Por qué la eutanasia es un crimen especialmente perverso contra la vida
©Shutterstock

Eutanasia y suicidio asistido

Por qué la eutanasia es un crimen especialmente perverso contra la vida

Dada la proximidad inherente a la muerte, y el hecho de que este consentimiento informado será uno de los últimos actos de la persona, el suicidio asistido no solo mata a una persona, sino que la pone en peligro inminente de la pérdida eterna de su alma.

(LifeSiteNews/InfoCatólica) El suicidio asistido ha recibido mayor atención últimamente en la legislación de varios países occidentales. En Italia, el tribunal constitucional acaba de confirmar las leyes del país contra la eutanasia al rechazar un referéndum para legalizar el suicidio asistido por médicos que se habría enviado a votación popular.

En apoyo al referéndum se habían recogido 1,2 millones de firmas. Dos miembros de la Academia Pontificia para la Vida escribieron públicamente a favor del referéndum, mientras que otros miembros y la Santa Sede se pronunciaron en contra.

En California, se acaba de presentar una denuncia contra una ley que obliga a los médicos a participar en el suicidio asistido si un paciente se lo solicita. Estos son solo algunos ejemplos recientes.

A la luz de esta atención pública sobre el asunto, los cristianos en la vida pública, que tenemos el deber de salvaguardar y promover leyes justas informadas por la fe, haríamos bien en considerar la especial malicia de este crimen contra la vida. La malicia especial o única a la que me refiero surge de algo que a menudo se piensa que mitiga el mal del crimen, a saber, el consentimiento informado obtenido del paciente.

La eutanasia a menudo se presenta como un acto de misericordia o compasión, que alivia a una persona de un sufrimiento innecesario e indeseable. Sus defensores buscan justificarlo aún más por el hecho de que se ha obtenido el consentimiento informado de la persona, como es la práctica en todos los procedimientos médicos importantes. De esta manera se hace parecer que se cumplen las demandas tanto de la justicia como de la caridad, y que obrar de otro modo sería el fracaso de ambas.

La primera verdad moral básica que se niega en tal comprensión del suicidio asistido es que el acto es esencial y objetivamente el asesinato de una persona inocente, que no ha cometido ningún delito que merezca la muerte. Esto lo convierte esencialmente en un acto de asesinato, por definición. La razón por la que se hace tal acto, para aliviar a la persona de su sufrimiento actual, no cambia lo que se está haciendo. Sigue siendo verdad que la persona está siendo asesinada, que se está matando a una persona inocente. Este aspecto básico de la eutanasia es fácilmente reconocido por quienes se oponen a ella.

Sin embargo, lo que se reflexiona poco es el mal que conlleva la obtención del consentimiento informado por parte del paciente. Moralmente, lo que hace el consentimiento informado es incluir al paciente en la culpa grave de homicidio.

Hay tres condiciones para que una persona sea culpable de un pecado grave, como se articula en el Catecismo de la Iglesia Católica:

  1. Primero, el acto realizado debe ser materia grave: debe ser gravemente malo en sí mismo. El asesinato es un acto de este tipo; de hecho, a menudo es el primer y más común ejemplo de un acto gravemente pecaminoso.
  2. En segundo lugar, la persona que realiza el acto debe saber lo que está haciendo: debe estar informada. En el suicidio asistido, la persona debe saber que la matarán, y si comprende también que es inocente, es decir, que no es culpable de un crimen que merece la muerte, entonces no puede sino comprender que al suicidarse está matando a un inocente. En otras palabras, el paciente entiende que lo que se le propone es un acto de asesinato.
  3. En tercer lugar, una persona debe elegir libremente el acto: debe realmente consentirlo. Es precisamente ese consentimiento el que se busca y se obtiene del paciente en el suicidio asistido. Aunque el paciente no realiza él mismo físicamente la acción, moralmente está incluido en ella a través del consentimiento explícito que da al médico que sí la realiza.

A la luz de las tres condiciones para ser culpable de pecado grave, entonces, materia grave, conocimiento y consentimiento, el consentimiento informado del suicidio asistido involucra al propio paciente en la culpa del asesinato. Además, dada la proximidad inherente a la muerte, y el hecho de que este consentimiento informado será uno de los últimos actos de la persona, el suicidio asistido no solo mata a una persona, sino que la pone en peligro inminente de la pérdida eterna de su alma.

Esto no quiere decir que la persona no pueda arrepentirse de su pecado antes de que realmente muera, sino que su oportunidad de tal arrepentimiento se le está quitando precisamente al ser asesinado.

S. Juan María Vianney le dijo una vez a una mujer angustiada cuyo esposo se había suicidado saltando de un puente que el hombre tuvo el tiempo suficiente para arrepentirse antes de caer al agua. El santo dijo que por la gracia de tal arrepentimiento el hombre había sido perdonado por Dios y su alma salvada. Aun así, lo que está en peligro inminente en tal situación es la salvación eterna de tal alma.

El asesinato es un crimen terrible y un pecado contra la vida. Es tanto más malo cuando la persona asesinada está involucrada expresamente en la culpa del pecado mortal justo antes de ser asesinado, ya que esto puede muy bien condenar su alma. Este tipo de malicia es exclusivo de la eutanasia entre los crímenes contra la vida. Es una razón especial para que el cristiano en la vida pública se oponga a ella.

2 comentarios

Ángel L V
Con todos mis respetos, repetimos demasiadas veces lo de inocente... Persona inocente... Vida inocente...
Acaso si fuesen culpables cambiaríamos el argumento...?
6/03/22 8:54 PM
Josepepe
En varios países donde no se acepta la objeción de conciencia veremos a médicos en la cárcel por ser consecuentes con su fe.
7/03/22 9:57 PM

Dejar un comentario



Los comentarios están limitados a 1.500 caracteres. Faltan caracteres.

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.

Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.