Cardenal Rivera: «Negar a los niños adoptados el derecho a tener padre y madre es una aberración»

Cada vez más, cada día que pasa la Iglesia católica más sola, a escala planetaria, en su defensa del derecho a la vida y en su doctrina de la familia como escuela de amor, comprensión, apoyo mutuo y donación fecunda entre un hombre y una mujer.

Ahora bien, a la Iglesia no solamente le llegan retos desde fuera de su seno, desde el extrarradio de sus límites visibles, puesto que un día sí y otro también le llegan, sobre todo a los responsables doctrinales de la Iglesia, que son sus pastores -aunque, a decir verdad, responsables de la Iglesia somos todos los fieles bautizados, según carismas, dones y ministerios-, retos en forma de fieles católicos, solos o en general con el apoyo de asociaciones, discrepantes de o con la enseñanza magisterial, verbigracia, en este asunto tan controvertido.

Al menos doce colectivos de personas pertenecientes a los cristianos LGTB (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales) se han reunido recientemente, no recuerdo en qué provincia española. Pretenden ser iglesia al margen de la doctrina moral de la Iglesia; pretenden que se acepte su modelo de matrimonio o convivencia afectiva y sexual en pareja, casi siempre al margen del modelo tradicional...

Y sobre todo -y es a este punto al que sobre todo quería yo llegar-, reivindican que la Sagrada Escritura no condena la ilegitimida e inmoralidad de la práctica homosexual, y asimismo, plantean que el concepto tradicional de ley natural ha quedado desfasado, necesitao de reflexión a la luz de unos supuestos o reales datos científicos.

De manera que las dos impugnaciones anteriores son, a mi juicio, uno de los principales retos con que hoy día se deben enfrentar los obispos católicos, a la hora de iluminar, en comunión con la Tradición y el Magisterio, la fe de los fieles, puesto que yo mismo soy testigo de que no pocos fieles católicos, por influjos diversos (a veces por el testimonio de sacedotes y religiosos católicos para los cuales la práctica de la homosexualidad es una opción más, una opción sexual tan válida como la heterosexual), apoyan las iniciativas de los colectivos de cristianos LGTB.

O lo anterior se hace, o bien los obispos han de tomar la iniciativa y, saliendo a la plaza pública, a los nuevos areópagos de la modernidad (medios de comunicación, Internet...), reconocer que tienen razón los que, desde el interior de la Iglesia, bien que asumiendo cada vez más una fe disidente, pretenden afirmar que la práctica de la homosexualidad está bien, es moralmente aceptable, evangélicamente indiscutible.

"miles de niños no pueden gozar de ese derecho, y negarles el derecho jurídicamente es una aberración, una tontería. Esas palabras son mías, no del Papa".

Pues tecnicamente ya se les este negando el derecho a muchos, al tener sistemas de adopción tan rígidos (exageradamente, donde se da demasiada prioridad a los recursos económicos, osesa casi si no son clase media alta, pues no)

Ah, que se me olvidaba, porque el asunto se las trae.

Se las trae porque comunidades enteras de cristianos reivindican un lugar en la Iglesia universal para las personas homosexuales acivas. De manera que, dado que esto es así, me consta, por experiencia personal, que hay abundancia de católicos tan bien intencionados como desorientados, doctrinalmente desorientados, en vista de que, quien más quien menos, escuchó en la tele a un famoso teólogo afirmar que el amor homosexual es bendito a los ojos de Dios. O aquel que llegó a leer una carta pastoral o algo parecido de algún obispo episcopal, luterano, anglicano...


Vamos, que no solamente habría, me parece a mí, que aportar razones y verdades teológicas a la controversia, sino que, en vista de que muchos fieles tienen muy poca formación teológica, no acudir a explicarles las razones que puede haber y que de hecho hay, sino darles -por suerte o por desgracia ha de ser así-, las cosas muy trilladas, muy en papilla, como si fuesen -perdón por la comparación, por si algunos se sienten ofendidos- polluelos de loro, de ninfa o de periquito, que se llaman así criados "papilleros".