(ASCA/Zenit/Infocatólica) “El testimonio de fe y de caridad que animó a San Pío da Pietrelcina, de quien hoy hacemos memoria, os mueva, queridos jóvenes, a proyectar vuestro futuro como un generoso servicio a Dios y al prójimo”. Así le ha recordado el Santo Padre también hoy en su saludo en lengua eslovaca.
Desde el 24 de abril de este año los restos mortales del santo han estado expuestos a la veneración de los fieles en San Giovanni Rotondo, en la cripta de la antigua iglesia de Santa María de las Gracias, donde el padre Pío estuvo sepultado 40 años. La exhumación y la exposición fueron decididas para conmemorar el cuarenta aniversario de la muerte de San Pío ocurrida el 23 de septiembre de 1968 y el noventa aniversario de los estigmas permanentes, el 20 de septiembre de 1918.
El pasado 21 de junio Benedicto XVI peregrinó a San Giovanni Rotondo, y recorrió los lugares en los que vivió el padre Pío de Pietrelcina, nacido en 1887. Aquél día el Papa concelebró la santa misa ante cincuenta mil peregrinos, en el atrio de la iglesia de san Pío de Pietrelcina. Los peregrinos, que tuvieron que afrontar la lluvia desde las primeras horas de la mañana, llegaron procedentes de toda Italia, pero también de países como Estados Unidos o Irlanda, prueba del amor que despierta en los cinco continentes. De hecho, el santuario de San Giovanni Rotondo es el tercero más visitado del mundo católico, con más de siete millones de fieles al año.
En su homilía destacó que el santo fue “un hombre sencillo, de orígenes humildes, ‘conquistado por Cristo’, como escribe de sí el apóstol san Pablo, para convertirlo en un instrumento elegido del poder perenne de su cruz: poder de amor a las almas, de perdón y reconciliación, de paternidad espiritual y de solidaridad activa con los que sufren. Los estigmas que marcaron su cuerpo lo unieron íntimamente al Crucificado resucitado”.
El "apóstol del confesionario", como era conocido el padre Pío, cuyo nombre de pila era Francesco Forgione, tras ingresar en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, fue ordenado sacerdote en 1910. En el convento de San Giovanni Rotondo, fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento, para acoger a los más necesitados. A los 31 años comenzó a experimentar el fenómeno místico de los estigmas (llagas similares a las de Cristo clavado en la cruz). Los estigmas se mantuvieron a lo largo de toda su vida. La herida del costado, al igual que los otros estigmas, manaba sangre con frecuencia y aún más durante la Semana Santa. Los de las manos los escondía bajo unos guantes de lana.
Los estigmas desaparecieron sin dejar huellas el 22 de septiembre de 1968, un día antes de su muerte. Junto a su fama de santidad se extendieron también las fuertes críticas contra su persona y humillaciones. Fue investigado por el Santo Oficio, motivo por el cual durante tres años no pudo celebrar misas en público. Tras años de investigaciones se demostró que todas las acusaciones contra él eran falsas. Fue canonizado por Juan Pablo II el 16 de junio de 2002, quien también visitó este santuario en 1987.