. Pero imagina por un momento si, por mi cobardía, no hubiese seguido las mociones de Dios en mi corazón. Entonces, no hubiese vivido, no hubiese compartido, no hubiese hecho tantas cosas importantes. Cada mañana que me levanto, ¡se alegra mi corazón!

No obstante, por si algún otro “loco” me lee, recomiendo un buen discernimiento previo. Yo lo hice con un sacerdote, y el Señor me dejó en espera ¡dos años!

Recuerdo que un compañero de trabajo, con el que tenía confianza, me había dicho: “¡No, mujer, no lo hagas!” Pero el mismo día en que salí del trabajo, me escribió un mensaje precioso: “El ciento por uno y la vida eterna. ¡Bien hecho!”.

¿Cómo ha encauzado esos deseos de entregarse por completo al Señor?

El mismo día en que dejé el trabajo, por la tarde y sin planearlo, el obispo Mons. Munilla visitaba Murcia. Yo era voluntaria de difusión en Radio María y acudí a escucharle con el resto de compañeros. Al término, alguien me empujó para que hablase con él. Le dije: “Monseñor, ha venido usted en un día muy especial, porque esta misma mañana he dejado mi trabajo de 20 años en banca por una llamada del Señor”. Enseguida me dijo: “¡Espera, que te doy la bendición! Años después, seríamos compañeros de programación en la radio de la Virgen. No podré olvidar sus palabras: “Quien ha comenzado en ti la obra buena, Él mismo, la lleve a su término”.

¡He ahí mi Paz y mi confianza! Quisiéramos saberlo todo, pero no es así. Y, a menudo, no se trata tanto de hacer, como de ser. En mi opinión, el primer Mandamiento de la Ley del Amor de Dios lo tiene todo. Hay que pedir el Amor, y ya nos encauza el Señor.

A mí me toca recordarle al “Jefe” cada día: “¡No abandones la obra de tus manos!”.

Aunque su celo le ha llevado a ser muy activa, todavía está en proceso de búsqueda y de escucha…

Si vivimos una auténtica Comunión con el Amado, el Esposo del alma, ese proceso nunca debería terminar. Los que se aman, se buscan y se escuchan, ¿no? El peligro es buscarse y escucharse solo a uno mismo, porque eso es egoísmo, justo lo contrario del amor. O enmascararlo bajo hipocresía, y engañarse a uno mismo, es decir, que Jesús esté en nuestros labios, pero no en el corazón.

Háblenos de su programa en Radio María…

Se llama “Amaos” y se emite a las 21:00h, un lunes cada cuatro semanas. Tenéis todos los programas de estas seis temporadas en la web: www.radiomaria.es La semilla la plantó el Señor en mi corazón tras la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia, en Polonia. Allí fui la única española en acceder al Centro Internacional de Evangelización, y ¡no por mis méritos!, sino porque iba invitada por el P. Piotrowski, fundador de la revista “Amaos” y del Movimiento de los Corazones Puros.

¡Volví a Murcia con una fuerza evangelizadora que, en aquel momento, me hizo sufrir mucho! Nadie me entendía bien. Y yo no sabía cómo canalizar todo aquello en España, ni con quién. Claro, la fuerza la traía yo, los demás no. Tan solo Radio María España respondió a mi inquietud. Presenté este proyecto al director, y él tardó en contestarme varios meses largos. Un día, mi madre me insistió: “Recuérdaselo, hija, que lo mismo no lo ha visto o algo”. Pero yo tenía tanta confianza en Dios… que le contesté: “Mamá, si es la voluntad de Dios, saldrá. Y si no lo es, ¿para qué quiero yo ese programa? No lo quiero para mí”.

Al día siguiente, el director me llamó. Mi madre no se lo podía creer. Fue muy emocionante. Estamos al servicio de la Nueva Evangelización, con María.

¡Ella lo hace todo!

Por Javier Navascués

6 comentarios

  
Sergio Garfia Codón
Precioso testimonio.
02/06/23 9:39 AM
  
Jose Antonio Malavé Calero
Cynthia es un alma providencial, de esas que aparecen en la Iglesia cada cierto tiempo. Nos la manda Dios en la época más grave de toda la historia de la humanidad. Tiene por delante una misión Importantisima que ni ella misma conoce. San Luís María Griñon de Monfort, hablando de estos tiempos, define a esas almas.
02/06/23 9:44 AM
  
Lucía Victoria
Me encanta, Precioso testimonio.
02/06/23 2:43 PM
  
Elfida Soto
Wow!! Poderoso es nuestro Dios
02/06/23 10:51 PM
  
RICARDO SANTIAGO MUSSE CARRASCO
Es un testimonio que conmueve mis fibras espirituales. Dios te bendiga mi admirada Cynthia.
04/06/23 2:53 AM
  
Loli
Esta entrevista deja huella, como todo el trabajo que está realizando Cynthia, en la nueva evangelización. Es un motor imparable, un motor con una Gran Fuerza Divina.
04/06/23 9:31 AM

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1.06.23

Francisco J. Carballo analiza a fondo su libro Las exigencias de la Doctrina Social de la Iglesia

Francisco J. Carballo (Madrid, 1967) Doctor en CC. Políticas. Licenciado en CC. Políticas y Sociología, y en CC. Religiosas. Máster en Doctrina Social de la Iglesia.

¿Por qué los imperativos morales desprendidos de las enseñanzas sociales de la Iglesia no obligan solo en el ámbito privado, sino también en la dimensión pública?

La vida social es una dimensión natural en el ser humano. Nacemos en el seno de una familia, en el trato con los demás nos perfeccionamos, en el amor al prójimo el ser humano satisface una necesidad de su corazón, creado para el amor de Dios y de todo lo que Dios ama; mi propia salvación eterna de alguna manera depende de los demás y la salvación eterna de los demás de alguna manera depende de mí en virtud del misterio del Cuerpo Místico de Cristo y de la Comunión de los Santos; por el mandamiento del amor a Dios pero también al prójimo, el ser humano será juzgado digno de vivir la vida de Dios toda la eternidad…

La vida social no es, por lo tanto, una realidad artificial, sino un rasgo de la naturaleza humana, creada a imagen y semejanza de Dios, que también vive en familia trinitaria.

La vida social está pensada para el bien del hombre («no es bueno que el hombre esté solo», Gen. 2, 18). Pero el pecado original, que ha dejado herida la naturaleza humana, justifica la existencia de una autoridad civil que gobierne la vida en común para proteger la dignidad de la persona frente al mal, el error y la injusticia. La vida pública tiene instrumentos eficaces para hacer el bien, pero esos instrumentos también podrían arruinar la vida de un pueblo.

La enseñanza social de la Iglesia señala precisamente que el fin de la comunidad política es la salvaguarda del bien común, esto es, el conjunto de condiciones sociales que contribuyen al perfeccionamiento de personas e instituciones naturales. Este perfeccionamiento tiene un sentido unívoco, de acuerdo con una recta concepción de la persona (cf. JUAN PABLO, Evangelium vitae, 101), dentro del orden moral (cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 74), buscando la justicia (cf. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 28), y con el fin último puesto en la salvación de las almas (cf. Juan XXIII, Pacem in Terris, 59).

Por eso el Concilio, reafirmando la doctrina tradicional de la Iglesia, señala que el Estado tiene la misión de proteger la atmósfera moral de la sociedad al tiempo que estimular la vida religiosa (cf. CONCILIO VATICANO II, Inter Mirifica, 12).

Nos enseña santo Tomás que el hombre tiene deberes hacia Dios, hacia el prójimo y hacia uno mismo. Entre los deberes hacia el prójimo, está lo que algunos han llamado la caridad política. El fiel cristiano, que ama al Señor y ama a todos los hombres por quienes el Señor ha muerto y resucitado, tiene un deber de caridad hacia el prójimo trabajando para sustituir las «estructuras de pecado» (JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 36), que atentan contra la dignidad humana y ponen en peligro su destino eterno, por la «civilización del amor», que tanto reivindicaba san Pablo VI.

¿Por qué el divorcio entre la fe y la vida diaria es uno de los más graves errores de nuestra época?

La fe separada de la vida sería tanto como proponer una fe sin obras, una fe que no tiene consecuencias visibles o prácticas en la vida del hombre. Aparte de la grave advertencia del Señor hacia al árbol que no da frutos (cf. Mt. 7, 19-23), también pide el Señor que el don de la luz sea utilizado para alumbrar a quienes no ven. «Si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?» (Mt. 5, 13-18).

¿Por qué la Doctrina Social de la Iglesia defiende siempre valores de carácter inmutable?

Porque hay realidades humanas que son inmutables. Es inmutable la naturaleza humana, las exigencias de su corazón, su fin último en la Patria celestial y los imperativos de la dignidad humana de verdad, justicia, caridad o libertad genuina.

También es verdad que muchos católicos no pueden cumplir lo que manda la Iglesia porque no conocen la Doctrina Social.

Es cierto, pero no es menos verdad que una de las obligaciones de toda persona es forjarse una recta conciencia para conocer la verdad sobre el hombre y la vida. La Iglesia ha enseñado siempre (Concilio Vaticano I) que la razón humana tiene capacidad para conocer a Dios (preámbulos de la fe) y distinguir el bien del mal (ley natural). Si además uno es cristiano, no hay escapatoria posible. Un cristiano no puede predicar lo que no conoce, si quiere cumplir con su misión evangelizadora. El deber de formarse e informarse es inexcusable. Por eso, san Juan Pablo II recordaba: «para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano» (JUAN PABLO II, Centesimus annus, 5).

Otra cosa es renegar de esta misión por comodidad o para evitar complicaciones en la vida. Porque proclamar la divinidad de Cristo y de la Iglesia, o defender la bondad de la moral objetiva…, ya supone un serio enfrentamiento con el mundo. Pero añadir a todo esto una concepción de la política y de la economía de acuerdo con la moral verdadera, supone enfrentarse a la «dictadura del relativismo» (cardenal Josep RATZINGER, Homilía del 18 de abril de 2005), al permisivismo moral de una sociedad empecatada, o a la libertad de explotar al prójimo como derecho. Para una sociedad que idolatra la opinión, la voluntad y el libre albedrío, la verdad aparece ante sus ojos lejana, utópica y alienante. El mundo actual mira a la Iglesia como la Roma pagana veía a los primeros cristianos, que proclamaban la misma dignidad en el hombre y en la mujer, o que trataban a un esclavo como se trata a un hijo, sentándole a su mesa y dándole lo mejor de la casa.

¿Qué ideologías ha condenado con firmeza la Doctrina Social de la Iglesia?

En realidad, las ideologías son una cosmovisión de la vida que pretenden erigirse en alternativa a la interpretación católica de la vida.

Responden a la filosofía disolvente que ha separado primero la fe de la Iglesia, después la razón de la fe, para terminar separando la libertad de la verdad. Conviene empezar diciendo que las condenas que realiza la Iglesia no prescriben, salvo que cambien los presupuestos de la doctrina condenada.

El comunismo fue condenado por ateo. Pretende socavar los cimientos de la civilización cristiana, afirmando la materia como única realidad que termina configurando al hombre por evolución de fuerzas ciegas. La sociedad humana en conflicto permanente derivaría en síntesis superior por una lógica pretendidamente científica de contraste de intereses, negando de facto tanto la libertad humana como la Providencia divina.

San Pablo VI más tarde admitiría un posible «socialismo» compatible con el cristianismo siempre y cuando abandonase las tesis materialistas que niegan la realidad sobrenatural (cf. PABLO VI, Octogesima adveniens, 31). Este socialismo todavía es inédito.

Pero el comunismo es hijo de la Ilustración, y antes de la famosa condena del comunismo por Pío XI, había sido condenada la Revolución Francesa y el liberalismo político y económico. El primero pretende edificar la vida humana, privada y pública, prescindiendo de Dios, es lo que llama León XIII liberalismo de primer grado (cf. LEÓN XIII, Libertas, 12). El liberalismo de tercer grado, admite la Ley de Dios en la vida privada pero no en la pública. Este liberalismo es adoptado por la llamada democracia cristiana, una suerte de liberalismo «católico» que también fue condenado por san Pío X. El liberalismo es una doctrina relativista desde el punto de vista antropológico y moral, que absolutiza la libertad humana y concede derechos de gobierno al error y la mentira.

Otras ideologías también fueron condenadas en la época de entreguerras como el nazismo o el gobierno mussoliniano, que cayeron en la idolatría del Estado. El primero era panteísta y tenía una concepción de la dignidad humana asociada al mito de la sangre y de la raza, quiso separar la moral de la religión y el derecho de la moral, y adoptó la utilidad como criterio superior de acción política. El segundo quiso constituirse en religión alternativa acaparando la educación de la juventud italiana de forma monopolística.

También la masonería ha sido reiteradamente condenada por la Iglesia. León XIII resume en Humanum genus los principios de la masonería: negación de la Revelación divina, de la espiritualidad y de la inmortalidad del alma humana, afirmación de una moral subjetiva, defensa del vínculo matrimonial disoluble, y adopción en política de un credo liberal. En Annum ingressi el Papa señala a la masonería como un gobierno en la sombra y uno de los grandes responsables de la decadencia moral de Occidente.

Finalmente, la Iglesia ha condenado los fundamentos de la economía capitalista y sus consecuencias. El vocabulario de León XIII contra los capitalistas que tratan a los seres humanos como bestias es muy elocuente. La condena se refiere a sus principios más sobresalientes, desde la libertad económica ilimitada o su independencia de la moral, hasta la absolutización de la propiedad y la subordinación del trabajo al capital.

Juan Pablo II enseña en Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus que la Doctrina Social de la Iglesia asume una actitud crítica tanto ante el capitalismo liberal como ante el colectivismo marxista. Pablo VI dijo otro tanto en Octogesima Adveniens.

La Iglesia condena al capitalismo porque el capitalismo es enemigo del mercado libre, de la propiedad y de la iniciativa privada. El capitalismo tiende al monopolio. Lo comprobamos en la tendencia histórica a la paulatina disminución de la pequeña propiedad avasallada por el gran capital financiero. El capitalismo también es enemigo de la propiedad. Tiende a la concentración de la propiedad en pocas manos. La Iglesia sin embargo siempre ha defendido la universalización de la propiedad, garantía de la libertad. Y el capitalismo es enemigo de la iniciativa privada, porque solo es posible en el liberalismo para quienes disponen de capital.

La Iglesia siempre ha enseñado que la economía está subordinada a la moral, «en una relación necesaria e intrínseca», de tal manera que no puede separarse la eficiencia económica de la promoción de un desarrollo solidario de la humanidad. El libre mercado precisa, por exigencias del bien común, la debida sujeción «a finalidades morales que aseguren y, al mismo tiempo, circunscriban adecuadamente el espacio de su autonomía». Y la iniciativa y la libre empresa solo tienen sentido en la medida que sirven al bien común de la sociedad.

Ahora tal vez se comprenda porque Juan Pablo II señala que es urgente un cambio de mentalidad sobre los principios inspiradores de la economía para que sea posible la justicia social.

Si san Pablo VI había prohibido el voto católico a los partidos liberales y marxistas (cf. PABLO VI, Octogesima adveniens, 26), san Juan Pablo II tampoco permite ni la colaboración con estas ideologías por la bondad parcial de su programa (el Papa descalifica de esta manera la tesis del mal menor), ni la colaboración con un sistema político que niegue la dignidad humana (cf. Cardenal JOSEP RATZINGER, Nota doctrinal obre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política).

Analice cada cual racionalmente y en conciencia si el sistema político que gobierna los destinos de Europa afirma o niega la dignidad de la persona.

Incluso la Doctrina Social llega a decir que quien falta a sus deberes con el prójimo y con Dios pone en peligro su salvación…

Aquí radica la gravedad del asunto que estamos abordando. Una conciencia cristiana no debe mirar estos asuntos con frivolidad, creyendo que es suficiente una vida privada ordenada, para cumplir con nuestros deberes de justicia y caridad hacia Dios.

Dios ha querido hacernos corresponsables de la salvación del mundo, y medirá el amor que le profesamos en función de este desvelo. Dios no pide resultados, que dependen de su Providencia. Le basta nuestro esfuerzo. Porque el propio sacrificio de la entrega y del riesgo son mérito para santificación personal al tiempo que instrumentos corredentores que Dios utiliza para la comunicación de su gracia a toda la humanidad. Por eso, Dios nos juzgará por nuestras cicatrices y no por nuestras victorias.

¿Cómo el distributismo de Chesterton y Belloc servirían para sentar las bases de un orden social cristiano?

Encontrar movimientos políticos que sean leales a la Doctrina Social de la Iglesia es una labor difícil y casi siempre decepcionante. En el mejor de los casos, los que rechazan el liberalismo político acatan sin embargo el liberalismo económico, porque su anticomunismo visceral parece obligarles sentimentalmente a ello.

Los grandes pensadores que han afrontado con lucidez y equilibrio estas cuestiones han sido en general personajes doctrinalmente solitarios y fracasados. Chesterton y Belloc son dos de estos modelos de admirable independencia y de insobornable criterio. A ellos y a otros como Severino Aznar en el aspecto económico, o a monseñor Guerra Campos en la filosofía política, debemos la luz necesaria para rescatarla Doctrina Social de la Iglesia de interpretaciones torcidas o alicortas.

Efectivamente, lo más urgente es el rearme doctrinal. Luego vendrá la organización, y después la acción política y sindical.

La crisis que vive la Doctrina Social de la Iglesia no es ajena a la crisis que vive la Iglesia, y la Iglesia militante siempre estará en crisis en la medida que es humana y necesitada siempre de conversión, renovación y purificación en Cristo.

Dice San Juan Pablo II que los laicos no traducen la Doctrina Social de la Iglesia en comportamiento concreto porque no se enseña ni se conoce adecuadamente. Si las enseñanzas sociales de la Iglesia resultan desconocidas para el pueblo de Dios, no debemos extrañarnos de que los laicos no actúen en política o en economía de acuerdo con la moral cristiana. La experiencia enseña que desde la ignorancia se comportarán como establece el mundo; o como dice la ley, aunque sea injusta, o como hace la mayoría…

El Papa añade que no se enseña adecuadamente. Habrá que preguntarse quiénes tienen esa responsabilidad. Es decir, quiénes tienen la obligación sagrada de convertirse en eco de la la doctrina oficial de la Iglesia. ¿Será el Episcopado? ¿Serán los sacerdotes que ejercen la docencia universitaria o que dirigen las catequesis parroquiales?

No debemos olvidar la responsabilidad de la intelectualidad católica, tan discreta que parece extinguida. Parece como si nadie quisiera asumir la responsabilidad. Parte de ella atiende a otras nobles consideraciones, dimitiendo de esta misión superior. Pero la mayoría se mueve diluida en el discurso y las preocupaciones del mundo, cuando no embarcada en quehaceres de segundo orden, y hasta en peregrinas inquietudes.

Pero la crisis se manifiesta especialmente cuando aquellos que estaban llamados a cantar las glorias y excelencias de esta joya de la Iglesia que es su doctrina política y económica, ocultan deliberadamente lo que la Iglesia enseña, es decir, ocultan los aspectos menos populares y más controvertidos. Y este ocultamiento se realiza con frecuencia de forma inconsciente por irenismo.

En un doble engaño, se difuminan primero los imperativos y los objetivos, y después se infravaloran las consecuencias que se derivan de actividades políticas o económicas que contradicen una recta concepción del ser humano.

Valgan un par de ejemplos. La universalización de la propiedad es uno de los fines esenciales de la vida económica (cf. JUAN PABLO II, Centesimus annus, 6, 30 y 43 COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, 176). Por otra parte «el deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo”» (cf. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 2105; CONCILIO VATICANO II, Dignitatis humanae, 1).

Estamos hablando de dos cuestiones básicas en la Doctrina Social de la Iglesia. La primera se refiere a la economía y niega la legitimidad del capitalismo privado (liberalismo) y del capitalismo de Estado (comunismo). La segunda se refiere a la obligación del Estado de rendir culto público al Dios verdadero. ¿Cree usted que alguna vez se habla de estas cosas, que están en el Catecismo, en congresos, revistas, libros, pastorales, documentos del Episcopado…, que abordan la enseñanza social de la Iglesia? Se lo digo yo. Estos temas y muchos otros de análoga jerarquía están ocultos bajo el celemín, no sea que el mundo se enfade.

Uno de los signos más extendidos y llamativos de esta crisis es el desprecio de los textos oficiales (el Catecismo, el magisterio pontificio, el magisterio de otros siglos, el Concilio, el CIC…). Y la irrupción caótica y avasalladora de fuentes de jerarquía menor o sin jerarquía alguna: reflexiones de conferencias episcopales de otros países, discursos pontificios improvisados, opiniones de teólogos, conclusiones de algún congreso académico…

Dice el Concilio que los laicos tienen la misión de ordenar la vida temporal según Cristo. El conflicto es inevitable. «No he venido a traer la paz sino la espada» (Mt. 10, 34-36). Porque transformar las «estructuras de pecado» en la «civilización del amor» obligará a los laicos, como mínimo, a enfrentarse a las resistencias de los beneficiarios de una sociedad alejada de Dios. La conclusión inevitable es que la Doctrina Social de la Iglesia es hoy, guste o no guste, una postura antisistema.

Por eso, cuando la Doctrina Social de la Iglesia se presenta entregada a la tarea de congraciarse con el mundo, ha perdido su razón y su atractivo, para convertirse en una más entre las recetas humanas y falibles en circulación.

Decía San Juan Pablo II que la Doctrina Social de la Iglesia es «fundamento e impulso para el compromiso social y político de los cristianos». Ahora se comprende que los fieles laicos, desorientados en Doctrina Social de la Iglesia por una pastoral equívoca, ambigua y saturada de concesiones ilegítimas al mundo, haya llevado a la desmovilización de los seglares en la acción política y social, y lo que es peor, a la complicidad de los católicos con doctrinas condenadas por el magisterio de la Iglesia y con regímenes políticos y económicos que vulneran grave y sistemáticamente los derechos fundamentales de la persona.

Monseñor José Guerra Campos tenía en este sentido una esperanza: «en el campo de la moral aplicada a la vida pública, la Iglesia necesita, no sólo que se cumpla lo que enseña sino volver a enseñar lo que se ha de cumplir. Y esto incluye: reafirmar su doctrina, rescatarla de las exposiciones falseadas, y quizá reajustarla, integrando los fragmentos con unidad orgánica; evitando en todo caso que su mensaje quede rebajado a ser una expresión más del lenguaje político y cultural del mundo. Sobre el campo de escombros de la confusión reinante ha de levantar de nuevo el edificio de su Moral política, como hizo en su día el Papa León XIII» (…), «para que sus posiciones no queden a la intemperie y para que lo que su voz propone de verdad a las conciencias no sea contradicho dentro de la Iglesia misma por teorizaciones de cátedras y periódicos».

Por Javier Navascués

2 comentarios

  
Rosauro Mejías
Impresionado por la claridad, hondura y precisión de este enorme y por desgracia, gran desconocido, intelectual.
01/06/23 1:19 PM
  
Cos
Resulta claro que la Doctrina Social de la Iglesia es contraria al liberalismo:
La DSI considera que la propiedad privada es una medida prudencial fruto de la caída en el pecado, cuando ya no es posible una vida comunitaria plena, mientras que el liberalismo considera la propiedad un derecho natural.

La DSI considera la existencia de la autoridad civil como un bien "que gobierna la vida en común para proteger la dignidad de la persona frente al mal, el error y la injusticia", mientras el liberalismo la considera un mal menor, eventualmente prescindible.

La DSI considera que el fin de la comunidad política es la salvaguarda del bien común. Para el liberalismo garantizar la "libertad" -así, en abstracto- de los individuos.

Excelente entrevista, como siempre. Qué necesaria que es la DSI.
01/06/23 7:38 PM

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31.05.23

P. Julián Lozano: “Como sacerdote se es testigo en primera fila de las maravillas que hace Dios”

P. Julián Lozano López. Madrid 1978. Licenciado en Periodismo por Universidad Complutense de Madrid y en Comunicación integral por la Francisco de Vitoria. Bachiller en Teología por la universidad San Dámaso. Delegado de Medios de la Diócesis de Getafe. Vicario parroquial en Sta María Magdalena (Ciempozuelos) Voluntario en Radio María y con alguna presencia en redes sociales. Analiza la campaña de oración por los sacerdotes, promovida por el El Rosario de las 11 pm.

El Rosario de las 11 pm | canal católico - YouTube

¿Como valora la iniciativa del canal El Rosario de las 11 PM de rezar por los sacerdotes?

La solemnidad del Sagrado Corazón es una jornada de oración en toda la Iglesia por la santificación de los sacerdotes. El Rosario de las 11, que tiene un espíritu audaz y generoso, ha querido extender a todo el mes de junio esta oración. Yo suelo decir que los sacerdotes debemos tener mucha necesidad de oraciones, porque la Iglesia a lo largo del año nos dedica varios momentos para que todo el pueblo de Dios nos encomiende. Y es verdad que la oración de los hermanos nos sostiene.

¿Por qué es importante hacerlo en el Mes del Sagrado Corazón de Jesús?

El santo Cura de Ars decía que “el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús". De ese costado abierto nace y renace la vida nueva. Nuestro sacerdocio está al servicio de administrar esa gracia, por eso es tan adecuado acudir a la raíz, a la fuente de donde brota todo, para pedir sacerdotes “según su Corazón". ¿A quién mejor se le puede pedir que al único Sacerdote en el mes consagrado a su Corazón? Además, así recordamos que la Iglesia ha dedicado junio desde hace siglos a mirar el corazón de Cristo, y no a otras causas.

¿Por qué es tan conveniente ofrecer el Rosario diario por los sacerdotes?

Todos los cristianos estamos encomendados al cuidado de María. Los sacerdotes, de un modo especial. Ella engendró al sumo y eterno sacerdote en sus entrañas. Si hay alguien que puede modelar el nuestro a imagen del de su Hijo, esa es la Virgen.

Siempre es mejor rezar por los sacerdotes que criticarlos…

La oración lo transforma todo. Abre la vida del mundo a la acción de Dios. Desde ahí se puede transformar la queja o la crítica en intercesión, o en corrección fraterna.

Siempre se ha afirmado que el respeto por el sacerdote y lo que representa es signo de salvación…

Me impresiona la fe de mis hermanos en la presencia de Cristo sacerdote en cada uno de los presbíteros. Hace un mes peregriné a Medjugorje y me impactó un testimonio de un matrimonio -Patrick y Nancy- y su amor al sacerdocio de Cristo presente en sus sacerdotes. ¡Ojalá tuviera yo esa mirada!

Es importante rezar por los sacerdotes, pero también que el sacerdote tenga claro que su propia oración es clave en su santificación.

Quizá esta campaña ayude también a que nosotros seamos más conscientes de la centralidad de la oración en nuestras vidas y misiones. Sin Él no podemos hacer nada.

¿Merece la pena dedicar la vida al sacerdocio, a ser otro Cristo?

¡Merece la vida! Alguna vez he dicho que Jesús me llamó a ser sacerdote para que yo me salvara! Porque como sacerdote se es testigo en primera fila de las maravillas que hace Dios en las personas. En la confesión, al dar la comunión -especialmente a los enfermos o en la proximidad de la muerte-; en la predicación y acompañamiento espiritual. En la ayuda a los hermanos con más necesidad… No hay nada más grande en la vida que ser instrumento del amor de Dios, y eso es el sacerdocio.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Marta de Jesús
Enhorabuena por la vocación sacerdotal. Todas las vocaciones muestran la belleza de Dios. Pero ciertamente esa vocación especial consta, si acaso, de un precioso plus...

Oremos por ellos que siempre oran por nosotros. Pidamos santos sacerdotes. Más que muchos, santos.
31/05/23 5:02 PM

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30.05.23

El P. Antonio J. Gómez Mir analiza la maldad intrínseca del horóscopo

El P. Antonio J. Gómez Mir, Licenciado en Teología de la Historia, párroco de Sant Jordi de Vallcarca. Dirige el canal de YouTube: STAT CRUX (Tradición y Contrarrevolución) donde trata, entre otros, temas como la Masonería, el ocultismo y el esoterismo, el gnosticismo y la Nueva era, Cábala, etc… Siempre desde la doctrina católica y desde la certeza de que el combate que tenemos propuesto “no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef. 6,12)

https://www.youtube.com/@STATCRUX

¿Por qué hay tanta afición hoy en día de seguir los signos zodiacales?

Debemos hacer dos precisiones antes de enfrentarnos al tema.

La primera: La palabra horóscopo proviene del griego: “ὥρα”, “hora” y “σκοπέω” o “skopeo” que significa “examinar” u “observar”; por lo tanto: examinar la hora. Pero en el sentido de adivinación del futuro y descripción de la personalidad, tomando por base la posición de los astros en la hora y el día del nacimiento.

La segunda: No confundir la astronomía (ciencia que estudia los astros, sus movimientos y todo lo relacionado con ellos) con la astrología que es una especulación, sin base científica, que pretende predecir el futuro basándose en la posición de los astros.

A la pregunta, respondo con contundencia y rapidez: La pérdida de la fe verdadera lleva a la superstición, siempre.

¿Cuál es el origen de estos signos?

El horóscopo nace de la antigua astrología, no de la astrología natural, que es madre de la actual astronomía, sino de la astrología judiciaria, que escrutaba la influencia de los astros sobre el destino de los hombres.

El horóscopo es la observación que los astrólogos hacen del cielo en el momento del nacimiento de un hombre pretendiendo adivinar los sucesos futuros de su existencia. Para mayor exactitud, el horóscopo designa el mapa con la posición de los planetas en un instante dado por su relación con el Sol y la Tierra.

Las esferas celestes eran las entidades fundamentales de los modelos cosmológicos desarrollados por Platón, Aristóteles, Ptolomeo…Explicaban los movimientos aparentes de las estrellas fijas y de los planetas aduciendo que estaban incrustados en unas esferas giratorias. Esas esferas, unas dentro de otras se influían mutuamente. Las estrellas y planetas influían sobre las esferas inferiores.

El origen de estas prácticas astrológicas es babilónico; pasó a Grecia, y al mundo islámico, más tarde, en la Edad Media, cuando la fe regía la sociedad, su presencia era tangencial y perseguida… Ganó terreno en le renacimiento con la llegada a Europa de las doctrinas herméticas y orientales después de la caída de Constantinopla. Sorprendentemente con el racionalismo y el positivismo no solo no desapareció, sino que emergió con fuerza. El siglo XIX y XX han visto un crecimiento exponencial de la superstición y de las mistificaciones orientales.

Incluso es habitual en el mundo que en una conversación te pregunten como algo normal de que signo eres…

Los hombres, para sobrevivir, necesitan esperanza, y cuando pierden la que nace de la fe verdadera, buscan vanas esperanzas de porvenir en las supersticiones.

La pura racionalidad de la modernidad no logra satisfacer las preguntas fundamentales del hombre. Perdida la fe, la única forma de acceder a lo que no se comprende es recurriendo a creencias misteriosas, supersticiosas y esotéricas.

Todo ello es signo de búsqueda, de querer ir más allá de la pura racionalidad. La necesidad imperante de salir del círculo de la inmanencia, de abrirse a la trascendencia pero cayendo en la mentira de la idolatría y la superstición.

Puede parecer algo inocente, pero ciertamente no lo es. ¿Qué es lo que dice la Iglesia al respecto?

Desde el principio los cristianos comprendieron que Jesús es el Camino, La Verdad y La Vida. Es la Luz del mundo que conculca la oscuridad. Una vez encontrado, no se puede retornar a la superstición de las fuerzas de la naturaleza, en los espíritus o en las energías de los astros…

San Pablo dice: “Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo? Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años. Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.” (Gal.4, 9-11)

Los Santos Padres como Tertuliano o San Agustín condenaron las predicciones astrológicas. Este último en “La Ciudad de Dios” advierte del error del “fatalismo” astrológico que niega la libertad humana.

La Iglesia condenó la creencia en la astrología en el primer Concilio de Toledo del año 400, o el Concilio de Braga del 561.

El papa Sixto V (1521-1590) emitió la bula “Coeli et terrae creator”, el 5 de enero de 1586, por la cual prohibió la práctica de la astrología judiciaria (1585) y otra de título más explícito: “Contra exercentes artem astrologiae” (1586)

El papa Urbano VIII (1568-1644) promulgó la bula “Inescrutabilis Iudiciorum”, el 10 de abril de 1631, por la cual condenó las predicciones astrológicas nuevamente.

En Salamanca, por ejemplo, se editaron en el siglo de oro español algunas obras singulares contra la astrología judiciaria, como “Reprovación de las supersticiones y hechicerías” (1538) de Pedro Ciruelo, que tuvo mucho predicamento.

El Catecismo de la Iglesia afirma: “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios".

¿Dónde está, por tanto, el fondo de su malicia?

Si se recurre a las prácticas astrológicas o se consulta los horóscopos, creyendo en ello, se comete pecado de superstición o, incluso, de idolatría.

Supone un fatalismo supersticioso ya que pretende determinar el futuro a partir de los astros. Se desprende, necesariamente, la negación de la libertad humana, de la Providencia divina, afirmando un predestinacionismo absoluto.

La astrología puede constituir herejía, ya que supone la negación de la libertad y la Providencia. Es superstición e idolatría si supone la adoración de los astros, o en el mejor caso vana observancia.

¿Por qué se han popularizado tanto estas creencias en sociedades cristianas?

Es verdad que los astros ejercen algún tipo de influencia sobre las realidades del mundo, y no solo en las mareas, y las fuerzas de gravedad y electromagnética, sino también en el hombre. Los cambios de estación y la meteorología afectan a nuestros estados anímicos e incluso a la salud.

Santo Tomás admite este influjo de los astros sobre la parte corpórea del hombre, sobre sus sentidos corporales ya que todo el universo se influye mutuamente. Pero esto es muy diferente de la afirmación desproporcionada de que los astros influyan en nuestro futuro o puedan ser instrumento para configurarlo.

Creer en los signos zodiacales, horóscopo, cartas astrales etc. es intrínsecamente malo, pero puede abrir la puerta a un mundo cada vez más tenebroso…

La gran mayoría de los astrólogos, clarividentes, médiums, ect…que se dan títulos de “profesores”, parapsicólogos, o licenciados en ciencias ocultas, son falsarios que se aprovechan de la buena fe de la gente con fines económicos. Unos pocos viven, hasta que se desengañan, de la moderna seducción por el ocultismo y el esoterismo.

Y, por último, los hay verdadero servidores del Maligno de quien pueden recibir “prediciciones”. Pero veamos en qué medida: Los demonios, ángeles caídos, son criaturas, no ven el futuro, pero por su naturaleza angélica conocen más sutilmente todas las realidades, y las relaciones entre las causas y los efectos. Del ser humano y de sus debilidades su experiencia es grande y dilatada…“Sabe más por viejo que por diablo”, dice el saber popular. Pero sus “predicciones” serán simples conjeturas nacidas de su experiencia, no clarividencia sobre el futuro que, ciertamente, desconocen. Y es de esa perspicacia de la que pueden hacer partícipes a sus servidores en las prácticas adivinatorias, nada más.

Incluso racionalmente hablando es absurdo que todas las personas nacidas en el mismo mes tengan la misma suerte cada semana…

No cabe, en efecto, reducir a todo el género humano a 12 casilleros zodiacales, doce caracteres o doce caminos por donde discurriría su vida.

Si se dividieran los 12 signos zodiacales entre la población mundial, 7 mil millones de habitantes, daría como resultado que a más de 500 millones de personas les pasaría lo mismo.

El ser humano ha sido creado libre.

¿Hasta que punto debemos disuadir a las personas sobre estas prácticas?

Nuestra sociedad moderna, tan escéptica y cientificista, deja al ser humano solo ante la ansiedad que padece por el sentido de su vida, por su futuro, por el interrogante de su sufrimiento…Tiene hambre y sed, y las sacia en cisternas agrietadas que no retienen el agua, dice Jeremias….

Cristo es el único que puede saciar ese hambre y esas sed. La Iglesia debe administrar aquello que ha recibido para salvar a ese hombre desnortado. Aliviar, iluminar, curar, liberar a ese hombre que se ha introducido en la oscuridad de la superstición.

Goëthe: “No puedo librarme de los espíritus que invoqué".

Por Javier Navascués

12 comentarios

  
Cordá Lac
Perdonen que esté cada vez más confundido. Cuando dos personas conviven "maritalmente" (entre comillas para que se entienda, porque en realidad quiero decir sin matrimonio por medio), la Iglesia nos lanza una retahíla de precauciones y cautelas sin fin para evitar decir que viven en pecado. Pero si a Vd. se le ocurre leer (bueno, consultar) un horóscopo, entonces no hay ninguna duda. Ahí está la afirmación de que comete un pecado.
¡Qué me lo expliquen, porfa! Pero con argumentos convincentes.
30/05/23 11:14 AM
  
Rodrigo.
Cordá Lac:
Cuando dos personas conviven "maritalmente" (= sin estar casadas), pecan gravemente.
Que yo me empeñe en llamar botijo a mi perro, no hace que mi perro sea un botijo: lo que yo diga, piense o desee, no hace la realidad. Porque la realidad es lo que es, y como es, en sí misma. No dependiendo de de mis deseos, o intenciones.
Una acción es pecaminosa en la medida en que es contraria a la Ley de Dios. Que alguien se empeñe en justificar lo injustificable ante Dios, por cualesquiera oscuros motivos o intenciones, no cambia la realidad de las cosas, por mucho que confunda o engañe a otros. Más bien al contrario: tendrá que responder ante Dios por ese daño causado a otros.
30/05/23 1:01 PM
  
Marta de Jesús
Gracias al padre del artículo. Particularmente sí recuerdo leerlos en mi niñez. No seguirlos, ni creerlos. Pero sí leerlos. #Uy, que dice que voy a hacer un viaje. Pues pa'mi que no...# Más bien así, en ese sentido. Pero el peligro está ahí y toda tentación evitable debe evitarse.
30/05/23 1:03 PM
  
Jordi
Excelente artículo.

La propaganda asigna al siglo XVIII como el siglo de las Luces, pero en realidad fue el siglo más supersticioso y depravado que hubo jamás, con Cagliostro, Newton (astrologia, alquimia), Casanova, Sade, Rousseau, la masonería, el esoterismo, historias de fantasmas...
30/05/23 1:32 PM
  
Masivo
La verdad sorprende que en la edad media y en la moderna monarcas cristianos tuvieran sus astrólogos de la corte. Felipe II sin ir más lejos tenía una amplia biblioteca esotérica.
30/05/23 4:23 PM
  
Alan
Jordi.

La astrologia como otras mancias, viene de mucho mas atras que el siglo XVIII. Encima hace usted un batiburrillo de personajes muy poco acertado. Meter en el mismo saco a Newton y Cagliostro o Casanova, p.e., me parece una barbaridad, solo con ver lo que aportaron al mundo cada uno de ellos queda claro el porque, por mucho que sir Isaac tonteara con la alquimia. Ademas, recuerde que era creyente, un fervoroso defensor de la existencia de Dios y un apasionado estudioso de la teologia, aunque fuera anglicano y arriano.
30/05/23 5:05 PM
  
José
Yo suelo mirar los Horóscopos para echarme unas risas con la cantidsd de sandeces que ponen.
30/05/23 9:44 PM
  
Cos
Masivo, Felipe II no tenía ninguna biblioteca esotérica, eso son tópicos que pusieron de moda, no se, quizá Sánchez Dragó. Gente así.
Felipe II entre los 40000 volúmenes de la biblioteca del Escorial tenía libros de alquimia o astrología o lo que fuera. No hay nada de particular en ello. No es que el rey se levantase por la noche a hurtadillas a consultar los libros prohibidos cuando todos dormían.
LA astrología o la alquimia eran cosas normales, mas o menos aceptadas por la gente. La astrología se estudiaba en las universidades y la astrología fiduciaria, la que pronosticaba el futuro, se practicaba abiertamente. Lo mismo sucede con la alquimia. Había alquimistas que recorrían las ciudades estafando a las masas ingenuas que se arremolinaban en torno a ellos. En España era terreno fronterizo, en Europa menos.

"Vino a Valencia un chocarrero fingiendo que sabía alquimia, el cual colocó carteles diciendo que, al que le diera un ducado de oro, le devolvería dos, y, al que dos, cuatro, y, al que tres, seis, y así siempre el doble. La gente, para probarlo, acudía con pocos ducados, y él, delante de ellos, ponía la cantidad de cada uno en su crisol de tierra, escribiendo el nombre del que se los llevaba en un papelito puesto dentro de él, y, de allí a pocos días, les devolvía el doble. Cebándolos de esta manera acudieron muchos con gran cantidad, y él desapareció con más de mil ducados. Al venir los burlados a reconocer los crisoles, los encontraron vacíos, con unos papelitos que decían: «Llore cada uno su dolor con su crisol». Y desde entonces ha quedado este refrán entre la gente”.
(original en valenciano)
Sobremesa sobre la inclinación de muchos valencianos a probar fortuna con el fin de multiplicar su oro. Juan de Timoneda

Lo que fue Felipe II es un gran promotor de la ciencia, del conocimiento. No por amor al arte, sino para favorecerse de sus ventajas prácticas: medicina. navegación, geografía, protoquímica, ingeniería, mecánica, etc. Lo que hay que entender es que este tipo de cosas fueron precisamente las que provocaron la revolución científica a través de sus ensayos empíricos. La alquimia es la madre de la química y la astrología lo fue de la astronomía. Esa diferencia nítida que se ve hoy en día, entonces aún no existía.
Por otro lado, como todo el mundo sabe, Felipe II, por supuesto, no confío nunca ni su destino ni su pensamiento a arte misteriosa alguna, sino a la voluntad de Dios, de quien se creía su brazo ejecutor en la Tierra.
31/05/23 1:51 AM
  
Cos
¿Por qué la gente creía en la astrología? No lo tengo claro, pero siendo que veían que la Luna atraía las mareas ¿por qué no pensar que ocurría cosas semejantes con el resto de astros? En el caso de Newton, hablamos de alguien que propuso la ley de la gravitación universal, podía tener incluso su excusa teórica.
Además se creían cosas mucho peores, como que la zarzaparrilla curaba la sífilis XD
31/05/23 1:58 AM
  
Esperanza
Yo no creo en horóscopos porque trae mala suerte.
31/05/23 3:56 AM
  
Jackino
A mi tambien me sorprende que en la Edad Moderna se consultase a astrologos o alquimistas. Que decia la Iglesia al respecto? Es que no existia un indice de libros prohibidos? Estaban incluidos los libros de astrologia? De todas maneras, eso de la astrologia me parece simple superstición.
31/05/23 12:06 PM
  
Masivo
¿Por qué creía la gente en la astrología?

Por la necesidad de predecir el futuro, y, por tanto, evitar la ansiedad que causa la incertidumbre. Que es una de las principales causas de los comportamientos irracionales.

En el caso concreto de las estrellas, en una sociedad preindustrial son de los objetos más llamativos de la naturaleza y además sus movimientos guardan relación con las estaciones del año y el transcurso del tiempo, lo que es muy importante para cazadores, agricultores y ganaderos. Así que es fácil pasar de la correlación (pasa algo cuando las estrellas están en X lugar) a la causalidad (las estrellas lo provocaron).
31/05/23 12:15 PM

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29.05.23

Juan Pablo Perabá: “Existe en la sociedad una sed de trascendencia que no sacian los grandes medios”

Juan Pablo Perabá hace balance del primer año de la revista Laus Deo.

¿Qué balance hace del primer año de la revista Laus Deo?

La revista nace el día 25 de julio del año pasado, fiesta de Santiago Apóstol. Arrancamos un nuevo proyecto con toda la ilusión porque veíamos en él un complemento perfecto y necesario para Laus Hispaniae. La recepción por el público fue muy buena, notamos que existe en la sociedad una sed de trascendencia y de valores que no sacian los grandes medios de comunicación. En este mundo del que pretenden expulsar a Dios, parece que al final el hombre no puede renegar de su naturaleza, de aquello para lo que fue creado. Estamos muy satisfechos por la acogida y confiados en que irá a mejor en el futuro.

¿En qué medida complementa la labor de Laus Hispaniae?

Es algo evidente que la idea de España y el concepto de Hispanidad van inseparablemente unidos a la religión católica, y de ahí que Laus Deo viene a completar la función de Laus Hispaniae, pues abordan entre ambas los dos pilares sobre los que creemos que se sustentará el restablecimiento moral de nuestra civilización occidental: la hispanidad cristiana, o la cristiandad hispánica. España es católica porque se forjó defendiendo la fe frente al islam en la Reconquista, y porque se expandió después a América predicando el Evangelio a todas las gentes y bautizándolas, cumpliendo el mandato del mismo Cristo. Y porque el ataque que sufrimos en la actualidad es también en estos dos flancos: contra las naciones —en general en el marco del proyecto de gobernanza global, y España en particular por los separatismos locales y por la izquierda política— y, por otra parte, contra la religión católica y la Iglesia, acosada por sus enemigos exteriores y, por desgracia, también interiores.

¿Cuál ha sido la línea editorial y el contenido de la revista en su primer año de andadura?

La línea editorial es simplemente la defensa de la fe de la Iglesia católica, la única fundada por Cristo, y de lo que siempre enseñó, sin alteraciones ni contaminaciones mundanas; de la vida de los santos y de los mártires; de las enseñanzas de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia; de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio; así como del inmenso legado cultural, de la impronta que la cristiandad ha dejado en el arte, la literatura, la filosofía, en lo que hoy es nuestra Europa y, más allá, en lo que conocemos como Occidente. La doctrina católica no puede cambiar porque Nuestro Señor no cambia, y por desgracia vivimos tiempos en que esto se pretende hacer no ya desde fuera, sino desde dentro. Por eso hay que dedicarse a divulgar lo que la Iglesia creyó y enseñó desde siempre, la fe de los Apóstoles.

En los primeros números hemos tenido artículos sobre diferentes temas de teología y doctrina, vidas de santos, tradiciones culturales y arte sacro propios de Navidad y Semana Santa. Todo lo que contribuya a hacer saber que tenemos el legado más impresionante y bello de la humanidad. En el fondo, lo que la Santa Iglesia tiene el deber de custodiar. Y todos somos Iglesia.

¿Por qué es importante recuperar el legado de la Iglesia Católica?

En primer lugar, porque es un inmenso tesoro que va a ser la única defensa que tengamos frente al ataque del relativismo y la inversión total de valores a la que estamos sometidos. Creo que es una impresión compartida por muchos que parece que todo se desmorona a nuestro alrededor: nuestros valores, nuestras seguridades, nuestras comodidades, todo aquello que dábamos por supuesto; que nuestro mundo está en una decadencia diríamos que mortal. Frente a esto, no hay nada que nos vaya a sostener sino la Iglesia, simplemente porque es indestructible por promesa de Nuestro Señor: «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella». Y, además, porque el valor infinito de la sabiduría y la belleza que encontramos en el arte y la música sacros, la teología católica, la filosofía y las tradiciones que la huella católica ha dejado en nuestro mundo no puede sino ser dada a conocer y ser esgrimida como un estandarte.

¿Qué tal repercusión ha tenido?

Los inicios en todo proyecto de este tipo son difíciles, cuesta mucho darse a conocer y por eso agradecemos de corazón esta oportunidad que nos dan. Pero estamos satisfechos y confiados en que seguiremos creciendo. Lo importante es que estamos haciendo algo que nos sale del corazón y que nos ilusiona, que teníamos necesidad de hacer; los frutos ya llegarán. En realidad, ya llegan cada vez que alguien decide colaborar y suscribirse. Es fundamental que, entre todos, cada uno en su entorno y según sus posibilidades, demos esta batalla. Porque es una batalla, no solo cultural, sino también espiritual.

Han apostado por la calidad, a pesar de no contar con medios, algo muy difícil.

Estamos inmensamente agradecidos a los colaboradores de alto nivel que han accedido a enviarnos material de gran calidad, eso es lo fundamental. Y que estéticamente quede bien presentado es un imperativo, no hay que deslucir la belleza de lo que se cuenta en el texto. Se hace con sana intención y amor a Dios, es en el fondo lo que nos mueve a todos.

¿Podrá salir algún día en formato papel?

El tema del papel está muy complicado. De momento, al igual que Laus Hispaniae, estará disponible como libro en papel por Amazon. Pero editar la revista como tal en papel y en color es un proyecto que se podrá estudiar, pero de momento no es viable por falta de medios.

¿Cómo se puede colaborar con ustedes?

Desde luego, la mejor forma es adquiriendo una suscripción anual de 12 euros, que da acceso a todos los números publicados hasta el momento y todos los siguientes durante el año. La revista se edita cada dos meses.

La dirección web es: https://lausdeo.es

Por Javier Navascués

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