Aquí se sufre, señores

Ataques, hay de todo tipo. Ataques por todos lados. Los hay descarados y también sutiles. Los hay planeados con estrategias de largo plazo y están también las incursiones de quienes no pierden oportunidad para zaherir. Hay quienes arremeten desde fuera y quienes se han metido dentro para hacer lo mismo que hacen los enemigos foráneos. Confundiendo. Escandalizando. Corroyendo. Ahuyentando.


Porque una cosa es el pecado que se comete por debilidad, y otra cosa muy distinta es querer dinamitar los cimientos sobre los que se apoya todo el edificio. Que quieran derrumbarlo los enemigos de siempre, alineados detrás de “el” enemigo, es algo de esperar, y contra eso habrá que defenderse hasta el final de los tiempos. Pero que busquen que se hunda la barca los que viajan en ella, es algo inaceptable. O son estúpidos, o trabajan para el enemigo, lo cual viene a ser lo mismo.


Sabemos que el trigo y la cizaña crecen juntos. Y que no es bueno querer arrancar la maleza porque se pueden cometer errores graves. Pero no por eso se debe permitir que estos señores perforen a gusto y todo cuanto quieran el piso de la barca. Y eso sin que nadie se inmute. Mientras tanto el agua entra y entra, haciendo pesado y sufrido el avance.


Vamos, que la barca no se hundirá, lo sabemos. Pero no es cuestión de que alguien haga sufrir a tus hijos y tú no hagas nada. Aquí se sufre, señores. Y no hay quien haga lo previsto en estos casos. Viajar en la barca tiene sus condiciones, sus leyes, su reglamento. Si no quieres cumplir, eres libre de abordar otra. Pero no, estos tipos se quedan para hacerles la vida más dura a los demás, y para fruición del mundo. Total, nadie se les opone. O quienes se les oponen no pueden nada contra ellos, lo cual al parecer les causa satisfacción.


Que la cizaña no ha de arrancarse es ley. Pero también es ley que no puedes cargar contra el credo, ni contra los dogmas, ni contra los preceptos, ni contra los compromisos asumidos, ni tampoco contra la potestad de las autoridades legítimas. Y si lo haces, es ley también que te ganes una sanción, para que recapacites y te encarriles. Lo triste es que quienes deben aplicar la sanción miren a otro lado. En algunos casos no es que miren a otro lado, sino que están del otro lado. Lamentable. Más que lamentable es que haya dinamiteros de cimientos, lobos con piel de cordero, entre los que deben cuidar el rebaño. Reconocedlos, no es tan difícil, aún con la piel de cordero puesta. Son los que permiten todo, los que no corrigen nada, los que observan insensibles cómo sangran las ovejas que dicen apacentar. Son los que bajo pretexto de ser servidores de la reina de las virtudes, jamás toman una decisión que pueda resultar irritante a los transgresores y sus simpatizantes. Son los que se muestran exigentes y duros con los que siempre han sido obedientes y sumisos. Pero les tiemblan las piernas de sólo pensar en tener que amonestar al rebelde y levantisco.


Ataques, hay de todo tipo.

Hay de dentro y hay de fuera.

Pero no nos digas, pastor,

“que aquí se salve quien pueda”.

***

Los comentarios están cerrados para esta publicación.