Judas Iscariote, alias «el vinagre»: Cristo tiene sed ¿y tú le das vinagre?

Judas Iscariote, alias «el vinagre»: Cristo tiene sed ¿y tú le das vinagre?

Es más fácil de lo que parece, el dar vinagre a los demás. Por ello, este artículo va destinado a entender el «vinagre» en la crucifixión de Señor. En el «vinagre» se esconde la hipocresía, de algo que se ha vuelto rancio. El hipócrita es el que interpreta lo oculto dando una respuesta: juzgando, mayoritariamente en espejo: el que juzga, así mismo se juzga (Rm 2,1). De ahí lo de «Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo» (Mt 7,5); y segundo significado: el que finge sentimientos que no tiene, o que expresa ideales que no sigue. En esta segunda definición están los que se creen religiosos sin serlo, los meapilas y los que hablan con doblez de corazón y sin tener los sentimientos de Cristo, aun mencionando la pobreza y la religión. Por eso el hipócrita es el vinagre, pues actúa como si tuviera vino, como si diera a beber para quitar la sed y alegrar como su maestro, pero no da vino, sino vinagre. Convierte las enseñanzas de Dios en vinagre. Porque cualquier cosa que se malinterprete de las Sagradas Escrituras, o se entienda del revés, es puro vinagre. Pues el evangelio es la buena noticia: la alegría del Espíritu santo, el vino que alegra el corazón, pues lo hace sintonizar y alegrarse en Dios, en la conversión.

Es difícil soportar la hipocresía y la doble vara de medir, pues «al hipócrita lo aborrece YHWH» (Sal 5,7); y está escrito: «le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 24,51). Por ello no es algo simplemente racional, es visceral cuando se nos es presentado Judas en el Evangelio, donde queda patente la falsedad, pues no aceptaba las palabras y la doctrina de Jesucristo:

«Judas Iscariote, el que lo traicionó» (Mt 10,4); «Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?» (Lc 22,48)

«Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Respondióle Jesús: ¿No he elegido yo a los doce? Y uno de vosotros es un diablo. Hablaba de Judas Iscariote, porque éste, uno de los doce, había de entregarle.» (Jn 6, 68-71)

Jesús tampoco podía callarse, porque allí había uno que no creía en la afirmación de Pedro: «tú eres el Santo de Dios». La falsedad queda desenmascarada, Pedro le dice que sólo Jesús tiene palabras de vida eterna, y mientras, Judas ponía a esa afirmación, cara de pepinillo en vinagre. Jesús, al lenguaje no verbal de Judas, en clara desaprobación de las palabras de San Pedro, dice: «uno de vosotros es un diablo». Primera afirmación publica del Maestro a uno que fue llamado a ser sucesor de los apóstoles. Judas creía que tenía muchos sínodos donde ir sin su «maestro»: «¿seré yo Rabí?» … Y con cara de sopa de vinagre, se fue al sínodo de los fariseos.

¿Qué es tener cara de vinagre? Unos piensan, de tanto machacar las conciencias, que significa no estar contento, no ser alegre, estar amargado o simplemente resignado. De ahí las frases típicas desde el ambón: «estad alegres os lo repito, estad alegres», sí, pero ¿por qué? «porque yo he vencido al mundo».

En verdad cara de vinagre significa que uno no es bienaventurado, no es felix (‘beato’); por tanto, no tiene la gracia de Cristo y la rechaza para no obrar la doctrina del Maestro, de las Sagradas Escrituras, del Magisterio de los padres de la Iglesia. Por tanto, parecen alegres en su discurso, pero son unos déspotas amargados, porque han depuesto a Cristo y se han entronizado ellos, y encima tienen la burla de llamar a los demás: vinagre.

Quien no ha vencido al mundo en términos eclesiales, es un vinagre. Da igual que piensen que siguen al dios de la alegría y la Paz, Dios no da la paz como la da el mundo: «os doy la paz, no como la da el mundo».

Una vez una mujer, de un grupo de caritas, de un lugar del cual ahora no quiero acordarme… me dijo: «vosotros los curas jóvenes sois todos unos rancios…». La verdad es que pasé por alto la grosería, pues venía de una señora mayor, que vete tú a saber a lo que se refería, pues es la primera vez que me la había cruzado en la vida. Continué con la conversación de lo que había ido a preguntar en ese sitio, y me preguntó por lo que llevaba en una la bolsa que traía: «¿qué llevas en la bolsa?», yo continué tratando de ser simpático a semejante cotilleo entrometido y sin modales: «llevo un cáliz para dorar». Y sigue el interrogatorio… «¡¿será de cerámica?!». Yo la verdad que no caí y me quedé pensativo, ¿cerámica? ¿Como los relojes de lujo? No sabía qué hicieran cálices de cerámica… y después de la breve pausa, le pregunto: «¿de cerámica?» Y me responde: «si, de barro». Y ya el cerebro hace las conexiones necesarias y le respondo: «eso sí que es de rancios». Y es que tanto va el alma de cántaro a la fuente que al final se rompe.

Por eso ¿cómo es posible que un hereje, un pervertido, un asesino, un adúltero, un invertido, un idólatra, un pagano, un ladrón, un descreído del Evangelio diga que hay que estar alegres, después de haber vertido sobre la sed en la crucifixión del Señor todo ese vinagre que Dios no quiso ni probar, cuanto menos aprobar, causa de su dolor y sufrimiento? Lo probó, sí, como tortura.

¿Es que Dios se va a «beber» o tolerar las inclinaciones de esos «alegres», sus sínodos, cuando son incapaces de purificar el cáliz y la patena, o cuando lo profanan en ella? Si tú que lees esto, se te pone cara de vinagre, ¿no es signo que deberías estar alegre creyendo en la presencia real de Cristo en las materias eucarísticas y arrodillándote ante Él?

Sí, cara de vinagre cuando te hablan de los mandamientos y respondes con vinagre diciendo que son sólo unos consejos.

Sí, cara de vinagre cuando te hablan de dorar cálices y respondes con vinagre diciendo que eso es de rancios.

Sí, cara de vinagre, cuando lees que Dios multiplicó los panes y los peces y tú te inventas que fue sólo un compartir.

Sí, cara de vinagre pongo yo cuando oigo las bendiciones a las parejas del mismo sexo.

Sí, cara de vinagre pones tú, cuando te dicen que no te dejan dar esas «bendiciones».

Cara de vinagre, cuando veo y oigo los «cuernos blasfemos» de las mitras de la mentira alemanas.

Sí, cara de vinagre cuando los de su clan leen esto, y saben que tergiversan la verdad y luchan contra ella.

No digo nada nuevo, ya lo sabéis, ellos están «alegres» pero llorarán:

«¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!; ¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo se comportaban sus padres con los falsos profetas!» (Lc 6,25-26)

Éstas son las contra-bienaventuranzas, los ayes eternos, pero que ahora ni pasan necesidad, ni lloran, porque son los que en la cúspide de la vanguardia de este mundo que se termina, van por el desfiladero. Y ésta es la doble vara de medir para los que no tienen la medida de Cristo, que hay que reírles las «gracias» sinodales, mientras ellos ponen cara de sopa de vinagre a la Verdad, el Camino y la Vida de Dios.

Que digo yo, paciencia si, caridad sí, pero llamemos a las cosas por su nombre, al pan: pan, y al vinagre: vinagre.

Los vinagres ¿«No tienen vino»? (Jn 2,3) peor: es (tal vez) haberlo tenido o creer tenerlo y haberse avinagrado. No hacen lo que dice su Maestro: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos… y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado.» (Mt 28 19-20)

Entonces ¿porque no compadecen a Jesucristo con la conversión a la verdad? «Porque su viña es viña de Sodoma y de las plantaciones de Gomorra: uvas venenosas son sus uvas, racimos amargos sus racimos; su vino, un veneno de serpiente, mortal ponzoña de áspid.» (Dt 32,32-33)

Por ello hablan de alegría, pero a Cristo le avinagran y le rompen el corazón. En cada hombre que necesita de la Verdad, ahí está Cristo recibiendo vinagre, de los que no creen en la unidad de las Sagradas Escrituras, y tergiversan, anulan, borran:

«El oprobio me rompe el corazón, me siento desfallecer. Espero en vano compasión, consoladores y no encuentro.

Me han echado veneno en la comida, han apagado mi sed con vinagre.

Que su mesa se convierta en un lazo, que su abundancia sea una trampa;

que se nublen sus ojos y no vean, que sus fuerzas flaqueen sin cesar.

Derrama sobre ellos tu enojo, los alcance el ardor de tu cólera;

que su morada se convierta en erial, que nadie habite en sus tiendas.

Porque acosan al que tú has herido y aumentan la herida de tu víctima.

Añade culpa a su culpa, no tengan acceso a tu justicia;

sean borrados del libro de la vida, no sean inscritos con los justos.

Pero a mí, desdichado y malherido, tu salvación, oh Dios, me restablecerá». (Salm 68,21-30)

«Ya te encarecí, al marcharme a Macedonia, que permanecieras en Éfeso para que ordenases a algunos que no enseñaran doctrinas diferentes (…) El fin de este mandato es la caridad, que brota de un corazón limpio, una conciencia buena y una fe sincera. Algunos, al apartarse de esto, se han convertido en charlatanes, pretendiendo ser doctores de la ley cuando no entienden lo que dicen ni lo que rotundamente afirman. (…) la Ley no se ha dado para el justo sino para quienes no admiten norma ni sometimiento, para los impíos y pecadores, sacrílegos y profanadores, parricidas y matricidas, homicidas, adúlteros, sodomitas, traficantes de hombres, mentirosos, perjuros y para todo cuanto se opone a la sana doctrina, según el Evangelio de la gloria del Dios bienaventurado, que me ha sido confiado. Doy gracias a aquel que me ha llenado de fortaleza, a Jesucristo nuestro Señor, porque me ha considerado digno de su confianza al conferirme el ministerio...» (1 Tim 1,3-12)

Ser uno con Cristo, como una es su Sagrada Palabra, porque quien inventa y tergiversa la verdad de la revelación, en verdad es un hombre sin palabra, sus juramentos son falsos y solo realiza sus amenazas, que brotan de un corazón sucio: «Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad(Jn 17,14-17)

¿Se esta negando a Cristo delante de los hombres? Yo me pongo de parte de él, de su Palabra. Desconozco la hora de la entrega del hermano al hermano en los tribunales, pero ha llegado la hora en que un obispo entregara a un sacerdote a los tribunales, por causa de la verdad, por defender lo sagrado.

7 comentarios

maru
P. Jesús, la Biblia, tanto en los Evangelios como en lecturas de los diferentes profetas, es muy clara; otra cosa es que , muchos ya, proclamen otra cosa y no lo que deberían proclamar . Es realmente, una gran pena. Gracias por su artículo , por cierto, muy esclarecedor. Dios se lo premie!
29/06/23 2:01 PM
Maribellllll
La eterna duda .. misericordioso o justo ?
Nos quiere tal como somos o espera nuestra entrega ?
Para que tanto predicar y tanto dolor si solo vale nuestra voluntad y no la suya?
El hombre se empodera y quiere hacer a Dios a su imagen en vez de querer ser como Dios manda.
Bueno , si Dios nos da libertad , por algo sera
29/06/23 4:35 PM
Carmen L
Dios es misericordioso y justo ambos.
Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado. Si esa es la vida eterna que le conozcamos a Él y a su enviado Jesucristo. Es el encuentro que ha tenido Zaqueo, un amor que transforma, ya no eres la misma persona.
Dios nos ha dado libertad para hacer el bien que debe hacerse, porque a nadie ha mandado pecar.
30/06/23 2:18 AM
Potekas
Yo creo, padre, que no es vinagre lo que le dan a Jesús. El romano, apiadado ante un moribundo le da de la bebida que tienen ellos para refrescarse (aún se usa en la campiña italiana) que es agua con vinagre, y Jesús la bebe. ¿qué razón justificaría el hecho de haber vinagre en el Gólgota? Sí, yo le daría de ese "vinagre"
30/06/23 9:30 AM
Maribelllllll
Porque a nadie ha mandado pecar.
El problema esta.:
cuando para unos es pecado lo que para otros no lo es
Solo los que lo aman cumplirán sus mandamientos . lo dice el Evangelio
y sabrán con certeza lo que no es de Dios.

30/06/23 10:15 AM
Angeles Wernicke
Gracias, Padre Jesùs Sànchez, por este artìculo. Muy pocas veces se recuerdan los dolores de Jesucristo por su amor no correspondido hacia nosotros, el amor despreciado... Ese corazòn de Jesùs que tanto nos dio y tan mal es pagado... Dios lo bendiga por recordarlo!
1/07/23 12:00 AM
Almudena1
¡Qué buen artículo! Digno de meditación.
Muchas gracias padre, recapacito desde que lo leí cuando me acerco a comulgar: “Tengo sed”. ¿Y qué Le doy? ¿Agua o vinagre?
3/07/23 8:37 AM

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