¿Por qué donamos sangre? La «culpa» es de la Edad Media
¿Por qué nos comportamos de una determinada manera? ¿Por qué en Europa se desarrolló lo que Toynbee llama la civilización cristiana occidental y por qué esta ha logrado unos niveles de desarrollo y prosperidad muy superiores a los de otras civilizaciones?
Para unos investigadores de las Universidades George Mason y Harvard está muy claro: la clave hay que buscarla en la Edad Media.
En efecto, los economistas Jonathan Schulz y Jonathan Beauchamp, de la George Mason, y los biólogos evolutivos Henrich y Duman Bahrami-Rad, de Harvard, han publicado en la revista Science un apasionante estudio titulado «The Church, intensive kinship, and global psychological variation», que ofrece una nueva explicación para comprender el desarrollo, único, que emprendió la civilización occidental.



Que el peso de China en el mundo es creciente ya es un tópico. También para la Iglesia católica, enfrascada en un pulso con el régimen comunista chino que, por mucho que les pese a algunos, está en las antípodas de la Doctrina social de la Iglesia y se empeña en demostrarlo sin apenas pudor. Las terribles noticias que nos llegan desde China en los últimos tiempos parecen confirmar los peores augurios acerca del acuerdo secreto entre China y el Vaticano.
He leído el último editorial de Philippe Maxence en L’Homme Nouveau, titulado “Predicadnos a Cristo, no la asimilación al mundo”, y me ha parecido magnífico. Un grito dolorido de un católico humilde que no se resigna a acostumbrarse a ver a la Esposa de Cristo convertida en una ONG buenista. Un grito que, aunque originado en Francia, es perfectamente trasladable a nuestro contexto español.