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31.08.22

Mons. Ricardo Coronado analiza la persecución a la Iglesia en Nicaragua y sus antecedentes

Mons. Ricardo Coronado Arrascue, J.C.D. actualmente es Vicario Judicial del Tribunal Interdiocesano para las Diócesis de Cajamarca y Chachapoyas y la Prelatura de Chota en Perú. Ha ejercido la docencia en tanto en seminarios de Perú como Estados Unidos. En USA se desempeñó por 17 anos como Vicario Judicial y Canciller de la Diócesis de Colorado Springs. Hizo sus estudios eclesiásticos en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Hizo estudios de derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo la Licencia en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de México y el Doctorado en la Universidad Pontificia de Salamanca, España.

Como perfecto conocedor de las dictaduras marxistas en América analiza brevemente la situación actual de Nicaragua.

¿Qué valoración hace de la persecución a la Iglesia en Nicaragua?

Los últimos eventos ocurridos en Nicaragua han despertado una alarma que parecía ya silenciada desde décadas atrás. El interés que esto despierta se vincula directamente con los derechos originarios del ser humano, los cuales han sido, sino negados, si conculcados por los regímenes totalitarios que han amenazado a la convivencia pacífica de las sociedades a las cuales les niegan la oportunidad de su desarrollo cívico. Para quienes, por diversas razones, les interese el derecho eclesiástico del estado, las violaciones ocurridas en Nicaragua no pueden sino ser ocasión del mayor repudio y condena.

La detención arbitraria e ilegal del obispo de Matagalpa Mons. Rolando José Álvarez Lagos y sus colaboradores es el resultado de un itinerario sinuoso del marxismo en Iberoamérica y su relación con la Iglesia católica.

¿Cuáles son los antecedentes de esta persecución?

En el primer gobierno (1985-1990) de Daniel Ortega tuvo como entusiastas participantes a los sacerdotes Miguel D’Escoto Brockmann, quien fue canciller del régimen, a Fernando Cardenal, quien fuera entonces ministro de educación, así como a los colaboradores como el sacerdote y guerrillero Gaspar García Laviana y el poeta Ernesto Cardenal, entre otros. No era infrecuente que en recintos de la Iglesia se traficaran armas y se gestaran acciones armadas. El génesis de todo este movimiento se veía justificado al parecer de sus gestores por la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza y sus constantes violaciones de los derechos fundamentales. Muchos católicos y clérigos consideraban justa y laudable la lucha armada y se unieron al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Esta afiliación consistió también en hacer propio el análisis marxista y la ideología promovida por el partido. Esto se hizo aun más posible gracias a la popularidad que había hallado en el campo teológico y académico la llamada Teología de la Liberación.

En este contexto los sandinistas y en particular los regímenes liderados por Daniel Ortega solo conciben como legítima la acción de la Iglesia cuando apoya a sus intereses y a su ideología.

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