(RV/InfoCatólica) El Papa aseguró que el texto del profeta es una “invitación a la confianza en el indefectible amor de Dios”, a la cual acompaña también otra página de la lectura de la liturgia dominical en el día de ayer.
El Evangelio de Mateo, señaló el Papa, Jesús exhorta a sus discípulos a confiar en la providencia del Padre celestial, que alimenta a las aves del cielo y viste los lirios del campo y que conoce toda necesidad nuestra. Por lo que el Maestro dice: “No andéis preocupados diciendo ¿Qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? ¿con qué nos vamos a vestir? Que de todas esas cosas se afanan los gentiles y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todo eso”. Todo ello, aclaró Benedicto XVI no es fatalismo o ingenuidad:
“Ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, lo que dice Jesús podría parecer poco realista y evasivo. En realidad, el Señor quiere hacer entender claramente que no se puede servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. El que cree en Dios Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su Reino, de su voluntad. Todo lo contrario de lo que es el fatalismo o el ingenuo irenismo. Pues la fe en la Providencia no despensa de la fatigosa lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana”.
En este contexto, el Papa destacó que esta enseñanza de Jesús, aun permaneciendo verdadera y válida para todos, se practica de forma distinta según las diversas vocaciones:
“Un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, al tiempo que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. Sin embargo, en todo caso, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celeste, como fue para Jesús. Justo la relación con Dios Padre es la que da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión muerte y resurrección. Jesús nos ha demostrado qué significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo, y, al mismo tiempo, teniendo el corazón en el Cielo, inmerso en la misericordia de Dios”.
El Santo Padre introdujo el rezo del Ángelus alentando invocar a la Madre de Dios y de la Providencia en cada momento de nuestra vida:
“¡Queridos amigos, a la luz de la Palabra de Dios de este domingo, os invito a invocar a la Virgen María con la advocación de Madre de la divina Providencia. A Ella encomendemos nuestra vida, el camino de la Iglesia y los avatares de la historia. En particular, invoquemos su intercesión para que todos aprendamos a vivir según un estilo más sencillo y sobrio, en cotidiana laboriosidad y en el respeto de la Creación, que Dios nos ha encomendado para que la custodiemos!”.
Después del rezo mariano y del responso por los difuntos, Benedicto XVI saludó a los numerosos fieles romanos y peregrinos que acudieron a la plaza de Pedro, reiterando en francés, inglés, alemán, español, polaco y eslovaco su exhortación central a buscar el Reino de Dios, que nos libera del miedo del mañana, testimoniando su amor, más tierno que el de una madre hacia sus hijos y rezando para que la justicia y el diálogo prevalezcan sobre la violencia y los intereses particulares. Con el anhelo de que nunca se apague en nosotros la confianza en la Providencia divina y que ésta nos impulse a ayudar a los que la han perdido ante las difíciles experiencias vividas.