Francisco: «El Evangelio incita al cambio e invita a la conversión»

«Nos desafía a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado»

Francisco: «El Evangelio incita al cambio e invita a la conversión»

Como cada domingo, el papa Francisco se asomó ayer a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los peregrinos la oración mariana del Ángelus y realizar su comentario al Evangelio del día, que narra el pasaje en que Jesús está en camino con sus discípulos, y pronuncia la frase: «He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!».

(Aica/InfoCatólica) Al respecto, el Santo Padre planteó: «¿De qué fuego está hablando? ¿Y qué significan estas palabras hoy para nosotros?».

Recordando que Jesucristo trajo el «Evangelio al mundo», es decir, la Buena Noticia del amor de Dios por cada uno de nosotros, señaló que el mismo es «como un fuego» porque, cuando irrumpe en la historia, «quema los viejos equilibrios de la vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado».

«En otras palabras, el Evangelio no deja las cosas como están: cuando pasa el Evangelio, y es escuchado y recibido, las cosas no se quedan como están. El Evangelio incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos. Es exactamente como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida que todos tenemos, consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos».

Jesús, recordó aún Francisco, está «inflamado por el fuego del amor de Dios y, para hacerlo arder en el mundo, se entrega Él mismo el primero de todos, amando hasta el extremo, incluso hasta la muerte y la muerte de cruz». Lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, Cristo con su luz y su poder revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se consideran perdidos:

Derriba las barreras de las marginaciones, cura las heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas externas. Es por eso que es «fuego»: cambia, purifica.

El Evangelio de hoy es entonces una invitación a «reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria, o en un medio de bienestar individual, que nos lleve eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad», dijo el Papa, y citando a un teólogo, precisó que la fe en Dios «nos tranquiliza, pero no del modo que quisiéramos: es decir, no para procurarnos una ilusión paralizante o una satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar».

La fe, en definitiva, no es una «canción de cuna» que nos adormece. La fe verdadera es un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche.

En esa línea, el Santo Padre animó a preguntarnos si somos «apasionados por el Evangelio», si la fe que profesamos y celebramos nos sitúa «en una tranquilidad feliz», si enciende en nosotros «el fuego del testimonio». Preguntas que, según Francisco, podemos hacernos «como Iglesia»: «En nuestras comunidades, ¿arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe, o nos dejamos arrastrar por el cansancio y las costumbres, con el rostro apagado y el lamento en los labios y las habladurías de cada día?».

Para finalizar, el Santo Padre pidió «revisar» estas cosas, para que también nosotros podamos decir como Jesús: «Estamos inflamados por el fuego del amor de Dios y queremos 'lanzarlo' al mundo, llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente la alegría de Jesús, que ensancha el corazón y hace bella la vida».

Para ello, pidió la intercesión de la Santísima Virgen, que acogió el fuego del Espíritu Santo.

Solidaridad para Somalia, piedad para Ucrania

Tras la oración mariana el Sumo Pontífice llamó la atención sobre la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y algunas zonas de los países limítrofes, ahora en peligro de muerte a causa de la sequía. «Espero que la solidaridad internacional pueda responder eficazmente a esta emergencia», expresó.

Al saludar a los peregrinos reunidos en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, donde hace 20 años San Juan Pablo II hizo el Acto de Entrega del mundo a la Divina Misericordia, destacó el significado de tal gesto, que queremos -dijo- renovar hoy en la oración y en el testimonio de vida. Y añadió: «La misericordia es el camino de la salvación para cada uno de nosotros y para el mundo entero. Y pedimos al Señor, misericordia especial, misericordia y piedad para el atormentado pueblo de Ucrania».

 

 

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