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25.10.22

Fco. José Contreras: “El wokismo secuestra el noble idealismo juvenil y lo lleva en dirección equivocada"

Francisco José Contreras. Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla. Diputado nacional (VOX). Autor de “La filosofía del Derecho en la historia", “Kant y la guerra", “Liberalismo, catolicismo y ley natural", “La fragilidad de la libertad” y otras obras. Editor de varios libros colectivos.

¿Por qué un libro contra el llamado Totalitarismo Blando?

Porque es un cáncer que puede destruir las sociedades occidentales.

De hecho, según leemos en la reseña, pudiera entenderse que usted, en cierta manera, acuñó el término. ¿A qué se refiere con precisión y que aspectos englobaría exactamente este tipo de totalitarismo?

No soy el acuñador del término, son ya varios los que han hablado de “soft totalitarianism” (por ejemplo, Rod Dreher en “Vivir sin mentiras”). Y se adelantó lúcidamente Benedicto XVI -entonces cardenal Ratzinger- en uno de sus libros-entrevista con Peter Seewald, “La sal de la tierra” (1997): “Está creciendo el peligro de una dictadura de la opinión, y los que no suscriben la visión común son marginados. […] Cualquier futura dictadura anticristiana sería probablemente más sutil que las dictaduras que hemos conocido en el pasado. Admitiría aparentemente la religión, pero sin que la religión pudiera intervenir ni en la forma de conducta ni en el modo de pensar”.

En la introducción del libro, me refiero al “totalitarismo blando” en estos términos: “Hay peligro de totalitarismo porque se va configurando una ideología oficial que es impuesta a la sociedad por numerosos canales: escuela, Universidad, medios de comunicación, plataformas de las Big Tech, publicidad y política de personal de las grandes empresas (“capitalismo woke”), cine, leyes ideológicas… Esa imposición no usa los medios brutales del totalitarismo del siglo XX: no se tortura al disidente, ni se le manda a Siberia. Pero sí se le “cancela”, se le invisibiliza, se le ridiculiza, se intenta destruir su reputación por medio de las consabidas etiquetas infamantes (“machista”, “racista”, “homófobo”…). O se le expulsa de su empleo o cargo público (y en este libro se alude a algunos casos resonantes)”.

La ideología oficial en cuestión incluye dos ingredientes principales: el “wokismo” (mezcla de feminismo, “antirracismo”, liberacionismo LGTB, antioccidentalismo, etc.) y el ecologismo radical, que últimamente ha asumido la forma del catastrofismo climático.

Al ser tan sutil, ¿es hasta cierto punto normal que muchas personas ni siquiera lo perciben como totalitarismo?

El bombardeo ideológico es tan ubicuo, que mucha gente llega a confundir las tesis woke y clima-catastrofistas simplemente con el sentido común. El adoctrinamiento en cuestión incluye también la idea de que sólo se puede discrepar de esas ideas “evidentes” si se es mala persona (machista, racista, etc.) o incluso se está enfermo (las “fobias” eran inicialmente enfermedades mentales, y el totalitarismo blando llama, por ejemplo, “homófobos” a quienes pongan la menor pega a la agenda del lobby LGTB y “xenófobos” a quienes piensen que la inmigración masiva no solucionará los problemas de Occidente, sino que los agravará).

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